Mami, juguemos a Spa. (El castillo II)
por
Juan Alberto
género
incesto
Por cerca de un año, mamá y yo jugamos a examinarnos en mi castillo. Inexorablemente, cada vez que yo revisaba en medio a sus enredados vellos debajo de su guatita, ella terminaba con gemidos, parecía que su respiración se iba a detener de un momento a otro, a ratos chillaba a voz apagada, luego se estremecía, acariciaba sus esplendorosas tetas. Finalmente, ella se alzaba fatigosamente con sus piernas temblorosas y se iba a duchar. Muchas veces no la volvía a ver hasta el día siguiente, cuando se alzaba cantando y con una sonrisa de oreja a oreja; me preparaba panqueques y me recibía con besos y carantoñas de amorosa madre.
Cuando cumplí trece años, el juego del castillo ya no era creíble ni tan entretenido como lo había sido, pero yo seguía disfrutando de la exploración del cuerpo de mamá, entonces como ella siempre se quejaba de dolores en sus piernas y espalda, le sugerí que jugáramos al Spa, donde yo le daba masajes para aliviar sus dolores; ella estuvo de acuerdo casi inmediatamente.
Preparé una mesa más larga que mamá tenía en la terraza y la entré. A los pocos minutos ella regresó con la bata puesta. Ahora estábamos bien alumbrados con las luces del salón y ella se mostraba muy tímida. Extendió una gruesa y larga toalla sobre la mesa, luego me dio la espalda y envolvió su cuerpo con la otra toalla. Después se tumbó boca abajo sobre la mesa. Ni siquiera pude vislumbrar sus pechos, pero no me importó.
Empecé a frotar sus sienes y fui bajando por su cuello y sus brazos.
—¡Uy, hijo! … Eso se siente bien …
Me fui al extremo opuesto de la mesa y comencé a frotar sus pies. Sus piernas estaban muy juntitas y no logré ver nada. La sentí muy relajada, fui subiendo por sus pantorrillas y ligeramente ella abrió sus piernas casi sin resistencia. Puse especial atención a sus rodillas y a la base de sus muslos. Varias veces me dijo que se sentía maravilloso y esta vez no fue la excepción.
—¡Oh, Bernardo! … Tus manos son deliciosas … Tienes un talento natural para esto …
Me acerqué con las yemas de mis dedos sobre sus tiernos muslos, deteniéndome justo al borde donde llegaba la toalla. Mamá no había querido dejar que yo quitara su toalla, pero con paciencia y dedicación, cada vez que subía por sus muslos, iba corriendo la toalla más y más arriba, hasta que logré ver sus enmarañados vellitos dorados. Estaba a punto de subir su toalla dos centímetros más arriba, cuando ella se sentó jadeante y dijo que tenía que ir a tomar una ducha. Ciertamente fue decepcionante este primer masaje, pero tenía esperanzas en que esto lo lograría revertir en un futuro no muy lejano.
Durante los días siguientes pensé mucho en el cuerpo de mi madre, como un chico de trece años esto era fuente de inspiración para mi masturbación casi a diario. La esperé que volviera del trabajo ya con la mesa puesta en su lugar y le dije.
—Mami, debes venir muy cansada … ¿Te va un masaje reponedor? …
—¡Oh!, que amable … Espera un poco que me preparo …
Mamá esta vez parecía mucho más relajada. Después de terminar su cuello y sus brazos, me dirigí a sus pies. Noté que sus piernas estaban más abiertas que la vez anterior y no estaba muy tensa. Mientras miraba debajo de la toalla, puede ver esos espirales de vellitos dorados justo en la convergencia de sus piernas. Me tomé mi tiempo masajeando sus pies, pantorrillas y rodillas. Cuando comencé un suave masaje al interno de sus muslos, ella separó sus piernas. Parecía no estar consciente de los que yo pudiera ver o no ver. Esta vez amasé sus muslos tiernamente y expuse su maravilla celestial. Su coño con esplendidos labios que sobresalían ligeramente de su abertura brillante y húmeda; ¡Qué hermoso coño el de mamá!
Me volví un poco más audaz y moví mis dedos al borde de la toalla. Las yemas de mis dedos estaban a no más de cuatro o cinco centímetros de su paradisiaco orificio. Como si se despertara de repente, ella se dio cuenta de que estaba totalmente expuesta y cerro sus piernas, enseguida me dijo.
—Bernardo, has sido un amor … Me siento de maravillas … Gracias …
Nuevamente se levantó cuidadosamente de la mesa sin exponer absolutamente nada. No quise insistir ni decir nada para no arruinar mis posibilidades de seguir viendo su hermosura única. Pero un par de días después, ella me llamó y me pidió que le diera un masaje. Por supuesto que accedí inmediatamente. Me comporté mucho menos agresivo y durante el siguiente mes, la masajeé dos o tres veces por semana, siendo recompensado con las preciosas vistas del cuerpo de mamá.
Al parecer la costumbre la hizo relajarse aún más a la hora de cubrirse, antes y después del masaje. Tuve cuidado de no mirarla en forma descarada ni fijamente, pero de todas maneras pude dar una ojeada subrepticia a sus hermosos pechos esponjosos de pequeñas areolas y protuberantes pezones marrón claro.
