Gino y yo.

por
género
incesto

Mirando la hermosa figura de mi hermano Gino, comencé a preguntarme cómo había iniciado todo esto. Me llamo Luisa, tengo 24 años y estoy en la Universidad Andrés Bello de Concepción estudiando Ingeniería Biotecnología Molecular. Hasta el final del semestre del tercer año, había estado viviendo en dependencias de la universidad en un pequeño edificio fuera del campus. Una especie de hostal solo para estudiantes de escasos recursos. Las condiciones de dichos lugares no son de las mejores, así que junto a mi amiga Sandra, decidimos arrendar un apartamento y compartir la tasa de alquiler.


Compartimos un año juntas y ella falló en los exámenes del tercer año y decidió congelar la carrera y tornarse a casa para reforzar las materias donde había fallado. Así fue cómo me iba a quedar sola y a costear el arriendo del departamento de mí propio pecunio. Esto podía andar bien por tres o cuatro meses, pero luego me resultaría difícil continuar con ese tipo de gasto que no me lo podía permitir. Urgía que me encontrara pronto a alguien con quien compartir ese desembolso que resultaba demasiado oneroso para mí sola.


Estaba muy triste por tener que separarme de Sandra, decidimos salir esa tarde a beber a algún pub del barrio universitario. Junto a varias jarras de cerveza analizamos los posibles sustitutos para que ocupara el puesto de Sandra y me ayudara a costear esa cuota del alquiler. Nos reímos y divertimos analizando a todos y todas las posibles candidatas. Cuando decidimos de volver al departamento eran casi las dos de la madrugada.


Mientras caminábamos, distraídamente saqué mi celular de mi bolso para revisar mis mensajes, había uno de mamá que me hizo estremecer, era breve y conciso.
—Querida Luisa
Llámame cuando puedas.
Tú papá y yo nos divorciaremos.
La casa se venderá y repartiremos
la ganancia. Sí quieres rescatar
alguna de tus viejas pertenencias,
tendrás que venir pronto. Traté de
llamarte, pero tu teléfono no respondía.
Te quiero …

¡Santo Dios! ¡Esto no puede estar sucediendo! Pensé mientras comenzaba a llamar al numero de casa. Me contestó una voz masculina bastante airada.
—¿Hola? … ¿Quién llama a esta hora? … ¿Hola? …
Me pareció que era la voz de papá, pero no estaba segura de ello.
—Yo … ¡Ehm! … ¡Uhm! … ¿Es la casa de los Astorga? … —Pregunté un tanto ebria y confusa.
—Sí … ¿Eres tú, Luisa? … —Preguntó la voz del otro lado.
—¡Oh!, papá … Sí … Quería hablar con mamá … Ella me envió un mensaje y estoy preocupada …
—Soy tu hermano genio … Papá no está … Ya se mudó … Ahorita te paso a mamá …
Me sentí realmente mal al enterarme de que papá ya no estaba en nuestra casa. Escuché algunos ruidos al teléfono y pronto me encontré con mamá al teléfono.
—¡Hola, Luisa! … Lamento haberte enviado ese mensaje, pero quería que lo supieras primero de mí y no de tu padre … Bueno, nos vamos a divorciar … Tú papá me ha estado engañando con una mujer de donde trabaja y ahora que tu estás fuera de casa y también pronto tu hermano se ira a la universidad, tu padre decidió irse él también …
—¿Qué? … ¡Ehm! … ¿Cuándo pasó todo esto? … Hace un mes hablé contigo, antes de mis exámenes finales … Y nada me dijiste …
Dije mientras las lágrimas descendían por mis mejillas.
—Lo sé, Luisa … Esto es una locura y todo se ha ido dando muy rápido … Mira … No quiero entrar en todas las intimidades de pareja, pero tu padre hace más de un año que no está conmigo …
—Pero ustedes se aman … Yo lo he visto …
Dije tratando de contener mis sollozos.
—Hace un par de años atrás, así era … Pero ya ni siquiera recuerdo cuando fue el último beso amoroso que nos dimos tu padre y yo … Tú te fuiste hace tres años … Ahora Gino también asistirá a la universidad … Supongo que eso decidió a tu padre a contarme su infidelidad y pedirme el divorcio …
—¿Gino ira a la universidad? … ¿A cuál universidad? …
Dije realmente sorprendida. Mientras vivía en casa, Gino era la persona menos estudiosa que conocía. Se dedicaba a la juerga y a salir con sus amigotes; nunca se tomaba nada en serio.
—Le fue muy bien en la PAES … Ahora debe elegir la universidad donde ir … Pero no quiero cambiar de tema, el punto es qué tu padre me ha estado engañando y ahora se quiere divorciar … Así que estoy limpiando la casa para poder venderla lo antes posible … Si quieres rescatar tus cosas, las revisaremos y organizaré su envío …
Mi borrachera había desaparecido casi por completo.
—Pero mami, todavía no entiendo esto … Todo tan meteórico … Todo tan rápido …
—Y ni siquiera sabes la mitad … Escucha, mi cabeza me da vueltas … Aquí son las dos de la madrugada … Hablaremos por la mañana y organizaremos lo que se tenga que hacer, ¿vale? …
—Está bien, mamá … No sé cómo me perdí todo esto ni cómo sucedió …
Dije intentando controlar mis sollozos.
—Está bien, querida … Nos sentiremos por la mañana, adiós …
Dijo y colgó abruptamente.



