Solo una chupadita.

por
género
confesiones

Finalmente, Angelica y Luis habían obtenido las llaves de su casa propia y nos invitaron a todos a un asado de inauguración. Éramos siempre el mismo grupo de amigos y nos conocíamos desde el colegio y a algunos como compañeros de trabajo.


Angelica y Luisa, mi esposa, habían sido amigas desde la infancia. Habían trabajado juntas en la misma empresa hasta que la conocí y la robé para hacerla mi esposa. Periódicamente nos juntábamos para compartir nuestra amistad y afecto.


Tenía miedo de que mi esposa pudiera beber un poco demás, estaba amamantando a nuestra hija Giovanna de tres meses y leche materna y el alcohol no van de acuerdo. Por lo tanto, debía estar atento de que no fuera a beber en exceso. No me molestaba que bebiera hasta un cierto punto, porque una Luisa con un par de copas en la cabeza significa un montón de diversión en nuestra cama matrimonial.


¡Santo cielo! La casa de Luis era verdaderamente grande. Busqué a Luisa en el patio, en el jardín, en la cocina, en la sala de estar, en la sala de cine, en el comedor, en el vestíbulo, en el porche, en el garaje y la encontré sentada en una silla en el patio trasero, observando a los invitados.


Parecía no haber bebido mucho, pero prefería vigilarla para que no se excediera, ya que borracha podía tornarse desagradable y bulliciosa. Me acerqué detrás de ella, la rodeé con un brazo y le pregunté.
—¿Te diviertes? …
—¡Oh, sí! … Pero dejé de beber porque me estaba sintiendo un poquito mareada …
Me acerqué para sentir su aliento alcohólico y me detuve de golpe. Su aliento olía a … ¡Semen! Ella observó mi actitud y la vi que se ponía nerviosa.
—¿Qué carajo, Luisa? … —Dije enojado.
—¿Qué? … —Preguntó confundida.
Acerqué mi cara para cerciorarme de su olor. Ella sonrió, frunció sus rojos labios como para darme un beso. Respire profundamente y di un respingo hacia atrás.
—¡Mierda! … ¿De quien es la polla que has estado chupando? …
Bisbiseé apretando los dientes.
—¿Qué? …
Volvió a preguntar vacilante. Su rostro descompuesto mostraba toda su culpa. Me quedé de pie y aferré su muñeca, luego la arrastré fuera de la casa. Sentí algunas miradas y escuché risas, miré hacia atrás para ver a quien debía dar de trompadas más tarde. Había cuatro amigos juntos y Luis sonreía como el gato que había recibido su porción de crema. O tal vez fue él quien la descargó en la boca de mi esposa. Él muy hijo de puta.
—¡Detente, Juan Alberto! … —Dijo resistiéndose. —¡Me estás haciendo daño! …
La ignoré totalmente y la empujé a través de la puerta de salida, cerrándola detrás de mí. La solté y ella se detuvo cruzando sus brazos con determinación.
—¡No iré a ningún lado contigo si me tratas así! …
—¡Está bien! … ¡Puedes quedarte si eso es lo que quieres! … ¡Mañana te hare llegar los papeles para el divorcio! …
Le dije volteándome para marcharme.
—¿Qué? … ¿De que estás hablando? … ¿Cuál divorcio? …
Escuche que preguntaba mientras me seguía de prisa con sus sonoros tacones.
—¡Quieres quedarte aquí y seguir chupándole la polla a todos! … ¡Está bien! … ¡No diré nada! … Ya sabes lo que pienso sobre “Poner los cuernos” … Así que no regreses a mi casa …
Ella corrió hacia mí y se colgó en mi brazo.
—¡Espera, Juan Alberto! … ¿De que estás hablando? … ¡Me estás asustando! …
—¡Deberías haber pensado en eso antes de arrodillarte y meterte la polla de un estúpido en la boca! …
—¡Luis no es ningún estúpido! … ¡Es tu mejor amigo! …
—¿Luis? … ¿Fue él? …. Él no es mi amigo … Es solo un maldito traidor con el que me engañaste … Y la próxima vez que lo vea lo voy a llenar de trompadas …
Luisa seguía tirándome del brazo mientras yo seguía caminando hacia el carro. Estaba totalmente fuera de mis casillas, además, mido casi medio metro más que ella, así que apenas notaba su peso.
—¡Para, Juan Alberto! … ¡Nunca te engañé! … ¡Me conoces! … ¡Sabes que nunca haría eso! …
—No, ¿eh? … ¿Cuánto tiempo mantuviste su semen en tu boca, estúpida puta? …
Me soltó y se quedó mirándome fijamente mientras yo luchaba por encontrar las llaves del auto.


Luisa siempre había sido una adicta al semen. Le encantaba. Le encantaba la sensación de espalmarlo sobre su piel. Gustaba de su olor y textura. Nunca tuve problemas con eso porque se trataba de mi semen, ella era puta con mi semen. A ella le gustaba que me corriera en su rostro, en sus senos, en su vientre o en sus muslos, inclusos en sus pies. Recogía mi semen de cualquier parte de su cuerpo con sus dedos y los chupaba mirándome con picardía. Ella me había chupado la polla cientos de veces, tal vez miles de veces. Me encantaba mirarla succionando mi polla con una sonrisa un poco boba mientras tragaba chorros y chorros de esperma. Luisa jamás se enjuagó la boca después de eso.


Más de una vez me llamó temprano a la oficina para decirme que todavía tenía el sabor de mi lefa en su boca, horas después de haberme dado una magnifica mamada. Esas llamadas me alegraban la vida. Más de una vez volví a casa a mediodía no solo para almorzar, sino para darle una ración más de esperma a mi queridísima esposa chupapollas.


Me encantaba esa mirada en su rostro, la sonrisa satisfecha y maliciosa cuando mi semen estaba fresco en su boca. Excepto cuando lo vi esta noche. Al principio no lo reconocí del todo, hasta que olí la evidencia en su aliento.


Abrí la puerta y me subí al coche, la escuché que estrilaba.
—No tengo ni mi bolso ni mi abrigo …
—Vuelve y tómalo … Ya nada me importa … Yo me voy en este momento … Sube al carro o vete a la mierda … Tu elijes …
Abrió la puerta y se dejó caer pesadamente en el asiento del pasajero, luego cerro la puerta y reclamó.
—¿Por qué eres tan imbécil? … Se trata solo de una chupadíta …
—Solo una chupadíta, ¿eh? … ¡Sal de mi auto, sucia zorra! … Deveras no lo entiendes, ¿verdad? …
La empujé con dureza para botarla fuera, pero ella luchó con fuerza aferrándose al volante y a la manija de la puerta mientras gritaba.
—Yo no lo follé … Nunca lo haría … Nunca te engañaría, amor mío … No podría hacerlo porque te amo …
—¡Puta de mierda! … Ve a chuparlos a todos … Ya nada importa … Si quieres ser una puta, entonces sé una puta … Maldita zorra infiel …
Ella sollozaba y lloraba suavemente.
—¿Por qué dices que no te importa y al mismo tiempo estás tan enojado? …
—Porque ya no me importa un carajo lo que hagas … Destruiste nuestro matrimonio cuando rompiste los votos conyugales …
Le dije mientras conducía hacia nuestra casa.
—¡¡¡Pero fue solo una mamada!!! … —Ella gritó desesperada y luego añadió.
—¡Sabes que he chupado decenas de pollas antes de casarnos! … Fue solo eso … Una chupadíta rápida … Cómo un regalo de buen augurio … No te puse los cuernos … Nunca dejé que me tocaran … Nunca follé a ninguno de ellos …
—Lo de antes de casarnos no cuenta … Pero nos comprometimos el uno al otro … Hicimos votos de permanecer fieles el uno al otro … Ahora para mi eres solo una puta infiel …
—No … No lo soy … No te he engañado … Te lo repito … ¿Por qué no me crees? … Nunca te miento y lo sabes, ¿no? … No te estoy mintiendo …
—¿Cuántos? …
—Cuántos, ¿qué? …
—Dijiste ellos … ¿Cuántas pollas chupaste? …
—¿Esta noche? …
—¡¡¡Maldita seas!!!
Grité dando un violento golpe al volante, mientras ingresaba a la entrada de auto de nuestra casa.
—¿Cuántos esta noche? … —Interrogué lo más calmo posible.
—Dos … —Dijo con un hilo de voz.
—Luis … ¿Y quien más? …
—No te lo voy a decir … No tienes porque enojarte por algo tan estúpido … Tampoco quiero que vayas a golpear a Luis … Él no ha hecho nada de malo …
—Entonces te quedarás fuera de mi casa … Puedes regresar a la fiesta … Ninguna puta infiel va a entrar a mi casa …
—También es mi casa …
—No … De cuando destruiste nuestro matrimonio no eres más que una zorra infiel … Puedes contactarme a través de tu abogado … Te enviaré una orden de restricción a primera hora por la mañana …
No sabía si eso era posible, pero sonaba bien y convincente. Salí del auto y cerré la puerta, me preparé a ingresar a casa por la puerta del garaje. Una vez más ella me persiguió haciendo ruidos con sus tacones. El sonido terminó por irritarme aún más.
—Por favor, Juan Alberto, no seas estúpido …
Abrí la puerta y presioné mi mano contra su pecho para impedirle de seguirme.
—¡Ah! … Ahora soy un estúpido, ¿eh? … Todo por querer que mi esposa sea fiel, ¿eh? …
—Joel … El otro era Joel, ¿Ok? …
—¿Ok? … ¿Dijiste OK? … ¿Se supone que debe ser Ok que chupaste dos pollas extrañas esta noche? …
—No eran extraños … Son nuestros amigos …
—¿Amigos? … ¡Al carajo! … Me has humillado … Eres una puta infiel con esos tipos … Delante a todos y todos se ríen de mí a mis espaldas … ¡Que carajo! … En mi rostro … Nunca podré mirar a la cara a ninguno de ellos … Has destruido todo … Nuestro matrimonio … Nuestras vidas … ¿Cómo pudiste? …
Inexplicablemente, ella puso su mano sobre mi brazo y en tono compasivo me dijo.
—No se ríen de ti, querido … Ellos jamás harían eso … Te consideran el tipo más afortunado del mundo … Puede que les haya dado una mamada “rapidín”, pero tú las recibes todos los días, todas las veces que quieras … Soy tuya y no de ellos …
—¿Todos los días? … Haber, ¿cuándo fue la última vez que me chupaste? … —Pregunté enojado.
—Ayer … —Respondió al instante.
—¿Sí? … ¡Ehm! … ¿Te quedaste con mi semen en tu boca como lo hiciste con la de ellos? …
—Sí … Y tu no querías follar …
—¿Cómo que no quería follar? … ¡Llevo casi cinco meses sin tocarte! … ¡Por supuesto que hubiera querido follar! …
Respondí con vehemencia y seguridad, luego le pregunté de nuevo.
—¿Cuándo fue la última vez que me chupaste? …
—¡Ehm! … La semana recién pasada …
Noté un poco de vacilación en su voz.
—¿En serio? … ¿Cómo es que yo no recuerdo eso? … ¿Cuándo fue? …
—¡Ehm! … Bueno yo … ¡Uhm! … No lo recuerdo de preciso …
—¡Zorra infiel! … ¡Eso fue hace tres semanas! …
—¡No! … Fue el miércoles pasado …
—No … Haces tres semanas y media que tuvimos sexo … No es que me has estado engañando desde entonces, ¿verdad? …
Ella se acercó más a mí y volvió a poner su mano sobre mi brazo, de nuevo la aparté, me dijo.
—Bueno, pensé que solo querías mi coño … Parecías tan feliz …
—¡Oh, sí! … Tan feliz … Hasta que descubrí que la sucia puta de mi esposa andaba chupando la polla de todos los que conocíamos … ¡Eres una perra asquerosa! …
Me miró con los ojos muy abiertos y me dijo.
—Pero Juan Alberto, yo nunca te he negado nada … Sabes que me encanta chuparte … Es lo mejor de mi vida … Lo juro … Me gusta mucho … Te amo …
—¡Mientes, sucia zorra! … ¿Quieres saber cuántas veces me lo has negado? … De seguro estabas demasiado ocupada pensado en chupar a tus nuevos novios, ¿no? …
Las lágrimas comenzaron a correr de nuevo por sus mejillas. Lagrimas falsas de seguro. Rebatió.
—No tengo nuevos novios … Nunca te he negado nada … Nuestra vida amorosa es la mejor y lo sabes … Todo el mundo lo sabe …
Me acerqué al bar y me serví una copa grande de tequila.
—¡Ah! … ¿Sí? … ¿Y como es que lo sabe todo el mundo? …
Esta vez ella bajo su mirada y se sonrojó.
—Bueno … Tu sabes … Nosotras las mujeres hablamos de nuestras cosas … Todo el mundo te envidia y está celoso de ti … Chicos y chicas …
—Qué maravilla, ¿no? … Ahora todo el mundo sabe que soy un cornudo … Todos conocen de nuestra vida amorosa y saben que no puedo satisfacer a mi esposa … Así que ella tiene que recurrir a un montón de imbéciles como Luis y Joel para chupar sus pollas … ¡Santo Dios, Luisa! … ¿Algo más? … ¿Tienes algún otro noviecito que agregar a tu lista? …
Luisa dio un respingo exasperada y habló muy fuerte.
—¡Pero qué carajo, Juan Alberto! … ¿Por qué estás armando todo este problema por una simple y pésima mamada? …
Acto seguido se metió en nuestro dormitorio y cerró la puerta por dentro. Esto no lo podía tolerar. Me fui como un animal contra la puerta y de dos patadas hice saltar astillas por todas partes y abrí la maldita puerta. Luisa estaba sentada en la cama con los ojos muy abiertos y me miraba atemorizada.
—¡Perra inmunda! … ¡No intentes otra vez dejarme fuera de mi dormitorio! … ¡Este es mi dormitorio! … ¡Saca tu culo infiel de aquí y busca otro lugar donde dormir! … ¡Ya no eres mi esposa! … ¡Eres solo una zorra chupapollas! …
Creo que nunca había estado tan enojado en vida mía.
—¡Estás borracho, estúpido! … Mañana te arrepentirás y no te perdonaré … Te juro que no te voy a perdonar todo esto … Ni por mucho que me ruegues …
Ella tenía sus tacones en la mano y me los lanzó, no tuve que hacer nada para esquivarlos, su puntería era pésima. Luisa escapó corriendo de la habitación llorando, cerré la puerta detrás de ella, bueno, lo que quedaba de ella. Me boté sobre la cama, alguna lágrimas brotaron de mis ojos. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Por qué me hizo esto? ¿Qué pasó que llegamos a esto?


