Mamá es estrechita.
por
Juan Alberto
género
incesto
Carolina despotricó al salir del Costanera Center. El cielo cubierto por oscuras nubes de cúmulonimbus dejando caer las primeras gotas de una fría lluvia primaveral. El piso de la calle se había comenzado a manchar con gotas del chubascos en curso. En estos momentos deseó tener un trabajo de oficina y no tener que andar visitando clientes.
Volvió a maldecir por el hecho de que había tenido que aparcar su auto en un estacionamiento distante del Costanera Center para evitar el alto cobro de los estacionamientos. Esta conducta la había heredado de su padre que le había dicho que un peso ahorrado era un peso ganado. Esa capacidad ahorrativa le había permitido asistir a la universidad a ella misma y también le había permitido de ahorrar suficiente dinero para enviar a su hijo Marco a la educación superior, algo que no hubiera sido posible después de la trágica desaparición de su marido en un accidente aéreo hace unos cuatro años atrás.
Algunas lágrimas se deslizaron de sus ojos y se confundieron con las gotas de lluvia que mojaban su rostro. Siempre que se recordaba de su esposo no podía evitar de llorar. El destino le había quitado a su primer y único amante, al único hombre que había amado y se había entregado en forma plena y feliz, parte de su vida se había ido con él, pero le había dejado una posesión maravillosa e incalculable valor, su hijo Marco.
Ella había sido fuerte y junto a Marco, había sabido reconstruir poco a poco sus vidas. Carolina había vuelto a trabajar en venta de seguros y fondos mutuos. El salario era bastante bueno, aunque el trabajo era bastante duro y tedioso, a veces. Lo más importante de todo es que la mantuvo ocupada, en movimiento y había podido saldar todas sus cuentas.
El estrepitoso sonido de un trueno la trajo de regreso al presente y a la tarea urgente de llegar a su auto, su delgado vestido se estaba empapando con el diluvio desatado que dejaba caer gruesos goterones. Puso su bolsa sobre su cabeza para protegerse un poco, pero el agua resbalaba sobre su esbelto cuerpo. Sus altos tacones le impedían de andar a paso más rápido. Ahora se había levantado un viento de temporal con intensas ráfagas, debiendo ella mantener una mano sobre su vestido para evitar que se levantara. Como pudo aceleró el paso, pero tuvo que sacar su bolsa de su cabeza para avanzar más de prisa, sus cabellos se empaparon rápidamente y el agua se coló por su hombros y espalda, estaba a solo unos cuarenta metros del estacionamientos cuando la lluvia comenzó a caer a torrentes y la mojó por completo.
Temblando levemente, Carolina pagó el recibo del estacionamiento y se subió a su auto. Las ventanas del coche comenzaron a empañarse y ella poniendo en marcha el auto, se aseguró de poner la calefacción a toda fuerza. Lentamente el parabrisas comenzó a desempañarse. Se puso sus zapatillas para conducir y salió a la calle y al tráfico.
La fuerte lluvia golpeaba el techo de su coche, a momentos sonaban como granizos. Al mirar el reloj fluorescente del auto, se percato de que ya no podía ir a su siguiente reunión, no solo por la hora sino porque estaba enteramente mojada por la lluvia, necesitaba ir a casa a cambiarse.
Solucionó el todo con una rápida llamada telefónica y agendó la cita para el día siguiente. Se alegró de que el tráfico no fuera tan intenso. Condujo con cuidado y veinte minutos después estaba ya en los alrededores de su casa. Una vez frente al portón de su garaje, presionó el control remoto de la puerta eléctrica, pero no sucedió nada.
—¡Maldición! … Esta cosa no funciona … —Exclamó enrabiada.
Levantó el control remoto por el parabrisas y tampoco pasó nada; el portón continuaba cerrado. Resignada, se giró a buscar el paraguas que siempre llevaba en el asiento trasero y no lo encontró, solo entonces se dio cuenta de que lo tenía en casa, ya que lo había utilizado la semana anterior. Estacionó el carro al ingreso y maldijo un par de veces antes de bajarse del auto y caminar otra vez bajo la intensa lluvia. Saco sus llaves y forcejeó un poco con la cerradura antes de poder abrir la puerta de ingreso a su casa, donde entró rápidamente.
—¡Ehm! … Hola, mami …
Era la voz de su hijo Marco que le llegaba desde el comedor donde estaba sentado a la mesa con tres muchachos y dos chicas, había libros y cuadernos esparcidos por toda la mesa.
—¡Mami! … Estás empapada … Será mejor que vayas a cambiarte …
—Eso haré ahora mismo …
Dijo dándose cuenta de que todos la miraban fijamente. Rápidamente se giró y comenzó a subir las escaleras.
—¡Que carajo! … ¡Nunca dijiste que tu mamá era un bombón! …
—¡Vieron qué tetas! …
—¡Y ese culo … Guau! … ¡Su trasero es más hermoso que el tuyo, Jeanette! …
—¡Y que piernas! … ¡Tremendas! …
—¡¡Ya chicos!! … ¡Basta! … ¡Cálmense! … ¡Están hablando de mi madre! …
Carolina al pie de la escalera, estaba asombrada por lo que estaba escuchando. Se alegró mucho de que su hijo la haya defendido, al mismo tiempo un poco molesta porque no hubo ningún halago por parte de él. Se dirigió a su habitación para secarse y cambiarse.
Todavía escuchaba el parloteo y risotadas de los chicos allá abajo, pero no lograba entender nada. Tomó una toalla desde el armario para secar sus cabellos, luego se giró para mirarse al espejo y no pudo evitar de exclamar.
—¡Santo cielo! …
El espejo le devolvió el reflejo de su sinuoso cuerpo donde su vestido primaveral de color claro estaba totalmente adherido a ella como una segunda piel. Se vislumbraba perfectamente su traslucido sostén beige, sus bragas amarillas. Sus largas piernas delineadas perfectamente, sus pechos parecían enormes. Incluso se trasparentaban sus areolas y sus duros pezones de color más oscuros. Jadeó incrédula ante su propia imagen reflejada.
—¡Dios mío! … ¡Estoy prácticamente desnuda! …
—Sí, mamá … Lo estás … Y todos mis amigos te vieron …
Nuevamente fue sorprendida por la voz de su hijo que la encuadraba parado en el vano de su puerta. Sus ojos estaban lucientes recorriendo su cuerpo de la cabeza a los pies, apreciando la casi desnudez de ella. Inconscientemente, Carolina bajo la mirada hacia el entrepierna del chico y vio que su polla casi reventaba sus estrechos pantalones. En una acción desesperada y refleja, levantó sus manos para cubrir sus senos y la convergencia de sus piernas.
—¡Ehm! … ¿Do-donde están tus amigos? …
Preguntó tratando de parecer normal.
—Se fueron …
—¡Pero afuera hay un diluvio! … ¡Llueve a cantaros! …
—Yo los eché para afuera a todos …
Dijo Marco en tono molesto y desafiante.