Guardé mi teléfono y continué caminando hacia mi departamento. Alrededor de mí había solo mis pensamientos y el silencio. Mi mente estaba vacía mientras el alcohol volvía a nublar mi cabeza. Una densa niebla comenzó a descender sobre el campus y obnubiló también mis ideas. No recuerdo siquiera como llegué a mi departamento, pero la mañana siguiente me desperté en mi cama, mi cabeza parecía querer estallar. Sentí una urgente necesidad de orinar. Mientras estaba sentada en el inodoro eliminando parte de mis líquidos. Decenas de imagines sobre mi pasado daban vuelta por mi mente: peluches, trofeos, libros, agendas, fotografías y una variedad de ropa y otras cosas.


Saqué de mi cabeza algunos recuerdos y conversaciones de esta mañana, dejé mi teléfono sobre mi escritorio. Entré al baño y abrí el grifo de la ducha para que se calentara. Me metí bajo el agua tibia de la ducha para quitarme los efectos de la resaca y el mal olor del bar. Los bares nunca fueron algo de mi preferencia para mí y siempre me costó decidir de ir a uno de ellos. Especialmente cuando me excedí con la bebida como lo hice anoche. El agua se sentía deliciosa. Lentamente el dolor de mi cabeza comenzó a disiparse. Cuando terminé de ducharme, me sequé y me vestí. Finalmente me sentí recuperada, tome mi celu y llamé a mamá.
—¿Hola? … —Era mamá.
—¡Hola, mami! … Iré para allá y empacaré lo que sea necesario … Por supuesto que te ayudaré a poner todo en orden y a limpiar, ¿vale? …
Dije sintiendo que mi ojos volvían a nublarse con lágrimas.
—Eso sería genial, querida … ¿Estás segura de que tienes tiempo para eso? … No quiero causarte problemas con tus estudios …
—No, mamá … Los exámenes finales ya terminaron y las clases de verano comenzaran en dos semanas más, así que todo estará bien … Llegaré allí en horas de la tarde … Te llamaré cuando esté en las cercanías …
No me di cuenta de haber tomado una decisión mientras hablada con mi madre. Es increíble que pequeñas decisiones tomadas a la rápida, tengan un efecto que puede cambiarlo todo. Muchas veces esto me ha beneficiado y uno no se percata de ello sino hasta mucho tiempo después. Comencé a preparar un bolso liviano para llevar. Tenía cuatro a cinco horas de viaje hasta Santiago. Pensé que iba a estar obligada a quedarme al menos una noche en casa de mamá.