Una tarde entró a la sala de estar solo envuelta con su toalla, se sentó sobre la mesa y la desató sin preocuparse de cubrirse los senos, luego se recostó boca abajo y cubrió solo sus nalgas con la toalla. Afortunadamente, la mesa era bastante alta y la tremenda erección que me produjo su cuerpo, no era visible. Cuando terminé con los pies y pantorrillas, ella me pidió que masajeara sus muslos y nalgas por sobre la toalla. Sus piernas estaban considerablemente más abiertas que otras veces, pero la toalla cubría todo su trasero, solo que estaba bastante arriba como para gozar la vista de sus vellitos de oro. Mientras masajeaba sus nalgas, la toalla se fue subiendo más arriba y noté que los hinchados labios de su coño estaban más hinchaditos y brillaban como si estuvieran mojados. Presioné delicadamente el interno superior de sus muslos y la toalla se subió hasta dejarme ver la línea estrecha que dividía sus nalgas. Puse mis manos sobre sus glúteos cubiertos por la toalla y los amasé, apretándolos y abriéndolos, su coño se abría y se cerraba al ritmo de mi masaje y sentí los tenues gemidos de ella. Mamá me dejó hacer esto por cerca de un minuto, luego dijo simplemente.
—Será mejor que nos detengamos aquí … Tus manos son maravillosas … Tu masaje es muy bueno …
Se levantó sin más ni más, se envolvió en su toalla, pude ver sus pezones que estaban turgentes y duros, sus mejillas estaban claramente ruborizadas y dijo que se iba a la ducha. Yo me fui aceleradamente a mi cuarto para aliviar la tensión que me había provocado mamá. Supongo que era demasiado joven para darme cuenta de cuanto ella disfrutaba de mis masajes. Había algo que no la dejaba dejarse ir, tal vez algún sentimiento de culpa.
Pero esto iba en un lento progreso. El siguiente masaje fue aún más excitante. Mamá se duchó después de cenar y ya habíamos concordado que le daría un masaje después de la cena. Ella salió con su bata puesta, debajo nada. Se acercó a la mesa y se quitó la bata, totalmente desnuda se extendió boca abajo sobre la mesa y cubrió sus nalgas con una pequeña toalla. Me emocionó mucho ver por primera vez la parte delantera de mamá totalmente desnuda a plena luz. Pensé en darle el mejor masaje de su vida.
Tuve el máximo de cuidado masajeando su cabeza, los brazos y la espalda. Ella disfrutaba de verdad mi atención, me tomó una veintena de minutos para llegar a sus muslos y nalgas, sus piernas estaban muy separadas. Su vagina muy mojada y cuando mis pulgares extendieron sus redondas nalgas, noté que sus caderas se comenzaban a mover sensual y rítmicamente. Entonces me vino una idea.
—Mami … ¿Quieres que te de masaje en la parte frontal de tus muslos? …
—Sí … Creo que me gustaría eso …
Mamá se dio vuelta boca arriba, sacó la tolla de debajo de sus nalgas y la dejó caer sobre su estómago, debajo de sus hermosos senos desnudos. Tenía las piernas ampliamente abiertas, comencé justo encima de sus rodillas y avancé desde allí hacia arriba. Miré su rostro y sus ojos estaban cerrados. Sus areolas ligeramente henchidas con sus pezones turgentes y duros. Creo que mamá estaba cachonda, pero yo estaba más interesado en mi propia cachondez que sentía explorando sus hermosas curvas. Muy pronto mis dedos alcanzaron el protuberante montículo carnoso de su pelvis.
Su vagina se abría y cerraba con cada movimiento suyo, sus caderas se movían regularmente y su respiración se había hecho bastante afanosa. No sabía absolutamente nada sobre el orgasmo de las mujeres, pero intuía que ella se encontraba con un enorme grado de excitación y que probablemente pronto se correría. Me pregunté si ella iba a disparar semen al igual que yo. Mamá comenzó a gemir diciéndome.
—Sigue así, tesoro … Sigue masajeándome, amor … ¡Uhhhh! … ¡Ummmm! … ¡Ahhhh! …
Ella no sabía que no tenía ninguna intención de detenerme. Después de estremecerse y temblar de pies a cabeza, apretando fuertemente sus piernas; ella se levantó y tomó mis manos, me dio un beso en ellas y luego envolvió la toalla alrededor de su cuerpo; me dio un beso en la mejilla y se fue a su habitación.
Mamá nunca hizo mención al aspecto sexual de los masajes, pero después de cada uno de ellos estaba de muy buen humor, cocinaba un montón de cosas ricas, me daba muchos abrazos y me decía que era un buen hijo.
Un noche, después de haberme duchado, mamá me llamó a su habitación. Llevaba puesta la gruesa bata de baño y acababa de salir de la ducha. Me preguntó si podía darle un masaje. Por supuesto que le dije que sí. Me giré para ir en busca de la mesa de masajes, pero ella me detuvo y me dijo que podríamos usar su cama. Enseguida tiró las cubiertas hacia atrás, se quitó la bata y se quedó de pie totalmente desnuda ante mí, me dijo.
—Bernardo … Después que termines, también yo te hare un masaje …
A continuación, se dejó caer sobre la cama boca abajo y con las piernas bien abiertas, con una seductora sonrisa, dijo.