Logré conciliar el sueño. Un sueño inquieto y torturador. Imágenes de mi esposa chupando las pollas de otros hombres me perseguían. Filas de hombres esperando su turno. Y la apestosa bañada en esperma de otros hombres. No podía extinguir las imágenes que iban y venían en mi mente ofuscada. Sospeché que jamás iba a superar este trauma.


Finalmente llegó la mañana. Me levanté de la cama cansado y sintiéndome como un miserable. Una ducha rápida no ayudó mucho. Salí del dormitorio y me dirigí a la cocina. Mi ex amada esposa estaba allí observándome con frialdad. Me serví una taza de café, tomé un sorbo, cogí un trozo de pan blanco y comí, esperando que ayudara a calmar las punzadas que sentía en mí estómago. Traté de evitar de mirar a la puta chupapollas.
—¿Ya estás lo suficientemente tranquilo para que entres en razón? … —Me preguntó la zorra.
—Sí … Ya lo he pensado todo … Haré que redacten los documentos el lunes … Te pagaré la mantención de tu hija, que ni siquiera sé si es mía o no … Discutiremos la pensión alimenticia, llevamos solo poco tiempo de casados y no pienso estar alimentándote para que sigas con tu nueva profesión de chupar pollas … Por el resto, dividiremos mitad y mitad …
—¿De que diablos estás hablando? … No dividiremos nada …
—Claro que sí … Venderemos la casa, espero que no perdamos mucho dinero en eso … En el banco no es mucho el dinero que hay …
—¿Tu hija? … ¡Ella es tu hija, Juan Alberto! … ¡Y lo sabes muy bien! …
—Yo no sé nada … No te conozco … Nunca hubiera creído que eras una tramposa mentirosa … Pero ahí lo tienes … Uno no deja nunca de aprender algo nuevo cada día …
—¡¡¡Yo no hice trampa!!! … ¡¡¡Deja ya de decir eso!!! …
—¿Le chupaste la polla a Luis? …
—¡Te dije que sí, pero eso fue todo! …
—¿Le chupaste la polla a Joel? …
—¿Por qué sigues preguntando boberías? … Te dije que lo hice, pero nada más … Nunca me tocaron …
—¿Y a quien más? … ¿Cuántos más? …
Pregunté perentoriamente mientras bebía mi café, enfrentándome a la traidora chupapollas.
—¿Qué carajo de pregunta es esa? … ¿Por qué quieres saberlo? … ¿Acaso tiene importancia? … Juro que no te engañé con ninguno de ellos …
—Necesito saber a quien más le debo romper el culo a patadas y el rostro a trompadas … Voy a hacer añicos sus vidas … Tal como ellos destruyeron la mía …
—¡Juan Alberto, por favor, detén eso! … Me estás asustando de nuevo … Trata de calmarte … No ha pasado nada … Tu y yo estamos bien y estaremos mejor … Solo cálmate …
—¿Quién, Luisa? … ¿A quien más le has chupado la polla? … ¿A quien más le has saboreado el semen y tragado como una zorra puta callejera? … Debes decírmelo todo, Luisa …
—A Andrés, ¿Ok? … Solo a Andrés … A Luis tres veces … A Joel una vez y también a Andrés solo una vez … Eso es todo … Cinco estúpidas mamadas y tu armas un escandalo descomunal … ¿Por qué? … ¡Mierda! … Ojalá nunca lo hubiera hecho …
—Pero lo hiciste … Si quieres podemos conseguir abogados o podemos hacer un divorcio de oficio, simple y sin peleas … Haremos un examen de ADN a la pequeña Giovanna, si resulta ser hija mía, quiero la custodia compartida … No declararé la infidelidad como causa del divorcio …
—¡Estúpido! … ¡No quiero el divorcio! … ¿Lo entiendes? …
—Yo tampoco … Pero no podemos estar a pelear toda una vida … Tu hija será la que más sufrirá … Por eso, hagámoslo simple, ¿Ok? … No quiero discutir más por esto … Es obvio que tenemos un problema que yo no conocía … Lamento lo que sea que hice para llevarte a hacer esto … Lo habría evitado si hubiera podido … Te amé, te amé tantísimo y tu lo sabes …
—¡Por Dios, Juan Alberto! … Deja de hablar de ese modo … No nos vamos a divorciar … Giovanna es tu hija y lo sabes … Nunca te he engañado … Yo no haría jamás algo así … Te amo y sé que me amas … Deja ya de decir boberías, por favor …
—¿Cómo diablos puedes negarlo todavía? … ¡Me has engañado! … Tuviste sexo con otros hombres … Varios hombres … Varias veces … Probablemente lo habrías hecho con alguno más si no te hubiera pillado … Deja de mentir … Admítelo y sigamos adelante … No lo usaré como causal de divorcio …
—No tuve sexo con ninguno de ellos … Les hice una mamada … Una pésima mamada … Los muy imbéciles se corrieron antes de cinco minutos … ¡Santo cielo! … ¿Cuántas veces tengo que explicártelo? … ¿Acaso te volviste idiota? …
—¿En serio? … ¿Me has explicado todo? … ¿Deveras crees que soy un idiota? …
Me acerqué y la tomé de las manos, ella dio un salto de la silla y su delgada bata se abrió mostrándome su escultural y exquisito cuerpo. Ese cuerpo de diosa griega el cual nunca volvería a disfrutar. La solté y agarré el teléfono y caminé con ella hacia la sala de estar.
—¡Siéntate! …
La conminé. Ella se sentó sin soltar mi mano. Llamé a mi madre y pulsé el botón de altavoz. Unos timbres después, mamá contestó.
—¡Oh!, Juan Alberto … ¿Te divertiste anoche? …
—Hola, mamá … ¿Existe la posibilidad de que puedas atender a Giovanna por un poco más? … Luisa y yo tenemos algunos asuntos que resolver …
—¿Qué pasa, hijo? … ¿Qué está pasando? … ¿Hay algún problema? …
Nunca pude ocultarle nada a mamá, pero no le dije nada.
—No, pero tenemos que hacer algunas cosas … Te llamaré antes de venir a buscar a Giovanna …
—Está bien … Sabes que adoro a mi nietecita … Me encanta tenerla conmigo … ¿Estás seguro de que todo está bien? …
—No te preocupes, mamá … Más tarde hablaré contigo …
Mientras colgaba el teléfono, Luisa me miraba intrigada. Marqué el siguiente número. Sonó varias veces antes de que contestara.
—¿Hola? …
—Hola Angelica, Juan Alberto aquí … Lo sentimos, tuvimos que irnos temprano … La fiesta estuvo increíble …
—¿Qué pasó? … Luis me dijo que saliste de aquí casi a medianoche sin decirle nada a nadie … Prácticamente estabas arrastrando a Luisa … ¿Seguro está todo bien? …
—Luisa está aquí conmigo escuchando … Estás en altavoz …
—¿Por qué? … ¿Qué está sucediendo? …
—Tengo que hacerte una sencilla pregunta … ¿Qué considerarías engaño en un matrimonio? …
—¡Por Dios, Juan Alberto! … —Exclamó Angelica y añadió.
—No me digas que la engañaste, ¿verdad? … Pobre Luisa, ella te ama tanto … Por favor, dime que no lo hiciste …
Angelica sonó bastante decepcionada y enojada.
—No … No lo hice … Estoy tratando de que nos entendamos … Quiero saber, ¿Dónde termina el coqueteo y empieza el engaño? …
—¿Algo que hizo ella? …
—Por favor, Angelica … Tienes que ayudarnos … Eres su mejor amiga … Dime, ¿Cuándo es engañar a tu pareja? …
—Es que no se me ocurre nada … No lo sé … Tal vez cualquier cosa sexual … Supongo que podría considerarse engaño incluso el solo pensar en hacer algo indebido con alguien diferente de la pareja …
—Por sexual, ¿a qué cosa te refieres? … Sé especifica, por favor …
—Juan Alberto, esto me da vergüenza … ¿No preferirías hablar con Luis? …
—Absolutamente no … No tengo nada que hablar con él …
—¡Oh, no! … ¿Qué pasa? … Por favor dime que no…
—Engañar Angelica … ¿Qué es engañar? …
—¡Uhm, no sé! … Cualquier cosa que involucre senos, pene y vagina …
—¿Por sobre la ropa? … ¿Y que tal el culo? …
—No creo que un ligero e inocente toque al trasero sea engañar … Eso pasa comúnmente, ¿sabes? … No es tan grave … Se puede frotar el trasero de alguien mientras bailas … O un amistoso apretón de los senos, tampoco es tan malo … Eso sucede entre amigos y si no hay nada más, no es engañar, ¿no? …
—¿Y qué tal follar? … Sexo anal, sexo oral … ¿Algo de eso es engañar? …
—¿Qué raza de pregunta loca es esa? … Cualquier cosa que implique tocar un culo, una teta, un coño o una polla desnudos es obviamente engañar … Te refieres por sobre su ropa interior, ¿no? … Tal vez eso no debería ser catalogado como engañar, siempre y cuando nadie se corra …
—¿Y si fuera piel desnuda? … ¿Y si alguien se corre? … ¿Eso sería engañar? …
—¿Qué carajo está pasando, Juan Alberto? … Por supuesto que, si alguien se corre, sea como sea, eso sería engañar …
—Gracias, Angelica, es lo que quería saber … De nuevo te pido disculpas por lo de anoche …
—Pero ¿qué pasa Juan Alberto? … No puedes dejarme así sin decirme nada … ¿Luisa está bien? …
—Sí, Angelica, ella está bien … Prometo que más tarde te llamaré … Gracias por tu valiosa ayuda …
Colgué y miré a mi infiel y chupapollas esposa en forma circunspecta. Luisa no parecía en lo más mínimo impresionada ni menos arrepentida, dijo con seguridad.
—Eso es estúpido … Por supuesto que ella iba a decir eso … Su vida sexual es una mierda … Nunca le ha hecho una mamada a Luis … ¿Qué puede saber ella? …
Llamé a seis personas más con los cuales teníamos amistad, las respuestas fueron del todo similares, excepto que algunos observaron que si ambos conyugues están de acuerdo o si están por alguna razón separados, o si se es forzado, entonces no sería engaño.
—¡Equivocados! … ¡Todos ellos se equivocan! … ¡Si no puedes engendrar o fecundar, no es traicionar a la pareja! …
Argumentó en forma conveniente y decidida.
—Entonces, si dejas que alguien te folle por el culo, ¿eso no es engañar? …
Me miró en forma quisquillosa y sonrojándose me dijo.
—Yo no dije eso …
—¿Cómo que no? … Es exactamente lo que dijiste … Si uno te folla por el culo no puedes tener un bebé … Si lo haces con preservativo tampoco … Si estás tomando la píldora tampoco … Entonces eso, ¿no es engañar? …
Mi miró enojada, pero sin alterarse me dijo.
—¡Sabes muy bien que eso no es lo que quise decir! …
—No … Realmente no te entiendo … No sé lo que quieres decir … ¿Qué crees que es engañar? …
—Tener sexo … Un pene y una vagina … Penetración … Eso es engañar …
—¿Y sexo anal? …
—No sé … Podría considerarse engaño … Pero eso también está mal, ¿no? …
—¿Entonces el sexo oral no lo es? …
—¡Por supuesto que no lo es! … No hay amor es eso … ¡Mira!, mis pechos, mi coño y mi culo son privados … Están siempre cubiertos … Nadie los ve excepto tú y mi médico … Son órganos sexuales, quiero decir que el trasero realmente no lo es, pero puede ser usado de esa manera … Mí sexo es para ti, solo para ti y nadie más … Solo tu me puedes tocar … La boca no lo es … Está ahí para que todos la vean … Para comer, hablar, respirar y … y …
—¿Besar? …
—¡Exactamente! … Besarse no es engañar … Todo el tiempo estamos besando a la gente … Besamos a nuestros padres … A nuestra bebita … La boca no es como el resto …
—¿Qué tal la polla de un hombre? … ¿No es ese un órgano sexual? …
—Obvio que lo es … Pero si no me dejo penetrar, no estoy traicionando a nadie …
—Entonces si fuera a casa de Angelica ahora mismo, le quitara la ropa y le hiciera sexo oral, eso no se consideraría que te estoy engañando, ¿verdad? …
—No te pases de listo … Por supuesto que eso sería engaño … Ese es su coño desnudo … Nunca dejaría que nadie tocara el mío … ¿Y por qué querrías hacer eso con Angelica? … ¿Acaso no me tienes a mí? … Yo haría cualquier cosa contigo, ¿no lo sabes? …
—¡Maldito carajo! … ¿El sexo oral con una mujer es engañar, con un hombre no lo es? …
—Pues no es lo mismo, querido … Y lo sabes … ¡Maldición! … ¿Por qué no lo puedes entender? … Si yo no creo estar engañándote, simplemente no lo estoy haciendo … Y tú deberías pensar lo mismo que yo … ¡Maldito idiota cabeza dura! …
No lo podía creer que ella pudiera pensar de ese modo tan errado. Agarré el teléfono y marqué un número, esperé la respuesta.
—¿Luisa? …
—¿Mamá? … —Respondió mi ex amada mujer, atemorizada.
—Carolina … Soy yo, Juan Alberto …
—¿Uh? … ¿Qué pasa? … ¿Por qué los escucho a ambos hablar por teléfono? … No le ha sucedido nada de malo a la pequeña Giovanna, ¿verdad? … ¿Qué está sucediendo? …
Podía sentir el miedo en su voz. Solo esperaba poder sacarle las palabras apropiadas, pero la maldita mujer era una parlanchina y no paraba de hacer preguntas. Ella es mi suegra, no me soporta, nunca me ha querido mucho y estaba asumiendo un gran riesgo interpelándola.
—No tienes nada de que preocuparte, Giovanna está bien … Luisa y yo queremos que nos ayudes a resolver una diferencia de opinión contestando una simple pregunta …
—Sabes que haría lo que sea por mi hija, adelante, pregunta …
—¿Qué es engañar en un matrimonio? …
—¿Por qué? … ¿Qué está pasando? … ¡Bastardo, desgraciado … Has engañado a mi hija! …
—No … No, Carolina … Te lo juro, no he hecho nada de eso … Estamos teniendo un problema y no hemos podido llegar a un acuerdo … Por favor, quiero que respondas … ¿Cuándo se considera que se ha engañado a la pareja?
Hubo un largo silencio y dijo.
—Los tiempos han cambiado, Juan Alberto … Las cosas no son como eran cuando yo era niña … Coquetear y flirtear ahora es común … En mis tiempos la mitad de lo que haces ahora era engañar … No teníamos correos, ni WhatsApp, ni nada de eso … Nada de ese coqueteo en línea, ¿entiendes? … Ahora es diferente …
—Entonces, ¿el sexo está permitido? …
—¡Qué! … ¿Qué has hecho? …
—Nada … Repito … No he hecho nada … Nunca he cometido engaño, ni nada parecido … Pero quiero asegurarme de que estemos en sintonía … Necesito tu opinión …
—El sexo no está permitido … Y no vayas a intentar convencerme de lo contrario … Y tu Luisa, no permitas que este bastardo te engañe … Tienes que mantenerte firme … Si no lo haces, jamás te respetará …
—Mamá … Fue solo una mamada … No es una gran cosa, ¿verdad? …
—¡¡¡Juan Alberto, maldito hijo de perra!!! … Espera a que mi marido se entere de lo que ha hecho con nuestra niña … ¡Saca tu culo de esa casa! … Eres un pésimo padre, un horrendo marido y un bastardo infiel … ¡Por ningún motivo quiero que vuelvas a tocar a mi niña! … ¿Me oíste? … ¿Solo una mamada? … ¡Como si alguien fuera a soportar esa mierda! … Siempre supe que eras un depravado … Tu buen trabajo con todas esas chicas lindas, ¿Quién te hizo la mamada? ¿Esa secretaria tuya de tetas grandes? … ¿Fue ella, Luisa? …
Gruesas lágrimas cayeron de los ojos de mi esposa.
—No, mamá … Él nunca me haría eso … Nunca me ha engañado, mamá … Solo teníamos una diferencia de opinión y queríamos saber lo que es correcto o inapropiado en el matrimonio …
—¡Luisa, no me mientas! … ¡No trates de encubrir a este hijo de puta! … Tu no te mereces esto … No dejes que te convenza del contrario … Apuesto a que trató de justificarse por tu embarazo … Porque ganaste algunos kilos demás … Los hombres son unos imbéciles …
Continuó a insultarme y lanzar maldiciones en mi contra.
—¡Maldito seas, Juan Alberto! … ¿Acaso fue por la bebita? … ¿Es esa tu miserable excusa? … Eres nada más que un sucio bastardo depravado, Juan Alberto … Las mujeres después de un parto necesitamos estar en cuarentena … No podemos tener relaciones sexuales de inmediato … No tienes ni siquiera idea lo que es un parto … Tenemos que sanar y sé que después no se siente lo mismo … Estamos con la vagina más suelta … Eso es parte de ser familia, de ser padres, cosa evidentemente que a ti no te importa, ¿eh? … ¡Lo has tomado como excusa para meter tu pequeño pene en la boca de alguna zorra!, ¿eh? …
Esta última alusión me hizo sonreír. ¡Carajo! ¡Esta mujer estaba muy nerviosa y enojada conmigo!
—Carolina … Yo no he hecho nada … Te lo juro … Es solo que tenemos que resolver esto por nuestra cuenta … Nada más que eso …
—¿Es verdad eso, Luisa? …
—Sí, mamá, es verdad … Él no hizo nada …
Se hizo un prolongado silencio del otro lado. Luego la escuché jadear.
—¡Oh, no! … Entonces fuiste tú, ¿verdad? … ¡Dime que no fuiste tú, cariño! … De seguro fue un accidente … Algo fortuito … Un delirio temporal … Un error … Juan Alberto, sabes que ella te ama … Ella nunca te engañaría … De seguro se trata de un malentendido … Piensa en la bebé, Juan Alberto … Tienes que perdonarla …
—Ella te llamará más tarde, Carolina … Perdona por molestarte …
—No, Juan Alberto … Espera, hijo … No cuelgues … Por favor, ella te ama … Todos te amamos … Eres un buen hombre … Eres lo mejor para mi hija … Cariño, dile que lo amas …
—Sí, mamá … Lo amo … Siempre lo he amado … Lo amo con toda mi alma …
—¿Oíste, Juan Alberto? … ¿Ves? … Ella te ama … No hagas nada estúpido … Nada de lo que después te arrepientas, ¿vale? … De seguro que todo se resolverá para bien de todos …
—Está bien, Carolina … Ella te llamará más tarde … Gracias por tu ayuda …
Colgué antes de seguir escuchando su parloteo interminable. Si era yo el engañador, entonces era un hijo de puta infiel y pésimo padre y marido. En cambio, su hija necesitaba ser comprendida y perdonada. Ciertamente debería habérmelo esperado, no podía haber sido diferente. Pensé que ahí se había terminado todo, pero no fue así. Luisa me quitó el teléfono de la mano y comenzó a pulsar números rápidamente. Segundos después contestaron del otro lado.
—¡Hola, niña! … ¿Cómo estuvo esa fiesta? … ¿Lo pasaron bien? …
Luisa me miró fijamente y preguntó.
—Las mamadas no constituyen un engaño, ¿verdad? …
—Por supuesto que no … Todo el mundo lo sabe, hermanita …
—¡Hola, Jenny! … Soy Juan Alberto … ¿Quieres poner a tu marido al teléfono? … Estoy seguro de que le encantaría saber tu opinión sobre las mamadas …
Le dije a mi querida cuñada. Inmediatamente colgó. Luisa me miró confundida.
—Debe haberse caído la línea …
Dijo y presionó el pulsante para volver a llamar. El teléfono sonó un par de veces y se desconectó. Volvió a llamar y sonó ocupado.
—¿Qué le habrá sucedido? …
Dijo un poco nerviosa, ella volvió a marcar y seguía ocupado. Se acomodó en el sofá luciendo bastante satisfecha y exclamó.
—De todos modos, no importa … La escuchaste, ¿no? … Las mamadas no cuentan …
—¿Y tu crees que su marido piensa lo mismo? …
Su mirada se perdió en el infinito, parecía que estaba reflexionando, luego dijo.
—Escucha, cariño … No debería ser algo tan importante … Se trata solo de un malentendido … Nunca pensé que se tratara de un engaño, pero evidentemente tú si que lo piensas … ¿Qué te puedo decir? … Lo siento … No volverá a suceder …
—Luisa, déjame hacerte una sencilla pregunta … ¿Le habrías hecho una mamada delante de mí? … O ¿delante de Angelica, su esposa? …
Honestamente creo que, en parte, su problema es que no piensa las cosas antes de decirlas. Solo salen palabras de su boca sin ningún filtro. No piensa antes de hablar, solo dispara cualquier disparate de su boca.
—¡Por supuesto que no! … ¡Hubiera sido vergonzoso! … —Dijo rápidamente.
—¡Ugh! … Quiero que pienses mejor, cariño … Pero no digas nada todavía … Tomate un momento para reflexionar … Nunca deberías hacer algo con otro hombre que no harías delante de mí … ¡No hables! … ¡Piensa en eso! … ¡Reflexiona! … Si no lo haces delante de mí, sería un engaño, ¿entiendes? … ¡Piénsalo! …
Por una vez, ella hizo lo que le pedí. Se quedó muy tranquila, concentrada a analizar lo que le había dicho. No quise presionarla, debía resolverlo por sí misma. Finalmente asintió y dijo.
—¡Oh! … Creo que lo entendí … Está bien … No pensé que te gustaría eso, pero si es eso lo que quieres, la próxima vez lo haré frente a ti … No es gran cosa, ¿sabes? … Tal vez sea mucho mejor, así no me molestaran pidiéndome otras cosas … Si quieres verlo, creo que estaría bien …
—¡¡¡Maldita sea, Luisa!!! … ¿¿¿La próxima vez??? …
Me levanté y salí antes de hacer algo imprudente, ella me siguió gritando detrás de mí.
—¡Juan Alberto, no te vayas! … ¡Necesitamos superar esto! … ¡Quiero arreglar esto! …
Fue lo último que escuché antes que la puerta se cerrara silenciándola.