—¡Oh!, cuanto lo siento cariño … No sabía que ustedes estaban en casa … No es mi culpa de que me haya mojado de esta manera …
—No es eso, mamá … Acaso, ¡ehm! … ¿Acaso no escuchaste lo que decían de ti? … Y luego … Bueno … Dijeron muchas cosas más …
—¿Qué dijeron, cariño? …
—Ellos … ¡Ehm! … ¡Oh, mami! … ¡Fueron muy groseros! …
—Marco, dime exactamente que dijeron …
—¡Uhm! … Dijeron … ¡Ehm! … Dijeron cómo podía vivir en la misma casa contigo y … y … Sin … sin … ¡Uhm! … follarte …
Respondió el muchacho muy afectado.
—¡Ah! … ¿Sin qué? … No te escuché …
—¡Sin follarte! … ¡Dijeron que eras una mujer muy linda y sexy! … ¡Era imposible vivir junto a ti y no follarte todos los días! … Ahí fue cuando los eché para afuera a todos … Y luego … Bueno … Luego …
Carolina vio en la cara de su hijo la angustia que sentía al decirle todo lo que había padecido con sus amigos; estaba sorprendida e intrigada, él continuó.
—Luego se rieron de mí … Dijeron que al menos debía haber soñado o pensado en hacerlo …
Carolina una vez más encontró que sus ojos iban al entrepierna del muchacho. Hacía cuatro años desde cuando había visto una última polla. Rápidamente levantó su vista al percatarse de que estaba mirando la zona genital de su hijo varón. El corazón le latía fuerte y rápido.
—¿Y tú? … ¿Lo has hecho? …
—¿Ah? … ¿Qué cosa? …
Le sonrió dulcemente y dijo.
—¿Has pensado en follarme? …
—¡Ugh! … Pero ¿Por qué me preguntas eso? …
—¿Lo has hecho? … ¡Quiero saberlo! … ¡Puedes decírmelo! …
—¡Ehm! … Bueno … Yo … No puedo evitarlo, mamá … Es algo más fuerte que yo … Eres tan linda y sexy … Sí … Sí lo he hecho …
Carolina en un primer momento quedó desconcertada por el ansia que detectó en la voz de Marco. Lo vio compungido apoyado tímidamente a la puerta. Él le recordaba mucho a Ricardo. De hecho, se parecía mucho a Ricardo cuando ella lo conoció en el colegio, al termino de la enseñanza media. Su cuerpo dio un respingo cuando creyó ver a Ricardo en el cuerpo de su hijo Marco. Su mente voló a la época en que Ricardo le había hecho el amor y rompió el sello de su virginidad. Ese día la hizo gritar, no tanto de dolor sino en éxtasis. Su coño se contrajo y sintió que un aire cálido se irradiaba por todo su cuerpo. Bajó sus manos y dejó la toalla colgado de una de ellas, puso una mano en su cadera, exponiendo su cuerpo casi desnudo con su vestido mojado a la vista de Marco que la observaba en forma intensa y codiciosa.
—¿Te gusta lo que ves? …
—¡Oh, mamá! … No te imaginas cuanto …
—¿Me has espiado alguna vez? …
—Sí … De vez en cuando he echado un vistazo … Como cuando te agachas, intento ver destellos de tus bragas … O en las mañanas cuando trato de adivinar el color de tu sujetador …
—¿Solo eso? …
—Bueno … También jugué con tus bragas … Las olí … No puedo evitarlo, mamá … Eres la única mujer que me está cerca …
De algún modo esta confesión espontanea de su hijo, pareció encender la lujuria en ella. Sintió las maripositas que aleteaban en su vientre cuando supo que su hijo había estado fantaseando con sus bragas usadas, había jugado con ellas, las había usado probablemente para masturbarse. Sus pezones crecieron firmes y duros, parecieron querer romper el sujetador mojado. Algo había hecho clic en su cabeza y ya no estaba avergonzada de estar de ese modo en frente de su hijo que no dejaba de escudriñar sus sinuosas curvas. Nada le parecía incorrecto, estaba satisfaciendo una necesidad básica de hombre y mujer.
—¿Quieres jugar con algo real? …
Le preguntó Carolina mordiendo tentadoramente su labio inferior.
—¡Oh, mami! … Pe-pero …
Balbuceó Marco en son de protesta al tiempo que veía a su madre abrir la cremallera de su vestido y hacerlo deslizarse cadenciosamente por su espectacular cuerpo. Marco la miró estatuaria frente a él, vistiendo solo sus bragas y sujetador. Su piel brillaba con gotitas que parecían diamantes en su piel cándidamente blanca. Ella caminó hacia él y tomo su mano, arrastrándolo a la cama.
Carolina se sentó sobre la cama y desabrochó la camisa de Marco, admirando sus fuertes y musculosos pectorales y los marcados abdominales dibujados en su vientre liso, sintiendo los músculos tensos en su estómago. Marco suspiró profundamente mientras su madre bajaba la cremallera de sus pantalones y los empujaba hasta los tobillos. Sus boxers blancos ya estaban manchados con gotas de su hombría. Acercó su rostro a la polla de su hijo y aspiró una bocanada de la virilidad que emanaba ese garrote tremendamente tieso y grueso.
Enganchó sus dedos en la pretina de sus boxers y cuando la polla salto hacia adelante y hacia arriba, su coño se contrajo estrechamente haciéndola apretar sus muslos y a gemir sicalípticamente. La polla de Marco era simplemente magnifica. Palpitaba dura, larga y gruesa, imponente, con su cabezota el doble de gruesa asemejaba a un hongo. No tenía ninguna duda de que era mucho más grande que el de su extinto marido, Ricardo.
Carolina ahuecó en su mano las bolas de su hijo, las sintió gordas y pesadas, llenas del liquidó masculino que ella tanto echaba de menos y deseaba. Lentamente sus labios aprisionaron el miembro turgente, aterciopelado y cálido de su hijo. Arremangó el prepucio para hacerle lugar en su boca ávida y comenzó a chuparlo
Marco gimió sintiendo los carnosos y suaves labios de su madre chupándole la polla. ¡Su madre! Nunca ni en sus sueños más pervertidos, había pensado que esto pudiera ser posible, pero estaba sucediendo y él casi no lo podía creer. Su hermosa y angelical madre le estaba chupando la polla magníficamente. Su grueso miembro palpitaba ardientemente en su boca, mientras la perversión de la situación aumentaba su cachondez y lujuria. Marco se inclinó sobre su madre y soltó el sujetador de Carolina, liberando los enormes y más bellos pechos que jamás haya visto.
Carolina gimió mientras succionaba la enorme polla de Marco sintiendo las manos de su hijo ahuecando sus senos, estirando y pellizcando dulcemente sus duros pezones, lo que le provocaba corrientazos de placer directamente en su panocha haciendo rotar inconscientemente sus caderas en forma sinuosa y seductoramente caliente. Su coño se había hinchado y apretaba firmemente sus piernas para mantener cerrados los gruesos labios oscuros empapados de fluidos.