Puse mi bolso en la Hyundai Kona y me fui a tomar la autopista 5 Sur. Afortunadamente no había mucho trafico en la carretera y solo me tomo cuatro horas para llegar a casa. Media hora antes llamé a mamá para avisarle que estaba llegando. Durante todo el viaje mi mente estaba llena de diferentes pensamientos interrogativos: ¿Cómo esto iba a cambiar toda mi vida? ¿Cuál fue la falla en el matrimonio de mamá y papá? ¿Por qué papá comenzó a serle infiel? ¿Por qué llevaban tanto tiempo separados y yo no me había dado cuenta? ¿Por qué? ¿Por qué? Había muchos “Por qué”. Casi pierdo la salida enrollada con todos mis pensamientos. Cuando llegué a nuestra casa de dos pisos, muchos recuerdos revolotearon en mi mente. Me detuve al ingreso y me quedé sentada en el auto por algunos minutos. Finalmente, reuní el suficiente coraje y descendí para hacerle frente al tsunami emocional que vendría contra de mí al momento de cruzar esa puerta.


Abrí la puerta principal con mi propia llave e inmediatamente pensé que ya no me iba a servir nunca más. Entré y no vi a nadie, pero había algunos ruidos que provenían de la cocina, entonces grité.
—Ya estoy aquí …
Mamá y mi hermano salieron de la cocina para saludarme. Gino a grandes zancadas llegó primero que mamá. Mamá de inmediato me rodeó con sus brazos y me estrechó fuertemente.
—No sabes cuanto me alegro de que hayas venido, Luisa …
Dijo mamá mientras se le formaban lágrimas en los ojos y luego agregó.
—Tenemos tanto de que hablar, ¿sabes? … Y la casa … ¡Oh, Dios! … Tantas cosas … Todo ha sido en vano, ¿sabes? … Me siento fracasada …
Gino nos abrazó a ambas y me dijo.
—Así ha estado durante estos últimos días … Papá realmente le hizo mucho daño …
Luego con un tono más entusiasta exclamó.
—¡Vamos, mamá! … ¡Ahora Luisa está aquí! … ¿No te parece genial? … ¡Ahora todos juntos vamos a superar esto! …
Le dio unas afectuosas palmaditas en la espalda y nos estrechó en sus fuertes brazos masculinos.
—Lo sé, querido … Superaré esto eventualmente … Pero es bastante duro en este momento … Al menos ustedes dos están conmigo …
Dijo conteniendo a mala pena las lágrimas.
—Propongo de prepararnos algo de comer … Luego podemos dejar todo este lío emocional de aparte y ponernos a trabajar, ¿vale? …
Dije tratando de cambiar de tema.
—¡Genial! …
Dijo Gino y se llevó a mamá para continuar a trabajar en el embalaje de diferentes artículos. Yo entré a la cocina para investigar que podría preparar de comida. Mamá y Gino estaban poniéndole precio a todos los muebles y las cosas que entendían vender en una venta de garaje. Me pareció estar viviendo una escena surrealista y no me sentí particularmente participativa. Me dirigí al refrigerador que estaba casi vacío y con una etiqueta de “Se vende”; encontré algo de carne, ketchup, mayonesa y alguna verduras, no había nada más.
—Supongo que tendremos que conformarnos con sándwiches …
Dije, pero al parecer nadie se enteró de mi comentario. Al menos el pan era integral y la tostadora aún no había sido empaquetada, pero colgaba en su costado una etiqueta de “Se vende”. Me propuse hacer unos sándwiches con hogazas tostadas.


