Gino y yo. - Parte II.

por
género
incesto

Llegó la mañana y aquí estaba yo contemplando al amor de mi vida, mi hermano Gino. Todavía con un montón de interrogantes y sin encontrar argumentos explicativos que respondan a mis inquietudes. Cuando sonó la alarma de mi celu me sobresalté. Gino de un salto se fue bajo la ducha, me estiré sobre la cama con un poco de modorra y luego lo seguí con unos irrefrenables deseos de desocupar mi vejiga. Entré al baño y el vidrio fumé hacía ver su imagen un poco borrosa, pero esa imagen era bastante clara y su erección matutina perfectamente delineada.
—Perdón por usar el baño mientras tú estás ahí …
Dije como disculpa.
—¡Oye! … No hay problema … Estoy casi terminando, pero podría quedarme si tu te unes a mi …
Respondió juguetonamente.
—Sabes que me encantaría … Pero tienes cosas que hacer esta mañana y no quiero hacerte llegar tarde … Ellos también evalúan tu puntualidad … No puedes hacerles esperar …
—Lo sospeché desde un principio … —Dijo en son de broma, luego añadió. —Gracias por avisarme …
Salió de la ducha y solo entonces se dio cuenta de que no había toalla, miró todo en rededor y dijo.
—¡Hmm! … Creo que soy yo quien va a necesitar una toalla esta vez …
Su polla se balanceaba a poco centímetros de mi cara. Se veía tan lindo y atrayente. El estar todavía mojado lo hacía aún más apetecible y me hizo recordar lo de anoche. Ahora todo parecía un sueño lejano. Me limpié y enjuagué, luego le dije.
—Espera … Te conseguiré una …
Me fui al armario y saqué de la cajonera la única toalla limpia que me quedaba, la otra estaba en la ropa sucia, mi vida de estudiante no me permitía tener más de dos toallas. Volví al baño y le dije.
—Vamos a tener que compartir esta hasta que consiga un par más …
Miré su hermosa gran polla que goteaba cristalinas gotitas de agua, estaba dura como un leño y se me hizo agua la boca.
—Bueno … Puedo vivir con ello …
—Pero no con eso así de duro … No quiero que llegues tarde, pero no puedo dejarte ir así de duro …
Dije arrodillándome y llevándomelo a la boca.
—¡Oh, Luisa! … ¡Esto me gusta! …
Exclamó sorprendido. Me encantó volver a sentir su recia y gruesa polla entre mis labios, pero él no tenía mucho tiempo. Aferré sus glúteos y comencé a chuparlo ávidamente, metiéndolo y sacándolo rápidamente de mi boca; concentrando toda mi atención en su hinchada cabezota. En cerca de un minuto o dos fui recompensada con gruesos y cálidos filamentos de semen. Tragué su esperma salada, pero de sabor limpio y continué hasta que su pene se reblandeció poco a poco entre mis labios.
—¡Joder, Luisa! … ¡Eso estuvo genial! … No sé cómo lo haces, pero me vengo muy rápido … Me vas a hacer venir el complejo de eyaculación precoz …
—No creo que tú vayas a tener jamás ese problema … Solo quiero ayudarte a que asistas a tu cita lo más relajado posible …
—Bueno, sí … Pero esta es la segunda vez que me tocas y me vengo rápidamente …
—Solo porque fue temprano por la mañana y tu estabas totalmente cargado … Necesitabas liberarte …
Dije a modo de explicación, pero estaba mal lo que estaba haciendo. Me aproveché de él, lo vi que estaba muy duro y yo moría de ganas por sentirlo, morderlo y chuparlo. Esto hizo que regresaran los sentimientos de culpa y le dije.
—Gino … Me siento mal por lo que te hice … No debería haberte agarrado así sin tu consentimiento … Creo que esa es la causa de que te corriste así tan rápido … No quiero que te sientas más inseguro por eso …
—Yo lo quería mucho, Luisa … Y me alegro de que haya sucedido …
—Mira, ahora tienes que irte … Más tarde hablaremos más sobre este asunto …


Gino fue a recoger su mochila, inmediatamente me metí a la ducha sumida en mis cachondos pensamientos. El agua me procuró un poco de alivio, enjuagué mi boca llena del sabor de Gino y me deleité rememorando cada segundo de ese exquisito momento. Esperé a escuchar el sonido de la puerta cuando él se fuera, luego le dediqué a mi panocha necesitada la atención que se merecía. No quería que él se ocupara de mí, primero estaba su compromiso y su meta. En forma del todo egoísta, pensé que él eligiera mi universidad. Lo quería a mi lado. Que viviera conmigo. Sin embargo, todavía en mi yo interior había una batalla sobre lo que quería y sobre lo que socialmente podía hacer. Necesitaba comunicar con alguien de confianza. ¿Quién podría entender por lo que estoy pasando?


En mi habitación agarré mi celu y encontré una WhatsApp de mamá:
Espero todo haya ido bien con Gino.
Cuídalo y no lo pierdas de vista
Ella lo había enviado anoche. Empecé a preguntarme si mamá sabía algo de todo lo que estaba sucediendo entre Gino y yo. Otra vez me invadieron los sentimientos de culpa. Me pregunté si sería posible hablar con ella sobre el asunto, sin revelarle que se trataba de Gino y yo. No quería delatar a Gino. ¿Estaba lastimando a Gino? ¡Dios, lo amo! Comencé a sentir la humedad entre mis piernas de tanto pensar en él y miré el reloj para ver cuantas horas faltaban para que él volviera a mi lado.


Cansada y preocupada, tal vez un poco aburrida, me recosté sobre la cama. La almohada olía a él e inhalé profundamente su aroma. La lujuria comenzó a apoderarse de mí, mi mano se metió en mis bragas pensando a la noche anterior. Cerré los ojos ensoñadoramente y recordé su boca dándome tanto placer. Eso no estaba bien, pero se sentía divino. El sabía como lamerme y chuparme, recorriendo con su lengua mis labios hinchados y torturando mi clítoris en forma celestial. Su boca estaba cerrada sobre mi botoncito y me entregué física y emocionalmente a sus caricias deliciosas. Me recordé del momento cuando encontró mi consolador y como luego lo escondió bajo mi almohada. Enseguida lo busqué, necesitaba volver a sentirlo en mí. Me penetré no muy delicadamente, lo quería todo dentro de mí. En poco tiempo me corrí, chorritos salieron disparados de mi vulva caliente y mojé mis bragas y las sábanas. Temblé recordando a como Gino se había bebido mis chorritos cuando chupaba mi clítoris. Mi vagina se contrajo con fuerza alrededor del vibrador, exhausta me quedé dormida pensando a Gino.


Me desperté y era cerca de mediodía, revisé mi celu y no había mensajes nuevos. Me cambié las bragas, ordené la cama y me fui a la cocina para hacer otras cosas, me di cuenta de que no había muchas cosas para comer y los artículos de limpieza los había usado casi todos. Preparé una lista de compras y me fui al supermercado.


Mientras me dirigía a hacer mis compras, comencé a preguntarme si mi dinero iba a alcanzar para comprar algunas cosillas extras. Pensé que, si Gino venía a vivir conmigo, su salario sería de gran ayuda para cubrir algunos gastos. ¡Oh, Dios! ¡No puedo estar pensando esto! ¿Acaso he enloquecido? De nuevo comencé a pensar en él y en mí. Esto no lo puedo resolver yo sola, necesito hablar con mamá. Empecé a pensar en cómo decírselo sin revelar todo el trasfondo del asunto. El problema es que mamá es mamá. Es demasiado inteligente. Ella tiene un sexto sentido infalible. Es muy intuitiva, nunca he podido esconderle nada, ella siempre sabe todo. Tal vez es un poco bruja y tiene una bola de cristal. Me convencí de que de todos modos debía hablar con ella, no mencionando nada de lo que estaba sucediendo entre Gino y yo. Apenas volví a casa la llamé.
—¡Hola, mami! …
—¿Luisa? … ¿Qué está pasando? … ¿Gino está bien? …
—Sí, él está bien, mamá …
—¿Entonces? … ¿Cuál es tú problema, querida? … ¿La universidad, chicos o mi divorcio? …
Me gustaba el modo directo que tenía mamá para enfrentar todo. Siempre tuve una buena relación con ella. Durante mi adolescencia siempre había acudido a ella. Ella siempre estuvo a mi lado y siempre facilitó la comunicación entre ella y yo; siempre me dejo espacio para vivir y ser yo misma. Se preocupó desde el inicio de que tuviera una confección de condones en mi mochila, incluso antes de tener mi primera relación sexual. Cuando lo hice por primera vez, ella fue mi confidente y cuando se lo dije, me dijo que ya lo sabía porque mi cuerpo me delataba. Mamá era y es una mujer genial y con un inconmensurable e incondicional amor por mí y por Gino. Esa confianza fue la razón que me llevó a pensar en hablar con ella. Sin saber cómo me encontré a sollozar como una bebita.
—¡Oh, mamá! … ¿Sabes lo mal que me siento? … Ha sucedido algo terrible …
—¡Oh, tesoro! … ¿Quieres que venga para allí? …
—No, mamá … Porque sabrías la terrible persona que soy … No he podido manejar esto … Es muy vergonzoso … Pero necesito decírselo a alguien …
—Luisa … Sabes que te amo y nada de lo que puedas decirme va a cambiar eso … ¿Qué has hecho, cariño? … Dímelo …
Todas mis reservas cayeron, me derrumbé. Sabía que ella eventualmente descubriría todo, así que dije sin más ni más.
—Me acosté con Gino, mamá …
Se produjo un silencio infinito. No sabía que hacer, ella no decía nada y los minutos transcurrían velozmente.
—¿Mamá? …
Dije preocupada, finalmente me dijo.
—Lo siento, querida … No me esperaba eso …
Luego de que, el silencio volvió a reinar en la comunicación. Mi corazón se aceleró, mis pensamientos eran un torbellino en mi cabeza y mis emociones se apoderaban de mí descontroladamente. Está bien que mi apertura con ella era bastante amplia, pero ahora había sobrepasado todo límite. ¿Qué estará pensando de mí? Volví a preguntar.
—¿Mamá? …
Ella volvió a hacerse sentir y me dijo.
—Estoy aquí, querida … Quiero que sepas que mi amor por ti es invariable … Luisa, te amo a ti y a Gino … Simplemente estoy tratando de asimilar y procesar lo que me has dicho … Me hubiera gustado estar allí contigo, ¿sabes? …
—Fue muy difícil para mí decírtelo, mamá … Pero sabía que lo descubrirías tarde o temprano … Tú siempre lo sabes todo … No quise que esto sucediera, pero sucedió … Amo a Gino, mamá …
—Yo también lo amo … —Dijo en forma distraída.
—Mamá … Estoy enamorada de él … Y él de mí …
—¡Oh! … Esto es más complicado … Mira … Voy a colgar y te llamaré luego … No vayas a hacer ninguna locura … Te amo, ¿vale? …
No pude contestar nada, ella me colgó en forma brusca. No me esperaba nada de eso. Bueno, era comprensible después de todo. Esto me dejó aún más confundida, creí haber arruinado la vida de todos. Nuestra relación calma y abierta había desaparecido. Pero ella dijo que me amaba, solo que no quería hablar conmigo en este momento, ¿Por qué?


