Mi castillo.

por
género
incesto

Vivíamos en un departamento solos mamá y yo. Mi padre se había mudado cuando yo tenía unos cuatro años. Desde entonces ella se hizo cargo de mí. Mamá ya tiene su edad, veinticuatro años me parecen muchos, pero ella se mantiene joven y se ve muy bonita. Es bastante alta, pero no demasiado. Tiene cabellos rubios muy cortos y su seno puede decirse que es de tamaño mediano.


A los seis años comencé a asistir a la escuela primaria junto con otros chicos y chicas de mi edad. Me divertía mucho jugando con mis amigos, pero las chicas no me interesaban en absoluto. ¡Lloraban por cualquier cosa y jugaban con muñecas! ¡Tonterías!


Pero, así como el tiempo pasaba, me fui sintiendo atraído por ellas. Sentía unas ganas enormes de explorarlas, solo que no tenía ninguna amiga. Entonces, ¿cómo se suponía que iba a poder explorar a alguna de ellas? Era demasiado tímido para acercarme siquiera a hablarles. Sentía vergüenza de preguntarles cualquier cosa. Me di cuenta de que mamá es una chica, claro que con muchos más años que mis compañeras, tengo confianza con ella y se me ocurrió que podía preguntarle.


Una lluviosa tarde de invierno, mamá y yo estábamos en la sala de estar. Era fin de semana y no podía ir a ninguna parte, estaba aburrido. En aquel momento se me ocurrió construir un castillo y jugar a la guerra. Junté las sillas del comedor y con los cojines del diván, más algunas almohadas, hice los infranqueables muros que me protegerían de los ataques de los monstruos enemigos.


Lógicamente que, para estar calentito, lo construí justo al lado del calefactor, que durante el invierno estaba encendido día y noche. Claro que todo cerrado, la temperatura al interno de mi castillo era casi tropical, pensé que estaría más cómodo de ese modo.


Fui a buscar mi saco de dormir para utilizarlo como material de construcción y también cubrí algunos forados con tapetes. Por supuesto, mamá no me perdía ojo, estaba atenta a todo mi trabajo de construcción, se veía linda como una princesa, pero había un poco de recelo en su mirada cuando arrastré algunas alfombras para terminar los muros de mi castillo.
—¡Bernardo! … Después vas a tener que volver a colocar todo en su lugar, ¿no? …
—Claro que sí, mami … No te preocupes …
—¿Y qué vas a hacer con esas alfombras? …
—Me falta el techo, mami … Tego que terminar de construir mi fortaleza … Vas a ver que nada podrá contra nosotros cuando mi castillo esté terminado … No puede haber ningún agujero, ¿sabes? …
Ella me sonrió, se acercó a mí y me dio un gran beso en la mejilla. Por supuesto que me limpie la cara de inmediato. Un caballero en armadura no podía recibir un beso de su madre, pero una extraña sensación me conmovió.
—¡Oh!, tu castillo se ve genial, ¿puedo echarle un vistazo? …
—Pero no está terminado … Me falta el techo y no puedo hacerlo solo … La silla … ¡Ehm! … ese muro se mueve … ¿Me ayudas? …
Juntos acomodamos las alfombras y cubrimos la parte superior. Con el techo en su lugar, di por terminada la construcción, estaba feliz y la invité a mi castillo.


La puerta levadiza consistía en una toalla puesta entre dos sillas y afirmada con los cojines. Era lo suficientemente grande para mí, pero a mamá le costó un poco entrar.


Una vez dentro ambos sentimos la temperatura del calefactor y mamá se quitó su suéter. No había mucho espacio, pero se estaba bien sobre los tapizados y mantas. Se supone que se podía estar más cómodos en el castillo bajo asedio. Estaba orgulloso de haber arrastrado una larga mesita de noche desde el otro extremo del departamento, ¡un desafío enorme para un niño de solo seis años!


Mi castillo tenía un altura de metro y medio, suficiente para mí, pero no para mamá que tenía que estar arrodillada. También note que había cierta penumbra en su interior; entraba bastante luz por la grietas que no había podido cubrir, no obstante, se podía ver todo en el interior.
—¡Uhm! … Bastante acogedor … Y bonito … —Opinó, mamá.
Estaba aperado con una linterna y unos libros de dibujos para pintar. Nos acostamos, mamá comenzó a sentir demasiado calor y se quitó sus vestidos quedándose con sostén. Esto no me llamó particularmente la atención, porque a menudo la veía que giraba con sujetadores. Pero mis planes de exploración de una chica estaban presentes en mi mente.