Cuando termine de confeccionar los sándwiches llamé a Gino y mamá. Nos sentamos en la vieja y destartalada mesa. En una pata de la mesa había otra etiqueta de “Se vende”. Me dio risa, parecía como si estuviera en una realidad paralela o una pesadilla de la cual despertaría de un momento a otro. Puse los sándwiches en una bandeja y los acerqué a mamá y Gino, luego me senté con ellos.
—Por lo que acabo de ver, prácticamente todo está a la venta, ¿eh? …
—Sí, querida … No quiero nada que me recuerde lo que fue … Conservaré solo algunas fotografías de ustedes cuando eran niños … Todo el resto quiero que desaparezca … Tampoco creo que me quedaré en esta ciudad, probablemente me iré con tu tío Danilo por un tiempo … He llorado tantas noches que no he logrado dormir bien …
Dijo mamá mientras comía su sándwich.
—Créeme que te entiendo perfectamente que quieras deshacerte de todas estas cosas … No creo que tengan problemas para vender todo esto … ¿Cuándo será la venta? …
Pregunté mirando a mamá que parecía todavía pensativa.
—Creo que lo haremos el lunes y el martes … —Dijo mamá.
—Bueno … Yo tengo que ir de visita al campus el fin de semana … Pero estaré aquí para el lunes … Ya sabemos que papá no quiere tener nada que ver con todo esto …
Dijo Gino bebiendo de su café.
—Sí … Mamá me dijo que habías postulado a varias universidades … Nunca pensé que quisieras estudiar algo en serio …
Dije todavía sorprendida de que lo haya logrado.
—Bueno, hermanita … Tú me mostraste el camino … Solo seguí tu ejemplo …
—Tengo que decir que estoy orgullosa de ti, hermano …
—Yo también estoy muy orgullosa de ti, Gino … Al fin te has ordenado …
Dijo mamá y mi hermano sonrió sonrojándose ante los elogios mientras continuaba a comer su sándwich. Cuando todos terminamos de comer, Gino y yo recorrimos para evaluar cuanto más había que hacer; fuimos de habitación en habitación tomando nota de las cosas que quedaban. En un rincón de la planta baja había unas cajas de plásticos y otras de cartón para embalar más objetos. Las cosas que mamá había separado y que quería conservar podían caber perfectamente en su miniván. Finalmente dimos por concluido todo y le dije a mi hermano.
—Gino, no sabes cuanto te agradezco de que hayas estado aquí para ayudar a mamá … Ojalá me hubiera llamado antes …
—Bueno, ella no quería molestarte … Ayer le dije que si ella no lo hacía lo haría yo … Tienes derecho a saber todo, incluso si ya no vives aquí … Creo que ella también te necesita … Pero estaba preocupada de arruinar tus exámenes finales …
—Tal vez ella tenía razón … No estoy manejando muy bien todo esto, ¿sabes? …
—Yo tampoco … Pero tenemos que estar al lado de ella y ayudarla a superar todo esto … Cuando nos vayamos a nuestras universidades ella ya no nos tendrá a su lado …
Dijo Gino y encontré que tenía toda la razón. Tanto él como yo debíamos irnos de casa y mamá quedaría sola a hacer frente a toda esta desafortunada situación. Desde la habitación contigua, escuchamos a mamá decir.
—¡Chicos! … Saben que desde aquí puedo oír casi todo lo que están hablando, ¿no? …
—Sí, mamá … Lo sabemos …
Respondimos Gino y yo contemporáneamente.


Gino y yo fuimos a mi habitación y me ayudó a embalar los artículos que quería llevarme. Se juntaron cuatro cajas de plástico que era prácticamente todo lo que podía transportar en mi Hyundai. Los muebles eran en su mayoría viejos y solo elegí una silla que acomodé en el asiento del pasajero de mi SUV. Algunas prendas de vestir las eché en el maletero en una bolsa negra de plástico.