—¡Oh, mami! … Se siente tan bien eso … ¡Chúpame! … ¡Chúpamela más fuerte, mamá! …
Ella puso sus manos en los glúteos de su hijo y lo obligó a enterrar su polla en lo profundo de su garganta. Marco cerró los ojos y se dejó hacer pasivamente gozando la dulzura y calidez de la boca de su madre, sentía la nariz de ella estrellándose en su vientre mientras su entera polla venía engullida entusiásticamente por su madre. Entonces la aferró por la nuca e inició a empujar su arnés lo más profundo en la boca de ella, follándola desesperadamente sintiendo como su cuerpo se tensaba con las primeras sensaciones de su inminente clímax.
Carolina adivinó que su hijo se encontraba en el trance frenético y paroxístico fruto de su apasionada mamada y aceleró la succión de su enorme polla, comenzando a sentir el sabor salado de las primeras gotitas de líquido preseminal. La gorda polla de él llenaba por completo su boca y a ella le fascinaba esa sensación gomosa y abultada de la cabezota que tocaba el fondo de su garganta.
Carolina deslizó una de sus manos sobre su coño cubierto por las húmedas bragas y acarició sus gordos labios mayores, cosa que la hizo estremecerse. Introdujo sus dedos por el bordillo de su tanga y la apartó hacia un lado para dejar expuesta su panocha encendida y caliente. Deslizó un dedo a lo largo del bañado surco candente y alcanzó la capucha de los pliegues delicados que cubrían su erguido clítoris, comenzándolo a frotar ligeramente. Sus gemidos aumentaron y también el vaivén de sus caderas. Marco la observó complacido viendo como su madre se tocaba a sí misma y comenzó a follar su cara con vehemencia, sintiendo como su semen comenzaba a hervir en sus bolas, al igual que lo haría el cráter de un volcán antes de una erupción. Aferró con las dos manos la cabeza de Carolina y empujó violentamente su polla en la boca de ella. Su polla comenzó a pulsar, sus glúteos se pusieron duros, sus piernas se tensaron y con fuertes gemidos y jadeos reventó con copiosos chorros de semen en la boca de su madre.
Carolina sintió los movimientos previos de su hijo y se preparó, comenzó a masturbarlo frenéticamente con su mano derecha y chupó su gruesa cabezota aprisionándola entre sus labios, cuando sintió los primeros chorros explotando en su boca, se separó ligeramente de él, filamentos de semen colgaron de su boca y su barbilla. Luego apuntó los borbotones sobre sus pesadas tetas, rociando el resto de semen en su rostro y su pecho. Hebras densas de esperma se deslizaron por sus sensibles pezones oscuros. Cuando estuvo segura de que ya no expulsaba ningún chorrito más de semen, volvió a llevárselo a la boca para chuparlo y limpiarlo.
Marco contempló con ojos semicerrados cuando su madre se quitó la polla de su boca. Carolina lo miró a los ojos y abrió su boca para mostrarle los restos de esperma acumulados en ella, luego echó lentamente su cabeza hacia atrás y sin dejar de mirarlo, se tragó todo el semen de su hijo.
—¡Hmmmmm! … ¡Esto está delicioso! …
Gimió observando los ojos claros y brillantes de Marco, disfrutando de la mirada lasciva y lujuriosa que éste le daba a su rostro y sus tetas embadurnadas de semen. Era el primer y único semen que ella había saboreado después de la desaparición de su extinto marido. También era la única polla que había tenido en boca después de la de su esposo. Sintió una ligera satisfacción pensando que, en parte, la polla de su hijo era también parte de su difunto consorte, esto la hacía creer que lo que ella estaba haciendo no era una traición a la memoria de su finado conyugue.
—¡Oh, mami! … Esa es la mejor mamada que he tenido en mi vida …
Exclamó Marco emocionado y agitado. Carolina sintió en su estómago una punzada de celos al entender de que alguien más había chupado la hermosa polla de su hijo. Lo miró capciosamente y le preguntó.
—¿Te gustaría follar el coño de mami ahora? …
Notó que la polla de Marco se agitaba y permanecía increíblemente dura. A ella le encantaba usar palabras sucias, era algo a lo que la había acostumbrado su desaparecido compañero de cama. A ella le gustaba ser traviesa y desinhibida en la cama, ser una puta caliente para su pareja. Se preguntó si Marco habría heredado los mismos gustos de su padre.
Carolina levantó sus piernas en el aire e hizo un espléndido espectáculo para su hijo quitándose las bragas. Las deslizó lentamente sobre sus lindas, firmes y redondas nalgas, antes de descubrir su panocha miró a marco seductoramente y juntos bien sus piernas hasta bajarlas a la mitad de sus muslos, todo sin revelar la pequeña rajita donde estaba su apretadísimo coño, inclinó sus rodillas hacia un costado y sacó finalmente sus calzoncitos diminutos por sus tobillos, dejándolo caer sobre la alfombra. Marco los recogió y se los llevó a su nariz, aspirando la esencia emanada del sexo de su madre. Carolina se acomodó y abrió un poco sus piernas para presentar ante los ojos exaltados de su hijo, su cándida y ajustada panocha empapada de néctar de mujer. La mirada que le daba su hijo le quemaba sus entrañas y sintió ansias por la gruesa polla que todavía dejaba caer alguna que otra nacarada gotita de esperma, se pasó una mano por su hendedura de estrechos labios sellados y le dijo sugestivamente.
—¡Ven, hijo! … Aquí hay más … Ven a probar mi delicia …
Marco miró la dulce y cautivante convergencia de las piernas de su madre, vio los delicados vellitos que no obstruían la hermosa visión de esos labios regordetes y apretados, totalmente pegados que sellaban el camino al tesoro húmedo que guardaban como un tesoro. No había una rendija, solo un surco apretado que juntaba sus labios mayores delicados e hinchados e inmediatamente quiso sumergirse y lamer esa carnosa unión de carnes calientes. Su polla palpitaba casi dolorosamente y ahora él quería romper ese sello de carne y hundir su cabezota enorme en ese agujerito pigmeo y mojado.
Agarró las piernas de su madre de sus tobillos y las abrió ampliamente, los labios regordetes se separaron y un haz de luz rosada pareció emanar de la rolliza conchita húmeda de Carolina, había gotitas que mojaban sus delicados pliegues de su vulva diminuta. Empujó la enorme cabezota de su miembro hacia su entrada y lentamente profanó ese templo de lujuria y cachondez. Su madre tenía la concha más apretada que nunca había sentido alrededor de su gorda polla.
Carolina en un primer momento movió sus caderas tratando de huir de esa enorme penetración que le estaba provocándo un escozor levemente doloroso. Habían pasado algunos años de la muerte de su marido y solo uno o dos de sus dedos habían estado allí. Estaba tensa y su coño pareció contraerse aún más, haciendo deslizar fuera el glande del enorme pene, pero ella sabía muy bien como se siente una linda polla colmando su grieta como un guante quirúrgico y, cuanto más rápido se abriera y aceptara la gigantesca polla de su hijo, mejor sería para ambos.
—¡Maldición, mami! … ¡Estás caliente, pero más apretada que una colegiala! …
—Ten paciencia … Es mucho tiempo que nadie me toca ahí … Hazlo despacito …
Marco se detuvo impresionado y desconcertado le preguntó a su madre.