Esperé desalentada, pasaron decenas de minutos y nada. Me pregunté ¿Cuándo volvería a llamarme? Qué quiso decir ¿No hagas ninguna locura? Ya había hecho más que una locura. Ya todo estaba hecho, no había modo de volver el tiempo atrás. La espera me estaba matando. Lo peor era que ahora me sentía de haber traicionado a Gino. Arruiné su relación con mamá al mismo tiempo que arruiné la mía. Me sentí terriblemente culpable de todo. Me fui a mi habitación consternada y me recosté sobre la cama sollozando, no sé cómo, pero me adormecí.


Desperté sobresaltada, miré el teléfono. No había mensajes nuevos ni llamadas perdidas. Ya había trascurrido el mediodía, Gino volvería en unas horas más. Había arruinado mi mundo entero, todo me parecía negativo. Mi compañera de cuarto se había ido expulsada. El divorcio de mamá. Gino y yo terminamos acostándonos en mi cama. Parecía como si los planetas se hubieran alineado en contra de mí. El zodiaco me era adverso. ¿Cuándo se me ocurrió la loca idea de revelar todo a mamá? Justo ahora que ella tiene sus propios problemas de divorcio. Soy una mala hija y muy desconsiderada. Mamá planeaba irse por un tiempo con el tío Danilo.


Muchas cosas giraban por mi cabeza como un carrusel. ¿Por qué mamá había decidido irse con el tío Danilo? Ahora que lo recuerdo, ella lo dijo en una forma peculiar. ¿Tendrá mamá algo parecido con su hermano? Ni siquiera tenía una edad similar a la edad que teníamos yo y Gino. El tío Danilo era al menos unos siete u ocho años menor que mamá.


Me fui a la cocina, miré el reloj del microondas, era casi las cinco de la tarde. Sentí unos calambres y ruidos en mi estomago y me di cuenta de no haber almorzado. Mi nerviosismo emocional y mis sensaciones de hambre me estaban haciendo doler el estómago. Comencé a agitarme otra vez con todos mis pensamientos. ¿Por qué mamá no me había vuelto a llamar? Me invadió un sentimiento de ansiedad y pánico. Desesperanzada miré y tomé mi celular. Como si hubiera habido una conexión telepática, mi celu comenzó a vibrar y sonar en mi mano. Casi lo dejo caer. Era mamá.
—¡Oh, Luisa! … Perdona si te hice esperar tanto tiempo, pero estaba con los abogados …
—Soy yo quien te debe pedir excusas … No debería haberte contado esto tan terrible justo ahora que te estás divorciando … Creo que el universo confabula en contra nuestras, ¿no? …
—Estaba pensando lo mismo, querida …
—Mamá … Antes que digas nada, quiero decirte que siento haber traicionado la confianza de Gino al revelarte que me acosté con él … Solo que no sabía a quien más decírselo …
—Lo entiendo perfectamente … Hay veces que nosotras las mujeres necesitamos hablar de nuestras cosas con alguien … Somo así … En cambio, los hombres se guardan todo … Sé que es un poco simplista ponerlo así, pero quiero decir que hiciste bien en venir a recontarme todo …
—¿Y que piensas de mí, mamá? … Ahora mismo me siento vulnerable, ¿sabes? …
Se hizo un silencio extenso, pero luego dijo un poco vacilante.
—Bueno … ¡Ehm! … Yo … ¡Uhm! … Me preguntaba si podía confiar en ti …
—¡Oh, mamá! … No me digas que tienes sentimientos por el tío Danilo, ¿verdad? …
—¡Jesús santo! … ¿Cómo lo supiste? …
—Bueno … Soy tu hija … Heredé tu don intuitivo …
Dije un poco más relajada y sentí que ella también se tranquilizaba, entonces me apresuré a agregar.
—Todavía tengo miedo, muchas dudas y sentimientos de culpa, mamá … No quiero lastimar a Gino … Por nada al mundo le haría daño … ¿Qué debo hacer, mamá? … Es posible que él se venga a vivir conmigo en mi departamento … Suena egoísta, pero quiero tanto que lo haga … Sé que es terrible y está mal … Él está enamorado de mí, mamá …
—Cálmate, cariño … No vayas tan de prisa … Me hubiera gustado estar allí contigo y reconfortarte … Creo que esto lo tendrás que solucionar tú y Gino … Confío en ustedes … Pero no podrán soslayar todas estás preocupaciones …
—Lo sé, mamá … Estoy teniendo una gran lucha conmigo misma … Mi mente me dice “no, no, no”, pero mi corazoncito me dice “sí, sí, sí” …
No quise explayarme como me hacía sentir en lo físico, pero nunca nadie me había satisfecho tanto como él.
—¡Oh, Luisa! …
—Es así, mamá … Es amable y gentil … Un gran compañero … Sé que no deberíamos haberlo hecho, pero lo hicimos varias veces ayer y luego por la mañana … Esto no fue una casualidad … Sabíamos muy bien lo que estábamos haciendo …
Mamá se quedó en silencio por un largo rato, luego dijo.
—Luisa, hay una sola cosa que me preocupa … Tal vez ni siquiera debía mencionártelo … Debes tender cuidado de … ¡Ehm! … Bueno … Tú sabes … de …
—¿No quedar embarazada? …
Dije para terminar su frase, luego agregué.
—No quiero y no he pensado en tener hijos, mamá … Estoy tomando anticonceptivos … Por ahora estoy abocada a sacar mi titulo y posgrado … Ese es mi principal obligación … Tal vez sea un poco egoísta, pero es la verdad …
—Pensar en tu futuro no es ser egoísta, querida … Así es como debe ser … Hay prioridades y es bueno que tu las tengas muy claras …
—Lo sé, mamá … Pero a veces creo que excluyo demasiadas cosas … Casi todas … Pero no puedo excluir a Gino de mi vida … Lo amo …
—Cariño, sé que piensas un poco en mí cuando dices eso … “La pobre mamá abandono la universidad para tenerme” … Pero no es tan así … Yo también me cuidaba, pero la naturaleza encontró el camino de la vida … Te tuve a ti y no quise dejarte sola ni un solo momento … Después vino Gino … Tú y él son lo más importante de mi vida … Mi educación perdió importancia a medida que cuidaba de ustedes … Mi prioridad fue siempre ustedes dos … Necesitaba tenerlos junto a mí y criarlos en la forma correcta … Mis padres nunca me dedicaron mucho tiempo y yo no quería cometer el mismo error …
—Lo entiendo, mamá … Quiero pedirte que por favor no le digas nada a Gino sobre esto … Quiero dejar que él decida si quiere contártelo … Odio haber roto su confianza … Quiero arreglarlo todo, pero realmente no sé que hacer … ¡Oh, Dios! … Creo que estoy perdiendo la cabeza, mamá …
—Sé que no es fácil, querida … Yo misma pasé por todo eso … Puedo venir a verlos, si quieres … Haré como tú quieras … El vinculo madre-hija es como un confesionario … No diré nada a Gino … Pero creo que él te sorprenderá … Él también es muy abierto conmigo …
—No quiero influir en sus decisiones, mamá … Quiero que él se sienta libre de tener sus propias opciones … Nunca quise que esto sucediera … Yo diría que fue una cosa de hormonas … Somos adultos, él tiene diecinueve y yo veinticuatro, debemos hacernos responsables de nuestras acciones … No sé como realmente pudo pasar esto … Enamorarme justo de la persona que la sociedad me dice que nunca podré tener …
—No debes castigarte, Luisa … Son cosas fortuitas que nos reserva el destino … Debo confesarte que lo que sucedió con tu tío también fue una cosa sorpresiva y que ni él ni yo buscamos … Cuando tú tío se divorció, me sentí obligada de ir a consolarlo y ver que estuviese bien … Fui a estar con él por algunos días … Justo el último día nos emborrachamos … Ni siquiera recuerdo como pasó ni lo que pasó … Simplemente sucedió …
Hizo una larga pausa y antes de proseguir dejó escapar un suspiro tal vez de melancolía.
—Solo tengo algunos vagos recuerdos del después … Su pene era enorme y muy lindo cuando me desperté desnuda a su lado … Me acompaño al aeropuerto y ni él ni yo dijimos nada … Sola después sentada en el avión, sentí que mi vagina estaba un poco más ensanchada y mi clítoris pulsaba ardiente, recordándome la experiencia vivida … Tuve muchos orgasmos con él … Pero todos estos años no he dejado de sentirme culpable, ¿sabes? …
—¡Dios santo! … No sé si quería escuchar esta última parte, mamá …
—No seas tonta … ¿Crees que fue fácil para mí decirte todas estas cosas? … Te lo dije para que sepas lo que hay que enfrentar … Nunca le había dicho esto a nadie … Ni siquiera lo he vuelto a mencionar a tú tío … Esto es solo entre tu y yo, creo que era necesario que lo escucharas …
—Tienes razón, mamá … Lo siento … Simplemente pensé que te sentías atraída por él … No tenía la menor idea de lo que te había sucedido con él …
—Bueno … Realmente en muchos sentidos nada sucedió … No tengo recuerdos del hecho en sí mismo … Pero me siento culpable porque sé que sucedió … Me siento culpable por querer recordar lo que sucedió … Me siento culpable por pensar y desear que vuelva a ocurrir … Mucha veces pienso en ello … He aprendido a vivir con eso … Pero siempre la culpa regresa … Es por eso por lo que quiero volver donde él y descubrir que es lo que piensa él … Y estoy decidida a descubrirlo … Creo que iré apenas termine el asunto del divorcio … El próximo mes será su cumpleaños y quiero estar con él para esa fecha …
—¿No sabes lo que tío Danilo siente por ti? …
—Nunca tuve el coraje de llamarlo y preguntarle … Cientos de veces tuve el teléfono en mano para llamarlo, pero jamás me atreví … Así que te sugiero no cometas el mismo error con Gino … Sé abierta con él y no le escondas nada … Dile lo que sientes … Sé sincera con él …
—¡Santo cielo! … ¡Gino está aquí! … No me di cuenta de lo rápido que pasó el tiempo … Te amo, mamá … Pero tengo que irme …
Le dije un poco toscamente y corté. Gino había ya ingresado por la puerta principal; olvide de haberle dado la llave que perteneció a Sandra. Corrí hacia la puerta para recibirlo con un afectuoso abrazo.
—Entonces … ¿Cómo estuvo eso? … ¿Te fue bien? …
Intenté no sonar demasiado ansiosa, pero creo que no lo logré.
—¡Ehm! … ¡Sí! … En general muchas cosas de presentación … Mañana iré con gente de mi materia de interés … Pero eso ya lo sabías, ¿no? …
—Sí, creo que sí … Es lo rutinario, ¿no? … Entonces, todo bien, ¿eh? …
—Definitivamente estoy muy interesado … Me preocupa solo que expulsan a los estudiantes que no son capaces … Te envié un mensaje antes de llegar, pero supongo que no lo viste porque estabas al teléfono con mamá, ¿verdad? …
No pude mantener su mirada y giré la cabeza tratando de cambiar tema de conversación, noté que sus ojos todavía me miraban fijamente.
—Sí, porque terminé de limpiar temprano … También fui a comprar algo de comida … Nada de sofisticado, pero así es la vida del estudiante de posgrado, ¿sabes? …
—¡Oh!, bueno … Había pensado que podríamos salir a comer algo … Tengo suficiente dinero para hacerlo … Pero tendré que acostumbrarme a ser ahorrativo cuando inicie la universidad …
—Creo que sería una buena idea si aunamos nuestros recursos, si tu te vas a quedar aquí …
Lo dije e inmediatamente me arrepentí. No quería forzarlo. Aún cuándo quería desesperadamente que él se quedara, que viniera a mi universidad, a mi apartamento, a mi cama y a mí.
—Entonces … ¿Dónde podemos ir a comer decentemente? … Un lugar económico donde pueda llevar a una novia excepcional como tú …
¿Novia? Mi corazón comenzó a latir fuerte otra vez.
—Bueno … Hay un par de locales con precios bastante razonables … No tiene por qué ser un sitio chic …
Lo abracé y agregué.
—Uno es una pizzería italiana y el otro es un chino … Ambos están muy cerca de aquí …
—¿Dónde te gustaría a ti, Luisa? …
—Bueno, ya comimos pizza anoche, ahora creo que lo mejor sería ir donde los chinos, ¿vale? …
—Me parece bien … Vamos … Tú sabes el camino …
Caminamos de la mano las pocas cuadras que nos separaban del local de comidas chino. Como un caballero me abrió la puerta para entrar y luego me ayudó a sentarme. Siguió haciendo pequeñas cosas que me hicieron desearlo aún más. ¿Cómo es que él es así? Nunca vi a papá hacer estas cosas con mamá. Ya habrá tiempo para preguntarle, pensé. Ahora todavía estaba tratando de asimilar lo que me había confesado mamá. De repente sentí que Gino me apretaba la mano para llamar mi atención, también me había preguntado algo, pero yo estaba distraída y no lo escuché.
—Lo siento, Gino … Trato de concentrarme, pero estos últimos días están pasando demasiadas cosas … Solo sé que te amo …
Dije tomando su mano.
—¡Oh!, solo decía que los precios aquí me parecen razonables y la comida es buena … Los platos son grandes … Podríamos llevarnos algo de esto a casa … ¡Ah! Y también yo te amo …
Me pregunté si él se daba cuenta de cómo me afectaban sus palabras. ¿Por qué me hace sentir así? ¿Siempre había sido así o simplemente trataba de ser así solo para mí? Sus ojos me hechizaban. Me gustaba mirarlos y ver en ellos tanto amor y devoción hacia mí.