—Puedes comenzar con mis hombros y espalda …
Yo vestía solo mi bata de baño, no había tenido tiempo de cambiarme ni vestirme. Me coloqué arrodillado entre sus piernas y aflojé el cinturón de mi bata, cuando me hice hacia adelante para alcanzar sus hombros, mi pene se deslizó en medio al surco divisorio de sus glúteos y mientras la masajeaba mi pene se movía hacia adelante y hacia atrás presionando sus apretadas nalgas. Ella no hizo ningún movimiento para detenerme mientras mis manos se deslizaban sobre su espalda y mi polla se frotaba contra su cálido y suave trasero.
Cuando me tuve que mover más abajo ya mi polla no estaba en contacto con sus posaderas, pero tenía una magnifica vista de su coño mientras masajeaba sus nalgas. Pude ver que estaba mojada y su labia henchida, rojiza y brillante sobresalía de su hendedura empapada. Rápidamente descendí masajeando sus piernas y di por concluido el masaje de su parte trasera; me levanté y me puse de pie, mamá automáticamente rodó sobre su espalda quedando boca arriba con sus piernas bien abiertas, para permitirme estar entre ellas. No sé si noto mi furiosa erección, pero no dijo nada, solo se recostó con los ojos cerrados y me dijo.
—Tienes que masajear mis muslos ahora …
Yo ya sabía lo que ella quería, así que me moví hacia arriba y muy pronto estuve masajeando la convergencia de sus piernas, el bordillo de su coño cubierto con ralos vellos rizados y rubios. Podía ver claramente su clítoris apenas escondido bajo los mojados pliegues de su panocha caliente, entonces comencé a masajear la protuberancia de su hueso pélvico y todo en rededor a su vagina, abriendo y cerrando los labios de su inundada conchita. Mamá comenzó a gemir y rotar sus caderas, casi casualmente uno de mis pulgares la penetró mientras ella empujaba hacia arriba. Sus manos aferraron sus caderas, empujó desesperada y giró levantando su pelvis de la cama, convulsionando y estremeciéndose, al tiempo que respiraba con mucha dificultad. Mamá se había corrido. Muy lentamente, ella se movió para dejar salir mi dedo de sus coño, se detuvo y me dijo.
—Es tu turno ahora … Acuéstate boca arriba …
Cuando obedecí e hice como ella me había indicado, mamá se montó a horcajadas sobre mis rodillas y comenzó a frotar mi pecho y mis hombros. Mientras masajeaba hizo descender sus caderas para que su coño resbaladizo estuviera en contacto en medio a su rescaldada panocha. Suavemente inició a moverse hacia arriba y hacia abajo, ¡Esto era increíble! Podía sentir la calidez y humedad cuando entraba en contacto con mis bolas y se movía suavemente hacia arriba para recorrer toda mi polla con su resbaladiza conchita. Estaba alucinando y no sabía que hacer, pero supe que no iba a aguantar mucho. Una vez cuando mi polla erecta resbalaba en medio a sus hinchados labios, empujé y mi polla la penetró por algunos centímetros, jadeé sintiendo su maravillosa y caliente estrechez apretando mi cabezota excitada, ella se sobresaltó y dijo.
—¡Oh, no, Bernardo! … Eso no está bien … Podemos frotarnos y masajearnos, pero nada más …
Luego se levantó para que mi pene se deslizara fuera de su coño dándome una cariñosa palmada sobre mi muslo, inmediatamente bajo su chocho y continuó frotando nuestros genitales ardorosamente. Estiré mis manos para alcanzar sus pezones, pero no pude porque comencé a correrme con copiosos chorros de semen caliente. Mamá estaba excitada aumentó la frotación mientras mi esperma mojaba su entrepierna y con tenues gemidos ella volvió a correrse. Amorosamente ella limpio todo mi semen con una toallita antes de recostarse a mi lado. Nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente me desperté abrazado a su cuerpo desnudo. Ella nos había cubierto durante la noche. Comencé a acariciar sus senos, pronto sus pezones estaban duros como piedra, pero se despertó y dijo que tenía que prepararse para ir al trabajo y yo a la escuela.
Mamá continuó invitándome a masajearla una o dos veces por semana por los meses siguientes. A veces lo hacíamos sobre la mesa y otras sobre su cama. Días después de haber cumplido mis quince años, mamá me hizo subir sobre la mesa de masaje después de haber terminado su masaje. Ella me masajeó los hombros, los brazos, mi espalda y piernas; luego me hizo voltear boca arriba y pasó un tiempo a masajear mis pectorales y mi abdomen, masajeó un poco mis muslos, pero repentinamente sentí sus dedos deslizándose a lo largo de mí verga dura como palo. Envolvió mi prepucio con sus dedos y lo deslizó hacia arriba y hacia abajo. ¡Eso se sintió genial! Cerré los ojos para disfrutar esta nueva sensación, segundos después lo aferró con sus dos manos y lo sacudió enérgicamente en forma vertical. Sentí que si seguía así no iba a durar mucho. Para mi gran sorpresa, algo cálido y resbaladizo se cerró alrededor de mi pene. Cuando miré hacia abajo, vi que mi mamá se había metido mi pene en su boca y se movía desesperada su cabeza hacia arriba y hacia abajo para que yo la follara en la boca. Casi de inmediato comencé a correrme con una inaudita fuerza, ella jamás soltó mi pene y se tragó todo lo que yo le disparé en su boca, cuando terminé de correrme, ella me sonrió y dijo.