—¿Quieres decir que no lo has hecho? … ¿Qué nunca nadie …? …
—Después de tu padre nadie me ha tocado … Ahora te ruego que no te detengas … Sigue, por favor …
Marco continuó penetrándola lentamente con su enorme polla, sintiendo que las paredes vaginales de ella se adherían estrechamente a la suave piel de su prepucio, calentándola, exprimiéndola, mojándola y acariciándola. Entró y salió varias veces arrastrando los finos pliegues rosados de Carolina adheridos a su polla, mientras iba profundizando sus estoques hasta lograr tener toda su polla en el caliente y acogedor coño de su madre, sus bolas chocaron finalmente con los glúteos de ella.
Carolina sintió como su coño se acostumbraba a la envergadura tremenda de su hijo, suspiró y gimió profundamente sintiendo las bolas de él rozando los labios de su coño estrecho. Flexionó y contrajo los músculos de su coño y se sintió halagada ante los gemidos placenteros de su hijo. Él estaba experimentando el poder de su coño.
—Estás todo dentro de mí, cariño … Ahora fóllame con fuerza … Estira mi coño como lo hacía tu padre … Fóllame con todas tus fuerzas, tesoro … Quiero sentir que tu polla ensancha mi coño … Quiero que me llenes de ti, amorcito … ¡Dámelo todo! … ¡Uhmmmmm! …
Marco no se hizo repetir el requerimiento. Separó un poco más sus piernas y sacó su polla hasta dejar su glande justo a la entrada de esa caliente cuevita. Luego la clavó con fuerza en el coño de su madre, Carolina emitió un chillido, levantó sus piernas en el aire y envolvió el trasero de su hijo, comenzándolo a espolonear con sus talones. Gritó, gimió y chilló cuando Marco se desató y comenzó a darle violentas embestidas haciéndola rebotar en el borde de la cama.
—¡Oh! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii, fóllame fuerte! … ¡Asiii! … ¡Uy! … ¡Ay! … ¡Qué rico! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhh! … ¡Lléname con tu polla dura! … ¡Dámelo más duro! … ¡Más! … ¡Quiero más! … ¡Delicioso, tesoro! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
Carolina había enloquecido y su cabeza se giraba en forma demencial de un lado a otro, sus manos crispadas amenazaban con romper las sábanas y sus tetas rebotaban hacia arriba y hacia abajo sobre su pecho y no dejaba de gritar. Marco se sintió animado a hacer feliz a su madre y aprisionó sus piernas atenazándolas contra su pecho, luego comenzó a golpear a su madre con embestidas violentas que la hacían levantar de la cama, ella se aferró de sus muslos para no despegarse ni un milímetro de su gorda polla que pulsaba endemoniada dentro de su apretado coño. Le encantó ver a su madre con la boca abierta tratando de respirar y vio cuando su ceño se frunció como en agonía, su cuerpo se estremeció completamente y ella colapsó meneando violentamente sus caderas contra su polla enterrada profundamente en ella.
Era una visual privilegiada y preciosa, la lujuria pura estaba reflejada en el rostro angelical de su madre; jadeaba como un pez fuera del agua, hacia muecas de delirio y restregaba su cuerpo contra el de su hijo, en el intento de ser penetrada aún más adentro. No cesaba de chillar y emitir sonidos cachondos. Marco se sintió como protagonista de un video porno.
—¡Sigh! … ¡Sigh! … ¡Lo quiero todo! … ¡Folla mis sesos fuera de mi cabeza! … ¡Fóllame fuerte, Marco! … ¡Mételo más profundo! … ¡Ssiii! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Folla mi coño, hijo! … ¡Fóllalo fuerte que me estoy corriendo! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Sigh! … ¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Umpf! … ¡Aaaaaahhh!
Carolina temblaba de pies a cabeza, convulsionando en un extenso e intenso orgasmo. Su coño succiono con verdaderas ganas la polla de Marco y él tembló de placer entregándole su semilla en lo más profundo de su ser. Él sintió los espasmos de placer de ella que ordeñaban su polla tirando fuera toda la lechita que había en sus bolas. Pareció que ella era presa de más de un orgasmo a la vez; entonces sacó su polla y la volvió a enterrar brutalmente en ella y siguió follándola con nuevos bríos. Carolina con los ojos exaltados se aferró a él y le rogó.
—¡Oooohhhh! … ¡Ssiii! … ¡Vas a hacer que me vuelva a correr! … ¡Uhhhh! … ¡Qué rico! … ¡Sigue follándome, bebé! … ¡Nunca te detengas! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Más duro! … ¡Folla el coño caliente de mami, amor! … ¡Estás tan durito! … ¡Se siente riquísimo! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Sus bolas se estrellaban una y otra vez con las nalgas de Carolina. La folló con tal intensidad que en la habitación no se escuchaba ningún otro sonido que el chapoteó de esa enorme polla en el charco apretado de ella. Marco comenzó a sentir una vez más que sus bolas entraban en ebullición y siguió follándola con todas sus fuerzas.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Fóllame asiii! … ¡Umpf! … ¡Me voy a correr! … ¡Vamos, bebé! … ¡Córrete conmigo! … ¡Corrámonos juntos, cariño! … ¡Lléname con tu semen caliente! …
Marco lanzó un gutural gruñido y gimió mientras continuaba follándose el coño hirviente de su madre; sintió la lava subiendo por sus bolas y luego tembló dejando salir violentos escupitajos de semen en lo profundo del coño de Carolina qué, también convulsionaba aferrada a la cintura de su hijo. Su coño se crispó y se contrajo violentamente estrujando la enorme verga. A cada borbotón de esperma caliente, Carolina apretaba y ordeñaba la polla y mordía el cuerpo de Marco. Su boca estaba deformada en la agonía de un grito de lujuria que nunca salió de su boca, sus manos se crispaban incontrolablemente mientras los deditos de sus pies se encorvaron y abrieron en éxtasis. Su vientre estaba hundido y se apretaba al ritmo de los espasmos de su coño, gimió y dijo incoherencias sintiendo un hormigueo enloquecedor de placer. Poco a poco las convulsiones aminoraron y finalmente pudo mirar a su hijo que todavía tenía su polla profundamente enterrada en ella. Con la voz de una gatita satisfecha por el momento, dijo.
—¡Uhhhh, cariño! … ¡Eso fue fantástico! …
—Sí, mamá … Mejor de lo que jamás imaginé …
Le respondió Marco sonriéndole dócilmente como un cachorrito. Ella lo fijo con sus ojos de gata y le dijo Sonriendo.
—Tal vez no deberías llamarme “mamá” cuando me follas …
—¡Oh! … ¿Y cómo debería llamarte? …
—No lo sé … Tú padre me decía “puta cachonda” o “puta caliente” … Bueno también puedes llamarme Carolina …
Marco la quedó mirando con una sonrisa de admiración a la vez que le decía.
—Está bien … Zorra Carolina …
—¡Hey! … ¡Hey! … No tan rápido … Te dije que solo mientras me follas … Sino, en todo momento me debes decir “mamá” … Sigo siendo tu madre, nunca olvides esto …
—Y tú … ¿Me llamaras “cabrón”? …
—¡Mmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡Sí! … Y eres de los buenos …
Gimió Carolina mientras el grueso pene de Marco resbalaba fuera de su coño goteante. Luego agregó.