Fui a trabajar sin poder dejar de lado la escabrosa situación con mi mujer. Estaba repasando escenarios para obtener venganza de los imbéciles que usaron a mi ingenua esposa. Debía comportarme mesuradamente, teníamos muchos contratos con entes gubernamentales y no podía causar ningún escándalo, ni menos de índole sexual o violencia intrafamiliar. Tampoco podía permitirme de ir a la cárcel. Estuve horas con la cabeza enterrada en el trabajo, pero no me sentía para nada mejor. La situación era realmente complicada y embarazosa. Lo que más me dolía es que nada de lo que le dije, le hizo entender de que su comportamiento era del todo inaceptable. Me había engañado y no se daba cuenta de cuánto me había dañado.


¿Realmente ella pensaba que una mamada no era una gran cosa? Me convencí de que lamentablemente, sí. Ella estaba haciendo cosas horribles para nuestro matrimonio, pero no estaba tratando de lastimarme, o incluso que fuera descuidada con su familia. Honestamente, empezaba a creer que ella no entendía las ramificaciones de sus cochambrosas acciones y, qué muy probablemente fue su hermana que la convenció de que no estaba mal lo que ella estaba haciendo. Su pésima hermana la había en algún modo engañada y convencida.


Nuestra vida conyugal había sido excepcional. Ella era muy cariñosa, atenta y generosa con su afecto por mí. Siempre había sido físicamente muy demostrativa, una tigresa en la cama. Le encantaba el sexo oral, dar mucho más que recibir. Era verdad que ella cuando se lo proponía podía drenar todo el semen de mis bolas con interminables chupadas. Y podía chuparme la polla todas las veces que yo quería, hasta dos veces al día. Hasta el momento del embarazo.


Los primeros cuatro meses fueron emocionalmente increíbles, ella vivía colgada a mi polla día y noche, creí que atentaba contra mi vida. Quería follar a cada rato. Después el obstetra nos explicó que se produce un repentino aumento de hormonas en la mujer y eso le produce trastornos que pueden derivar en un exceso de actividad sexual, ciertamente yo no tenía ningún motivo para quejarme.


Los siguientes tres meses ella se fue calmando poco a poco y volvimos a una actividad sexual normal, pero los últimos dos meses ella se puso delicada y nos aconsejaron disminuir cualquier actividad sexual y ella debía mantenerse en cama para no arriesgar un aborto espontaneo. La cuidé lo mejor que pude, con mucha ayuda de su madre y su hermana.


Ciertamente me llamó la atención que su hermana Jenny hubiera pasado mucho tiempo con ella, antes y después del embarazo. Nunca había tenido problemas con Jenny. Ella era amigable, atractiva y parecía tener un matrimonio del todo normal y sólido. A ella le gustaba coquetear un poco, pero nada exagerado o inapropiado. Era simpática.



Después del parto no tuvimos ningún tipo de contacto sexual por un par de semanas, luego, a principios del mes siguiente, ella manifestó sus deseos de chuparme la polla y estuvo magnifico. A la sexta semana el médico dijo que podíamos tener relaciones sexuales, pero ella insistió en seguir chupándome la polla todos los días y no me dejaba meterme entre sus piernas.