Llegada la noche ya habíamos terminado de empacar todo y seleccionado otros artículos para la venta. Gino había hecho un trabajo encomiable y minucioso. En una pausa nos sentamos a charlar un poco y le dije.
—Gino, eres fantástico … Todavía no me convenzo de que hayas logrado un puesto en la universidad … Además, te has convertido en todo un hombre servicial y gentil …
—¡Uhm! … Eso suena como un cumplido, ¿no? …
—¡Oh, Gino! … No me malinterpretes … Siempre has sido un buen chico … Pero noto que has cambiado para bien y te has superado en muchas cosas …
—Sí, puede que tengas razón … Pero tú nunca me tomaste muy en serio …
—Bueno … Soy mayor que tú … Siempre te vi como un niño … A veces caprichoso y maleducado … Pero ahora te noto totalmente diferente y eso me alegra mucho … Has madurado … Has sido de gran ayuda para mamá … Las has apoyado y le has estado cerca cuando más lo necesitaba …
—Bueno … Circunstancialmente yo estaba aquí … Era mi deber … Cómo el tuyo era estar a estudiar en tu universidad …
—Tal vez sí … Y dime, ¿A qué universidad vas a asistir? …
—Bueno, dado mi buen puntaje en la PAES, puedo optar entre tres universidades … Mi mejor opción es donde estás tú … También la U. de Chile de Valparaíso y la U. de Chile de Antofagasta … Pensaba informarme sobre cada una de ella para decidir …
—¡Guau! … No puedo creer que mi hermano pequeño será compañero en mi universidad … ¿Por qué tu mejor opción es mi universidad? …
—Bueno … Todavía no lo he decidido … Pero sé que tienen una hermosa carrera de Biomedicina y otro plus … Mi hermanita mayor está en esa universidad …
Me dijo sonriéndome y dándome un suave codazo. Fue entonces que me recordé que necesitaba a alguien que me ayudara a costear mi departamento.
—¿Sabes qué? … Mi amiga Sandra ha congelado sus estudios y se ha vuelto a su casa … No quiero influir en tu decisión … Pero estoy necesitando encontrar a alguien que me ayude a costear el alquiler del departamento … Yo sola no me lo puedo permitir …
—¡Ehm! … ¡Interesante! … No lo sé, hermana … No tenemos el mismo genio … A veces tu eres un poco idiota … Además, ¿Cómo lo haríamos si tenemos alguna pareja para pasar la noche? …
—No quiero presionarte, Gino … Era solo una idea … ¿Sabes?, me siento muy agotada, creo que me iré a dormir …
Gino me miró un poco decepcionado y me dijo.
—¿A dormir? … Pero si no me has dicho nada de ti y lo que está pasando en tu vida … ¿Ya no quieres hablar? …
—¡Ehm! … Sí, bueno … Supongo que podemos hablar un rato más … Pero déjame ponerme el pijama, porque mi sujetador está cercenando mi piel …
Dije mientras me levantaba y me dirigía a la sala de estar a buscar mi bolso. Mientras caminaba, observaba los objetos con etiquetas de venta y las habitaciones vacías. Quedaban muy pocos artículos, esto me dio la sensación de una etapa que se cerraba y terminaba. Encontré mi bolso y me dirigí a la que había sido mi antigua habitación, donde pensé un poco a Gino; parecía un tipo totalmente cambiado, había crecido y madurado; yo me había perdido todos esos cambios. Pero él había dicho que yo lo había inspirado y dado el ejemplo a seguir y esto me hizo sentir bien. Me desnudé y me quedé en bragas, entonces me puse mi camisón.