—Tú padre nunca se cansaba de mi coño apretado … Espero que tú seas igual a él …
—Eres estrechita, mamá … Jamás me cansaré de ti …
Fin
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luisa_luisa4634@yahoo.com
Volvió a maldecir por el hecho de que había tenido que aparcar su auto en un estacionamiento distante del Costanera Center para evitar el alto cobro de los estacionamientos. Esta conducta la había heredado de su padre que le había dicho que un peso ahorrado era un peso ganado. Esa capacidad ahorrativa le había permitido asistir a la universidad a ella misma y también le había permitido de ahorrar suficiente dinero para enviar a su hijo Marco a la educación superior, algo que no hubiera sido posible después de la trágica desaparición de su marido en un accidente aéreo hace unos cuatro años atrás.
Algunas lágrimas se deslizaron de sus ojos y se confundieron con las gotas de lluvia que mojaban su rostro. Siempre que se recordaba de su esposo no podía evitar de llorar. El destino le había quitado a su primer y único amante, al único hombre que había amado y se había entregado en forma plena y feliz, parte de su vida se había ido con él, pero le había dejado una posesión maravillosa e incalculable valor, su hijo Marco.
Ella había sido fuerte y junto a Marco, había sabido reconstruir poco a poco sus vidas. Carolina había vuelto a trabajar en venta de seguros y fondos mutuos. El salario era bastante bueno, aunque el trabajo era bastante duro y tedioso, a veces. Lo más importante de todo es que la mantuvo ocupada, en movimiento y había podido saldar todas sus cuentas.
El estrepitoso sonido de un trueno la trajo de regreso al presente y a la tarea urgente de llegar a su auto, su delgado vestido se estaba empapando con el diluvio desatado que dejaba caer gruesos goterones. Puso su bolsa sobre su cabeza para protegerse un poco, pero el agua resbalaba sobre su esbelto cuerpo. Sus altos tacones le impedían de andar a paso más rápido. Ahora se había levantado un viento de temporal con intensas ráfagas, debiendo ella mantener una mano sobre su vestido para evitar que se levantara. Como pudo aceleró el paso, pero tuvo que sacar su bolsa de su cabeza para avanzar más de prisa, sus cabellos se empaparon rápidamente y el agua se coló por su hombros y espalda, estaba a solo unos cuarenta metros del estacionamientos cuando la lluvia comenzó a caer a torrentes y la mojó por completo.
Temblando levemente, Carolina pagó el recibo del estacionamiento y se subió a su auto. Las ventanas del coche comenzaron a empañarse y ella poniendo en marcha el auto, se aseguró de poner la calefacción a toda fuerza. Lentamente el parabrisas comenzó a desempañarse. Se puso sus zapatillas para conducir y salió a la calle y al tráfico.
La fuerte lluvia golpeaba el techo de su coche, a momentos sonaban como granizos. Al mirar el reloj fluorescente del auto, se percato de que ya no podía ir a su siguiente reunión, no solo por la hora sino porque estaba enteramente mojada por la lluvia, necesitaba ir a casa a cambiarse.
Solucionó el todo con una rápida llamada telefónica y agendó la cita para el día siguiente. Se alegró de que el tráfico no fuera tan intenso. Condujo con cuidado y veinte minutos después estaba ya en los alrededores de su casa. Una vez frente al portón de su garaje, presionó el control remoto de la puerta eléctrica, pero no sucedió nada.
—¡Maldición! … Esta cosa no funciona … —Exclamó enrabiada.
Levantó el control remoto por el parabrisas y tampoco pasó nada; el portón continuaba cerrado. Resignada, se giró a buscar el paraguas que siempre llevaba en el asiento trasero y no lo encontró, solo entonces se dio cuenta de que lo tenía en casa, ya que lo había utilizado la semana anterior. Estacionó el carro al ingreso y maldijo un par de veces antes de bajarse del auto y caminar otra vez bajo la intensa lluvia. Saco sus llaves y forcejeó un poco con la cerradura antes de poder abrir la puerta de ingreso a su casa, donde entró rápidamente.
—¡Ehm! … Hola, mami …
Era la voz de su hijo Marco que le llegaba desde el comedor donde estaba sentado a la mesa con tres muchachos y dos chicas, había libros y cuadernos esparcidos por toda la mesa.
—¡Mami! … Estás empapada … Será mejor que vayas a cambiarte …
—Eso haré ahora mismo …
Dijo dándose cuenta de que todos la miraban fijamente. Rápidamente se giró y comenzó a subir las escaleras.
—¡Que carajo! … ¡Nunca dijiste que tu mamá era un bombón! …
—¡Vieron qué tetas! …
—¡Y ese culo … Guau! … ¡Su trasero es más hermoso que el tuyo, Jeanette! …
—¡Y que piernas! … ¡Tremendas! …
—¡¡Ya chicos!! … ¡Basta! … ¡Cálmense! … ¡Están hablando de mi madre! …
Carolina al pie de la escalera, estaba asombrada por lo que estaba escuchando. Se alegró mucho de que su hijo la haya defendido, al mismo tiempo un poco molesta porque no hubo ningún halago por parte de él. Se dirigió a su habitación para secarse y cambiarse.
Todavía escuchaba el parloteo y risotadas de los chicos allá abajo, pero no lograba entender nada. Tomó una toalla desde el armario para secar sus cabellos, luego se giró para mirarse al espejo y no pudo evitar de exclamar.
—¡Santo cielo! …
El espejo le devolvió el reflejo de su sinuoso cuerpo donde su vestido primaveral de color claro estaba totalmente adherido a ella como una segunda piel. Se vislumbraba perfectamente su traslucido sostén beige, sus bragas amarillas. Sus largas piernas delineadas perfectamente, sus pechos parecían enormes. Incluso se trasparentaban sus areolas y sus duros pezones de color más oscuros. Jadeó incrédula ante su propia imagen reflejada.
—¡Dios mío! … ¡Estoy prácticamente desnuda! …
—Sí, mamá … Lo estás … Y todos mis amigos te vieron …
Nuevamente fue sorprendida por la voz de su hijo que la encuadraba parado en el vano de su puerta. Sus ojos estaban lucientes recorriendo su cuerpo de la cabeza a los pies, apreciando la casi desnudez de ella. Inconscientemente, Carolina bajo la mirada hacia el entrepierna del chico y vio que su polla casi reventaba sus estrechos pantalones. En una acción desesperada y refleja, levantó sus manos para cubrir sus senos y la convergencia de sus piernas.
—¡Ehm! … ¿Do-donde están tus amigos? …
Preguntó tratando de parecer normal.
—Se fueron …
—¡Pero afuera hay un diluvio! … ¡Llueve a cantaros! …
—Yo los eché para afuera a todos …
Dijo Marco en tono molesto y desafiante.
—¡Oh!, cuanto lo siento cariño … No sabía que ustedes estaban en casa … No es mi culpa de que me haya mojado de esta manera …
—No es eso, mamá … Acaso, ¡ehm! … ¿Acaso no escuchaste lo que decían de ti? … Y luego … Bueno … Dijeron muchas cosas más …
—¿Qué dijeron, cariño? …
—Ellos … ¡Ehm! … ¡Oh, mami! … ¡Fueron muy groseros! …
—Marco, dime exactamente que dijeron …
—¡Uhm! … Dijeron … ¡Ehm! … Dijeron cómo podía vivir en la misma casa contigo y … y … Sin … sin … ¡Uhm! … follarte …
Respondió el muchacho muy afectado.