El camarero se acercó y ordenamos nuestra comida. Gino eligió una sopa de camarones y yo una de brócoli con salsa picante. Al improviso me preguntó.
—Entonces, ¿de qué hablabas con mamá? …
Me sorprendió y no respondí de inmediato, probablemente fue entonces que él lo supo. Miré hacia la entrada del restaurante y dije.
—Preferiría no hablar de esto en este lugar ahora …
Me encuadró con sus hermosos ojos claros en forma interrogante y luego dijo calmadamente.
—¡Ehm! … Bueno … Está bien …
—Pero no te preocupes … Todo está bien … Te lo juro …
—¿Estás segura? …
—Por supuesto … Solo que no me parece apropiado discutirlo aquí … Te diré todo cuando volvamos al apartamento …
Me dio una mirada tranquilizadora. Me encantaba mirar sus ojos. Había heredado los ojos celestes y cabellos rubios de mamá. Mi ojos eran de un azul oscuro, como los de papá. Afortunadamente mis cabellos también eran rubios como los de él, pero en un tono ceniza. Es curiosa la genética, como dos personas aportan fragmentos aleatorios de ADN y dan vida a una tercera persona con rasgos mezclados.
—¿Estás bien, Luisa? …
Preguntó Gino mientras apretaba y acariciaba mi mano.
—Me siento genial … ¿Sabes que tienes unos ojos preciosos? …
Dije volviendo a perderme en su mirada franca y ensoñadora.
—¡Ehm! … ¡Eh! … Gracias … ¿En que estás pensando? …
Respondió halagado y tartamudeando.
—En cuanto te amo y te deseo … También en que tengo hambre … Me olvidé de desayunar esta mañana … ¿Comiste algo en la universidad? …
—Sabes que sí … La comida estándar de la cafetería y eso …
El camarero trajo nuestros platos y comimos mayormente en silencio. Esperaba que Gino comprendiera mi conversación con mamá; tal vez esto nos tranquilizaría a ambos. Observé que una pareja de otra mesa nos estaba contemplando y me pregunté si ellos notaban el parecido que había entre Gino y yo, luego deseché ese pensamiento.
—¿Viste alguno de los laboratorios? …
Le pregunté recordando mi propia gira a la universidad de hace algunos años atrás.
—Sí, pero en forma muy rápida y general … Me hubiera gustado ver los laboratorios de investigación que tratan mi campo de interés …
—Estoy segura de que te los harán ver … Probablemente mañana … ¡Ehm! … ¿Te quedarás otra noche o piensas volver a casa de mamá? …
Pregunté un poco casualmente.
—Justo pensaba en ello … Programé mis próxima gira por el campus para la próxima semana … Con mamá vendiendo las cosas en lunes y martes, todo será una gran confusión … Creo que conduciré a casa el lunes temprano por la mañana … A esa hora encontraré menos trafico … De algún modo quiero retrasar la confrontación que tendré con mamá …
¡Oh, Dios! Ni siquiera había pensado a esa parte. Mamá sabía todo y él la vería antes que yo. Me sentí terriblemente culpable.
—¡Uhm! … ¡Ya! … Lo siento …
Fue todo lo que pude expresar. Los sentimientos de culpa disminuyeron mi apetito, igualmente logré comer casi la mitad de toda la comida. Terminamos de cenar y Gino pidió que nos prepararan lo sobrado para llevarlo a casa, después de eso pago la cuenta y dejó una buena propina. El camarero en cambio nos regaló unas galletas de la suerte.
—La mía dice … “Una nueva relación está floreciendo” …
Le dije a Gino y quise saber lo que decía la de él. Con una hermosa sonrisa me la entregó para que yo la leyera y realmente me sorprendió al leer: “Tú vida está en manos al destino”. Me recordé que los chinos creen en todo ese asunto del destino y me pregunté si había algo de cierto en ello.


Caminamos de regreso a casa. El ocaso daba paso a la noche. El aire estaba agradable, pero algo fresco, estábamos a mitad de la primavera. Llegamos y Gino abrió la puerta del apartamento con su llave y me invitó a entrar. ¡Qué gran tipo! Mamá tenía razón, Gino había dado vuelta la página y se había convertido en un perfecto caballero, ahora me encantaba todo de él. Mientras entrabamos Gino dijo.
—Creo que podría volver el viernes y quedarme el fin de semana … La próxima gira en la universidad será el lunes sucesivo …
—Bueno … Sentémonos en la sala de estar … ¿Te va de tomar un café o un té? …
—Un té estaría bien para mí …
—Iré a colocar un poco de agua y tengo té en bolsitas …
Fui a la cocina y puse a calentar un poco de agua en el calefactor eléctrico, después volví donde Gino. Me senté junto a él y tome sus manos, mirando sus ojos le dije.
—Gino … Le dije a mamá sobre lo nuestro … No quiero que lo consideres a mal …
—Hiciste bien … Yo mismo estaba pensando en cómo decírselo … Solo que no sabía como hacerlo … Me has aliviado la tarea …
—Me sentía terriblemente culpable … No sabía como enfrentar todo esto … Tú eres menor que yo … Se supone que yo soy la responsable … Pensé conversar con ella sin revelárselo, pero apenas me contestó me puse a balbucear y ella intuyo que algo no iba bien … Así que le confesé todo … ¿Puedes perdonarme? …
—Luisa … Todo esto es culpa mía … Te amo, yo inicié todo …
—Gino, no iniciaste nada … Fui yo quien te agarró en la casa de mamá … Luego te invité a venirme a ver a mi apartamento … Solo porque quería seducirte …
—Luisa, te he estado deseando durante mucho tiempo … Cuando volviste a casa después de tu primer año en la universidad … Accidentalmente te vi desnuda y vi lo hermosa que eres … Esa imagen jamás se borró de mi cabeza …
Me sonrojé ante la vehemencia de sus palabras. Me di cuenta de cómo sus pantalones parecían abultarse una vez más. Si ambos deseábamos tanto esto, no podía haber nada de malo en ello, ¿no? Tomé su mano y la puse en mis pechos, luego comencé a rozar levemente la protuberancia en sus pantalones. Sin poder contenerme, susurré.
—¡Oh, Gino! … ¡Te deseo tanto! …
Mi cuerpo se acercó al suyo y sus manos comenzaron a explorarme. Comencé a aflojar su cinturón, bajé la cremallera y metí mi mano en sus boxers. Aferré firmemente su tótem endurecido y palpitante. Nuestras bocas se unieron y nuestras lenguas se persiguieron juguetonamente. Nuestras manos continuaban desnudándonos el uno al otro. Cuando llegamos al punto en que necesitábamos movernos para quitarnos bragas y pantalones, se los bajé lentamente esperando ver aparecer su lindo pene. Entonces me recordé de las palabras de mamá, “La naturaleza encontró un camino”
—Gino … Quiero tanto que lo hagamos, pero necesito decirte algo …
—Dime todo lo que quieras, Luisa … Te amo …
—Yo también a ti … Tal vez debería habértelo dicho antes de comenzar a atacarte …
—No hemos hecho nada todavía … Dime, ¿qué es lo que quieres? …
—Mamá me dijo algo que se me quedó grabado en la mente … “La naturaleza encontró un camino y luego te tuve a ti” … Estoy tomando la píldora, tal como ella lo hacía … Sin embargo, ella quedó embarazada de mi … Creo que, si seguimos teniendo relaciones sexuales, tal vez sería conveniente protegernos el doble … ¿No crees? …
—Justo ayer estaba a punto de ir a mi camioneta a buscar un condón, pero como tú dijiste que no era necesario, no lo hice …
—¿Te ibas a proteger aún cuando sabías que yo estaba tomando anticonceptivos? …
—Luisa … No quiero que nada empañe nuestra relación … No quiero perjudicarte en ningún modo … Me parece correcto si tomamos precauciones … En mi mochila tengo una cajita de condones, si quieres voy a buscarla …
—No, ya pasó mi ciclo … Soy regular como un reloj y estoy en el día veintitrés … Tenemos al menos dos semanas de relajo …
Terminé de sacarme las bragas y caminé coquetamente hacia mi dormitorio, él me siguió de cerca con su sable blandiendo el aire a diestra y siniestra. Batiendo mis pestañas y mirando su duro pene, le dije.
—Espero no haber arruinado el momento …
—De ninguna manera …
Me dijo dándome una suave palmadita en mis nalgas desnudas. Me boté sobre el edredón y él subito se abalanzó sobre mí. Separó mis nalgas y metió su lengua entre ellas, los deditos de mis pies se encorvaron y apreté mis glúteos, jamás nadie me había besado allí. Comenzó a comerme toda y me volví loca sintiendo su lengua pasearse sobre mi agujerito engurruñado, volví a apretar mis glúteos poniendo mis piernas muy tiesas. Sentí un golpe eléctrico en mi vulva cuando su lengua barrió mis apretujados labios en busca de mi clítoris vibrante. Hacía mucho tiempo que no tenía un sexo tan intenso. Gino fue paciente conmigo, lentamente me llevó sobre la cresta de la ola, cuando metió dos de sus largos dedos entre mis pliegues, me volteé como una anaconda, abrí mis piernas y empujé su cabeza en medio a mis muslos.