Iniciamos con ver algunos dibujos y ella me ayudó a pintar alguno de ellos. Hablamos de mis juguetes y de algunos juegos. Pero yo tenía que poner en ejecución mis planes. Fingiendo aburrimiento le pregunté.
—Mami … ¿Por qué no jugamos a otra cosa? …
—Sí, bebé … ¿Qué quieres jugar? …
—Bueno … Imaginemos que hemos sido atacados y nos tiene que visitar un medico para examinarnos y curarnos …
—¿Y cómo sería eso? …
—Usaremos esta mesita como camilla donde el doctor te examinará y curará tus heridas … Yo seré primero …
Me acosté sobre la mesita y mamá se acercó arrodillada a un costado mío. Apunté a mi pecho.
—Aquí, doctor … Me duele muchísimo …
Mamá dudo, me miró curiosa e inquisitivamente, así que insistí.
—Por favor, por favor … Me duele, doctor …
Finalmente ella cedió y comenzó a examinarme.
—Está bien … Siéntate en el banco para examinarte mejor …
—¡Pero, mamá! … Tienes que hacerlo como un doctor de verdad … Desvestir al paciente para escucharle los pulmones, el corazón, tomarle el pulso … Todas esas cosas, ¿sabes? …
—Entonces, joven … Quítate la camisa para poder escucharte …
Me quité la camisa y ella me puso una oreja en la espalda. Enseguida me dijo,
—Ahora desvístete para seguir revisándote …
Inmediatamente me quité todo y quedé desnudo frente a ella.
—Ahora acuéstate en el banco … Dime donde te duele …
—Aquí … Aquí … Y también me duele mucho aquí …
Dije apuntando mi pecho, mi vientre y mi trasero
—¡A-ha! … Ahí, tu estomago y tu trasero … Ahora los miraré …
Mamá comenzó a acariciarme con sus manos alrededor del cuello, luego se deslizó hacía mi pecho sobajeando suavemente mi piel.
—¿Aquí? … ¿Te duele aquí? … —Me preguntaba mamá masajeándome suavemente.
—¡Ay! … Ahí me duele muchísimo …
Respondía cada vez que ella me preguntaba, entonces ella aparte de masajearme delicadamente, se inclinaba y me daba besitos en el área afectada. Me tocó el vientre y volvió a preguntarme.
—Aquí, ¿te duele? …
—No … Ahí, no …
Respondí y ella siguió toqueteando alrededor de mi estómago, se deslizó hacia mis muslos y mis respuestas fueron siempre negativas, hasta que tocó mi pito.
—¡Ay! … ¡Ay! … Ahí me duele …
—¿Aquí? …
Preguntó escéptica y dubitativamente volvió a tocarme ahí.
—¡Ay, sí! … Me duele muchísimo …
Dije quejumbroso, entonces ella hizo lo que toda madre hace para curar a su hijo. Tomó afectuosa y delicadamente mi pequeño pene; lo acarició, lo magreó, me dio besitos y se lo metió a la boca, pero desafortunadamente sus atenciones fueron breves y rápidamente se alejó de mi pelvis.
—Voltéate …
Dijo con fingido rigor. Me giré sobre mi estomago y ella comenzó a sentir mi trasero.
—¡Ay! … ¡Ouch! … —Grité, siguiendo el juego.
—¡Uhm! … Pareces muy malherido por aquí, ¿eh? ….
Dijo mamá toqueteando mis nalgas y acercándose para mirar de cerca. Masajeó mis glúteos y me dio varios besitos en ambas nalgas. Luego me dio un suave palmetazo y me dijo.
—¡Ya! … Listo … Estás sano …
—¿En serio? … ¿Tan rápido? … Bueno … Entonces ahora es tu turno … Siéntate en el banco, por favor …
Cambiamos de lugar y ella se sentó de espaldas a mí para que yo pudiera examinarla. Me acerqué a ella y puse mi oreja en su cálida y suave espalda. Escuché su respiración y luego tomé su brazo para sentir sus pulsaciones, luego le di un golpecito en su pierna y le dije.
—Está bien … Quítate la ropa ahora …
Mamá se sentó en el banco y se quitó parsimoniosamente los leggins. Me sentí decepcionado cuando se dejó el sostén y sus bragas, lo que impedía mis planes de exploración, así que le reclamé.
—¡Pero, mami! … ¡Tienes que quitártelo todo” …
—¡Oh, no! … Estás yendo demasiado lejos … Tienes que examinarme, así como estoy …
—Por favor … Por favor, mami …
Le dije poniendo una carita y haciendo pucheros.
—Por favor, no … Creo que exageras, Bernardo …
Dijo en forma incierta y vacilante, entonces contra ataqué.
—Pero yo me quité toda la ropa, mami … Esto es totalmente injusto …
—No … Yo no lo creo así …
Dijo siempre más dubitativa, así que seguí rogándole y llorisqueando un poco, hasta que la escuché decir.
—¡Urgh! … ¡Eres imposible! … ¡Está bien, me vas a torturar todo el día si no lo hago!
Mamá había cedido. Volvió a sentarse y se quitó primero el sostén, yo la miraba atentamente y ella hacía lo mismo conmigo. Miré sus hermosos senos redondos y bien formados con dos pezones oscuros que yo hasta hace un par de años todavía chupaba y me nutría de ellos. Luego comenzó a deslizar sus bragas por su caderas y sus piernas hacia abajo hasta quitárselas y dejándolas caer al piso, todo con sus piernas bien juntas, tratando de ocultar de mis ávidos ojos lo que yo realmente quería ver. Se recostó sobre el banco siempre con sus piernas bien juntitas.
—¿Dónde te duele? … —Le pregunté.
—Por mi estomago y mi rodilla … —Respondió.
—¡A-ha! … Entonces tendré que examinarte toda …
Comencé a explorarla tocando su cabeza, su cuello; bajé lentamente por su pecho y sentí sus suaves y esponjosos senos. Mis manos eran muy pequeñas para abarcarlos por completo, los amasé suavemente y acaricie sus pezones que estaban muy duritos y sobresalían bastante. Continué hacia abajo sintiendo sus costillas y me detuve sobre su estómago, acaricié su ombligo y le di unos besitos de curación.