Ya habían pasado varios meses sin sexo regular, solo mamadas, hasta que al fin ella me dejó meter mi chupeteado pene en su hendedura divina. Debo confesar que no se sentía igual como antes, su coño ya no estaba apretadito, pero no me quejé y la amé como siempre la había amado. A menudo podía darle hasta doble ración, pero lo único que no le gastaba era chuparme después de haberme corrido en su panocha. Ciertamente para mí eso no era ningún problema.


No fue hasta cuando volvió a tener su periodo que me di cuenta de que habíamos disminuido drásticamente el sexo oral. Creo que debo culparme por eso, porque tan pronto como mi polla estaba dura, mi único gran deseos era abrirle sus fabulosas y bien torneadas piernas y follarla con todas mis energías. También me di cuenta de que ella no disfrutaba tanto como cuando me hacía sexo oral. Su mayor pasión era chuparme la polla, le encantaba cuando llenaba su boca con mi tibio semen; ella jugaba con eso, lo movía dentro de su boca, lo pasaba por debajo y encima de su lengua; lo probaba y lo degustaba de a poco, hasta cuando levantaba un poco su barbilla y lo tragaba. Tal vez no le estaba dando lo que ella necesitaba, pero nunca había dicho nada. Creo que en cierto modo la decepcioné. Hubiera deseado tener una mejor comunicación con ella.


No quería regresar a casa. No quería enfrentarla y volver a sus discusiones tontas. No podía soportar ver su boca traicionera donde habían caído al menos cinco descargas que no habían provenido de mi pene. En casi un mes yo no le había dado nada. De dos veces al día a nada; sí, creo que la había descuidado.


Luis, Joel y Andrés. Malditos hijos de puta. Puede que ella fuera un poco boba, ingenua y confundida, pero esos imbéciles se aprovecharon de ella y debían haberlo sabido. Todos ellos estaban casados. Todos ellos eran unos traidores. Todos ellos habían engañado a sus propias esposas. Habían metido sus pollas en la boca de mi necesitada esposa. Tenían que pagar. Sí, tenía que haber una “vendetta”.


Me fui a un pequeño restaurant italiano del boulevard y mientras esperaba mi comida, encendí mi celular y revisé mis mensajes. Había más de una docena de mensajes. Empecé a escucharlos y de nuevo me enoje pensando a toda la situación. Comencé a borrarlos. Mi buzón de voz estaba lleno, seis de ellos eran de Luisa, no quise escuchar ninguno de ellos y los borré, no tenía intención de escuchar su voz de traidora chupapollas. Había uno de mi madre, dos de la madre de Luisa y dos más de Angelica, la esposa de Luis. ¡Ugh! ¡Qué desastre mi vida!


Había estado usando mucho la palabra divorcio. Estaba furioso con Luisa, pero que la amaba tantísimo era innegable, más de lo que nunca había imaginado. Quería cerrar los ojos y que las cosas volvieran a ser como eran antes. Resolví que incluso si no me divorciaba de ella, debíamos alejarnos de esa tropa de traidores que se aprovecharon de su ingenuidad. De ninguna manera podría volver a cruzar mi vista con alguno de estos chaqueteros y desleales rufianes. Esto no iba a volver a ser como antes.


Mientras comía decidí enviarle un mensaje de texto a mi esposa. No estaba listo para hablar con ella, pero tampoco quería hacerla sufrir demasiado. Esto debía ser controlado de algún modo. Le hice saber que había estado en el trabajo tratando de olvidar lo que ella había hecho a nuestro matrimonio y que iba quedarme a comer afuera.


Antes de cinco minutos, mientras sorbía mi café, recibí la respuesta de Luisa. “Por favor, regresa pronto, te estoy esperando. Vuelve a casa amor mío. Siento que haya pasado esto. Te amo” En cierto modo yo sabía que ella me amaba de verdad. No creí que se hubiera desenamorado de mí o que me hubiera faltado el respeto en forma intencional. Pero ella era tan jodidamente estúpida. “Las mamadas no importan”, me dijo una y otra vez. Por más que lo intenté, ella se mantuvo firme en su argumento. No me explico hasta ahora como es que ella no comprende la gravedad de sus actos. Cavilé largo rato sobre este asunto. Tal vez sí lo entendió, pero no dio su brazo a torcer y se mantuvo firme en su argumentación para no tener que asumir la responsabilidad de sus cochambrosas acciones.


Me encanta Santiago de noche. Cuanto más tarde mejor. Cuando ya no hay un trafico denso y se pueden apreciar las luces de los parques, de los edificios gubernamentales. Me di una vuelta por la Plaza de Armas. Mucho cemento y pocos árboles. Estaba el monumento a Pedro de Valdivia, el fundador de la ciudad capital. Estacioné en un estacionamiento cercano y subí a tomar un par de cervezas. No quería volver a casa todavía. Trataba de evitar lo inevitable. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a ser de nosotros? ¿Cómo podríamos superar todo esto? ¿Tenía las fuerzas necesarias para dejar pasar todo esto? O sería mejor darle un corte y basta, cada uno por su lado. ¿Podría volver a mirar a mi esposa del mismo modo?


Giovanna de solo tres meses era la victima real de toda este drama griego. Ella no tenía la culpa de nada. Solo de tener una madre adicta a chupar pollas. Me recuerdo sosteniéndola por primera vez en mis brazos, con mi exhausta esposa sonriente recostada en su cama de hospital, rodeada por la obstetra, las enfermeras, su madre y su hermana. Sus diminutos deditos. Diez de ellos. Cada uno una obra maestra de la naturaleza. Aferrando mi grueso dedo, reconociéndome como su padre. Su carita roja y todavía con algunos manchones de fluidos y sangre, intentando abrir sus ojitos para mirarme con su rostro ceñudo. Mi hija. Nuestra hija. ¡Oh, Jesús! Como me encantaba sentirla entre mis brazos. Tarde esa noche, después de haber sido amamantada por su madre, se instaló entre mis brazos. Le canturreé una canción con mi desentonada voz y ella me miraba en adoración con sus ojitos tiernos que enternecían mi entero corazón. Su fragancia de bebita. Sintiendo su peso ligero que cansaba lentamente mi brazo hasta cambiarla al otro brazo. El sentimiento instantáneo de perdida cuando se la pasé a otra persona. Ella era mía. Bueno, un poquito de mí y un poquito de su madre. Me parecía impensable perder todo eso.


Debía encontrar una manera de arreglar las cosas con Luisa. Que entienda que me hizo daño y que se dé cuenta de que me engañó, aunque si no quiere reconocerlo. Pero su acción definitivamente no estaba nada de bien. No sé si finalmente tendríamos que mudarnos, pero si eso fuera necesario, estaba dispuesto a hacerlo.


Me senté a la barra en mi taburete y me bebí dos cervezas heladas. Sentí lastima de mí mismo tratando de evitar de pensar a lo que había hecho mi mujer. Pagué la cuenta y volví a mi auto, luego sin siquiera pensarlo me dirigí a la Plaza de Armas a contemplar las meretrices que se paseaban por la plaza.


Me detuvo un semáforo en rojo en una de las esquinas. Me llamó la atención un golpeteo repentino en mi ventana, vi a una jovencita delgada que me miraba con la esperanza de ganar algunos pesos. Hasta el día de hoy no sé por qué bajé la ventanilla.
—¿Buscas divertirte un rato? …
Me preguntó con una sonrisa un poco boba mientras se inclinaba y me hacía ver sus pequeños senos de adolescente.
—¿No eres muy joven para andar haciendo esto? … —Pregunté espontáneamente.
Noté su nerviosismo y su rostro se sonrojó. Me asombré, ¿una prostituta sonrojada?
—¡Soy legal! … Te prometo que puedo hacerte divertir mucho …
Luego me miró con suspicacia y preguntó.
—No eres policía, ¿verdad? …
Me dio risa su recelo repentino.
—¿Conoces a algún policía que gire en un Porsche? … No soy un policía … ¿Y tú lo eres? …
Ahora fue el turno de ella a sonreír. En tanto en mi cabeza comenzó a germinar una cierta idea. Ella negó con su cabeza y preguntó a su vez.
—¿Me dejas subir? …
Esto parecía surreal. ¿Qué iba a hacer yo con una prostituta? ¿No sería peligroso? La escuché decir.
—No puedo permitir que me arresten y necesito hacer algo de dinero …
Creí notarla un poco compungida y tal vez sus ojos lagrimearon lucientes. Afuera hacía frío, podía ver los vellitos de sus delgados brazos erizados por la baja temperatura ambiente y ella estaba mal vestida y con escasa ropa, su corta faldita hacia ver sus glúteos y la blusa abierta seguramente no le proporcionaba ningún abrigo, sus pequeñas tetas se veían de una dureza increíble. Lucía miserable y la vi tiritar de frío. No la encontré atractiva, mi esposa era por mucho, más bella que esta muchachita. No me excitó, pero me rompió el corazón. ¿Por qué una niña tan joven como esta se ve en la obligación de vender su cuerpo?