Juro que intenté controlarme, pero de nada sirvió. Sus dedos se movían hábilmente haciéndome estremecer de pies a cabeza. Gemí y chillé y cuando su lengua encontró mi clítoris, casi perdí la conciencia. Aprisioné sus mejillas entre mis muslos y restregué mi panocha contra su boca. Me estaba corriendo a chorros. Gino sorbió sediento mi zumo y acompañó mis movimientos a ratos violentos, hasta que me relajé contorsionándome y dando saltitos de estremecimiento cada vez que él rozaba mi delicado clítoris.
—Creo que jamás me saciaré de esto …
Dijo sonriendo mientras mis jugos chorreaban de su mentón.
—¿Por qué? … ¿Te parece bueno? …
—¡Delicioso! … ¡Jamás tuve una novia que mojara mi cara! …
Dijo, acurrucándose a mi lado en la cama. Comenzó luego a jugar con mis tetas, examinándolas, dándome suaves besitos, sobajeándolas, dibujando círculos con su lengua alrededor de mis areolas oscuras, mordiendo delicadamente cada uno de mis pezones. Su ternura y amabilidad al hacerme el amor eran extremas y mucho más generosas que el día anterior.
—Te amo con todo mi corazón, Gino …
Dije encaramándome encima de él. Lo besé profundamente mientras me sentaba sobre su polla. Su pene entiesado surcó en medio a mis glúteos, entonces restregué mi diminuto agujerito contra la cabezota hinchada de su miembro erecto. Quería hacerle entender que no había ningún lugar de mi cuerpo vedado para él. Sí quería la virginidad de mi culo, estaba muy dispuesta a dársela, aunque no sé cómo esa cabezota así de gorda va a poder encajar en mi respetable y apretado trasero. Me moví un poco más hacia atrás y su vergota quedó aplastada entre los labios de mi panocha. Lo sentí temblar y la punta de su polla me transmitía las aceleradas pulsaciones de su corazón.
—Quiero que esto jamás termine, Luisa … Creo que optaré por tu universidad y desecharé las otras …
—Gino … Te necesito conmigo … Pero no puedes tomar una decisión basándote en el sexo …
—No es solo sexo, querida hermana … Es mucho más que eso … ¿O acaso no crees que te amo desesperadamente? …
Me quedé quieta cuando él me afirmó por la cintura para mirarme fijamente. No pude resistir sus ojos que me penetraban inquisidores. Me incliné y escondí mi rostro en su cuello, tratando de alcanzar su oreja para mordérsela. Con un hilo de voz, le dije.
—Te creo, Gino … Porque yo siento lo mismo … Pero debes prometerme que verás también los otros sitios …
—Te lo prometo … Lo haré … Ahora hagamos el amor, por favor …
Me susurró al oído mientras mordisqueaba mi lóbulo izquierdo. ¿Cómo podría decirle que no? Él era tan lindo; tan amable; tan paciente y su durísimo pene ya presionaba en mi ojete vaginal. Sus suspiros y gemidos hicieron que me mojara aún más. Presionó su polla contra mi vulva, pero la cabezota ancha y dura resbaló fuera y rozó el ojetillo de mi trasero. Volvió a intentarlo y esta vez su glande quedó atrapado en mi hendedura mojada y estrecha. Empujé con mi peso corporal y su polla se incrustó en mi anillo vaginal, me quejé de placer cuando su enorme glande resbaló más allá de la entrada de mi vagina. Hundí mi vientre y lo hice deslizarse dentro de mí lenta y completamente. Descubrí el gran placer que me hacía sentir su verga presionando mis paredes vaginales y ensanchando mi angosto canal. Poco a poco mi panocha se fue adaptando a su envergadura. Su tamaño era increíble. No podía creer lo maravilloso que se sentía su pija estirando mis húmedos pliegues. Presioné hasta sentirlo todo dentro de mí. Cuando me senté en sus bolas, comencé a relajarme y a mover mis caderas circularmente. El entero pene de mi hermano pequeño estaba dentro de mí. Entonces él me dejó casi sin aliento al tomar mi cintura y empujar un poco más de su polla hacia mi interior, comenzando a follarme suave y dulcemente. Me enderecé, arqueé mi espalda y empujé mis tetas hacia adelante, permitiéndole que él me follara de la mejor manera que quisiera. Gino jugó con mis duras tetas 34B, entonces comencé a mover mis caderas en vaivén para estrujar y drenar su polla.


Tal vez iba demasiado rápido, porque él me tomó de las caderas y me hizo ralentizar diciéndome.
—Tómatelo con calma, querida … Me calientas demasiado y no voy a durar nada si continuas así de rápido …
No había estado con muchos chicos, pero esta era la primera vez que alguien me decía de ir más despacio. Me incliné un poco sobre él y le ofrecí mis tetas al tiempo que le decía.
—¡Chúpalas! … ¡Me encanta cuando me chupas y me muerdes las tetas! …
De tanto en tanto mis cabellos rubios caían sobre su rostro, pero él no dejaba de succionar, lamer y mordisquear mis duros pezones. Incluso intento de meterse toda mi carnosa teta derecha en su boca, cosa que me hizo estremecer. Juro que intenté mantenerme lenta y constante, pero el efecto de sus caricias, pronto me hicieron acelerar otra vez. A pesar de mi potente orgasmo con sus dedos y lengua, otra vez estaba al borde de la enajenación completa, un delirio total que se apoderaba de todo mi cuerpo tensándose alrededor de la gruesa polla de mi hermano. Su verga rolliza y caliente me hacía explotar en otro fabuloso orgasmo.
—¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Umpf! … ¡Qué rico, Gino! … ¡Oh, Gino! … ¡Uhhhh, Gino! … Te amo … ¡Uuuhhhh! …
Sentí que la temperatura se elevaba desde mi rostro hasta la punta de los pies. Me apreté contra su pecho y aplasté mis redondas tetas en sus fornidos pectorales.
—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Oh, Gino! … ¿Por qué es tan rico contigo? … ¡Uuuuhhhh! … ¡Ohhhh! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh! … ¡Hmmmm! … ¡Gino, me vuelves loca de deseos! … ¡Uhhhhh! … ¡Ahhhh! …
No sé cómo, pero él resistió todos los apretujones de mis músculos vaginales contra su polla. Sus manos aferraron mis glúteos y siguió empujando su gruesa polla en mi coño resbaladizo y empapado, mientras yo era una masa inerte de carne temblorosa empalada en su viril pene. Casi me desmayé de placer, no podía controlar mis músculos que todavía se apretaban en torno a la verga de mi hermano. Él seguía follándome a su propio placer. De pronto sus caderas se levantaron y su polla se deslizó hacia atrás, liberándose del fuerte agarré que mis músculos vaginales ejercían sobre él. Fue entonces cuando me dijo con voz ronca.
—No me lo estás haciendo fácil, hermanita … ¡Cálmate! … Tenemos toda la noche …
Acto seguido me agarró con firmeza y me penetró de una sola vez profundamente. Sin poder evitarlo me llegó una segunda ola de orgasmos. Lo estaba mirando directamente a los ojos cuando sucedió. Mis ojos se abrieron a desmesura mientras chillaba como una marranita. Intenté mantenerlos abiertos para poder observar su sonrisa y los fruncimientos de su frente, pero era demasiado para poder controlarlo. Una vez más me perdí en el limbo del placer, un shock eléctrico me hizo estremecer toda, gigantescas explosiones de colores estallaban ante mis ojos cerrados y colapsé sobre su pecho restregando mi clítoris delicado y palpitante contra su pelvis.
—¡Oh, Dios mío! … ¡Luisa, esto es formidable! …
Había una réplica de mini orgasmos que me mantenían temblando. Mi cuerpo entero estaba sudado, la cama estaba empapada con mis chorros. Él estaba empapado de pies a cabeza, por el sudor y por mis chorros. Sintiéndome agotada y consumida, él me hizo rodar sobre mi espalda, su pene no salió de mi vagina, estaba todavía muy profundo en mí. Ahora él estaba a horcajadas sobre mí. Me sentí excitada y segura con su pene en mi vagina. Me tranquilizaba emocionalmente. Lo único que pude exhalar en un hijo de voz.
—Gracias …
Acercó su rostro al mío y mientras me besaba, lo escuché decir.
—No hay de qué, señorita …
Pero él todavía estaba dentro de mí. Se levantó lentamente de nuevo. Sus fuertes pectorales sudados lucían lustrosos a la tenue luz de la lampara de la mesita de noche. Cuando se alzó lo suficiente, pude ver su gran polla enterrada entre mis muslos apretados, hundida en mi panocha anegada de fluidos míos. Se movía tan lento que al parecer quería solo complacerme a mí, sin pensar en él.