Enseguida seguí por su vientre liso hasta donde comenzaban a crecer unos vellos dorados y rizados. Cuando mamá sintió mis dedos sobre sus pelitos, tomó mi mano y me detuvo antes de que yo siguiera más abajo.
—No me siento tan cómoda si me tocas esa área …
—¡Pero mami! … Un médico examina todo … Además, tú también me controlaste allí …
—Esa es mi zona íntima … Además, un hijo no debería tocar a su madre allí …
—Eso no es justo … ¿Por qué siempre tu puedes y yo no puedo? … ¿Por qué? …
Mamá se quedó pensativa unos instantes y luego me dijo.
—Bueno … Puedes … Pero con una condición …
—Sí … ¿Y cómo sería eso? …
—No podrás decírselo a nadie lo que hemos hecho tú y yo … Eso será siempre un secreto entre tu y yo … ¿Entiendes? …
—¡Sí, mamá! … Claro … Te lo prometo …
—Entonces hazlo … Ten mucho cuidado … Hombres y mujeres somos muy sensibles ahí abajo …
—Sí, mami …
Entonces ella abrió sus piernas y las dejo colgando a ambos lados del banco. Entonces me senté entre sus piernas. Lo primero que vi fue esa grande mancha de vellos dorados como un triangulo invertido, que poco a poco se estrechaba hacia la convergencia de sus piernas. Había un montículo donde crecían sus vellos que se esparcían más abajo ocultando una especie de boca con labios muy apretaditos y desde donde parecía aflorar una lonja oscura de su carne. Indudablemente había allí un surco que dividía a mitad esos labios gorditos.