—Algo especial para ti … Creo que te lo merecías …
En los días siguientes pensé en cómo podría retribuirle el placer y el goce que me hizo sentir. Así que cuando me invitó a su dormitorio para el consueto masaje, supe lo que iba a hacer. Pasamos por todo lo habitual, cuando comencé a ocuparme de su zona pélvica, me incliné hacia adelante y mi lengua comenzó a lamer su hendedura mojada y caliente, ella jadeó y sobresaltada me dijo.
—¿Qué estás haciendo? …
Ella no hizo ningún intento para alejarse y yo seguí lamiéndola. Al parecer le gustó la novedad, porque dobló sus rodillas, levantó sus piernas en alto y las abrió ampliamente para darme un libre acceso a su vagina abierta y jugosa, ahora tenía su entero coño expuesto para mí. Por varios minutos la lamí y bebí su sabrosa sopa, entonces me concentré en su clítoris turgente y erguido, chupándolo con fervorosa pasión. Mamá se encabritó y comenzó a gemir muy excitada mientras follaba mi boca moviendo sus caderas en círculos, luego hacia arriba y hacia abajo, después tembló toda y se corrió tan fuerte que roció mi rostro con su esencia de mujer. Por casi un minuto mantuvo mi cabeza contra su coño restregándolo suavemente contra mi boca sin dejar de gemir, luego se relajó y dijo.
—Hijo … Eso fue increíble … Has agotado a tu pobre madre … Dormiré una siesta …
Sin esperar respuesta cerró sus ojos y me quedé contemplando sus senos que subían y bajaban con su agitada respiración, sus pezones se mantenían erectos y su coño lucía atractivo, caliente y jugoso. Esperé cerca de un minuto antes de acariciar sus esponjosos pechos, rodear sus pezones con mis dedos y lamer sus areolas. La respiración de ella se había tornado regular. Mi pene estaba duro como el acero y avancé sobre ella. Cuando llegué a su cálida hendedura abierta, fácilmente la penetré, me incliné hacia adelante para chupar sus pezones mientras lentamente follaba por primera vez el apretado coño de mi madre. No quería que esta maravillosa sensación se detuviera, así que seguí haciéndolo lentamente. Noté que su respiración se agitaba y sus caderas se movían a un ritmo similar al mío. Podía sentir a su vez, como los músculos de su vagina me succionaban y apretaban, mientras nuestros huesos pélvicos se restregaban el uno contra el otro.
Casi sin darme cuenta comencé a correrme cuando ella me apretó y comenzó a moverse como loca, moviendo sus caderas ardorosamente mientras gemía convulsionando, creo que ella también había alcanzado su clímax, pero no podía asegurarlo, ya que yo estaba alucinado llenado su coño con mi esperma. Cuando finalmente me relajé, mamá seguía durmiendo, me bajé de encima de ella, cubrí nuestros cuerpos con una sábana y me quedé dormido abrazado a ella.
A la mañana siguiente, mamá estaba bajo la ducha cuando me levanté. Era un sábado, así que ella no tenía que ir al trabajo. Cuando entré al baño, ella simplemente me sonrió y me hizo espacio para que me bañara con ella. Nos ayudamos a lavarnos mutuamente, sus manos jabonosas hicieron que mi pene se pusiera duro otra vez. Enjaboné sus pechos y sus pezones se pusieron rígidos entre mis dedos. Nos tocamos y acariciamos el uno al otro. Nos secamos y nos fuimos al dormitorio, comencé a acariciar sus redondas y firmes nalgas y mientras la abrazaba, ella me dijo.
—Siento que tendré que tomar una pequeña siesta …
Acostados en la cama inicié a besarla y chuparla por todos lados. Cuando me acerque a su panocha ella abrió sus piernas para que yo pudiera estimularla y acariciar su coño con mis dedos resbaladizos, ella comenzó a empujar con sus caderas y su respiración se hizo bastante agitada, luego gimió.
—Ahora me voy a dormir …
Cerró sus ojos y abrió más sus piernas. Ahora estaba lista para follar, pero quería pretender de que estaba adormecida. La monté y la penetré hasta el fondo, inmediatamente su cuerpo respondió. Nos abrazamos y comenzamos a movernos como un solo cuerpo, casi podía sentir su clítoris contra mi polla. Duré mucho tiempo porque no estaba follándola, con mi pene profundamente enterrado en su estrecha panocha, me restregaba contra su pelvis. Me sentí genial, estaba completamente en control. Mamá se corrió bastante rápido y después de un minuto se relajó. Yo continué moviéndome lentamente y muy luego mamá comenzó a responder de nuevo; cuando finalmente no pude seguir controlándome y la comencé a follar con largas y profundas estocadas, ella se unió a mi ritmo con fuerza y se corrió jadeando sonoramente, lo que me hizo explotar con todas mis fuerzas en su coño y no dejé de moverme hasta que salió la última gota de semen estrujada por su apretada panocha. Miré su hermoso rostro, ella tenía los ojos cerrados y una amplia sonrisa en sus labios. Segundos después ella abrió sus ojos como despertándose de un profundo sueño y me dijo.
—Esa sí que fue una buena siesta … Tuve un sueño hermoso … Creo que me iré a duchar de nuevo …
Eso fue hace tres años. Ahora dormimos juntos todas las noches, pero ella siempre finge de dormir antes de tener relaciones sexuales. Lo hacemos casi todos los días, hacemos de todo, incluido el sesenta y nueve, pero al momento de penetrarla, ella dice que necesita una pequeña siesta. Solo cierra sus ojos y se duerme. Yo la penetro y ella comienza a soñar y a responder como si estuviera despierta. Yo no me quejo. A ella le gusta así. Pronto me iré a la universidad. Estamos felices porque fui aceptado en un establecimiento local. Ahorraremos dinero y podremos continuar con nuestros masajes, sus siestas y nuestra inusual vida amorosa.