—¡Ah! … ¿Sin qué? … No te escuché …
—¡Sin follarte! … ¡Dijeron que eras una mujer muy linda y sexy! … ¡Era imposible vivir junto a ti y no follarte todos los días! … Ahí fue cuando los eché para afuera a todos … Y luego … Bueno … Luego …
Carolina vio en la cara de su hijo la angustia que sentía al decirle todo lo que había padecido con sus amigos; estaba sorprendida e intrigada, él continuó.
—Luego se rieron de mí … Dijeron que al menos debía haber soñado o pensado en hacerlo …
Carolina una vez más encontró que sus ojos iban al entrepierna del muchacho. Hacía cuatro años desde cuando había visto una última polla. Rápidamente levantó su vista al percatarse de que estaba mirando la zona genital de su hijo varón. El corazón le latía fuerte y rápido.
—¿Y tú? … ¿Lo has hecho? …
—¿Ah? … ¿Qué cosa? …
Le sonrió dulcemente y dijo.
—¿Has pensado en follarme? …
—¡Ugh! … Pero ¿Por qué me preguntas eso? …
—¿Lo has hecho? … ¡Quiero saberlo! … ¡Puedes decírmelo! …
—¡Ehm! … Bueno … Yo … No puedo evitarlo, mamá … Es algo más fuerte que yo … Eres tan linda y sexy … Sí … Sí lo he hecho …
Carolina en un primer momento quedó desconcertada por el ansia que detectó en la voz de Marco. Lo vio compungido apoyado tímidamente a la puerta. Él le recordaba mucho a Ricardo. De hecho, se parecía mucho a Ricardo cuando ella lo conoció en el colegio, al termino de la enseñanza media. Su cuerpo dio un respingo cuando creyó ver a Ricardo en el cuerpo de su hijo Marco. Su mente voló a la época en que Ricardo le había hecho el amor y rompió el sello de su virginidad. Ese día la hizo gritar, no tanto de dolor sino en éxtasis. Su coño se contrajo y sintió que un aire cálido se irradiaba por todo su cuerpo. Bajó sus manos y dejó la toalla colgado de una de ellas, puso una mano en su cadera, exponiendo su cuerpo casi desnudo con su vestido mojado a la vista de Marco que la observaba en forma intensa y codiciosa.
—¿Te gusta lo que ves? …
—¡Oh, mamá! … No te imaginas cuanto …
—¿Me has espiado alguna vez? …
—Sí … De vez en cuando he echado un vistazo … Como cuando te agachas, intento ver destellos de tus bragas … O en las mañanas cuando trato de adivinar el color de tu sujetador …
—¿Solo eso? …
—Bueno … También jugué con tus bragas … Las olí … No puedo evitarlo, mamá … Eres la única mujer que me está cerca …
De algún modo esta confesión espontanea de su hijo, pareció encender la lujuria en ella. Sintió las maripositas que aleteaban en su vientre cuando supo que su hijo había estado fantaseando con sus bragas usadas, había jugado con ellas, las había usado probablemente para masturbarse. Sus pezones crecieron firmes y duros, parecieron querer romper el sujetador mojado. Algo había hecho clic en su cabeza y ya no estaba avergonzada de estar de ese modo en frente de su hijo que no dejaba de escudriñar sus sinuosas curvas. Nada le parecía incorrecto, estaba satisfaciendo una necesidad básica de hombre y mujer.
—¿Quieres jugar con algo real? …
Le preguntó Carolina mordiendo tentadoramente su labio inferior.
—¡Oh, mami! … Pe-pero …
Balbuceó Marco en son de protesta al tiempo que veía a su madre abrir la cremallera de su vestido y hacerlo deslizarse cadenciosamente por su espectacular cuerpo. Marco la miró estatuaria frente a él, vistiendo solo sus bragas y sujetador. Su piel brillaba con gotitas que parecían diamantes en su piel cándidamente blanca. Ella caminó hacia él y tomo su mano, arrastrándolo a la cama.
Carolina se sentó sobre la cama y desabrochó la camisa de Marco, admirando sus fuertes y musculosos pectorales y los marcados abdominales dibujados en su vientre liso, sintiendo los músculos tensos en su estómago. Marco suspiró profundamente mientras su madre bajaba la cremallera de sus pantalones y los empujaba hasta los tobillos. Sus boxers blancos ya estaban manchados con gotas de su hombría. Acercó su rostro a la polla de su hijo y aspiró una bocanada de la virilidad que emanaba ese garrote tremendamente tieso y grueso.
Enganchó sus dedos en la pretina de sus boxers y cuando la polla salto hacia adelante y hacia arriba, su coño se contrajo estrechamente haciéndola apretar sus muslos y a gemir sicalípticamente. La polla de Marco era simplemente magnifica. Palpitaba dura, larga y gruesa, imponente, con su cabezota el doble de gruesa asemejaba a un hongo. No tenía ninguna duda de que era mucho más grande que el de su extinto marido, Ricardo.
Carolina ahuecó en su mano las bolas de su hijo, las sintió gordas y pesadas, llenas del liquidó masculino que ella tanto echaba de menos y deseaba. Lentamente sus labios aprisionaron el miembro turgente, aterciopelado y cálido de su hijo. Arremangó el prepucio para hacerle lugar en su boca ávida y comenzó a chuparlo
Marco gimió sintiendo los carnosos y suaves labios de su madre chupándole la polla. ¡Su madre! Nunca ni en sus sueños más pervertidos, había pensado que esto pudiera ser posible, pero estaba sucediendo y él casi no lo podía creer. Su hermosa y angelical madre le estaba chupando la polla magníficamente. Su grueso miembro palpitaba ardientemente en su boca, mientras la perversión de la situación aumentaba su cachondez y lujuria. Marco se inclinó sobre su madre y soltó el sujetador de Carolina, liberando los enormes y más bellos pechos que jamás haya visto.
Carolina gimió mientras succionaba la enorme polla de Marco sintiendo las manos de su hijo ahuecando sus senos, estirando y pellizcando dulcemente sus duros pezones, lo que le provocaba corrientazos de placer directamente en su panocha haciendo rotar inconscientemente sus caderas en forma sinuosa y seductoramente caliente. Su coño se había hinchado y apretaba firmemente sus piernas para mantener cerrados los gruesos labios oscuros empapados de fluidos.
—¡Oh, mami! … Se siente tan bien eso … ¡Chúpame! … ¡Chúpamela más fuerte, mamá! …
Ella puso sus manos en los glúteos de su hijo y lo obligó a enterrar su polla en lo profundo de su garganta. Marco cerró los ojos y se dejó hacer pasivamente gozando la dulzura y calidez de la boca de su madre, sentía la nariz de ella estrellándose en su vientre mientras su entera polla venía engullida entusiásticamente por su madre. Entonces la aferró por la nuca e inició a empujar su arnés lo más profundo en la boca de ella, follándola desesperadamente sintiendo como su cuerpo se tensaba con las primeras sensaciones de su inminente clímax.