Cuando empezaba a ganar ritmo y velocidad, pensé que no era justo de que él solo tuviera un par de orgasmos, mientras yo podía tener muchos. Después de algunos minutos en la misma posición, tomó mis piernas y las levantó en el aire y cambio su ángulo de penetración. Mis rodillas estaban casi sobre mis senos. Él me daba bestiales embistes y tocaba fondo con cada golpe, cosa que me avecinaba cada vez más al ápice del clímax. Sentí que dentro de mí se estaba formando algo enorme y alucinante, me sentí extasiada. Tan pronto como sentí que perdía el control de mi cuerpo y comenzaba a contorsionarme bajo sus embistes, grité su nombre como una liberación.
—¡¡Giiinooo!! …
Al mismo tiempo escuché los afanosos respiros de él que continuaba a embestirme salvajemente, pero erráticamente y sentí que estaba a punto de correrse.
—¡Joder, Luisa! …
Enterró su pene lo más profundo que pudo y la tibieza de su semen comenzó a llenarme con copiosos chorros. Borbotones y más borbotones de esperma candente directamente en mi matriz. La sensación de plenitud me hizo tener varios mini orgasmos y recibir su semen fresco, me hizo pensar en tener un ovulo que él pudiese fecundar para poder concebir. Fue un pensamiento maravilloso y terrible a la vez. Por un momento mi mente divagó con la posibilidad de ser fecundada. ¿Podría funcionar algo así? ¿Llegaríamos alguna a ese punto? ¿Podríamos permitirnos de correr ese riesgo? Hice a un lado cualquier pensamiento preocupante y lo tiré encima de mí, con mi brazos teniéndolo estrecho a mí, le susurré.
—¡Eso fue maravilloso! … ¡No puedo creer lo rico que es hacerlo contigo? …
Me besó profunda y apasionadamente. Él todavía estaba bastante duro dentro de mí. Toda esta estimulación emocional y física probablemente estaba teniendo el mismo efecto tanto para él como para mí. Rompió el beso y me dijo.
—Te amo …
—¿Y qué vamos a hacer? …
Pregunté manteniéndolo estrecho a mí, disfrutando de sentirlo todavía durito en mí panocha.
—Amarnos … Amarnos todas las veces que podamos …
Sus ojos estaban clavados en los míos y pude percibir que lo decía en serio. Rodamos juntos de lado y dijo.
—Debo estar aplastándote …
Casi distraídamente hizo de aparte mis cabellos para poder verme, luego miró hacia abajo y vio su sexo en el mío, todavía estábamos unidos, acarició mi barbilla y susurró acercando sus labios a mi boca.
—Creo que ahora podemos hacerlo con más calma, ¿no? …
Gino todavía estaba muy erecto y comenzó a bombearme en forma relajada. Ahora que toda la tensión se había liberado, ambos estábamos listos para hacer el amor en forma suave y amorosa. Esto fue mucho menos desenfrenado. Me llevó a las alturas y luego me hizo planear por valles de placer. Gino me acariciaba por todas partes, sus caricias eran tiernas y deliciosas. Me hacía cosquillas rozando con las yemas de sus dedos todas mis zonas erógenas; sobacos, pechos, pezones, vientre, pubis, caderas, cara, cuello, lóbulos, parpados y hasta metió dos de sus dedos en mi virginal ano. Creo que disfrutaba acariciando esos lugares tanto como a mi me gustaba su toque en ellos.


Perdí toda la noción del tiempo, entraba y salía de estados de un goce y delirio profundo. Mis emociones, mente e intelecto todavía estaban teniendo una pequeña lucha. Me di cuenta de que lo amaba de verdad y que el vinculo entre él y yo se fortalecía. Me pregunté si tendría la claridad de elegir su universidad por las razones correctas. Volví a sentirme ansiosa y el temor de que eligiera otra facultad casi me hizo llorar, pero volví en mí al momento en que las embestidas de él se hicieron más poderosas, su respiración se agitó y agarró mi cadera con una mano, mientras con la otra ahuecaba mi pecho. Suavemente torció mi pezón derecho y en ese momento ambos nos sumergimos en un oasis de éxtasis y dicha.


Nos deleitamos recíprocamente entregándonos a un desenfrenado y lujurioso placer hasta sentirnos saciados. Me acurruqué contra su cuerpo para no dejar de sentir esa cercanía que me daba dicha y me hacía sentir más segura. Gino me abrazó con sus fuertes brazos, me sentí protegida y acaricié sus brazos que me sostenían amorosamente.


Me desperté varias horas después con un suave beso de Gino y lo escuché llamarme con ternura.
—¡Luisa! … ¡Luisa! … ¡Luisa! …
Mi amado hermano ya se había levantado y nos había preparado unos tazones con helado de chocolate y vainilla, con muchas galletas obleas y plátano cortado en rodajas. Era justo lo que necesitaba. Poco antes de adormecerme, había pensado que necesitaba algo dulce, refrescante y contundente para calmar mi ansiedad y recuperar mis energías. Me senté en la cama, recibí mi tazón, la cuchara y nos pusimos a comer juntos, sonriéndonos cómplices y afectuosamente.


El helado fue decisivo para hacer que mis energías regresaran a niveles aceptables, pero con eso también regreso mi lujuria. Comer helado desnuda en la cama con mi amoroso hermano, al cual amo intensamente, me resultaba tremendamente erótico. Comencé a mojarme y mis senos cosquilleaban haciendo que mis pezones se endurecieran como rocas. Cada mirada, cada palabra, cada sonrisa me parecían cargadas de sensualidad y mi mente se llenó de cosas traviesas que hacer con él. Acomodándose en la cama, me dijo.
—¡Esto estaba delicioso! … ¡Creo que lo necesitaba! … La comida china estaba buena, pero siempre me quedo con un poco de hambre … Especialmente después de haber tenido sexo …
—¿Y con cuantas otras damas has comido helado después de tener sexo, hermanito? …
—¡Ehm! … Bueno … Realmente lo que intentaba decir es que fue genial que compraras estos helados … Estaban muy ricos … Junto a ti tiene algo de superlativo … Y, bueno … Tú eres la primera con la cual como helado y galletas en la cama …
Me sentí extremadamente feliz y sin pensar un poco en las palabras, le espeté.
—¿Te casarías conmigo? …
Pero ¿Qué carajo estaba diciendo? Me arrepentí y casi me muerdo la lengua.
—Pon la hora y la fecha y te llevaré al altar, querida …
Me respondió al instante sin siquiera dudarlo. Mi cara se puso roja. Él me regalaba su hermosa sonrisa y me di cuenta de que lo decía en serio. Sorprendida y balbuceante, tartamudeé.
—¡Ehm! … Bueno … No sé … No sé si en realidad podríamos … Nos conocemos de toda la vida … No necesitamos un compromiso extenso … Pero algo me dice que será difícil que podamos lograr algo parecido a eso …
Por un largo rato no dijimos nada y continuamos a comer nuestros helados. Pude ver que la mente de Gino estaba ocupada a reflexionar y buscar una solución al problema. Pero yo personalmente pensaba que por el momento nada podíamos hacer. Suspiré y dije.
—Mira … Por el momento no es tan importante … Tenemos varios años para terminar nuestros estudios … Podemos analizar el problema y trabajar en alguna solución … Si vienes a vivir conmigo, tendremos unos cuatro años para resolverlo …
—Tal vez tengas razón … Hay suficiente tiempo para esperar y ver que nos depara el futuro …
—Bueno, también está la posibilidad de que te decidas por otra universidad … O quizás podrías enredarte con otra damita, ¿no? …
—¿Acaso no me quieres aquí? …
Dijo con un tono de tristeza mientras dejaba su tazón vacío sobre la mesita de noche.
—¡No, cariño! … ¡No puedes pensar eso! … ¡Te quiero locamente! … ¡Quiero lo mejor para ti! … Sí eliges la universidad equivocada, puede afectarte para toda la vida … Tienes que ser egoísta y pensar en tu futuro …
Extendí mis brazos hacia él y lo abracé con todo mi corazón, me dijo.
—Creo que tú eres lo mejor para mí, Luisa …
—Amor … Queremos lo mismo … Solo que no puedo soportar pensar que vas a elegir la universidad pensando en quedarte a vivir aquí conmigo …
—Lo entiendo, Luisa … Pero cumpliré lo prometido … Haré las citas con las otras universidades, pero no puedo excluir que me decida finalmente por la tuya … Un titulo o una carrera son cosas importantes, pero no bastan para encontrar la verdadera felicidad …
Lo dijo en forma tan seria, dogmática y rotunda qué no pude replicar absolutamente nada. ¿Por qué el corazón a veces quiere cosas que pueden ser contrapuestas? Quería ser desinteresada y egoísta al mismo tiempo, tratando de anteponer su felicidad y realización por encima de mis deseos. El corazón quiere lo que quiere. El cerebro quiere orden y lógica. El cuerpo quiere lo que siente que es una necesidad y mi necesidad es él.
—Te necesito, Gino …
—Yo también necesito de ti, Luisa …
Puse mi tazón vacío sobre la mesita de noche y lo ataqué, en realidad no fue un ataque, pero si buscaba estimularlo, así que ´presioné mi protuberantes pezones contra su boca y le rogué.
—¡Chúpame, Gino! … ¡Hazme volar de nuevo! …
No era para nada lógico lo que le estaba pidiendo, de todas maneras, me excitó mucho cuando sentí mordisquear mis duros pezones y lamer mi dura y protuberante teta. Me halagaba que estuviera más interesado en mí que en todo lo demás. No lo puedo catalogar de inteligente, pero algo muy caliente para mí.