Debajo de esa elevación hirsuta de vellos rubios, en medio a esos labios había una hendedura que escondía algo. Por historias y rumores, sabía que ahí había una especie de agujero, pero no lo vi por ninguna parte. Serenamente puse mis dedos en esos enmarañados vellos que semejaban a una melena leonina, miré a mamá interrogativamente y ella me dijo.
—Esos son mis vellos púbicos …
Continué con mi exploración, dejando que mis manos se deslizaran por su piel en medio a ese misterioso surco que emanaba un vaho de temperatura más alta. Rocé esa delicada piel y constaté que esos labios se podían separar y los separé levemente. Mamá emitió un tenue quejido y me sobresalté.
—¿Te hago daño, mami? … ¿Qué es esto? … ¿Hay un agujero aquí? …
Pregunté realmente sorprendido.
—No … No me duele, cariño … Los que estás separando son mis labios vaginales … Ellos protegen mi agujero … Puedes separarlos un poco más para mirar dentro …
Eso fue lo que hice, había una piel más rosada, al vértice un cosita rígida envuelta en pliegues; además, había mucha humedad. Quizás mamá estaba mojada. Su orificio se adentraba hacia el interior con cada vez más acuosidad. Me fascinó todo lo que estaba viendo y le pregunté.
—¿Puedo tocarlo, mami? …
—Sí … Pero con cuidado …
Moví mi dedo índice y presioné esa pequeña protuberancia. A mamá pareció gustarle mucho, porque hizo una serie de movimientos y sonidos extraños. Después lo puse en el orificio, era muy resbaloso y mi dedo se deslizó fácilmente a su interior. Mamá estaba bastante mojada y caliente allí. Intente mover mi dedo, lo que provocó que mamá gimiera más fuerte y se moviera pronunciadamente, además que se mojó mucho más. Entonces lo volví a sacar. Mi curiosidad aumento al limite de querer saber si ella tenía algún sabor allí. Sin pensarlo mucho me incliné, separé su labia vaginal y pasé mi lengua por todo el agujero e intenté de sacar más de su líquido.
—¡Ahhhhhh! … ¡Uuuuhhhh! … ¡Ummmmmm! …
Gritó y gimió mi madre, respirando afanosamente y temblando todo su cuerpo.
—¿Qué sucede, mami? … ¿Te dolió? … ¿Te hice daño? …
Pregunté ansioso y desesperado por haberla hecho convulsionar tan violentamente.
—No … No, cariño … Todo bien … Solo tuve un … ¡Ehm! … Solo fue un ... Bueno … Te lo explicaré en otra ocasión … Sigue, por favor … Adelante …
—Está bien … ¿Puedes ponerte en el suelo en cuatro? …
Mamá se bajó del banco, se arrodilló sobre las mantas y quedó a cuatro patas. También abrió un poco sus rodillas y arqueó su espalda. Ahora podía ver su otro hoyito en el trasero y entre sus piernas los gordiflones labios de su vagina que estaba mojados y ligeramente abiertos.


Quería continuar con mis planes de exploración. Necesitaba ver con más detalles ese agujero con el surco mojado, así que separé sus labios con mis dos manos; esta vez lamí ese agujero mojado desde atrás, hasta alcanzar ese otro agujerito diminuto. Sentí el sabor salado en mi lengua y también un sabor agridulce un poco extraño y que nunca había saboreado. Mi madre gemía y se movía violentamente, empujando su trasero contra mi cara. También comencé a sentir algo en mi pito que no sabía que hacer, parecía ponerse tieso y eso me instaba a seguir lamiéndola con todas mis fuerzas.


Ahora quería continuar con la exploración de toda esa región. Me acomodé y separé sus nalgas, frente a mi estaba esa estrellita rugosa y estriada. Pasé solo brevemente mi dedo por el agujero y no vi nada de especial, yo también tengo uno como eso. Puse un dedito y se sentía igual al mío. Pero era mucho más grande y de color rosado. Supuse que no había nada de diferencia con el mío, era más o menos lo mismo. Lo interesante fue que sus labios vaginales se habían vuelto a juntar, pero estaban pegoteados.


La hice recostarse nuevamente sobre el banco para poder examinar su otro dolor. Descendí por sus bien torneados y firmes muslos. Cuando toqué su rodilla, mamá gritó.
—¡Ouch! …
Le hice un delicado masaje a su rodilla y pantorrilla, también le di varios besitos.


El examen había terminado.
—¡Uhm! … Eso fue divertido, ¿verdad, mamá? … Lo tenemos que volver a hacer, ¿verdad que sí, mamá? …
Se quedó por un momento pensativa y luego respondió un poco vacilante.
—Sí … Creo que podríamos volver a hacerlo otra vez …
—Ssiii …
Grité y salté por el aire. Luego volví a pintarrajear los dibujos de mis libros de dibujo. En ese momento no tenía nuevos planes de exploración, pero ya sabía que mamá se dejaría explorar todas las veces que volviera a armar mi castillo.


Fin


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luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2025-04-28
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