Fin
***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****
El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
Cuando cumplí trece años, el juego del castillo ya no era creíble ni tan entretenido como lo había sido, pero yo seguía disfrutando de la exploración del cuerpo de mamá, entonces como ella siempre se quejaba de dolores en sus piernas y espalda, le sugerí que jugáramos al Spa, donde yo le daba masajes para aliviar sus dolores; ella estuvo de acuerdo casi inmediatamente.
Preparé una mesa más larga que mamá tenía en la terraza y la entré. A los pocos minutos ella regresó con la bata puesta. Ahora estábamos bien alumbrados con las luces del salón y ella se mostraba muy tímida. Extendió una gruesa y larga toalla sobre la mesa, luego me dio la espalda y envolvió su cuerpo con la otra toalla. Después se tumbó boca abajo sobre la mesa. Ni siquiera pude vislumbrar sus pechos, pero no me importó.
Empecé a frotar sus sienes y fui bajando por su cuello y sus brazos.
—¡Uy, hijo! … Eso se siente bien …
Me fui al extremo opuesto de la mesa y comencé a frotar sus pies. Sus piernas estaban muy juntitas y no logré ver nada. La sentí muy relajada, fui subiendo por sus pantorrillas y ligeramente ella abrió sus piernas casi sin resistencia. Puse especial atención a sus rodillas y a la base de sus muslos. Varias veces me dijo que se sentía maravilloso y esta vez no fue la excepción.
—¡Oh, Bernardo! … Tus manos son deliciosas … Tienes un talento natural para esto …
Me acerqué con las yemas de mis dedos sobre sus tiernos muslos, deteniéndome justo al borde donde llegaba la toalla. Mamá no había querido dejar que yo quitara su toalla, pero con paciencia y dedicación, cada vez que subía por sus muslos, iba corriendo la toalla más y más arriba, hasta que logré ver sus enmarañados vellitos dorados. Estaba a punto de subir su toalla dos centímetros más arriba, cuando ella se sentó jadeante y dijo que tenía que ir a tomar una ducha. Ciertamente fue decepcionante este primer masaje, pero tenía esperanzas en que esto lo lograría revertir en un futuro no muy lejano.
Durante los días siguientes pensé mucho en el cuerpo de mi madre, como un chico de trece años esto era fuente de inspiración para mi masturbación casi a diario. La esperé que volviera del trabajo ya con la mesa puesta en su lugar y le dije.
—Mami, debes venir muy cansada … ¿Te va un masaje reponedor? …
—¡Oh!, que amable … Espera un poco que me preparo …
Mamá esta vez parecía mucho más relajada. Después de terminar su cuello y sus brazos, me dirigí a sus pies. Noté que sus piernas estaban más abiertas que la vez anterior y no estaba muy tensa. Mientras miraba debajo de la toalla, puede ver esos espirales de vellitos dorados justo en la convergencia de sus piernas. Me tomé mi tiempo masajeando sus pies, pantorrillas y rodillas. Cuando comencé un suave masaje al interno de sus muslos, ella separó sus piernas. Parecía no estar consciente de los que yo pudiera ver o no ver. Esta vez amasé sus muslos tiernamente y expuse su maravilla celestial. Su coño con esplendidos labios que sobresalían ligeramente de su abertura brillante y húmeda; ¡Qué hermoso coño el de mamá!
Me volví un poco más audaz y moví mis dedos al borde de la toalla. Las yemas de mis dedos estaban a no más de cuatro o cinco centímetros de su paradisiaco orificio. Como si se despertara de repente, ella se dio cuenta de que estaba totalmente expuesta y cerro sus piernas, enseguida me dijo.
—Bernardo, has sido un amor … Me siento de maravillas … Gracias …
Nuevamente se levantó cuidadosamente de la mesa sin exponer absolutamente nada. No quise insistir ni decir nada para no arruinar mis posibilidades de seguir viendo su hermosura única. Pero un par de días después, ella me llamó y me pidió que le diera un masaje. Por supuesto que accedí inmediatamente. Me comporté mucho menos agresivo y durante el siguiente mes, la masajeé dos o tres veces por semana, siendo recompensado con las preciosas vistas del cuerpo de mamá.
Al parecer la costumbre la hizo relajarse aún más a la hora de cubrirse, antes y después del masaje. Tuve cuidado de no mirarla en forma descarada ni fijamente, pero de todas maneras pude dar una ojeada subrepticia a sus hermosos pechos esponjosos de pequeñas areolas y protuberantes pezones marrón claro.
Una tarde entró a la sala de estar solo envuelta con su toalla, se sentó sobre la mesa y la desató sin preocuparse de cubrirse los senos, luego se recostó boca abajo y cubrió solo sus nalgas con la toalla. Afortunadamente, la mesa era bastante alta y la tremenda erección que me produjo su cuerpo, no era visible. Cuando terminé con los pies y pantorrillas, ella me pidió que masajeara sus muslos y nalgas por sobre la toalla. Sus piernas estaban considerablemente más abiertas que otras veces, pero la toalla cubría todo su trasero, solo que estaba bastante arriba como para gozar la vista de sus vellitos de oro. Mientras masajeaba sus nalgas, la toalla se fue subiendo más arriba y noté que los hinchados labios de su coño estaban más hinchaditos y brillaban como si estuvieran mojados. Presioné delicadamente el interno superior de sus muslos y la toalla se subió hasta dejarme ver la línea estrecha que dividía sus nalgas. Puse mis manos sobre sus glúteos cubiertos por la toalla y los amasé, apretándolos y abriéndolos, su coño se abría y se cerraba al ritmo de mi masaje y sentí los tenues gemidos de ella. Mamá me dejó hacer esto por cerca de un minuto, luego dijo simplemente.