Gino se apoyó encima de mí y su boca se movía de un pecho al otro. Maniobré mi rajita hacia su endurecido pene y lo dejé entrar. Esta vez no me contuve. No me importaba si estaba yendo demasiado rápido, si estaba compitiendo o haciendo trampa. Llegué a la línea roja y seguí más allá. Gino estaba allí conmigo. Estábamos como locos él y yo. Mis calientes piernas lo envolvieron y podía ver su rostro comenzando a hacer muecas y lanzando gruñidos roncos. La tenue luz de la mesita de noche hacía parecer sus ojos de un azul irreal, me perdí en ellos y podía estar contemplándolos por toda una eternidad. De repente me susurró al oído con una voz rasposa.
—¡Ummmmm, Luisa! … ¡Me voy a correr! … ¿Estás cerca? …
—¡Umpf! … Bueno … ¡Ahhhhh! … ¡Qué rico! … ¡Oh, Dios! …
No podía decir mucho porque mis músculos vaginales lo estaban exprimiendo, traté de resistirme a las locas sensaciones que Gino me hacía sentir, pero él me agarró por la cintura y me tiró hacia arriba y hacia abajo enérgicamente. Mi coño lo agarró con tanta fuerza que no podía creerlo; me sentí un poco depravada haciendo el amor con mi hermano menor. Era bueno, alucinante y emotivo. Y me corrí.
—¡Ahhhhh! … ¡Aaaahhh! … ¡Umpf! … ¡Ohhh, Gino! … ¡Uhhhhh! … ¡Ummmmm! … ¡Ahhhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Gino, quiero siempre esto! … ¡Umpf! … ¡Ummmmm! … ¡Aaahhh! …
¡Jesús bendito! Lo amo. ¿Por qué el sexo con él tenía que ser tan bueno? Mientras me contorsionaba debajo de él, Gino comenzó a rociar con potentes chorros el interior de mi coño. Ya no pude relajarme, me sacudí apretándolo entre mis piernas y jalando su polla más dentro de mí. Me sentí feliz como nunca, pero también sentía una sombra de tristeza. Se supone que yo soy la mayor y quien debería tener un criterio lo suficientemente formado para dejar que estás cosas no sucedan, pero estaba enamorada de mi hermano. Todo lo de él me tenía prendada y me hacía sentir muy confundida. Entre jadeos y gemidos logré decir.
—Te amo, Gino … Pase lo que pase, decidas lo que decidas, mi amor por ti es incondicional …
—Yo también te amo, Luisa … Siempre te amaré …
Me dijo con su respiración afanosa, no pude reprimirme y besé su frente sudada, entonces le dije.
—No sé cómo llegó a ser tan bueno … He tenido sexo, pero esto me sobrepasa … No tengo nada con que compararlo …
—Me sucede lo mismo … Nunca había probado algo parecido a lo nuestro …
Miré de reojo el reloj y me sobresalté.
—¡Carajo, Gino! … Es casi la una de la madrugada … Tenemos que poner la alarma … ¿A que hora tienes que estar allí mañana? …
—A las ocho, pero ya programé mi alarma para las siete …
—Será mejor que también configure mi celu, para asegurarnos …
Dije levantándome de la cama para ir a buscar mi celular, sentí que escurría por mis muslos desnudos la carga densa que Gino había descargado en mí. Encontré mi teléfono sobre el sofá. Configuré mi alarma para las seis y media y volví a la cama. Revisando mi teléfono encontré una llamada perdida de mamá y se lo comenté a Gino.
—¿Te dejó algún mensaje de texto? …
—No, ahora es muy tarde para llamarla … Creo que lo haré por la mañana … ¿Y tú? … ¿Recibiste algún mensaje? …
—No lo sé … Mi teléfono esta en mis pantalones, en la sala de estar …
Se levantó de la cama y fue a buscarlo, cuando regresó con su teléfono en la mano, hizo una mueca y dijo.
—Tres llamadas perdidas … Dos mensajes de texto y un mensaje de voz … Todos de mamá … No quiero llamarla ahora mismo …
Dijo mientras accionaba su celular para escuchar el último mensaje de voz.
“Hola, Gino, soy mamá. Solo para saber si todo está bien y
Cómo te ha ido en tu recorrido por el campus. No es necesario
que me llames, te volveré a llamar mañana. Te amo. Chau”
—¡Santo cielo! … Esto fue poco después de medianoche … ¿Qué hago? … ¿La llamo? …
Di una palmaditas sobre la sábana y le dije.
—Ven a la cama … La llamaremos mañana … Probablemente quiere asegurarse de que no te hice daño … Lamento haber comentado lo nuestro con ella …
—¿Qué me hiciste daño? … Más bien yo creo que quiere preguntarme porqué tuve relaciones sexuales contigo …
—No tienes de que preocuparte … Yo le dije que era mi culpa … Y le aseguré de que todo iba a estar bien … Yo creo que cuando hables con ella, de seguro te va a sorprender …
Le dije recordando lo que me había contado ella sobre nuestro tío Danilo y ella.
—¡Ehm! … ¡Sí! … Mamá nunca deja de sorprenderme … Ella es la mejor mamá …
Él se subió a la cama y nos acurrucamos juntitos para descansar y dormir. El mañana nos traería cosas nuevas. Estaba convencida de que nuestro futuro sería brillante y sin angustias. Feliz me adormecí en sus cálidos brazos.


A las 06:30 puntualmente sonó mi alarma, me apresuré a apagarla, luego me levanté al baño. Gino todavía dormía, sonreí cuando vi el bulto que se alzaba a la mitad de su cuerpo. Me dio un cosquilleo por todo el cuerpo pensando en lo lindo que debería ser su pene bajo las sábanas. Terminé y volví a la cama, no pude evitar de alzar las sábanas para observar su erección matutina. Me acerqué para verlo de cerca. Su viril masculinidad lucía majestuosa. Enhiesto, grueso, duro, lustroso; la capucha estaba ligeramente arremangada hacia abajo, su cabezota a forma de hongo luchaba por deshacerse de ella y emerger luciente hacia arriba. Varias venas azulinas estaban esculpidas por todo el largo. Adolecía de una suave curvatura hacia la derecha. El engurruñado saquito de sus bolas descansaba entre sus piernas. La rubia vellosidad estaba bien recortada. Se me hizo agua la boca recordándome la vez anterior. Me sentía obligada a darle satisfacción, él me había dado tantos orgasmos el día recién pasado y él solo había tenido un par de clímax. Sin darle más vueltas al asunto, me lo llevé a la boca y delicadamente lo hice descender al fondo de mi garganta, moví mi lengua alocadamente alrededor de su corona buscando el orificio a la cima de su cabezota, escarbé ese diminuto orificio con mi lengua y lo sentí moverse, entonces supe que se había despertado. Lo vi que levantaba la sábana para mirarme con sus ojos azules esplendidos. Vi su sonrisa y me sonrojé, me sentí lasciva y libertina, pero su mirada me dio un aliento para chupárselo con más ganas. Arremoliné mi lengua alrededor de la gruesa punta y luego la empujé nuevamente hasta el fondo de mi garganta.
—¡Ohhh! … ¡Ummm! … ¡Ahhh! … ¡Caray, Luisa! … Me vas a mal acostumbrar …
Mantuve su cabezota hinchada en mi boca y lo masturbé con mis dos manos. Sus piernas se pusieron tiesas y comenzó a temblar, gemía y movía su pelvis meneando sus caderas y follando mi boca. Apreté su polla y cerré mis labios entorno a su glande caliente, entonces comencé a saborear los chorros tibios y líquidos de su copiosa eyaculación.
—¡Urghhh! … ¡Me corro! … ¡Me corro, Luisa! …
Hubo muchos borbotones esta mañana. Me sorprendió lo mucho teniendo en cuenta la cantidad de sexo que habíamos tenido solo unas cuantas horas antes. Perdí la cuenta de cuantos chorros de su golosina entraron en mi boca, solo sé que sabían deliciosos. Su sapidez era insuperable a cualquier otro néctar de la naturaleza. Cuando terminó de eyacular me moví hacia arriba y le di un gran beso con lengua y sin inmutarse siquiera, su lengua busco en la mía el sabor de su propio semen. Hasta en eso mi hermano era muy diferente a otros chicos que había tenido, que por nada al mundo querían ser besados después de acabar en mi boca. Mientras nos besábamos sonó su alarma, eran las siete de la mañana y odiaba que él tuviera que irse, pero hoy era el día más importante de su recorrido por la universidad. Me levanté y me paré junto a la cama.
—¡Vamos, remolón! … Es hora de que te levantes …
Estiré la mano y lo saqué de la cama. De mala gana caminó hacia la ducha. Me uní a él pensando que no habría ningún estorbo en ducharme junto a él, ya lo había hecho descargarse. Solo que no sabía cuán equivocada estaba. El poder de recuperación de Gino me sorprendió. Cuando me agaché para lavarme las piernas, sentí su polla dura apoyarse contra mis nalgas. Me estremecí de deseos, pero ya no teníamos más tiempo para nada. Pensé en chupárselo nuevamente, pero lo haría perder su último recorrido a la facultad. Ansiosa me levanté y agarré firmemente su polla en mi mano y le pregunte ansiosa.
—¿Volverás de prisa esta noche? …
—Te lo puedo asegurar que así será …
Dijo. Terminé de secarme y le pasé a él la toalla más grande. Cuando salió de la vasca todavía su erección era consistente, pero estaba desinflándose poco a poco. Lo apunté con un dedo y le dije:
—¡Caray, hermano! … Me vas a matar con esa cosa …
—No, no creo … Solo que me has malacostumbrado y está listo para ti constantemente …
Una vez que nos vestimos, decidió llamar a mamá. Yo estaba ahí así que lo puso en altavoz:
—Sí, cariño … Solo quería decirte que te amo y te deseo toda la suerte del mundo …
Dijo mamá.
—Gracias, mamá … Estás en altavoz, Luisa está aquí conmigo …
—Te amo … —Dijimos él y yo contemporáneamente.
—Yo también los amo a los dos … ¿Están bien ustedes? …
—Maravillosamente bien … La universidad es genial … Luisa es genial … En este momento toda mi vida es genial …
—¡Oh, Dios! … Lo sabía … Ustedes dos son especiales … Por favor tengan cuidado y no se lastimen el uno al otro … Sepan que pase lo que pase, siempre los amaré y comprenderé todo …
—Mamá, creo que conduciré el lunes temprano a casa …
—Lo entiendo, querido … Por favor ten cuidado con el tráfico de la autopista …
—Lo haré, mamá … Ahora te dejo, tengo que ir a la segunda cita a la universidad … Te amo, mamá …
—Yo también te amo … A ti y a Luisa … Hasta pronto …
Gino colgó y dijo.
—¡Vaya, eso salió mucho mejor de lo que pensaba! … ¿Qué carajo? … ¿Dónde estará la trampita? …
—No creo que haya ninguna trampa, Gino … Simplemente ella nos entiende … Ven, dame un abrazo y un beso …
Nos dimos un suave y tierno beso que se alargó en modo agradable, me separé de él y le dije:
—Es hora … Tienes que irte …
—Tienes razón, pero volveré esta tarde cerca de las dos … Te amo, hermana …
Dijo tomando su mochila mientras giraba el pomo de la puerta y salía.


Escuchando su camioneta alejarse, hizo que se me apretara el corazón y ya lo eché de menos. Me fui a desembalar algunas cosas que había traído de la casa de mamá. Había muchas cosas de limpieza, otro secador de pelo, cepillos, tubos rizadores, algunas cremas y maquillaje en general.


Terminé un par de horas más tarde y decidí continuar con la lavandería. Necesitaba cumplir con el cronograma para poder realizar todas las tareas que me había hecho el propósito de cumplir. El domingo era para mí el día de la lavandería. Recogí toda la ropa sucia, incluso la de Gino y la eché en una bolsa verde de la basura. Esto me daba la sensación de ser una vagabunda con sus cosas a cuestas. Pero parecía algo indigno y degradante, “La vieja de las bolsas”. Cogí dos bolsas de detergente y puse todo en mí Hyundai y conduje las pocas cuadras hacia la lavandería.