Cuando caminé de regreso a la cocina, noté que la puerta de Gino estaba ligeramente abierta. No sé que me hizo mirar. Me sorprendí al verlo de espalda completamente desnudo. Aunque estaba de espaldas a mí, me di cuenta de que se masturbaba y esa vista era lo que menos me esperaba. Me quedé paralizada ante la vista de sus glúteos y los suaves gemidos que emitía. También murmuraba algunas palabras que no lograba entender, de repente se agitó y vi que echaba su cuerpo hacia adelante y mientras se corría, lo escuché claramente decir.
—¡Hmmmmm, Luisa! … ¡Ohhhhh, Luisa! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! …
¡Oh, Dios mío! Sentí como que algo se atragantaba en mi garganta y me quedé sin respiración. Gino lo hacía pensando en mí. Sigilosa y rápidamente me alejé hacia la sala de estar y me senté en el sofá preguntándome que debía hacer o decir. ¿Cómo manejar esto? ¿Debo confrontarlo? Lo había estado espiando. Había violado su intimidad. Miles de cosas pasaban por mi mente, pero me di cuenta de que me había mojado y mis pezones estaban extraordinariamente duros. Ver a Gino de ese modo realmente me emocionó. Intenté alejar esos pensamientos de mi cabeza, recordando que incluso le había ofrecido de venir a vivir conmigo si elegía finalmente mi universidad. En eso él entró a la sala de estar vestido con pantalones cortos y una remera.
—¡Oh! … Lo siento … Yo también aproveché de ir a cambiarme …
Dijo mientras se sentaba en el lado opuesto del sillón.
—Está bien …
Dije lo más calmadamente posible, pero me hubiera gustado saber si él podía oler lo que yo podía oler; sin más pregunté.
—Y, ¿cómo van las cosas contigo? …
—¡Una mierda! … Bueno … Socialmente quiero decir … En los estudios me ha ido bastante bien … Por eso pude postular a más de una universidad …
—Sí, a mi me sucede lo mismo … La vida de un estudiante es en solitario … No deja tiempo para ningún tipo de relación amorosa, incluso la sexual …
Dije, pero en mi yo interior no cejaba de pensar nada más que en el sexo. Luego expresó.
—¡No he tenido relaciones sexuales desde mi tercer año medio! … Todas las chicas buscan un hombre a tiempo completo y yo no puedo asumir ese tipo de compromiso si quiero tener éxito en los estudios …
—En la universidad todos los chicos quieren solo sexo … No tengo nada en contrario … Pero necesito algo más que eso en una relación … Necesito compartir ideas … Quiero exponer a mi pareja lo que está dentro de mí … Tengo cerebro, ¿sabes? … Quiero que me traten como un ser humano y no solo como una pechugona 36DD …
Al sentir mis medidas, Gino se inquietó en su asiento y tuvo que ajustar algo abultado en su entrepierna.
—¡Ehm! … Bueno … Espero que encuentres a quien sepa valorar el compromiso que tienes con tus estudios y tu carrera … También que sepa respetarte …
Me dijo con un tono muy serio. Mi mente se había ido por sugestivos caminos y no podía pensar en forma muy coherente. Luego de un rato, dije.
—Esa es la idea … Pero no sé si exista tal posibilidad …
Me sentí como una colegiala en una cita con alguien a quien quería gustarle desesperadamente.
—¿Has tenido experiencias desagradables? … —Preguntó, encuadrándome fijamente.
—¿En lo sexual? …
Pregunté, tal vez intempestivamente. No sabía cómo responderle, reflexioné por un rato y luego dije.
—He tenido relaciones sexuales, pero he sido yo quien a perseguido al chico … Luego lo he desechado sin más ni más … Creo que no he actuado bien … Pero no tengo arrepentimientos …
En esos momentos sentí de estar persiguiendo a él, a mi hermano. Mi entrepierna mojado y caliente me lo decía.
—Estamos en un universo bastante extraño … Los chicos quieren ser perseguidos y no lo son, mientras las chicas prefieren no quieren ser perseguidas y a menudo lo son …
Reflexionó Gino sin dejar de mirar mis pechos que se bamboleaban sugestivamente bajo mi camisón.
—Tal vez son solo nuestros instintos ancestrales que todavía controlan parte de nuestro diario vivir …
—¡Uhm! … Es bastante consistente lo que acabas de expresar … Suena cómo si ya tuvieras tu doctorado …
—Ja-ja-ja … Bueno … Acabo de terminar mi curso introductorio a la ética bioquímica reproductiva … Pero no había nada allí sobre citas en el siglo XXI … Lo que hacemos hoy en día los humanos, en otra época podía ser considerado antinatural o pervertido … Pero el ser humano se ha ido deshaciendo de muchos tabúes y mitos … Hemos evolucionados …
—Me gusta cómo funciona tu cerebro, Luisa … Es tan sexy como todo el resto de ti …
Me dijo, Gino. Pero noté que se sonrojaba al darse cuenta de las implicaciones de su comentario. No quise torturarlo por su declaración. Hubo una larga pausa, incomoda y tranquila a la vez. Afortunadamente, mamá apareció en la sala de estar y se sentó entre nosotros.
—¿De que hablan mis hijos amados? … —Preguntó con una fingida sonrisa.
—De nada importante … —Respondimos casi al unísono.
—Bueno … Creo que entiendo y comprendo cómo se están sintiendo … También para mí ha sido cómo un horrible shock … He comenzado a reevaluar casi toda mi vida …
Dijo mamá apesadumbrada.
—Creo que papá es un idiota … Quiero decir … ¡Ehm! … He visto a la otra … ¡Ehm! … Esa mujer con la que está … Ni siquiera se puede comparar contigo … Eres mucho más hermosa que ella, mamá …
Exclamó Gino acercándose a abrazar a mamá.
—Gracias, querido … Mi autoestima se ha visto muy afectada …
Dijo mamá apoyándose a él con incipientes lágrimas en sus ojos.
—¿Qué piensas hacer cuando todo esto termine, mamá? … —Pregunté.
—Bueno … Lo primero es que necesito alejarme de este lugar y de todo esto … Me iré a visitar a tu tío, Danilo … Acabo de hablar por teléfono con él … Al menos mi hermano todavía me ama … Sé que ustedes dos a veces no van muy de acuerdo … Pero a medida que crezcan, descubrirán que se tienen el uno al otro y siempre podrán confiar mucho más que en un desconocido … Estoy orgullosa de ustedes y feliz de que les vaya bien en sus estudios … Ese es un logro que me anima mucho …
Dijo mamá tratando de sonreír, pero sin poder contener las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. Gino apañó a mamá entre sus brazos; pensé en las palabras de mamá. Tal vez algún día él también estaría allí para mí. Me di cuenta de que él continuaba mirándome.
—No tienes que preocuparte por nosotros, mamá … Luisa y yo te haremos sentir orgullosa … Te lo prometo …
Dijo Gino, solemnemente.
—Ya estoy orgullosa de ustedes dos … Solo deseo que sean felices, lleven una vida plena y sepan tomar las justas decisiones … Es un martirio mortificarse y cuestionar tus decisiones como lo hago yo ahora … Los amo mucho a ambos …
Me acerqué a ellos y me uní al abrazo grupal diciendo.
—Nosotros también te amamos, mamá … Sé que el momento es malo, pero confío que lo superarás …
Mamá suspiró y dándonos algunas palmaditas, nos dijo.
—Bueno … Mejor me voy a la cama antes de que todos lloremos …
Se levantó, estiró su vestido y agregó.
—Los amo mucho a ambos …