—Será mejor que nos detengamos aquí … Tus manos son maravillosas … Tu masaje es muy bueno …
Se levantó sin más ni más, se envolvió en su toalla, pude ver sus pezones que estaban turgentes y duros, sus mejillas estaban claramente ruborizadas y dijo que se iba a la ducha. Yo me fui aceleradamente a mi cuarto para aliviar la tensión que me había provocado mamá. Supongo que era demasiado joven para darme cuenta de cuanto ella disfrutaba de mis masajes. Había algo que no la dejaba dejarse ir, tal vez algún sentimiento de culpa.
Pero esto iba en un lento progreso. El siguiente masaje fue aún más excitante. Mamá se duchó después de cenar y ya habíamos concordado que le daría un masaje después de la cena. Ella salió con su bata puesta, debajo nada. Se acercó a la mesa y se quitó la bata, totalmente desnuda se extendió boca abajo sobre la mesa y cubrió sus nalgas con una pequeña toalla. Me emocionó mucho ver por primera vez la parte delantera de mamá totalmente desnuda a plena luz. Pensé en darle el mejor masaje de su vida.
Tuve el máximo de cuidado masajeando su cabeza, los brazos y la espalda. Ella disfrutaba de verdad mi atención, me tomó una veintena de minutos para llegar a sus muslos y nalgas, sus piernas estaban muy separadas. Su vagina muy mojada y cuando mis pulgares extendieron sus redondas nalgas, noté que sus caderas se comenzaban a mover sensual y rítmicamente. Entonces me vino una idea.
—Mami … ¿Quieres que te de masaje en la parte frontal de tus muslos? …
—Sí … Creo que me gustaría eso …
Mamá se dio vuelta boca arriba, sacó la tolla de debajo de sus nalgas y la dejó caer sobre su estómago, debajo de sus hermosos senos desnudos. Tenía las piernas ampliamente abiertas, comencé justo encima de sus rodillas y avancé desde allí hacia arriba. Miré su rostro y sus ojos estaban cerrados. Sus areolas ligeramente henchidas con sus pezones turgentes y duros. Creo que mamá estaba cachonda, pero yo estaba más interesado en mi propia cachondez que sentía explorando sus hermosas curvas. Muy pronto mis dedos alcanzaron el protuberante montículo carnoso de su pelvis.
Su vagina se abría y cerraba con cada movimiento suyo, sus caderas se movían regularmente y su respiración se había hecho bastante afanosa. No sabía absolutamente nada sobre el orgasmo de las mujeres, pero intuía que ella se encontraba con un enorme grado de excitación y que probablemente pronto se correría. Me pregunté si ella iba a disparar semen al igual que yo. Mamá comenzó a gemir diciéndome.
—Sigue así, tesoro … Sigue masajeándome, amor … ¡Uhhhh! … ¡Ummmm! … ¡Ahhhh! …
Ella no sabía que no tenía ninguna intención de detenerme. Después de estremecerse y temblar de pies a cabeza, apretando fuertemente sus piernas; ella se levantó y tomó mis manos, me dio un beso en ellas y luego envolvió la toalla alrededor de su cuerpo; me dio un beso en la mejilla y se fue a su habitación.
Mamá nunca hizo mención al aspecto sexual de los masajes, pero después de cada uno de ellos estaba de muy buen humor, cocinaba un montón de cosas ricas, me daba muchos abrazos y me decía que era un buen hijo.
Un noche, después de haberme duchado, mamá me llamó a su habitación. Llevaba puesta la gruesa bata de baño y acababa de salir de la ducha. Me preguntó si podía darle un masaje. Por supuesto que le dije que sí. Me giré para ir en busca de la mesa de masajes, pero ella me detuvo y me dijo que podríamos usar su cama. Enseguida tiró las cubiertas hacia atrás, se quitó la bata y se quedó de pie totalmente desnuda ante mí, me dijo.
—Bernardo … Después que termines, también yo te hare un masaje …
A continuación, se dejó caer sobre la cama boca abajo y con las piernas bien abiertas, con una seductora sonrisa, dijo.
—Puedes comenzar con mis hombros y espalda …
Yo vestía solo mi bata de baño, no había tenido tiempo de cambiarme ni vestirme. Me coloqué arrodillado entre sus piernas y aflojé el cinturón de mi bata, cuando me hice hacia adelante para alcanzar sus hombros, mi pene se deslizó en medio al surco divisorio de sus glúteos y mientras la masajeaba mi pene se movía hacia adelante y hacia atrás presionando sus apretadas nalgas. Ella no hizo ningún movimiento para detenerme mientras mis manos se deslizaban sobre su espalda y mi polla se frotaba contra su cálido y suave trasero.