Una vez allí, puse tres cargas y conseguí algunas monedas de quinientos pesos para las maquinas. Dos monedas por cada maquina era cuanto bastaba. Luego me senté a esperar que las maquinas hicieran lo suyo. Normalmente me portaba un libro o una revista para leer mientras se hacía el lavado, pero esta vez no había llevado nada, excepto mi Tablet. La encendí con la intención de averiguar algunas cosas que últimamente me interesaban. Por fortuna no había nadie a mi alrededor y tuve la suficiente privacidad, hasta cuando una señora llegó para usar las maquinas frente a mí. Cerré la Tablet cuando vi que se acercaba. No quería que me sorprendiera investigando sobre las leyes del incesto en nuestro país, podría hacerme incómodas preguntas.


Por los siguientes minutos, mi mente estuvo ocupada en toda la situación que se había venido a formar entre Gino y yo. Tal vez si él decidiera venir a mi universidad, podría conseguir un apartamento de un solo dormitorio que tuviera lavadora y secadora. A largo plazo sería más económico. Pondríamos los gastos en común y eso nos haría la vida más fácil a él y a mí. También yo sería más feliz con él a mi lado. Me sentí egoísta al pensar de ese modo. De repente mi celular comenzó a sonar en mi bolsillo, salté en forma grotesca y pienso que la señora que estaba en las maquinas frente a mí, debe haber pensado que yo era un poco loca.


Era un mensaje de texto de Gino:
Acabo de ver el laboratorio más
fabuloso de cuanto esperaba y
creo que me voy a decidir por tu
universidad.
Me sorprendí pensando si realmente le había gustado el laboratorio o si yo lo he influenciado en … ¡Oh, mierda! No puedo seguir dudando de todo lo que él me dice. Sé que él ha madurado y ahora es más criterioso. Inmediatamente le respondí:
Genial … Te amo, ¿A qué hora terminas?
Justo en ese momento la primera máquina terminó de girar y las otras lo harían en uno o dos minutos más. Esperé y luego llevé todo a una gran secadora, dos monedas más y algunos veinte a treinta minutos y habría terminado con el lavado. Claro que había un par de jeans de Gino y tal vez eso iba a necesitar una moneda más. Mi teléfono volvió a zumbar. Era un texto de Gino:
Almorzaré con los del laboratorio
estaré en casa después de eso.
Le respondí en forma inmediata:
Estoy en la lavandería
volveré a casa en treinta minutos
Ahora la secadora me estaba haciendo retrasar, no era lo suficientemente rápida. Gino estaría en casa antes que yo. Deveras no había pensado en estar con él por el resto del día. Un agradable calorcillo mezclado a un cosquilleo se extendió por mi vientre. Detuve la secadora para revisar la ropa, la mayor parte de esta estaba seca, pero los jeans todavía estaban húmedos. Saqué todo lo que pude, metí otra moneda en la maquina y la reinicié. Sin duda los jeans me iban a tomar más tiempo de lo acostumbrado.


Mientras esperaba al resto de la ropa, doblé todas las prendas que ya estaban secas y las puse cuidadosamente en la bolsa de basura. Sí, esa de la vieja de las bolsas. Creo que algún día compraré una cesta para la ropa. Entonces pensé que podría haber usado una de las cajas que traje de la casa de mamá. Todavía me quedaban algunos años de universidad y el ahorro debía ser mi mayor virtud. Finalmente, los jeans estuvieron secos, los doblé y agregué al resto de la ropa. La até bien y me fui a mi SUV.


Conduje a casa y cuando llegué la camioneta de Gino ya estaba estacionada allí. Entré con mi saco de ropa, encontré a Gino sentado en el sofá. Tenía su portátil en su regazo, se levantó de golpe y vino en mi ayuda.
—Esto es de la lavandería, ¿no? … —Preguntó curioso.
—¡Oh! … Lo sé … No es muy edificante … Podría haber llevado una de las cajas … Algún día compraré una cesta para la ropa … Por ahora no me puedo permitir ningún gasto superfluo …
Dije exponiendo mi punto de vista. Enseguida le pregunté por su cita a la universidad.
—¿De verdad te entusiasmó el laboratorio de mi universidad? … ¿Conociste al profesor con el que quieres estudiar? …
—¡Oh!, no te preocupes, hermana … Aún no he decidido … Cumpliré mi promesa … El próximo miércoles iré a visitar la otra universidad … Sin embargo, sentí buenas vibras con esta profesora … El campo que ella investiga es justo el que yo quiero estudiar …
—¿Ella? … ¿Una mujer? … ¿Sabías que los estudiantes no eligen a sus profesores hasta después del segundo año? …
Pregunté con un dejo de celos, pero no quería que él se percatara de ello.
—Sí, lo sé … Ella misma me lo dijo … Pero parecía entusiasmada en que trabajáramos juntos …
Los celos afloraron a flor de piel y pregunté un poco dolida.
—¿Solo trabajar? … ¿Estás seguro? …
—Luisa, ¡Por Dios! … Sabes que solo tengo ojos para ti … Además, ella es casi de la edad de mamá … ¿Estás contenta? …
Me dijo tomándome de la manos. Me sentí mal. Era una locura. Solo hace algunos días que nos dimos cuenta de nuestra atracción y ahora quería mantener a Gino lejos de cualquier mujer. Era ridículo, bajé mi cabeza apesadumbrada y dije.
—Lo siento … No se porque dije eso …
Tomó mi barbilla y me hizo mirarlo a los ojos.
—¡Cálmate! … ¡Es lindo! … ¡Yo siento lo mismo por ti! … Tampoco te quiero cerca de algún profesor pervertido que te mire en cierto modo …. Le patearía el trasero …
Dejó la bolsa sobre el sofá y me abrazó tiernamente.
—¡Oh, Gino! … ¡Cosa de locos! … ¡Te amo tanto! …
—Sí … Lo sé … Yo también te amo así … ¿Sabes?, estuve leyendo sobre las leyes … No creo que estemos en grandes problemas … Los adultos que han dado su consentimiento rara vez son procesados …
—Te podrá resultar curioso, pero yo estuve leyendo lo mismo en la lavandería … ¡Ah!, a propósito, tenemos toallas grandes limpias para ambos …
—Gracias, hermana … Me han malcriado, ¿sabes? … Mamá siempre se encargaba de todo eso … Creo que sería más cómodo y económico conseguir un apartamento de una sola habitación con lavadora y secadora incluidas, ¿no crees? …
—Deja ya de leer mis pensamientos y vámonos a la cama …
—¡Oh! … Pensé que nunca lo dirías …
Dijo y comenzó a desvestirse de prisa, luego me preguntó:
—¿Quieres que lo hagamos en la cama o prefieres en algún otro lugar? …
—A mí me encanta la cama … No sé porque algunos piensan que hacerlo en el suelo, en el sofá, en el asiento trasero del auto o donde sea es muy erótico … A mi me gusta mí camita … Ahora bien, si tuviéramos un columpio, unas bonitas colchonetas bien esponjosas o un jacuzzi, entonces y solo entonces, podría sentirme tentada de probar …
—¿Lo harías en un tren o en un avión? …
—Sí es contigo, amor … Lo haría donde tu quisieras …
Dije tomándolo de la mano y llevándolo al dormitorio. Una vez allí lo empujé sobre la cama. El dormitorio estaba muy iluminado por la luz exterior. Gino me abrazó y me dijo:
—Deja ya de hablar y bésame … Te he extrañado toda la mañana …
—¡Hmmmmmm! …
Gemí al contacto de su cuerpo y me amoldé a su figura apolínea. Mis pechos se aplastaron contra sus pectorales y su pene hundió mi vientre. El sol iluminaba nuestra habitación completamente, me parecía surrealista estar en cama a esta hora con él, fue un cambio con respecto a nuestras relaciones cercanas en horas de la noche. Pero en realidad lo importante es que lo tenía cerca de mí abrazándome, ahora podía verlo y tocarlo, él era mío y la experiencia de sentirlo así era subliminal, como estar viviendo un sueño.


Nos besamos en la boca por un rato mientras nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, él buscaba mis zonas erógenas y yo quería sentir su grueso pene en mis manos. Me mordisqueó el cuello y los lóbulos provocándome un cosquilleo que se extendió por todo mi cuerpo aumentando mi excitación sexual. Mi panocha se inflamó y yo restregué su glande hinchado contra mi labia vaginal. Todo era muy erótico. Inhalaba profundamente el aroma de mi piel mientras me besaba, lamía y chupaba suavemente. Así fue desplazándose sobre mis senos buscando mis duros pezones.


Gino ahuecó mi teta izquierda en su mano, la amasó y sobajeó haciendo deslizar mi pezón entre sus dedos apretándolo y pasado su lengua en el ápice puntiagudo y duro, luego lo introdujo en su boca y lo chupó ardorosamente, mí clítoris afloró entre los pliegues húmedos de mis labios excitados, mi vientre se hundió y yo aplasté su pene contra mi vagina. El proceso era exquisito, luego repitió el todo con mi teta derecha. Mis abdominales temblaron y tuve el estremecimiento de un mini orgasmo.


Él siguió su viaje hacia mi estómago y jugó con mi ombligo, mis piernas temblaron y mis caderas se sacudieron y el hormigueo en mi entrepierna se hizo insoportable. Simplemente su boca se deslizaba sobre mi piel encendiendo hogueras por todos lados. Cuando llegó sobre mis hinchados labios externos, aspiró la fragancia de mi femineidad y mi cuerpo se electrizó y una cosa enorme se comenzó a construir en mi mente y en todo mi ser. Cuando su lengua partió el surco mojado de mi coño y tocó mi botoncito del placer, me corrí explosivamente.
—¡Oh, Gino! … ¡Uhmmmmmm, Gino! … ¡Gino, mi amor! … ¡Ahhhhhh! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhhh! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhhh! … ¡Oh, Dios! … ¡Que rico, Ummmmmm! … ¡Aaaahhhh! …
Aferré sus cabellos y friccioné su boca sobre mi entera panocha temblorosa que lanzaba algunos chorritos incontrolables contra su hermosa cara. Me mordí el labio inferior intentando de sofocar mis chillidos de loco placer.


Pero él no me soltó, me atrapó con fuerza por la piernas y procedió a azotar mí clítoris con su lengua mientras hozaba con su entera boca encima de mi vagina. Apreté mis muslos en torno a sus mejillas intentando inútilmente que dejara de torturarme en este orgasmo infinito que no pude reprimir cuando me penetró con dos de sus dedos encorvados y estimuló mi conchita por dentro
—¡Aaaahhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Uggghhhrrr! … ¡Uggghhhrrr! … ¡Ahhhhh! …
Grité y gruñí pataleando incontrolablemente sobre el edredón. Con mis caderas enloquecidas empujando contra el rostro mojado de mi hermano. Gino bebió con avidez mis jugos.