Gino y yo quedamos sentados bastante cerca el uno del otro en el sofá. Después de que mamá se fue, otra vez se produjo un incómodo silencio. Lo de mamá nos afectaba a ambos, pero también había algo subyacente entre él y yo. Gino seguía mirándome en forma furtiva y de pronto me preguntó.
—¿Te vas por la mañana? …
—Sí, tengo que volver, tengo mucho que hacer. También necesito hacer alguna limpieza y ordenar la habitación que entiendo alquilar con una nueva compañera o compañero que me ayudará a costear la cuota mensual de arriendo … También debo impartir algunas clases de bioquímica a alumnos que lo necesitan … Además, aquí tú ya has hecho casi todo … Así que lo mejor que puedo hacer es irme, no hay mucho más que yo pueda hacer aquí …
—Creo que tienes razón … Vuelve a lo tuyo … Yo me encargaré de ayudar a mamá en lo que sea … Sabes que vendré a visitar tu universidad este fin de semana, ¿verdad? …
—¡Ehm, no! … ¡Quiero decir, sí! … Bueno, supuse que vendrías, porque dijiste que mi universidad es tu opción principal, ¿no? … Solo que no sabía cuándo … Pienso que eso te tomará la mayor parte del día, tal vez podríamos reunirnos una vez que termines, ¿te parece? …
—Sí, me encantaría … Siempre y cuando no te inoportune que te vean con tu hermano pequeño …
—Gino … Cualquier chica estaría feliz de ser vista contigo …
Le dije acercándome a él y dándole un efusivo abrazo.
—Gracias hermana, tus palabras me ayudan mucho … Bueno, creo que ahora me iré a dormir …
—Sí, creo que yo también lo haré … Te amo hermano chico …
En realidad, no era pequeño y no sé por qué le dije eso.
—Gracias, hermana … Yo también te amo …