Cuando me tuve que mover más abajo ya mi polla no estaba en contacto con sus posaderas, pero tenía una magnifica vista de su coño mientras masajeaba sus nalgas. Pude ver que estaba mojada y su labia henchida, rojiza y brillante sobresalía de su hendedura empapada. Rápidamente descendí masajeando sus piernas y di por concluido el masaje de su parte trasera; me levanté y me puse de pie, mamá automáticamente rodó sobre su espalda quedando boca arriba con sus piernas bien abiertas, para permitirme estar entre ellas. No sé si noto mi furiosa erección, pero no dijo nada, solo se recostó con los ojos cerrados y me dijo.
—Tienes que masajear mis muslos ahora …
Yo ya sabía lo que ella quería, así que me moví hacia arriba y muy pronto estuve masajeando la convergencia de sus piernas, el bordillo de su coño cubierto con ralos vellos rizados y rubios. Podía ver claramente su clítoris apenas escondido bajo los mojados pliegues de su panocha caliente, entonces comencé a masajear la protuberancia de su hueso pélvico y todo en rededor a su vagina, abriendo y cerrando los labios de su inundada conchita. Mamá comenzó a gemir y rotar sus caderas, casi casualmente uno de mis pulgares la penetró mientras ella empujaba hacia arriba. Sus manos aferraron sus caderas, empujó desesperada y giró levantando su pelvis de la cama, convulsionando y estremeciéndose, al tiempo que respiraba con mucha dificultad. Mamá se había corrido. Muy lentamente, ella se movió para dejar salir mi dedo de sus coño, se detuvo y me dijo.
—Es tu turno ahora … Acuéstate boca arriba …
Cuando obedecí e hice como ella me había indicado, mamá se montó a horcajadas sobre mis rodillas y comenzó a frotar mi pecho y mis hombros. Mientras masajeaba hizo descender sus caderas para que su coño resbaladizo estuviera en contacto en medio a su rescaldada panocha. Suavemente inició a moverse hacia arriba y hacia abajo, ¡Esto era increíble! Podía sentir la calidez y humedad cuando entraba en contacto con mis bolas y se movía suavemente hacia arriba para recorrer toda mi polla con su resbaladiza conchita. Estaba alucinando y no sabía que hacer, pero supe que no iba a aguantar mucho. Una vez cuando mi polla erecta resbalaba en medio a sus hinchados labios, empujé y mi polla la penetró por algunos centímetros, jadeé sintiendo su maravillosa y caliente estrechez apretando mi cabezota excitada, ella se sobresaltó y dijo.
—¡Oh, no, Bernardo! … Eso no está bien … Podemos frotarnos y masajearnos, pero nada más …
Luego se levantó para que mi pene se deslizara fuera de su coño dándome una cariñosa palmada sobre mi muslo, inmediatamente bajo su chocho y continuó frotando nuestros genitales ardorosamente. Estiré mis manos para alcanzar sus pezones, pero no pude porque comencé a correrme con copiosos chorros de semen caliente. Mamá estaba excitada aumentó la frotación mientras mi esperma mojaba su entrepierna y con tenues gemidos ella volvió a correrse. Amorosamente ella limpio todo mi semen con una toallita antes de recostarse a mi lado. Nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente me desperté abrazado a su cuerpo desnudo. Ella nos había cubierto durante la noche. Comencé a acariciar sus senos, pronto sus pezones estaban duros como piedra, pero se despertó y dijo que tenía que prepararse para ir al trabajo y yo a la escuela.
Mamá continuó invitándome a masajearla una o dos veces por semana por los meses siguientes. A veces lo hacíamos sobre la mesa y otras sobre su cama. Días después de haber cumplido mis quince años, mamá me hizo subir sobre la mesa de masaje después de haber terminado su masaje. Ella me masajeó los hombros, los brazos, mi espalda y piernas; luego me hizo voltear boca arriba y pasó un tiempo a masajear mis pectorales y mi abdomen, masajeó un poco mis muslos, pero repentinamente sentí sus dedos deslizándose a lo largo de mí verga dura como palo. Envolvió mi prepucio con sus dedos y lo deslizó hacia arriba y hacia abajo. ¡Eso se sintió genial! Cerré los ojos para disfrutar esta nueva sensación, segundos después lo aferró con sus dos manos y lo sacudió enérgicamente en forma vertical. Sentí que si seguía así no iba a durar mucho. Para mi gran sorpresa, algo cálido y resbaladizo se cerró alrededor de mi pene. Cuando miré hacia abajo, vi que mi mamá se había metido mi pene en su boca y se movía desesperada su cabeza hacia arriba y hacia abajo para que yo la follara en la boca. Casi de inmediato comencé a correrme con una inaudita fuerza, ella jamás soltó mi pene y se tragó todo lo que yo le disparé en su boca, cuando terminé de correrme, ella me sonrió y dijo.
—Algo especial para ti … Creo que te lo merecías …
En los días siguientes pensé en cómo podría retribuirle el placer y el goce que me hizo sentir. Así que cuando me invitó a su dormitorio para el consueto masaje, supe lo que iba a hacer. Pasamos por todo lo habitual, cuando comencé a ocuparme de su zona pélvica, me incliné hacia adelante y mi lengua comenzó a lamer su hendedura mojada y caliente, ella jadeó y sobresaltada me dijo.