Presioné el botón de desbloqueo y vi su larga y delgada pierna deslizarse dentro del auto. Sus pies calzaban unos enormes tacones de plástico brillante, cuando se sentó pude ver sus diminutas bragas rosadas, ella tironeó inútilmente su faldita para cubrirse en forma recatada, enseguida cerró la puerta y subió la ventanilla. Sin perdida de tiempo me interpeló.
—¿En el coche? … ¿O tienes algún lugar donde ir? …
—¿Y no tienes tú algún lugar donde llevar a tus clientes? …
Negó prontamente con la cabeza y añadió.
—Trabajo independiente … No necesito de ningún cafiche de mierda que me quite el dinero y me diga que hacer …
—¿Llevas mucho tiempo haciendo esto? …
Pregunté sintiéndome un poco incomodo por lo joven de la chica. Ella me sonrió y me dijo.
—¡Ah! … Eres un hablador, ¿eh? … Si solo quieres conversar me debes veinte mil pesos … El tiempo es dinero, ¿sabes? …
Me detuve en la calle poco iluminada, poco antes del cuartel policial.
—¡Oh!, pierde cuidado … No te enviaré a casa arruinada … Te lo prometo …
Miró hacia adelante y vio el carro policial que salía de la estación de policía con sus balizas encendidas y nerviosamente me dijo.
—En ningún momento te he ofrecido sexo por dinero …
—¡Tranquila! … No soy policía … ¿Cuántos años tienes? …
Quise saber, porque ¡maldita sea!, no me parecía mayor de dieciséis. Giré po la calle siguiente y el carro policial se perdió de vista. Me sorprendió colocando su licencia de conducir ante mis ojos.
—Tengo dieciocho desde hace un mes … ¿satisfecho? …
Parecía enfadada, antes de que pudiera verla ella guardo su licencia y me dijo.
—Pensé que a ustedes los viejos les gustaban las chicas jóvenes … Por veinte mil más, puedo fingir de tener trece años para ti …
¿Yo viejo? Pero si recién tengo treinta, sonreí y le pregunté sin pensarlo.
—¿Cuánto por una mamada? …
—Una rapidita, treinta mil … Ahora si quieres que te deje con los dedos crispados, llévame donde tú quieras y te haré una por cincuenta mil …
Casi me da risa, pero no hubiera sido apropiado.
—Dudo que me hagas crispar los dedos … Mi esposa hace las mejores mamadas del continente austral …
—Y entonces, ¿por qué me necesitas a mí? …
Dijo extendiendo la mano hacia la consola y subió la calefacción, me miró rápidamente, como para cerciorarse de que no me disgustaba. Dirigí los respiraderos hacia ella. A ella pareció no importarle de que estuviera conduciendo hacia la zona oriente, alejándonos de la ciudad.
—Mi adorable y queridísima esposa, piensa que las mamadas no son sexo … Y que está bien si se las hace a otras personas diferente de su marido …
Me miró atenta y sonriéndome, me dijo.
—Entonces creo que es tu día afortunado … Puedo hacerte el mejor “no-sexo” de tu vida por un precio oferta de doscientos mil pesos … Por toda la noche lógicamente, te dejaré seco …
¡Demonios! Me encantó. Ella era divertida y sabía negociar. Es bastante excitante si superas esa guarra mirada de niña pequeña.
—Creí que habías dicho cincuenta mil … Pasaste de veinte a cincuenta y ahora doscientos mil …
Hizo pucheritos y dijo.
—Una escort te costaría tres o cuatro veces más y no sería ni la mitad de buena … Eso te lo puedo prometer …
El dinero me importaba un bledo. Luisa gastaba doscientos solo en la peluquería y nunca me quejé, podíamos permitírnoslo y verla hermosa, valía cada peso gastado. Mi ramera personal estaba todavía mirándome y escuché que su estómago hacía ruidos. Por un momento pareció avergonzada y tímida.
—¿Tienes hambre? … —Pregunté.
—No te preocupes, estoy bien … Entonces, ¿ciento cincuenta por toda la noche? … ¿Te va así? …
Extendió su mano y frotó mi muslo, tal vez trataba de ser sexy, pero me pareció algo forzado. Puse mi mano sobre la de ella y presioné un poco diciéndole.
—Nunca bajes tu precio, querida … Estabas negociando bien … Creo que doscientos me parece un precio justo … Si todo resulta, sería el dinero mejor gastado de mi vida …
—Lo hubiera hecho hasta por cien … Si todo resulta como tu quieres me pagas lo que estimes justo … Si no es así, me llevas de regreso donde me recogiste y no me pagas nada …
La idea que había estado rondando mi cabeza comenzaba a tomar forma. Le iba a dar una lección a mi amada esposa chupapollas. Saqué mi billetera y conté diez billetes de veinte mil pesos y se los pasé.
—No te importa si hacemos algo un poco fuera de lo común, ¿verdad? …
Me miró sospechosa y respondió.
—No me gusta sentir dolor … Nada de BDSM … Sí quieres anal, te costará otros cincuenta mil … No quiero ser golpeada ni ser atada … Y nada de grupos …
—¡Oh!, nada de eso … Te lo prometo … Solo mamadas … Pero hay algo más que eso …
Me tomé un tiempo a explicarle toda mi situación con mi esposa y lo que pensaba hacer para darle una lección. Al principio me miro confundida, pero luego comenzó a sonreír.
—¿Cómo te llamas? … —Me preguntó abruptamente.
—Llámame Juan Alberto …
—¿En serio? …
Fue mi turno de sacar mi cedula de identidad y demostrarle que no bromeaba.
—Esta es una noche muy extraña, Juan Alberto …
—¿Y me lo dices a mí? … Salí esta mañana a trabajar y olvidarme de toda la mierda con mi mujer … Quería solo trabajar … Luego fui a cenar solo … Y ahora estoy en mi auto con una linda putita callejera a punto de dejarme con los dedos crispados … Nunca pensé que mi jornada terminaría así …
—Pareces un buen tipo, Juan Alberto … Es dulce que todavía quieras arreglar las cosas con tu esposa … ¿Cómo es que no la echas a la calle? …
—¿Cómo te llamas? … —Pregunté.
—Mónica, si quieres puedes llamarme Ágata, pero ya viste mi licencia.
—Mónica, está bien … Amo a mi esposa … Tenemos una hija de tres meses y la amo más que a mi vida misma … No quiero perder todo eso …
—Ella es una mujer afortunada … Creo que ha sido bastante estúpida, si no te importa que lo diga … Eres un hombre guapo … Con un excelente trabajo … Económicamente bien establecido … Y por lo demás … Amable, generoso y enamorado … ¡Carajo!, ella no te merece …
Salimos de la autopista y conduje el tramo final hacia casa.
—Entonces, ¿estás de acuerdo con mi plan? …
—Por supuesto, hare todo tal como me lo has explicado … Me dijiste que ella era una gran chupapollas … Dime porque es buena …
—A ella le encanta hacerlo … Le gusta devorarme la polla … Le gusta que la rocíe por todas partes … Le gusta el sabor del semen … Solo que no sabía que era el semen de cualquiera …
—¿Cómo le gusta hacerlo? …
—No tiene una técnica particular … Ella no hace mucha garganta profunda ni nada de especial … Pero el todo es muy excitante … La forma en que me mira a mí y a mí polla … La forma en que se calienta … Ella puede jugar con su coño mientras me chupa la polla y correrse sin que yo la toque … Todos sus gestos me dicen cuanto le gusta … Las ganas de chupar mi polla … Tener mi semen en su boca y beberlo trago a trago con una sonrisa complaciente, cachonda y boba al mismo tiempo …
—Si le gusta mantenerlo en su boca … Entonces no te hace muchas chupadas sucesivas, ¿eh? …
—No … Una en la mañana … Otra a mediodía y una más en la noche … Por separadas y no me puedo quejar …
—Esta noche eso va a cambiar, Juan Alberto … Te lo voy a chupar tantas veces como sea posible, hasta que ya no se te levante más … Vas a quedar totalmente seco …
Ella miró mi entrepierna y sonrió.
—Después de todo eres un hombre, Juan Alberto … Al parecer te gusta la idea, ¿no? … Creo percibir que al menos a una parte de ti parece gustarle …
Dijo estirando su mano y frotando mi incipiente erección por sobre mis pantalones, apretó mi pene con la palma de su mano y dijo.
—¡Uhm! … Parece gordito y grande … Creo que me gustará trabajar en eso …
Entré en el vial de ingreso a casa, miré el reloj del tablero que indicaba la una y media de la madrugada, las luces de casa estaban todas encendidas.
—Esto va a ponerse un poco extraño e incómodo … ¿Todavía estas segura de poder hacerlo? …
—Juan Alberto, si no necesitara tanto el dinero, lo haría gratis … Me fascina lo que vamos a hacer … Espero tanto que funcione …
Saqué la llave para abrir la puerta, pero la puerta no estaba con llave. La abrí y Luisa corrió a mi brazos, abrazándome y llorando.
—¡Sssshhhh! … ¡Tranquila! … —Susurré acariciando sus cabellos.
—¡Oh, Dios! … Juan Alberto, creí que me habías dejado … Te amo mucho … Perdóname y dejemos pasar todo esto … Te lo ruego …
Le quité los brazos, le di un pequeño beso en la frente y entré por la puerta. Mónica me siguió un par de pasos atrás. Luisa abrió sus ojos a desmesura y la miró de arriba abajo, su sorpresa era evidente.
—¡Qué! … ¿Quién es esta? …
Chilló, mirándome a mí y mirando a la chica, Mónica dio un paso adelante y abrazó con sus delgados brazos a mi atónita esposa.
—¡Hola, Luisa! … Eres mucho más bonita de lo que me dijo tu marido … Muchas gracias por recibirme en tu casa …
A continuación, se separó de ella y dio una mirada en todo su alrededor y agregó.
—¡Qué bonito! … ¿Hiciste todo tu o contrataste a un decorador? …
Luisa estaba estupefacta escuchando a la joven y delgada prostituta callejera y respondió.
—Yo … Yo, lo hice yo misma …
—¡Guau! … Realmente tienes talento … Podrías hacer esto para ganarte la vida si es que pierdes a tu marido …
Mónica se paseaba a sus anchas tocando los muebles, mirando las cortinas y las paredes. Se detuvo frente a la chimenea y miró el cuadro sobre esa.
—¿Es original? …
—Por supuesto, es de Alfredo Jaar … —Dijo Luisa ostentosa.
—Se lo regalé a mi esposa en nuestro segundo aniversario … Está avaluado en varios millones ... Ella misma lo eligió …
Dije para complementar la respuesta de mi esposa. Me asombré por la forma en que Mónica actuaba su rol. No le había pedido que lo hiciera, pero me encantaba como lo hacía.
—Debes amarla mucho para hacerle un regalo tan costoso … Pero al parecer no te merece … Eres un tipo demasiado bueno para ella … ¡Ay, querida! … ¿Puedes mostrarme por favor donde está el baño? …
Luisa le mostró el final del pasillo. Mónica se volvió a acercar a ella, le dio otro abrazo y un beso en la mejilla.
—¡Uhm, querida! … Nos vamos a divertir mucho … Gracias …
¡Santo cielo! Estaba tan sorprendido como mi confundida esposa. Mónica se estaba ganando cada peso y más. Definitivamente le iba a dar un extra por su actuación. Luisa me siguió cuando me encaminé hacia la cocina, saqué un plato grande y comencé a llenarlo de bocadillos. Nada pomposo, pero no quería que la barriga de Mónica volviera a hacerse sentir. Luisa se paró a mi lado y me espetó.
—¿Qué pasa, Juan Alberto? … ¿Te desapareces todo el día y vuelves con una ramera a mi casa? …
La ignoré. Completé los bocadillos con algunos dulces y saqué una botella de nuestro mejor vino, mi nueva y pequeña chupapollas se lo estaba ganando.
—¡Respóndeme, Juan Alberto! … ¡Estoy hablando contigo! … ¿Qué crees que estás haciendo? …
—¡Uhm! … Yo … Bueno … Preparo una pequeña bandeja de bocadillos para nuestra estimada invitada … Debo ser un buen dueño de casa y no hacerle alguna descortesía …
—Ella no es nuestra invitada y no la quiero en casa …
Ella se había acercado a mi y me hablaba en voz baja, pero bastante alterada.
—Mi casa, amor … Y ella la encuentra encantadora …
—Parece una perdida vagabunda …
—¡Oh! … No exageres, querida … No seas despectiva y trata de ser educada …
Le dije pasándole tres vasos y llevando la bandeja de bocadillos y la botella de vino a la sala de estar.
—¡Maldita sea, Juan Alberto! … ¡Habla y dime que está pasando! …
—Relájate, Luisa … Todo a su debido tiempo … Por ahora sirve el vino a la señorita y a nosotros …
Luisa comenzó a llenar los vasos cuando Mónica volvió del baño. Me sorprendió aún más. Se había lavado la cara, había cepillado sus cabellos y se había quitado el maquillaje de puta. Había alisado su ropa y abrochado todos los botones que revelaban sus intimidades. Parecía más joven que antes.
—Espero que no te importe que haya merodeado un poco por los alrededores … La casa es preciosa … La guardería es adorable … Cuantos años tiene la bebita …
Dijo dirigiéndose a mi esposa, luego se sentó a mi lado, plegó sus rodillas bajo su trasero y se acurrucó a mí, mientras Luisa estaba todavía de pie, mirándola con ojos asesinos y tratando de comprender que hacía ella en nuestra casa.
—Giovanna … Se llama Giovanna, tiene solo tres meses y está en casa de su abuela paterna …
—¡Hmm! … Excelente vino … ¿Carmenere? …
—Sí, es un Pewen de Apalta, ganador de muchos premios … Apto para bocadillos y carnes …
Le dije. Supongo que Luisa se sintió rara parada allí mirándonos beber y comer bocadillos. Finalmente, tomó su vaso y se sentó en una silla, apoyándose a la mesa. Mónica se sirvió otro canapé y se deslizó a mi lado, colocando su mano sobre mi hombro y acariciándome con su cuerpo casualmente.
—Apostaría que fuiste tú a elegir este vino, Juan Alberto … Me parece perfecto para un hombre fuerte y audaz, como tú …
—Sí, es mi favorito …
—Pero no el de Luisa … A ella la veo degustando un Pinot Noir … Junto a comida vegetariana y pastas con salsa … No creo que te gusten los blancos … ¿No es verdad, Luisa? …
—¡Eh!, sí … No me gustan ni los blancos ni los rosados … Y los cabernet los encuentro un poco fuerte para mi gusto …
Mónica abrió la boca sonriendo y yo le enfilé un panecillo.
—¡Uuuhh! … ¿Estás tratando de engordarme? …
Mientras masticaba apoyada a mí, ella se dirigió a Luisa.
—¡Que rico! … Tienes una casa preciosa … Una decoración esplendida … Un vino excelente … Creo que también tienes muy buen gusto con los hombres, ¿no? …
—Sí y estamos felizmente casados, ¿sabes? … —Dijo Luisa en forma altanera.
—Algo así me dijo, Juan Alberto … Tienes mucha suerte, créeme … No haría nada para interponerme en tu felicidad … Parece que tienes la vida perfecta … No soy del tipo de persona que pudiera destruir un matrimonio solo por un capricho … Tienes algo muy valioso, Luisa …
—¿Y qué tipo de persona eres entonces? …
—Muy buena pregunta … Creo que tu ya sabes qué tipo de persona soy …
Dijo Mónica sonriendo ampliamente.
—Juan Alberto no tiene porque pagar por sexo … Él obtiene todo de mí, y es muchísimo mejor que cualquier cosa que puedas ofrecerle tú, pequeña puta …
Le dijo acalorada levantando su puño contra Mónica; esta le sonrió y le replicó.
—Querida, Luisa … Nunca se me ocurriría tener sexo con un hombre felizmente casado … Por ningún dinero ni motivo haría eso … Especialmente no aquí en tu casa … Sería una falta de respeto hacia ti …
Inmediatamente sus acciones desmintieron sus palabras porque se inclinó hacia mí y frotó su mano en mi pecho y me dio un beso en mi hombro. La rodeé con mi brazo, dejando que mi mano se deslizara por su cintura, sintiendo la suave textura de su piel expuesta. En ese momento sonó el teléfono en forma estridente, Luisa me miró. ¡Las dos de la madrugada! ¿Quién carajo estaría llamando a esta hora? Solo alguno de nuestros conocidos, imaginé. Me encogí de hombros y Luisa se levantó a contestar.