Llegó un momento en que no supe más de mí. Sentí en la lejanía que mi hermano me llamaba por mi nombre una y otra vez mientras acariciaba mis cabellos.
—Luisa … Luisa … Luisa …
Abrí mis ojos de golpe y me encontré con sus ojos en adoración completa hacia mí. Lo abracé desesperada y todavía temblando.
—¡Oh, Dios! … ¿Qué … qué fue eso? …
—Creo que te sobrecalentaste, tesoro … Parecía que todo estaba bien, pero de un momento a otro te apagaste …
Dijo en un susurro mientras besaba delicadamente mi mejilla.
—Nunca me había sucedido nada parecido … Esto es lo más increíble que he sentido en mi vida … ¿Cómo fue que me hiciste eso? … ¿Dónde aprendiste a hacer eso? …
—Es solo mi amor por ti … Pensé solo a darte placer … Eres tú a hacer todo esto especial …
Su mano volvió a posarse suavemente sobre mi vientre y todo mi cuerpo se estremeció. Parecía estar otra vez al preludio de un nuevo orgasmo.
—Me has puesto muy cachonda … Necesito que me completes … Lléname de nuevo, Gino … Hazme sentir eso rico … Quiero que me tomes, hermano …
—¿Estás segura de estar bien? …
—Nunca había estado mejor …
Delicadamente se puso encima de mí, su pene presionó mi monte de venus. Estaba resbaladizo con gotitas de su semilla. Sentí la presión en mi estrechez. Me estaba penetrando y me miraba fijamente a los ojos, abrí mi boca mostrándole mi lascivia por su pene. Sus ojos me sonreían y yo me mordí mi labio inferior para ahogar mi chillido de lujuria que me hacía sentir su enorme cabezota forzando mi ojete vaginal e introduciéndose en mí candente humedad. Abrí mis piernas al máximo y el resto de su magnifica masculinidad entró en lo profundo de mis entrañas.


Su cuerpo temblaba levemente sintiendo el apriete de mis estrechas y calientes paredes vaginales. Cuando sintió de tenerlo todo dentro de mí, inició a follarme lentamente. Sus ojos no dejaban de mirar cada mueca y ceño fruncido de goce y de placer que expresaba mi rostro. Se formaron gotitas sobre su frente que, iluminadas por el sol, parecían pequeñas gemas diamantadas.


Muy pronto mi mundo entero fue la sensación del cuerpo de mi hermano entrando en el mío. Formábamos un solo ser y ahora él me pertenecía completamente, tal como todo mi cuerpo le pertenecía a él. No existía nada más en todo el universo, solo él y yo. Perdí todo sentido del tiempo y del espacio.


Cuando su precioso semen comenzó a inundar mi recóndito, inaccesible y profundo coño. Desató en mí otro poderoso orgasmo, pero nada igual al anterior que me hizo desvanecer. Era también fantástico y sosegaba mi ímpetu sexual, dejando de relievo las capacidades amatorias de Gino. Mí hermano era el mejor amante que jamás haya tenido. Él me conocía al dedillo y entendía todo sobre mí, provocándome orgasmo que jamás soñé tener. Cómo ahora, que disparaba potentes chorros de su esperma candente y hacía estremecer a todo mi cuerpo con cada uno de ellos. Sus gemidos y gruñidos estimularon mi corazón y mi alma.
—¡Oh!, Luiiiiisa … Luiiiiisa, mi amor … Te amo … Te amo … ¡Uhhhhhh! … ¡Umpf! …
Se desplomó a mi costado y ya no hubo palabras entre nosotros, solo nuestras agitadas respiraciones que derivaban en un sueño apaciblemente calmo.


Las sombras que proyectaba el sol eran largas, pero todavía estaba bastante iluminado, eran casi las cinco de la tarde en el reloj de pared. Me sentí maravillosamente descansada y relajada. Miré a Gino que estaba acurrucado a mi lado, vi que me miraba y acercaba sus labios a mi hombro para depositar un suave beso. Acaricié su mejilla y le dije:
—¡Hola, cariño! … Deberíamos dar un paseo o algo así, ¿no crees? … Es tu último día por aquí …
—Sí y no tengo ganas de irme … Esto va a ser muy duro para mí …
Dijo mientras se estiraba y bostezaba histriónicamente.
—No quiero que te vayas y lo sabes, ¿no? … Ahora que sé lo maravilloso que es estar contigo, no quiero perderte de vista … Te quiero siempre cerca de mí …
Dije con un marcado dejo de tristeza.
—Lo sé … Fuiste tú quien dijo que tenía que cumplir mi promesa … Yo simplemente acepté …
—Sí, lo sé … Pero es lo que tienes que hacer … Es justo que tu elijas lo mejor para ti …
Salté de la cama y le dije.
—Ven … Vamos a dar una vuelta por la plaza y caminemos por los jardines del campus …
—Está bien … Todavía no he ido por ese sector …
—Sí, lo sé … Por eso es por que quiero que los veas … Es muy lindo, ¿sabes? …
Nos vestimos y caminamos tomados de la mano la corta distancia hacia el campus. Gino miraba todo muy interesado, para mí no existía nada al mundo más que mi mano en la cálida mano de mi hermano. Caminábamos como dos amantes. Me sentía feliz de la mano con él. Vimos las azaleas en flor y los fascinantes tulipas saxátiles con sus peculiares formas y colores. Gino me invito a la cafetería del campus y bebimos unos batidos de jugos de fruta tropical. De regreso nos detuvimos en el parque y nos columpiamos en los columpios. Esto me recordó cuando éramos niños en nuestra casa de la periferia, cuando él tenía cinco años y yo diez.


En ese entonces, era yo quien empujaba al pequeño Gino. No sé porque me vino de preguntarle:
—¿Recuerdas en la casa vieja cuando yo te empujaba? …
—Realmente es muy poco lo que recuerdo de esa época … Pero sí me recuerdo del columpio con sus amillones oxidados que crujían tanto que parecía que de un momento a otro iba a salir volando por los aires con las cadenas cortadas …
Inmediatamente todo vino a mi mente. El pequeño Gino volaba por los aires mientras yo lo empujaba con cierto temor de que él se cayera y le pudiera suceder algo terrible. Esto me recordó el profundo amor que siento por él.


El resto del camino lo hicimos prácticamente en silencio, me sentí un poco triste. Sabía que él se iría por la mañana. También sabía que volvería a mí, pero lo iba a echar mucho de menos. Tenerlo a mi lado en estos días había sido un foco de alegría inmenso. Llegamos a casa y él abrió la puerta, manteniéndola abierta para que yo ingresara primero. Pasé la puerta y se me escapó un sollozo. Los brazos de Gino me cobijaron protectoramente y me apañó hasta calmarme.


Dentro el apartamento, él tomó el control. Preparo una cena rápida y sencilla, calentó algunas sobras de la comida china. Podía sentir que mi estado emocional estaba bajo y él hizo casi toda la parte del trabajo. Ayudé a poner la mesa. Por lo demás, la mayor parte del tiempo mi mente estuvo vagando por mi propio mundo. Trataba de concentrarme en las más variadas cosas. Tratando de no pensar en que Gino se iba lejos de mí por la mañana.


Comimos casi sin mirarnos ni decir nada relevante. Había una atmosfera de desaliento. Nunca fui buena para fingir u ocultar mis emociones. Toda mi vida he sido así. Había hablado de querer que Gino hiciera lo mejor para él. Ahora que iba a suceder justo eso, me estaba derrumbando apesadumbrada.
—Creo que tengo tomada la decisión …
Dijo exhalando un respiro liberatorio y agregó:
—El miércoles haré la última visita a la sede de la Federico Santa María … Es la única otra que me interesa, ya que incluyen la investigación que me interesa a mí … Volveré aquí el viernes y entonces hablaremos … Si decido por la Santa María, también está en esta ciudad y estaremos cerca …
Lo miré un poco desorientada. Había hecho exactamente lo que no debería haber hecho. Corrí en lágrimas a mi dormitorio y me arrojé sobre la cama. Lloraba de alegría y de rabia. Estaba contenta porque Gino iba a estar aquí, pero al mismo tiempo de dio rabia por haberlo influenciado y haber sido débil. Gino instantáneamente estuvo a mi lado.
—Luisa, por favor … No hagas eso …
—Gino, te amo … No debí hacer inclinar la balanza en tu decisión … Lo arruiné todo … No debí ser débil … Soy un desastre …
—No, Luisa … A decir verdad, yo había considerado desde un principio venir a tu universidad … Las otras era una distracción para hacerte creer que no lo hacía por ti … Todo mi mundo eres tú, desde esa vez que te vi desnuda en la vieja casa … Esa fue la razón principal por lo que cambié … He cambiado por ti … Soy mejor cuando estoy contigo …
Sollocé un poco más en sus brazos, pero logré controlarme y se lo dije.
—Creo que me gusta eso … Hiciste todo esto para estar cerca de mí … ¿Todo? … ¿eh? …
—No exactamente … No tengo nada que ver en el divorcio de papá y mamá … Tampoco planee de que vinieras a casa a ayudar … Solo que me sentí bien cuando viniste y pensé que estando juntos podría descubrir si tu sentías de la misma forma en que sentía yo …
—Por supuesto que siento lo mismo por ti … Pero no sabía que estabas tratando de seducirme …
Le dije tomando sus mejillas en mis manos.
—No quería que lo sospecharas … Quiero que estés bien … No me gusta verte llorar … No quiero causarte dolor ni daño …
—¡Oh, Gino, mi amor! … —Dije abrazándolo estrechamente.
Nos quedamos dormidos así juntos. Me desperté pasada la medianoche y con ganas de ir al baño. Gino se había desnudado en algún momento y decidí hacer lo mismo. Lo abracé por detrás y me acurruqué a su espalda para sentir la tibieza de su cuerpo. Ahí estaba yo abrazada a mi único verdadero amor, me adormecí apoyada a él.


No lo sentí cuando se levantó, desperté cuando él me estaba saludando para despedirse. A la rápida me calcé un par de bragas y una remera para acompañarlo a la puerta. Cuando la puerta se cerró, me quedé paralizada escuchando el ruido de su camioneta que se alejaba de mí. Sabía que debía esperarlo regresar el viernes. Sabía que había mucho que pensar. Ninguna relación está exenta de problemas, pero también sabía que, junto a él, podía resolver cualesquiera de ellos.

(Continuará …)


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escrito el
2025-12-13
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