—¿Qué estás haciendo? …
Ella no hizo ningún intento para alejarse y yo seguí lamiéndola. Al parecer le gustó la novedad, porque dobló sus rodillas, levantó sus piernas en alto y las abrió ampliamente para darme un libre acceso a su vagina abierta y jugosa, ahora tenía su entero coño expuesto para mí. Por varios minutos la lamí y bebí su sabrosa sopa, entonces me concentré en su clítoris turgente y erguido, chupándolo con fervorosa pasión. Mamá se encabritó y comenzó a gemir muy excitada mientras follaba mi boca moviendo sus caderas en círculos, luego hacia arriba y hacia abajo, después tembló toda y se corrió tan fuerte que roció mi rostro con su esencia de mujer. Por casi un minuto mantuvo mi cabeza contra su coño restregándolo suavemente contra mi boca sin dejar de gemir, luego se relajó y dijo.
—Hijo … Eso fue increíble … Has agotado a tu pobre madre … Dormiré una siesta …
Sin esperar respuesta cerró sus ojos y me quedé contemplando sus senos que subían y bajaban con su agitada respiración, sus pezones se mantenían erectos y su coño lucía atractivo, caliente y jugoso. Esperé cerca de un minuto antes de acariciar sus esponjosos pechos, rodear sus pezones con mis dedos y lamer sus areolas. La respiración de ella se había tornado regular. Mi pene estaba duro como el acero y avancé sobre ella. Cuando llegué a su cálida hendedura abierta, fácilmente la penetré, me incliné hacia adelante para chupar sus pezones mientras lentamente follaba por primera vez el apretado coño de mi madre. No quería que esta maravillosa sensación se detuviera, así que seguí haciéndolo lentamente. Noté que su respiración se agitaba y sus caderas se movían a un ritmo similar al mío. Podía sentir a su vez, como los músculos de su vagina me succionaban y apretaban, mientras nuestros huesos pélvicos se restregaban el uno contra el otro.
Casi sin darme cuenta comencé a correrme cuando ella me apretó y comenzó a moverse como loca, moviendo sus caderas ardorosamente mientras gemía convulsionando, creo que ella también había alcanzado su clímax, pero no podía asegurarlo, ya que yo estaba alucinado llenado su coño con mi esperma. Cuando finalmente me relajé, mamá seguía durmiendo, me bajé de encima de ella, cubrí nuestros cuerpos con una sábana y me quedé dormido abrazado a ella.
A la mañana siguiente, mamá estaba bajo la ducha cuando me levanté. Era un sábado, así que ella no tenía que ir al trabajo. Cuando entré al baño, ella simplemente me sonrió y me hizo espacio para que me bañara con ella. Nos ayudamos a lavarnos mutuamente, sus manos jabonosas hicieron que mi pene se pusiera duro otra vez. Enjaboné sus pechos y sus pezones se pusieron rígidos entre mis dedos. Nos tocamos y acariciamos el uno al otro. Nos secamos y nos fuimos al dormitorio, comencé a acariciar sus redondas y firmes nalgas y mientras la abrazaba, ella me dijo.
—Siento que tendré que tomar una pequeña siesta …
Acostados en la cama inicié a besarla y chuparla por todos lados. Cuando me acerque a su panocha ella abrió sus piernas para que yo pudiera estimularla y acariciar su coño con mis dedos resbaladizos, ella comenzó a empujar con sus caderas y su respiración se hizo bastante agitada, luego gimió.
—Ahora me voy a dormir …
Cerró sus ojos y abrió más sus piernas. Ahora estaba lista para follar, pero quería pretender de que estaba adormecida. La monté y la penetré hasta el fondo, inmediatamente su cuerpo respondió. Nos abrazamos y comenzamos a movernos como un solo cuerpo, casi podía sentir su clítoris contra mi polla. Duré mucho tiempo porque no estaba follándola, con mi pene profundamente enterrado en su estrecha panocha, me restregaba contra su pelvis. Me sentí genial, estaba completamente en control. Mamá se corrió bastante rápido y después de un minuto se relajó. Yo continué moviéndome lentamente y muy luego mamá comenzó a responder de nuevo; cuando finalmente no pude seguir controlándome y la comencé a follar con largas y profundas estocadas, ella se unió a mi ritmo con fuerza y se corrió jadeando sonoramente, lo que me hizo explotar con todas mis fuerzas en su coño y no dejé de moverme hasta que salió la última gota de semen estrujada por su apretada panocha. Miré su hermoso rostro, ella tenía los ojos cerrados y una amplia sonrisa en sus labios. Segundos después ella abrió sus ojos como despertándose de un profundo sueño y me dijo.
—Esa sí que fue una buena siesta … Tuve un sueño hermoso … Creo que me iré a duchar de nuevo …
Eso fue hace tres años. Ahora dormimos juntos todas las noches, pero ella siempre finge de dormir antes de tener relaciones sexuales. Lo hacemos casi todos los días, hacemos de todo, incluido el sesenta y nueve, pero al momento de penetrarla, ella dice que necesita una pequeña siesta. Solo cierra sus ojos y se duerme. Yo la penetro y ella comienza a soñar y a responder como si estuviera despierta. Yo no me quejo. A ella le gusta así. Pronto me iré a la universidad. Estamos felices porque fui aceptado en un establecimiento local. Ahorraremos dinero y podremos continuar con nuestros masajes, sus siestas y nuestra inusual vida amorosa.
Fin
***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****
El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
2
votos
votos
evaluación
8.5
8.5
Continuar leyendo cuentos del mismo autor
historia previa
Curas termales.
Comentarios de los lectores sobre la historia erótica