Mónica en tanto agarró otro bocadillo y se lo metió a la boca, luego comenzó soltando mi cinturón e inició a bajar la cremallera de los pantalones. Maravillado le pregunté.
—¿Quién diablos eres tú? …
—Solo una putita de doscientos mil pesos …
Lo dijo con un dejo de comicidad y tristeza. La ayudé levantando mis glúteos y le permití bajarme los pantalones hasta los tobillos. Escuché que mi esposa estaba al teléfono.
—Sí, mamá … Volvió a casa hace una media hora … No, no estaba borracho, pero si había bebido un poco …
En tanto, Mónica había tirado mi polla fuera y me la estaba acariciando, exclamó.
—¡Maldita sea, Juan Alberto! … ¡Ella es una completa estúpida! … ¿Cómo pudo engañarte? … Esto merece algo mejor …
Dijo. No respondí nada, solo un gemido cuando su boca descendió sobre mi polla. En ese momento resonaron los pasos de Luisa volviendo a la sala de estar. Gritó a todo pulmón.
¡¡¡Oh, Dios mío!!!
Viendo mi entera polla en la boca de Mónica. Arrojó con violencia el teléfono contra nosotros, pero su puntería seguía siendo pésima, paso por sobre nosotros y se estrelló contra la pared. La tapa salto de un lado y las baterías del otro.
—¿¿¿Qué carajo creen que están haciendo??? … —Soltó con los ojos enfurecidos.
—Nada … No estamos teniendo sexo … Es una cosa de nada … No tiene importancia … ¿verdad?, Mónica … Es solo una mamada …
—Pero ¿cómo? … ¿Cómo pudiste? …
Dijo sollozando, parada a menos de un metro de nosotros. Acaricié el cabello de Mónica que hacía sonar su lengua barriendo mi glande y luego tomaba un rítmico movimiento hacia arriba y hacia abajo tragándose toda mi polla.
—Eso es lo que deberías responderte tú misma … La respuesta está en ti … Ahora cállate … Hace un buen rato que no tenía una excelente mamada como esta y la estoy disfrutando …
Luisa salió corriendo de la habitación llorando a gritos, escuché que cerraba la puerta del dormitorio. Mónica interrumpió y levantando su cabeza me preguntó.
—¿Deveras lo estás disfrutando? …
—¡Jesús, Mónica! … ¡Eres genial! … ¡Me encanta! …
—¿Todo salió cómo lo esperabas? …
—Mil porciento mejor … Mucho mejor de lo que esperaba y todo gracias a ti …
—Déjame terminar con esto y luego podremos comenzar todo de nuevo, ¿vale? …
No había tenido relaciones sexuales hacía ya mucho tiempo y ni menos una mamada tan maravillosa como la que me estaba dando Mónica. Ella parecía disfrutarlo tanto como Luisa y estaba orgullosa de su habilidad. Además, ella estaba haciendo con su boca y su lengua, cosas que yo nunca había imaginado. No pude evitar de preguntarme, ¿Dónde una muchachita tan joven como Mónica, había aprendido esas fabulosas habilidades?



Acaricie su esbelto y grácil cuerpo mientras su cabeza subía y bajaba sobre mi polla en forma cálida, húmeda y juguetona. Su lengua tenía vida. Su pequeña mano magreaba mi pene magistralmente, se alejaba y se acercaba tragándose profundamente toda mi polla y su respingona nariz se aplastaba contra mi vientre. No pasaron muchos minutos y comencé a advertirla que estaba al ápice del placer e iba a terminar. No recuerdo la última vez en que me sentí listo a disparar así de rápido. Ella me lamió la cabezota y me dijo.
—No tienes nada que advertirme, Juan Alberto … El paquete de lujo viene con todos los derechos … Incluso el de correrte en mi boca y, usar mi trasero si eso es lo que quieres … Tanto eso tampoco es tener sexo, ¿no? …
Mónica jugueteó con su lengua lamiendo mi glande, metiendo la punta de su lengua en el orificio de mi polla y chupando la corona hinchada y lustrosa.


Al instante gemí y ella hizo justo en tiempo para atrapar mi primer chorro denso de semen cálido. Ella tomó mi polla con valentía y me succionó fervorosamente cada ráfaga de esperma. Luego con su boca completamente llena, se sentó a horcajadas sobre mis piernas, para mostrarme orgullosa mi lefa nacarada debajo de su lengua. Cerró la boca, pero no la escuché tragar. Se apoyó contra de mí y la sostuve acariciando su espalda, luego la escuché ronronear a mí oído.
—¡Hmmmmm! … A mí también me encanta la textura y el sabor … El tuyo me gusta mucho más … ¿Vas a seguir dándome tu exquisita lechita durante la noche? …
—¡Demonios, Mónica! … ¡Eso estuvo genial! … ¡Nunca había tenido una mejor! …
Se rio y se apegó a mí.
—Te lo dije … Soy la mejor …
—Bueno … Mi mujer ha sido igual de buena, pero de una manera diferente …
—¡Ah! … ¿Me siento desafiada! … La próxima vez te demostrare quien es la mejor … No te haré acabar hasta que me estés rogando …
Le creí. Sabía que ella era muy capaz de eso.


Se puso de pie lentamente, luego se sentó y terminó el último bocadillo, sorbetéando de su copa de vino. Levantó su copa en el aire hacia mí y dijo.
—¡Brindo por ti! … Has sido muy amable y lo aprecio muchísimo …
Me dio un veloz beso en la mejilla, cogió el plato y se dirigió a la cocina.



Me subí los pantalones y me acerqué a recuperar nuestro teléfono roto. Recogí la tapa y las baterías, coloque todo en su lugar y la pantalla se encendió, decía “Ocupado”. No quise escuchar quien estaba hablando. Me pregunté que le estaba contando y a quien. Agarré las copas vacías y me fui a la cocina. Mónica estaba con la mitad del cuerpo en refrigerador.
—¿Tienes hambre? …
—¡Uh! … No, solo un pequeño refrigerio para recuperar mis energías … Esta va a ser una noche muy larga …
Dijo mientras mordisqueaba un tuto de pollo. Agarré una servilleta de papel y limpié la comisura de sus labios.
—Prometo que te prepararé un desayuno frugal …
—Me gusta el tocino … —Dijo sonriendo.
—¿Y a quien no? … ¿Panqueques o tostadas? …
—Lo dejo a tu elección … Sé que no me decepcionarás …
Sacó un Tetrapak de leche y lleno su vaso de vino. Tomó un largo trago y le apareció un infantil bigote blanco en su labio superior. Se lo limpié con un dedo y lo lamí. Acerco su pequeño cuerpo y me preguntó.
—¿Y ahora qué? …
—Segundo acto …
La tomé de la mano y la lleve hacia mi dormitorio. La puerta astillada de mi dormitorio impedía que esta se cerrara correctamente. Llamé y entre con Mónica pisándome los talones. Luisa estaba casi desnuda sobre la cama, había conservado solo sus bragas, estaba hablando por teléfono. Levantó la vista y subito cubrió sus hermosos pechos desnudos.
—¡Ehm! … tengo que irme ahora … —Dijo y colgó. Luego se dirigió a mí.
—¿Ya terminaste de humillarme? …
Preguntó encuadrándome con sus ojos rojos e hinchados por el llanto, su tono era de mal humor.
—Cariño … Nunca he tenido la intención de humillarte … Te amo demasiado para eso … Pero aún no hemos terminado de tener “no sexo” …
Ella miró a Mónica que no se despegaba de mí, fijándose que mi mano estaba tomando la de ella.
—¡Por favor, Juan Alberto! … Yo puedo darte todo lo que tu quieras … Ya no tienes que seguir con esto … Ya te dije que lo siento …
Me rompió el corazón. Aún así, no escuché lo que yo quería escuchar. Todavía tenía en mi mente el sueño. Filas de hombre eyaculando en la boca de mi esposa. Y ella encontraba que eso no tenía nada de malo. El sexo oral era algo sin importancia. Las mamadas no cuentan. Decidí darle otra oportunidad y ponerla a prueba.
—¡Cinco veces me engañaste! … ¡Cinco veces con tres hombres distintos! …
Inmediatamente se inquietó y negó con su cabeza.
—No, cariño … Nunca te engañé … ¿Por qué insistes con eso? … Intentaron tocarme, pero yo no lo permití … Intentaron bajarme la falda … Intentaron abrir mi blusa, pero siempre yo los detuve … Nunca nadie me tocó … Nunca le permitiría a otro hombre de tocarme … Mí cuerpo es tuyo y solo tuyo … Te lo juro … Desde que nos comprometimos he estado solo contigo y con nadie más …
Mala respuesta, ella todavía no lo entendía.
—Te creo, amor … Tampoco yo nunca te engañaría … Jamás te haría una cosa así …
—¿Y por qué ella sigue todavía aquí? … —Pregunto Luisa desazonada.
Miré y vi que Mónica estaba quitándose la blusa dejando al descubierto un maravilloso par de tetas jóvenes, tiernas, erguidas y perfectas.
—Ella se quedará aquí a pasar la noche … La portaré a casa mañana, cuando terminemos de no engañar a nadie y tener “no sexo” … Total las mamadas no cuentan, ¿verdad? …
Luisa se levantó de la cama exasperada y dijo.
—¡Ay!, Juan Alberto … ¿Por qué te comportas como un bastardo! …
—Cinco veces … Tres hombres … ¿Recuerdas? …
—Por favor, Juan Alberto … —Sollozó. —¡No lo hagas! …
—¿Recuerdas que me dijiste que yo podía ver como tu chupabas a Luis? … Pues ahora tu nos puedes ver a Mónica y a mí …
—No … No lo haré …
—¡¡¡Siéntate, puta chupapollas!!! … Lo harás o te iras de esta casa para siempre y no volverás …
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Se sentó silente al extremo de la cama con el rostro en sus manos. Miré a Mónica que estaba con sus dedos en el elástico de su tanga, ella me sonrió y dijo.
—¡Con o sin? … ¿Puedo confiar en ti? …
—Cierto que puedes confiar en mí … No te tocaré, no quiero que haya ninguna irregularidad en este “no sexo” …
Hizo pucheros y soltó sus bragas dejándoselas puesta. Enseguida se subió a la cama y se acomodó entre mis piernas.
—Espero que te hayas recuperado … —Dijo bromeando.
Lo que siguió fue una mamada que podría haber pasado a la historia. Realmente magistral. Sé que ella estaba consciente de que mi esposa la estaba mirando. Así que presumía y me daba todo lo que me podía dar. Varios minutos jugueteando con largas lamidas, tiernas chupadas, muchos besos, que me hacían retorcerme de placer y gemir audiblemente. Mónica mojó mis bolas con su lengua y luego una a la vez las tragó. Mordisqueó toda la longitud de mi pene y lo llenó de besos. Luisa miraba de reojo e intentaba ignorarlo, pero finalmente se volvió a mirar.


Gemí cuando finalmente Mónica bajo su dulce y párvula boquita de niña encima de mí cabezota, haciéndola desaparecer por entero entre sus labios hasta tocar su garganta. Luisa seguía derramando una que otra lágrima. Ella me miró y yo la miré directamente a los ojos, al tiempo que empujaba mi polla en la boca de Mónica. Cerré los ojos cuando Mónica me hizo sentir mi polla atorada en su garganta. Luisa hizo finta de levantarse de la cama mientras yo gemía.
—¿Dónde vas? … ¡Quédate y mira! … ¡Tal como querías que yo te mirara chupar la polla de Luis! …
Pacientemente Luisa se sentó sobre la cama y se arrastró a mi lado.
—Nunca quise eso … Te lo juro … Tú fuiste a sugerirlo … No yo …
Mónica comenzó un frenético movimiento de su cabeza hacia arriba y hacia abajo, magreando mi polla con su pequeña mano en forma demencial.
—No fue eso lo que yo te dije … Te dije que hacer cualquier cosa a mis espaldas y que no harías delante de mí era engañar … Pero tú no lo entendiste y todavía no lo entiendes, ¿eh? …
Ella limpio en algo sus lágrimas y en un hilo de voz me dijo.
—Juan Alberto, deja de castigarme, por favor …
Extendí la mano y la acurruqué hacia mí, sosteniendo su cuerpo tembloroso, con su cabeza apoyada en mi picho y la cabeza inclinada a mirar como Mónica continuaba a complacerme.


Mónica utilizó toda su experticia chupando mi polla. Más lento, luego más rápido, sus manos masturbándome, su boca devorándome. Se alejaba y se acercaba, provocándome con profundas chupadas y veloces movimientos de su lengua y su cabeza. Incluso levanto mis piernas y separó mis nalgas para lamer mi ojete diminuto, casi me hace morir de lujuria pura.