Carolina adivinó que su hijo se encontraba en el trance frenético y paroxístico fruto de su apasionada mamada y aceleró la succión de su enorme polla, comenzando a sentir el sabor salado de las primeras gotitas de líquido preseminal. La gorda polla de él llenaba por completo su boca y a ella le fascinaba esa sensación gomosa y abultada de la cabezota que tocaba el fondo de su garganta.
Carolina deslizó una de sus manos sobre su coño cubierto por las húmedas bragas y acarició sus gordos labios mayores, cosa que la hizo estremecerse. Introdujo sus dedos por el bordillo de su tanga y la apartó hacia un lado para dejar expuesta su panocha encendida y caliente. Deslizó un dedo a lo largo del bañado surco candente y alcanzó la capucha de los pliegues delicados que cubrían su erguido clítoris, comenzándolo a frotar ligeramente. Sus gemidos aumentaron y también el vaivén de sus caderas. Marco la observó complacido viendo como su madre se tocaba a sí misma y comenzó a follar su cara con vehemencia, sintiendo como su semen comenzaba a hervir en sus bolas, al igual que lo haría el cráter de un volcán antes de una erupción. Aferró con las dos manos la cabeza de Carolina y empujó violentamente su polla en la boca de ella. Su polla comenzó a pulsar, sus glúteos se pusieron duros, sus piernas se tensaron y con fuertes gemidos y jadeos reventó con copiosos chorros de semen en la boca de su madre.
Carolina sintió los movimientos previos de su hijo y se preparó, comenzó a masturbarlo frenéticamente con su mano derecha y chupó su gruesa cabezota aprisionándola entre sus labios, cuando sintió los primeros chorros explotando en su boca, se separó ligeramente de él, filamentos de semen colgaron de su boca y su barbilla. Luego apuntó los borbotones sobre sus pesadas tetas, rociando el resto de semen en su rostro y su pecho. Hebras densas de esperma se deslizaron por sus sensibles pezones oscuros. Cuando estuvo segura de que ya no expulsaba ningún chorrito más de semen, volvió a llevárselo a la boca para chuparlo y limpiarlo.
Marco contempló con ojos semicerrados cuando su madre se quitó la polla de su boca. Carolina lo miró a los ojos y abrió su boca para mostrarle los restos de esperma acumulados en ella, luego echó lentamente su cabeza hacia atrás y sin dejar de mirarlo, se tragó todo el semen de su hijo.
—¡Hmmmmm! … ¡Esto está delicioso! …
Gimió observando los ojos claros y brillantes de Marco, disfrutando de la mirada lasciva y lujuriosa que éste le daba a su rostro y sus tetas embadurnadas de semen. Era el primer y único semen que ella había saboreado después de la desaparición de su extinto marido. También era la única polla que había tenido en boca después de la de su esposo. Sintió una ligera satisfacción pensando que, en parte, la polla de su hijo era también parte de su difunto consorte, esto la hacía creer que lo que ella estaba haciendo no era una traición a la memoria de su finado conyugue.
—¡Oh, mami! … Esa es la mejor mamada que he tenido en mi vida …
Exclamó Marco emocionado y agitado. Carolina sintió en su estómago una punzada de celos al entender de que alguien más había chupado la hermosa polla de su hijo. Lo miró capciosamente y le preguntó.
—¿Te gustaría follar el coño de mami ahora? …
Notó que la polla de Marco se agitaba y permanecía increíblemente dura. A ella le encantaba usar palabras sucias, era algo a lo que la había acostumbrado su desaparecido compañero de cama. A ella le gustaba ser traviesa y desinhibida en la cama, ser una puta caliente para su pareja. Se preguntó si Marco habría heredado los mismos gustos de su padre.
Carolina levantó sus piernas en el aire e hizo un espléndido espectáculo para su hijo quitándose las bragas. Las deslizó lentamente sobre sus lindas, firmes y redondas nalgas, antes de descubrir su panocha miró a marco seductoramente y juntos bien sus piernas hasta bajarlas a la mitad de sus muslos, todo sin revelar la pequeña rajita donde estaba su apretadísimo coño, inclinó sus rodillas hacia un costado y sacó finalmente sus calzoncitos diminutos por sus tobillos, dejándolo caer sobre la alfombra. Marco los recogió y se los llevó a su nariz, aspirando la esencia emanada del sexo de su madre. Carolina se acomodó y abrió un poco sus piernas para presentar ante los ojos exaltados de su hijo, su cándida y ajustada panocha empapada de néctar de mujer. La mirada que le daba su hijo le quemaba sus entrañas y sintió ansias por la gruesa polla que todavía dejaba caer alguna que otra nacarada gotita de esperma, se pasó una mano por su hendedura de estrechos labios sellados y le dijo sugestivamente.
—¡Ven, hijo! … Aquí hay más … Ven a probar mi delicia …
Marco miró la dulce y cautivante convergencia de las piernas de su madre, vio los delicados vellitos que no obstruían la hermosa visión de esos labios regordetes y apretados, totalmente pegados que sellaban el camino al tesoro húmedo que guardaban como un tesoro. No había una rendija, solo un surco apretado que juntaba sus labios mayores delicados e hinchados e inmediatamente quiso sumergirse y lamer esa carnosa unión de carnes calientes. Su polla palpitaba casi dolorosamente y ahora él quería romper ese sello de carne y hundir su cabezota enorme en ese agujerito pigmeo y mojado.
Agarró las piernas de su madre de sus tobillos y las abrió ampliamente, los labios regordetes se separaron y un haz de luz rosada pareció emanar de la rolliza conchita húmeda de Carolina, había gotitas que mojaban sus delicados pliegues de su vulva diminuta. Empujó la enorme cabezota de su miembro hacia su entrada y lentamente profanó ese templo de lujuria y cachondez. Su madre tenía la concha más apretada que nunca había sentido alrededor de su gorda polla.
Carolina en un primer momento movió sus caderas tratando de huir de esa enorme penetración que le estaba provocándo un escozor levemente doloroso. Habían pasado algunos años de la muerte de su marido y solo uno o dos de sus dedos habían estado allí. Estaba tensa y su coño pareció contraerse aún más, haciendo deslizar fuera el glande del enorme pene, pero ella sabía muy bien como se siente una linda polla colmando su grieta como un guante quirúrgico y, cuanto más rápido se abriera y aceptara la gigantesca polla de su hijo, mejor sería para ambos.
—¡Maldición, mami! … ¡Estás caliente, pero más apretada que una colegiala! …
—Ten paciencia … Es mucho tiempo que nadie me toca ahí … Hazlo despacito …
Marco se detuvo impresionado y desconcertado le preguntó a su madre.
—¿Quieres decir que no lo has hecho? … ¿Qué nunca nadie …? …
—Después de tu padre nadie me ha tocado … Ahora te ruego que no te detengas … Sigue, por favor …
Marco continuó penetrándola lentamente con su enorme polla, sintiendo que las paredes vaginales de ella se adherían estrechamente a la suave piel de su prepucio, calentándola, exprimiéndola, mojándola y acariciándola. Entró y salió varias veces arrastrando los finos pliegues rosados de Carolina adheridos a su polla, mientras iba profundizando sus estoques hasta lograr tener toda su polla en el caliente y acogedor coño de su madre, sus bolas chocaron finalmente con los glúteos de ella.