Cada vez que estaba a punto de correrme, ella apretaba bruscamente la base de mi polla, me miraba sonriendo y se burlaba diciendo.
—¡Ah-ha! … ¡Todavía no, bebé! …
Luego cuando me pasaba el impulso, volvía a trabajar en mi polla de manera incansable.
—¡No puedo más, querida! … ¡Me estás matando! …
Gemí cuando por tercera vez me obligó a no correrme. Habíamos estado en eso casi media hora. Media hora de un placer increíble.
—Te aseguro que no vas a morir por esto …
Me dijo riendo malévolamente, luego volvió a hacer desaparecer mi polla en su boca, hasta presionar su nariz contra los vellos de mi vientre, sacudiendo su cabeza y girando su lengua juguetonamente.
—¡Ughhh! … ¡Carajo! … —Gemí.
Mónica se movía diestramente hacia arriba y hacia abajo, mientras mantenía su mirada fija en la mía. Repentinamente soltó mi pene haciéndolo salir con un sonoro “Plop” de su boquita, me sonrió y dijo.
—Sabes lo que tienes que hacer si quieres que termine contigo …
Se lanzó en un desenfrenado uso de su boca, llevándome una y otra vez al fondo de su garganta, yo arqueaba mi espalda y gemía desesperado.
—Por favor, Mónica … —Jadeé consumido por el erotismo lascivo de su mamada.
—No es ese el modo correcto de pedírmelo … —Dijo burlonamente.
Volvió a succionar mi polla con renovados bríos, llevándome hasta el fondo y dejándolo allí. Sentí su dedo penetrar mi trasero y gemí atormentado.
—¡Acaba con él! … ¡Termínalo, por favor! … —Sorpresivamente Luisa la animaba en voz baja.
—¡Oh, Mónica! … —Gemí.
Ella me miro directamente a los ojos con toda mi polla entera en su boca. Levanto sus cejas interrogativamente.
—Sí … Sí … Te lo ruego …
Eso era todo lo que ella quería sentir. Aferró mi polla con sus dos manos y me masturbó rápidamente, mientras su boca acariciaba solamente mi cabezota. Empujé mi polla moviendo mis caderas alocadamente, sintiendo un volcán dentro de mí.
—¡Uggghhhh! … ¡Oooohhhh! … ¡Uuuuhhhh! … ¡Dios! … ¡Esto es bueno! … ¡Uuuuhhhh! … ¡Uuuhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Gemí y me descargué convulsivamente. Mónica chupó, chupó y chupó, mientras mis borbotones no dejaban de salir disparados de mi polla. Sentí los dedos de Luisa que se clavaban en mi piel. Su hermosa y gorda teta descansaba sobre mi pecho, alargué la mano y apreté su hinchado pezón. Mónica retiró los labios de mi polla suave y lentamente. Se deslizó por mi cuerpo y abrió la boca mostrándome todo el semen acumulado bajo su lengua, significativamente jadeó.
—¡Hmmmmm! …
Luisa se acercó a mirar la boca de Mónica llena de esperma y la sentí temblar. Mónica se apoyó sobre mi pecho con el rostro frente al rostro de Luisa. La rodeé con mi brazo y le dije.
—Gracias … Eso fue increíble …
Su delgaducha pierna se frotó contra mi polla semi dura. Moví mi mano y la ahueque sobre su deliciosa teta dura de adolescente.
—¡¡No!! … ¡No la toques así! … —Espetó Luisa.
Ella tenía razón, así que moví mi mano hacia su cintura y la atraje contra mi cuerpo.
—Tienes razón, cariño … ¡Lo siento! … Es algo fuera de lo permitido …
—¡Uuuhh! … ¡Ughhh! …
Sentí a Mónica, entonces me di cuenta de que su boca estaba todavía llena de semen. Le di una fuerte palmada en el trasero y le dije.
—¡Traga saliva! … ¡Trágate todo mi semen pequeña zorra! …
Mónica giró la cabeza y me miró mientras tragaba.
—¡Aaaaaahh! …
Dijo finalmente mostrándome su boca vacía.
—¡Jesús! … Eres tan mala como ella …
Le dije sonriendo. Luisa me dio una bofetada en el vientre.
—¿Mala? … ¿Te gusta? … Pensé que te encantaban mis mamadas …
—Me encantaban hasta cuando comenzaste a chupar las pollas de otros hombres …
—Lo siento, Juan Alberto … No lo sabía … Juro que nunca lo volveré a hacer …
—¿Por qué? …
—Porque odio esto … Lo que nos ha hecho … Nos ha alejado … Nunca quise que nada de esto sucediera … Te amo, cariño … Se que tu también me amas a pesar de todo esto …
Me sorprendió muchísimo y, seguramente también sorprendió a Luisa, cuando Mónica le dio una bofetada en el rostro y le dijo.
—¡Deja de mentir, perra asquerosa! … ¡Lo engañaste! … ¡Esa es la verdad! … ¡No sigas mintiendo si lo quieres de vuelta a ti? …
Luisa se sentó sorprendida en un primer momento sobajeando su mejilla adolorida. Luego se lanzó a arañar en la cara a mi putita adolescente. Me coloqué entre ellas tratando de mantenerlas separadas, recibí un saco de golpes de ambas.
—¡¡Paren!! … ¡¡Paren!! … ¿Qué carajo? …
Grité sosteniéndolas separadas. Parecieron calmarse y me enfrenté a Mónica reclamándole perentoriamente.
—¡No lo vuelvas a hacer! … ¡Jamás vuelvas a golpear a mi esposa! … ¡Nunca! …
—Ella te está mintiendo, Juan Alberto … Ella sabe muy bien que esta mal lo que hizo … Ella es nada más que una puta infiel y lo sabe … Mereces mucho más que una ramera mentirosa y tramposa …
Gritó Mónica exasperada.
—¡Perra! … Yo no he engañado a nadie … Nunca llevé a nadie a mi cama … Nunca dejé que frotaran mis tetas … Nunca deje que agarraran mi trasero …
Gritó Luisa a la defensiva.


Me volví apenado hacia Luisa, ella todavía no lo entendía. ¿Cómo puede ser tan tonta?
—Escucha … Nunca dejes que nadie juegue contigo … En la navidad del año pasado también sucedió, David estaba bailando contigo y tenía sus dos manos en tus nalgas … ¡Y bailabas con él nuestra canción! … Mí queridísima esposa tonta frotando sus tetas contra el cuñado …
—No es lo mismo, Juan Alberto, él estaba borracho y solo bailábamos … Ya te había pedido disculpas por eso …
—Que curioso, ahora lo recuerdo … Angelica dijo que parecía como si ustedes dos estuvieran follando de pie … De seguro él estaba duro, ¿no? … Frotaba su polla contra ti y tu parecías disfrutarlo …
—Todos se ponen duro cuando bailan conmigo … No puedo evitarlo … No es mi culpa …
—Escuché tus excusas y acepté tus disculpas … Pero ahora no puedo evitar de preguntarme si me estabas engañando o no …
—¡Cómo puedes decir eso? … ¡Nunca te engañé! … ¡Ni una sola vez! … Recuerdas que hicimos el amor todo el fin de semana … En esa semana concebimos a Giovanna, después de esa fiesta …
—¡Tú concebiste ese fin de semana! … Ahora no se siquiera si la pequeña Giovanna es mía … ¿Te escapaste con David o con algún otro de tus novios y me engañaste? … Recuerdo de haberte encontrado con tus bragas mojadas … Ahora todo es sospechoso … Me pregunto sobre tu comportamiento cachondo cuando tenías seis meses de embarazo … No sé lo que haces cuando yo estoy en el trabajo … ¿A quién le estás chupando la verga? … ¿Con quién frotas tus tetas? … ¿Quién más te acaricia ese estupendo culo que tienes y que se suponía que era solo para mí? … ¿Cuánto tiempo llevas siendo una puta infiel y tramposa? … ¡Creo que de ahora en adelante siempre estaré sospechando algo oscuro y traicionero en tus acciones! …
Se volvió contra de mí muy herida y fue como si le hubiera dado una bofetada.
—¿Cómo puedes decir todo eso? … ¡Son patrañas! … ¡Nunca te he puesto los cuernos! … ¿Por qué me odias tanto ahora? …
—¡Nunca te he odiado! … ¡Sería mucho más fácil si te odiara! … ¡El problema es que te amo con toda mi alma! … ¡Pero tú te cagaste en mi amor! … ¡Lo ensuciaste chupándole la polla a Luis, a Joel y Andrés! … ¡Pisoteaste mi estúpido corazón! …
Ella estaba llorando suavemente.
—No, Juan Alberto … ¡Nunca te engañé! … ¡Nunca le hice una mamada a nadie más que a esos tres! … El roce o el contacto físico no eran nada más que sanos coqueteos, como todo el mundo lo hace …
—Yo no lo hago … Para mi me basta mi esposa … O al menos lo era hasta ayer …
—Pero sus esposas no les bastan a ellos … Tu me tienes para ti … Ellos se conformaron con las sobras … Por supuesto que están celosos de ti … Ellos obtienen migajas y tu me tienes para ti toda entera y siempre … Yo soy solo tuya …
Mónica lanzó una carcajada y dijo.
—¡Ay!, ¡Por Dios! … Creo que voy a vomitar … ¿Deveras quieres seguir casado con esta estúpida y credulona puta infiel? … ¡Créeme, ella es una causa perdida! … ¡Hiciste bien en venir a buscarme! …
Miró despectivamente a Luisa y agregó.
—¡Creo que no necesitas a esta horrible basura de mujer! … ¡Necesitas a una mujer de verdad! …
—Pero la amo … Es triste, ¿no? …
Incrédula, Mónica movió la cabeza un poco desencantada. Tomé la mano de Luisa y le dije.
—¿Por qué no vas al cuarto de invitados, cariño? … Mañana podemos hablar de todo esto …
Me miró atónita.
—¿Quieres que me vaya? … Esta es mi cama …
—No quiero hacerte más daño … No pensé que querrías quedarte aquí con nosotros …
—¿Nosotros? … ¿La mantendrás a ella en nuestra cama y me enviarás a mi lejos? …
—Sí … Ella se queda aquí … Ella va a hacer “no sexo” y me chupará la polla otra vez … Luego nos vamos a dormir … Por la mañana otra vez tendremos “no sexo” y me hará otra vez sexo oral … Después yo le he prometido un desayuno impecable …
—¿Por qué me haces esto? … —Preguntó lastimosamente.
—Porque no quiero más trampas ni engaños en nuestras vidas … Prometo que no tendré sexo con ella y mantendré mis manos alejadas de sus lindas tetas y culito perfecto …
Mónica volvió a sonreír audiblemente.
—Te gusta mi lindo culito, ¿eh? …
—Por favor, Mónica … No me estás ayudando … Cállate, por favor …
—Ella te engañó, Juan Alberto … Según sus reglas puedes follarme el culo toda la noche … A ti te encantará y a mi también … No puedes ponerme un bebé, así que no es engañar, ¿verdad? …
Luisa se giró ofuscada hacia mí.
—¿Tú le dijiste eso a ella? … ¿Le contaste cosas de nosotros? … ¿Le dijiste cosas nuestras a una putita barata? …
—Tu le contaste todo lo nuestro a nuestros amigos … Eso no es gran cosa, me dijiste … Tus palabras, no las mías … Yo se lo dije a una amiga …
Cerro los ojos y bajó la cabeza. Le agarré la barbilla y levanté su cabeza para que mirara a mis ojos.
—Ella no es una puta barata … Doscientos mil por visita … Es bastante cara, ¿no te parece? … Sin contar la substanciosa propina que se está ganando …
—No voy a salir de mi cama … —Dijo Luisa en tono serio. —Haz lo que tengas que hacer … No me vas a ahuyentar fácilmente …
Me recosté en la cama y Luisa se acurrucó a mi lado diciendo.
—Su trasero no está permitido, ¿entiendes? … Nada de culo y nada de coño o te dejaré … No puedo soportar más esto … No puedo …
Mónica se quitó las bragas y poniéndose sobre manos y rodillas, apuntó su delicioso trasero hacia mí.
—Sus reglas, Juan Alberto … Mi culito es tuyo … Comprado y pagado … Fóllame el culo y hazme gritar por ti … Todavía está estrecho y casi virgen, aunque no lo creas … Me encantaría que llenaras mi culo con tu gran polla y terminaras en mi boca …
Me incliné y le di una palmadita a su lindo trasero.
—Lo siento … No hare nada que ella no haya hecho … A pesar de sus palabras … No es que no me gustaría follarte ese adorable trasero tuyo …
Luisa me dio un codazo y me dijo.
—Puedes follar mi trasero … Luego te dejaría que acabaras en su boca si quieres …
—¿En serio? …
—Esas cargas que le vas a dar a ella, deberían ser mías … No me importa obtener algo más de eso solo para mí …
Subrepticiamente me agaché y deslicé mis dedos en las bragas de mi esposa. Ella reaccionó y me dio una fuerte palmada en la mano, pero no antes de haber metido mis dedos en su coño.
—¡Jesús, Luisa! … ¡Estás goteando! …
Se ruborizó y respondió.
—Son casi las tres de la madrugada … La he estado mirando chuparte la polla todo el rato … No puedo evitarlo …
—Bueno, querida … No creo que tengas que esperar mucho más tiempo … Todavía creo que podemos solucionar esto … Te amo, pero todavía no estamos en la misma línea …
—¿Terminarás pronto? … ¿Me perdonarás? … —Preguntó Luisa esperanzada.
Mónica había renunciado a su exhibición y se arrastró entre mis piernas con la boca pronta a chupar mi polla.
—Ya te perdoné … Te perdoné anoche … Pero todavía tenemos un problema sin resolver …
—No seguirás engañándome después, ¿verdad? …
—¿Acaso crees que te estoy engañando? …
Recé para que me diera la respuesta correcta. Pero mi polla ya estaba dura y Mónica estaba haciéndome una deliciosa mamada. La respuesta correcta o incorrecta no iba a cambiar que ella me volara los sesos, pero podría ser la última mamada de alguien que no fuera mi esposa. De todas maneras, insistí con Luisa.
—¿Sabes a que me refiero? … ¿Crees que te estoy engañando? …
¡Dios santo! Ella era terca. Suspiré y le dije.
—¡Bésame, esposa mía! …
Ella presionó sus labios contra los míos, al principio cautamente, luego poco a poco con mayor pasión. Gemí en su boca cuando Mónica se tragó toda mi polla y me dio suaves mordiscos y dulces lengüeteadas.
—¡Ámame, Juan Alberto! … ¡Ámame solo a mí! … ¡No la necesitas a ella! …
—No la necesito, pero ella es terriblemente buena …
Susurré jadeando, cuando Mónica engulló mi polla hasta el fondo de su garganta, moviendo su boca velozmente hacia arriba y hacia abajo sobre mi dura polla.
—¿Mejor que yo? … —Preguntó Luisa tentativamente.
Por supuesto no respondí, entonces ella reclamó.
—¡Por Dios, Juan Alberto! … ¡Detente! … ¡Tienes que hacerlo! … ¡Te ruego! …
—Es solo una mamada, cariño … Nada importante … No olvides que te amo …
Era evidente que Mónica estaba prestando atención, dijo.
—La mejor mamada que jamás hayas tenido, o que tendrás, y lo sabes …
Mónica volvió a tomarme hasta el fondo de su garganta, lo cual ella sabía que mi esposa no hacía.
—¡Chúpalo, cariño! … Y sí, haces una mamada increíble …
—¿La mejor? …
Dijo bromeando, mientras lamía mi polla deleitosamente.
—Sí … ¡Maldita sea! … Eres la mejor … Ahora acaba conmigo … No lo alargues ni me hagas rogar … Se está haciendo tarde …
Ella me sonrió contenta y agregó.
—Bien … También mi mandíbula está cansada … Tienes mucha resistencia … ¿Puedes aguantar igual mientras follas? …
—Ni siquiera tienes idea, maldita puta … —Dijo Luisa resentida.
—Soy una puta, no una zorra … Solo hay una puta estúpida en esta cama … ¡Dios mío!, tal vez sea bueno que no te haya dejado entrar en mi culo …
Dijo Mónica antes de volver a llevarme de nuevo a su boca. Luisa se arrimó a mi oído y me susurró.
—¿Cómo pudiste? … ¿Cómo pudiste decir que ella era mejor que yo? …
—¿Cómo pudiste dejar que tres hombres te follaran la boca? …
—Te dije que no era nada … Solo un par de minutos y un chorrito miserable …
—¿Alguno de ellos era más grande que yo? … ¿Era eso lo que buscabas? … ¿Una polla grande y gorda para chupar? … ¿Joel tiene una gran polla negra? … ¿Es esa tu preferencia? …
—Nunca querría chupar uno más grande que el tuyo, Juan Alberto … Demasiado grande no es divertido …
—Esa no es una respuesta, Luisa …
—No, nunca se trató del tamaño … Solo que me gusta chupar pollas … Ellos tenían una … Me querían, me hostigaban, me acosaban … Tú no querías que te chupara … Solo querías mi coño … Sus suplicas y un exceso de alcohol confabularon para rendirme … Pero no volveré a chupar a nadie, Juan Alberto … Te lo juro …
—Quiero creer que nunca hiciste nada más … Pero lo que hiciste es ya demasiado …
Comenzó a sollozar de nuevo. Tenía miedo de que empezara a llorar. Mónica de repente me distrajo, su boca era divina e insaciable y me hacía gemir. Logré recomponerme un poco y le pregunté.
—¿Quién fue el primero? … ¿Quién te hizo sucumbir? …
Le pregunté a mi esposa puta. Mónica resopló y se río.
—Esas son preguntas bobas, cariño … No me hagas reír, o podría salirme el semen por la nariz y eso no sería bueno …
Intenté no sonreír y volví a preguntar.
—¿Quién más, Luisa? …
Hubo un largo silencio y luego balbuceó.
—Luis … Fue Luis … Me dijo que él nunca había tenido una mamada y seguía molestándome e insistiendo … Lo siento, cariño … Sabía que estaba mal … No debería haberlo hecho … No pensé que fuera una gran cosa y estaba segura de que nunca lo descubrirías … Pensé que era solo una mamada y que no te estaba engañando … No pretendía hacer nada más …
Quería hablar de ello, me parecía que estaba comenzando a entender. Pero no pude, no con Mónica aferrada a mi polla haciendo su magia. Incliné la cabeza de Luisa hacia atrás para poder concentrarme en las maravillosas sensaciones que Mónica me hacía sentir.