Carolina sintió como su coño se acostumbraba a la envergadura tremenda de su hijo, suspiró y gimió profundamente sintiendo las bolas de él rozando los labios de su coño estrecho. Flexionó y contrajo los músculos de su coño y se sintió halagada ante los gemidos placenteros de su hijo. Él estaba experimentando el poder de su coño.
—Estás todo dentro de mí, cariño … Ahora fóllame con fuerza … Estira mi coño como lo hacía tu padre … Fóllame con todas tus fuerzas, tesoro … Quiero sentir que tu polla ensancha mi coño … Quiero que me llenes de ti, amorcito … ¡Dámelo todo! … ¡Uhmmmmm! …
Marco no se hizo repetir el requerimiento. Separó un poco más sus piernas y sacó su polla hasta dejar su glande justo a la entrada de esa caliente cuevita. Luego la clavó con fuerza en el coño de su madre, Carolina emitió un chillido, levantó sus piernas en el aire y envolvió el trasero de su hijo, comenzándolo a espolonear con sus talones. Gritó, gimió y chilló cuando Marco se desató y comenzó a darle violentas embestidas haciéndola rebotar en el borde de la cama.
—¡Oh! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii, fóllame fuerte! … ¡Asiii! … ¡Uy! … ¡Ay! … ¡Qué rico! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhh! … ¡Lléname con tu polla dura! … ¡Dámelo más duro! … ¡Más! … ¡Quiero más! … ¡Delicioso, tesoro! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
Carolina había enloquecido y su cabeza se giraba en forma demencial de un lado a otro, sus manos crispadas amenazaban con romper las sábanas y sus tetas rebotaban hacia arriba y hacia abajo sobre su pecho y no dejaba de gritar. Marco se sintió animado a hacer feliz a su madre y aprisionó sus piernas atenazándolas contra su pecho, luego comenzó a golpear a su madre con embestidas violentas que la hacían levantar de la cama, ella se aferró de sus muslos para no despegarse ni un milímetro de su gorda polla que pulsaba endemoniada dentro de su apretado coño. Le encantó ver a su madre con la boca abierta tratando de respirar y vio cuando su ceño se frunció como en agonía, su cuerpo se estremeció completamente y ella colapsó meneando violentamente sus caderas contra su polla enterrada profundamente en ella.
Era una visual privilegiada y preciosa, la lujuria pura estaba reflejada en el rostro angelical de su madre; jadeaba como un pez fuera del agua, hacia muecas de delirio y restregaba su cuerpo contra el de su hijo, en el intento de ser penetrada aún más adentro. No cesaba de chillar y emitir sonidos cachondos. Marco se sintió como protagonista de un video porno.
—¡Sigh! … ¡Sigh! … ¡Lo quiero todo! … ¡Folla mis sesos fuera de mi cabeza! … ¡Fóllame fuerte, Marco! … ¡Mételo más profundo! … ¡Ssiii! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Folla mi coño, hijo! … ¡Fóllalo fuerte que me estoy corriendo! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Sigh! … ¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Umpf! … ¡Aaaaaahhh!
Carolina temblaba de pies a cabeza, convulsionando en un extenso e intenso orgasmo. Su coño succiono con verdaderas ganas la polla de Marco y él tembló de placer entregándole su semilla en lo más profundo de su ser. Él sintió los espasmos de placer de ella que ordeñaban su polla tirando fuera toda la lechita que había en sus bolas. Pareció que ella era presa de más de un orgasmo a la vez; entonces sacó su polla y la volvió a enterrar brutalmente en ella y siguió follándola con nuevos bríos. Carolina con los ojos exaltados se aferró a él y le rogó.
—¡Oooohhhh! … ¡Ssiii! … ¡Vas a hacer que me vuelva a correr! … ¡Uhhhh! … ¡Qué rico! … ¡Sigue follándome, bebé! … ¡Nunca te detengas! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Más duro! … ¡Folla el coño caliente de mami, amor! … ¡Estás tan durito! … ¡Se siente riquísimo! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Sus bolas se estrellaban una y otra vez con las nalgas de Carolina. La folló con tal intensidad que en la habitación no se escuchaba ningún otro sonido que el chapoteó de esa enorme polla en el charco apretado de ella. Marco comenzó a sentir una vez más que sus bolas entraban en ebullición y siguió follándola con todas sus fuerzas.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Fóllame asiii! … ¡Umpf! … ¡Me voy a correr! … ¡Vamos, bebé! … ¡Córrete conmigo! … ¡Corrámonos juntos, cariño! … ¡Lléname con tu semen caliente! …
Marco lanzó un gutural gruñido y gimió mientras continuaba follándose el coño hirviente de su madre; sintió la lava subiendo por sus bolas y luego tembló dejando salir violentos escupitajos de semen en lo profundo del coño de Carolina qué, también convulsionaba aferrada a la cintura de su hijo. Su coño se crispó y se contrajo violentamente estrujando la enorme verga. A cada borbotón de esperma caliente, Carolina apretaba y ordeñaba la polla y mordía el cuerpo de Marco. Su boca estaba deformada en la agonía de un grito de lujuria que nunca salió de su boca, sus manos se crispaban incontrolablemente mientras los deditos de sus pies se encorvaron y abrieron en éxtasis. Su vientre estaba hundido y se apretaba al ritmo de los espasmos de su coño, gimió y dijo incoherencias sintiendo un hormigueo enloquecedor de placer. Poco a poco las convulsiones aminoraron y finalmente pudo mirar a su hijo que todavía tenía su polla profundamente enterrada en ella. Con la voz de una gatita satisfecha por el momento, dijo.
—¡Uhhhh, cariño! … ¡Eso fue fantástico! …
—Sí, mamá … Mejor de lo que jamás imaginé …
Le respondió Marco sonriéndole dócilmente como un cachorrito. Ella lo fijo con sus ojos de gata y le dijo Sonriendo.
—Tal vez no deberías llamarme “mamá” cuando me follas …
—¡Oh! … ¿Y cómo debería llamarte? …
—No lo sé … Tú padre me decía “puta cachonda” o “puta caliente” … Bueno también puedes llamarme Carolina …
Marco la quedó mirando con una sonrisa de admiración a la vez que le decía.
—Está bien … Zorra Carolina …
—¡Hey! … ¡Hey! … No tan rápido … Te dije que solo mientras me follas … Sino, en todo momento me debes decir “mamá” … Sigo siendo tu madre, nunca olvides esto …
—Y tú … ¿Me llamaras “cabrón”? …
—¡Mmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡Sí! … Y eres de los buenos …
Gimió Carolina mientras el grueso pene de Marco resbalaba fuera de su coño goteante. Luego agregó.
—Tú padre nunca se cansaba de mi coño apretado … Espero que tú seas igual a él …
—Eres estrechita, mamá … Jamás me cansaré de ti …
Fin
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