Mi esbelta y pequeña adolescente chupadora me miró y me preguntó.
—¿Estás cerca? … Querido amante mío, ¿te vas a correr? …
Mientras gemía y gozaba de su esplendida mamada, asentí y volví a cerrar los ojos.
—¡Que bueno, bebé! … ¡Dámelo todo! …
Y se boto en cuerpo y alma a chupar mi enrojecida erección. Luisa se apretó a mi cuerpo y me susurró.
—¡Odio todo esto! …
—¡Sé como te sientes, querida! … ¡Es algo realmente odioso lo que hiciste! …
—¡Termina, maldita sea, son casi las cuatro de la mañana! … —Reclamó Luisa.
—Ya casi … Estoy muy cerca … —Le dije.
Eso era todo lo que Mónica necesitaba escuchar. Ella fue a matar y en menos de un minuto, me tuvo en la cima del clímax y me corrí en un océano de semen. Su talentosa boca recibió toda mi descarga alegremente. Ella terminó conmigo dulcemente y luego se encaramó por mi cuerpo. Mónica abrió su boca y me mostró su recompensa y luego se acercó hacia Luisa. Muy lentamente acercó su boca a la de mi esposa. En un principio, Luisa retrocedió un poco, pero luego dejó de retroceder, dejando que los labios de Mónica se unieran a los de ella. ¡Jesús, Jesús! Se estaban intercambio mi semen, moviendo sus lenguas y hermanándose con mi espesa esperma recién eyaculada. Si seguían así, de seguro me iba a poner duro otra vez.


Sus bocas permanecieron adheridas por varios segundos, mientras lamían y chupaban mi semen de una boca a la otra, una y otra vez. Me encontré acariciando y pellizcando el trasero de Mónica y la escuché gemir. Gemidos similares provenían de parte de Luisa, deslicé mi mano por el cuerpo de mi esposa y la acaricié amorosamente.


Mónica tomó mi mano y me reprendió y La sacó de sus nalgas.
—¡Compórtate! …
Luisa que estaba prestando atención a todo, la miró con dulzura y le dijo.
—¡Gracias! …
Los ojos de Mónica se nublaron y le dijo.
—Eso es porque admitiste finalmente que habías hecho algo malo … Habías engañado a Juan Alberto … Él es tuyo … No es mío … Yo nunca lo habría engañado … Es demasiado noble …
Rebotó en la cama y plantó un velocísimo beso en mis labios, luego se levantó dichosa.
—Tengo ganas de orinar y comer algo … No les importa, ¿verdad? …
—Por supuesto que no … Siéntete como en tu casa …
Mónica me sonrió y comento.
—¡Te juro que esta es la noche más extraña de mi vida? … ¿Puedo traerles algo de vuelta? …
—Agua …
Dijimos Luisa y yo contemporáneamente. A Mónica le pareció cómico y exclamó.
—¡Santo Dios! … ¡Suenan como un matrimonio de ancianos! …
Nos guiñó un ojo, levanto el dedito pulgar de su mano derecha hacia arriba y salió corriendo al pasillo. Luisa se acercó a mi y acarició mi pecho mientras me decía.
—¡Dios! … ¡Quisiera odiarla! … ¿Dónde diablos la encontraste? …
—En la Plaza de Armas …
—¿Estabas buscando putas? …
—No precisamente … Estaba conduciendo por el sector … No lo tenía planeado y no lo esperaba … Incluso después de que ella se subió al auto … Creo que necesitaba hablar con alguien … Ella me ofreció una mamada rápida por veinte mil y eso me hizo pensar …
—¿Y te la hizo? …
—No … No era el caso … Hasta que llegamos aquí a casa …
—Querías castigarme, ¿verdad? …
—No … Solo quería hacerte entender que una mamada no es solo eso … Es mucho más y para mí fue devastador enterarme de que mi mujer las andaba repartiendo por ahí con nuestros conocidos …
—¡Uhm! … Ahora lo sé … Me rompiste el corazón … Te comportaste como un bastardo …
—Y tu como una puta … No quería hacerte daño … Pero necesitaba hacerte ver lo que es y que tu lo tomabas como una cosa de nada … Tenía que arreglar las cosas entre tu y yo …
—Ahora lo entiendo … Es engañar … Es malo fuera del matrimonio … ¿Pero sabías que yo realmente no pensé en que te estaba engañando? …
La besé con pasión y le dije.
—Eso fue lo peor … Que no te dabas cuenta de que me estabas engañando … No una, sino cinco veces con tres hombres … Eso me hizo mucho daño …
—Creo que es lo más horrible que he hecho en mi vida … Ahora lo sé … Te compensaré por ello … Soy tuya y quiero serlo para siempre … Si es que tu me aceptas, Juan Alberto …
Me abrazó con fuerza y sollozo aferrada a mi cuello.
—Nunca te dejaría ir, cariño … Eres todo para mí … Te amo demasiado … Por eso me dolió tanto …
—De ahora en adelante todo será diferente … Estaremos bien, estoy segura de eso porque también yo te amo con todo mi ser …
—Pero todavía hay algunos asuntos pendientes …
Dije mientras acariciaba su espalda y sus cabellos.
—¿Sí? … ¿Y cuáles? …
—Luis, Joel y Andrés … Tienen que pagar … Especialmente ese Luis …
—No vayas a hacer alguna estupidez, amor … No vale la pena … Además, son nuestros amigos …
—¡Deja de decir eso! … Desde el momento en que metieron sus penes en tu boca, se convirtieron en enemigos … Ellos no son leales … Ellos no son amigos … ¿Quieres seguir siendo amiga de ellos? … ¡Tendrás que mudarte y chuparles la polla todas las veces que quieras! …
Ella se separó de mí, pero tuvo el buen sentido de mantener su boca cerrada. Cada vez que me parecía que las cosas las estábamos superando, ella hablaba y arruinaba todo de nuevo.


Mónica regreso danzando y tarareando algo. Traía botellas de agua mineral en sus manos y un sándwich de dos pisos. Arrojó las botellas sobre la cama y dio una graciosa vuelta sin dejar de bailar, luego prosiguió hacia el baño.
—¿Cuánto le vamos a pagar? … —Quiso saber, Luisa.
—No sé … Le he dado ya doscientos …
—Me parece muy poco … Yo no vendería mis mamadas a cien cada una … Incluso si no son tan buenas como las de ella …
—No digas eso … Tus mamadas son superlativas … Y como son tuyas, siempre serán mejores que las de cualquier otra mujer …
Se avecinó sonriente y me dio un sonoro beso en la boca, luego me preguntó un poco sarcástica.
—¿Cuánto pagarías por las mías, marido mío …
—Déjame ver … En el último mes me hiciste dos mamadas … No soy tacaño, pero hagamos un poco de cuentas … Si metemos el costo del hogar … Tu auto … Tu seguro … Tus compras … La peluquería … La manicurista … Salir a cenar afuera de vez en cuando … Creo que por parte baja son como un millón y seiscientos mil pesos … Incluso si quitamos los gastos de la casa, son como un millón doscientos mil pesos … ¡Carajo! … ¡Nunca me había dado cuenta lo caro que son tus mamadas! … A este punto, Mónica es una ganga … Por donde se le mire …
Luisa se botó sobre mí a besarme amorosamente. Justo en ese momento Mónica regresó a la habitación y preguntó.
—¿Quieren que me vaya? …
Le di unas palmaditas a la cama y la invité.
—Por supuesto que no … Eres mi ángel … Te necesito a mi lado …
Mónica saltó sobre la cama casi haciendo rebotar a Luisa.
—Ustedes son una hermosa pareja y son mejores cuando no están peleados …
Se acurrucó a mi y se dirigió a Luisa.
—¿Tienes idea lo afortunada que eres, puta tonta? …
—Sí … ¡Podrías ponerte un par de bragas, pequeña puta burlona? … Mi marido es mío y es un hombre … No quiero que termines empalada accidentalmente durante la noche … No puedo creer que se haya resistido a tu apretado culito y cuerpo de joven adolescente … Sabes que no puedo competir contigo, ¿verdad? …
—No tengo ninguna influencia sobre él … Él no me ama … Él te ama a ti … Tu eres la afortunada perra, no yo …
Dijo Mónica mientras se enfilaba la diminuta tanga, Luisa suspiró y mientras se dirigía a su armario, comentó.
—Como si esa cosa te cubriera algo …
Sacó de uno de sus cajones una bolsa sellada y la arrojó hacia Mónica.
—Son nuevos …
Mónica se quitó la tanga, abrió la bolsa y se puso las bragas de algodón blancas y lisas.
—¡Santo cielo! … Me siento como una anciana …
Dijo Mónica colocándose y estirando las bragas elegantes y cómodas, luego agrego burlonamente.
—¿Esto es lo que te pones para él? … ¿No me extraña que él salga a buscar algo más excitante por fuera? …
La miré sonriente y le dije.
—Apaga la luz, Ángel … Es hora de dormir … Ven a la cama …
Mónica presionó el interruptor de pared y se deslizó a mi lado abrazándome. Estaba exhausto y más feliz de lo que debería haber estado después de lo que me había hecho mi esposa. Abracé a ambas mujeres y olí sus cabellos dando pequeños roces con mis labios. No paso mucho tiempo y sentí a Mónica temblar y unas lágrimas mojaron mi hombro.
—¡Sssshhhh! … ¡Tranquila! …
Susurré abrazándola fuerte.
—Gracias por esta noche … Casi había olvidado como viven las personas normales …
El cuerpo de mi esposa tembló y escuché sus suaves sollozos que no podía reprimir. ¡Jesús! Dos mujeres llorando emocionadas en mis brazos. ¡Solo me faltaba esto!
—Está bien, cariño … Todo estará bien …
Susurré, sin siquiera pensar a cual de las dos estaba consolando.


¿¿¿¿Continuará ????


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escrito el
2025-11-18
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