Me levanté y salí de la habitación, Gino caminaba detrás de mí y apagó la luz de la sala de estar. Me fui apagando las luces del pasillo y de las habitaciones que estaban vacías. Cuando regresé a mí cuarto, me subí a la cama y traté de dormir. Pasó una media hora en que me di solo vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, mi mente estaba atochada con las imágenes de Gino y los sonidos que hacía al masturbarse. ¿Lo hacía pensando en mí? ¿Por qué me interesaba tanto? Mi mano se deslizó de voluntad propia entre mis piernas y encontré que mis bragas estaban humedecidas. Los pliegues de mi botoncito estaban replegados y mi clítoris de alzaba turgente y desafiante pidiendo a gritos que lo mimaran. Habría podido correrme al más mínimo contacto, sucumbiendo a mis deseos y mi necesidad física; deslicé dos dedos hacia adentro y me masturbe suavemente por un minuto o dos, no bastó mucho más tiempo y me corrí intensamente cerrando mis muslos fuertemente para aprisionar mis dedos dentro de mi panocha temblorosa.
—¡Ahhh! … ¡Uhhhh! … ¡Uhhhh! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh! … ¡Ummmm! … ¡Oh, Gino! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Qué rico! … ¡Ummmm! …
Después de que la efervescencia y frenesí de las olas orgásmicas se aquietaron, me quité las bragas que ahora estaban empapadas y las arrojé sobre una silla. Luego mientras me quedaba dormida, me pregunté si Gino había hecho lo mismo que yo.


Me desperté al improviso con un ruido en el baño al otro lado del pasillo. Mi puerta había permanecido abierta y los sonidos de la ducha resonaban por toda la casa ahora prácticamente vacía. Pensé en levantarme para ir al baño, pero solo había un inodoro en toda la casa. Este era uno de los problemas que me hacía odiar esta casa; podía recordar el sinnúmero de veces que Gino y yo discutimos por el uso del baño, pero esto parecía ya muy lejos en el tiempo. De repente Gino salió del baño. Observando desde mi cama, podía ver a contraluz la figura enmarcada de su cuerpo desnudo. Lo que vi me produjo un escalofrío de pies a cabeza, mis muslos se apretaron juntitos y mis caderas se mecieron hacia atrás y hacia adelante. Su figura era esbelta y musculosa, pero lo más impresionante en esa sombría figura oscura, fue el magnífico contorno de su erección matutina, extendida en toda su gloria. Su enorme pene parecía duro como mármol, era muy grueso y largo. Casi tan rápido como se encendió la luz, esta se apagó y su figura enmarcada en la puerta desapareció, pero la visión quedo implantada en mi cabeza.


Me levanté de inmediato y me fui al baño. Vacié mi vejiga, luego me desvestí para ducharme. Las imágenes de Gino daban vueltas en mi cabeza. Me estaba volviendo loca. Él es mi hermano y yo no debería sentir estas cosas por él. No debería sentir ningún deseo por él. Me estaba lavando en modo automático. De pronto sentí que el agua comenzaba a enfriarse y esto me trajo a la realidad. Rápidamente cerré el grifo y salí de la ducha. Cuando puse mis pies sobre el tapete, me di cuenta de que no había traído una toalla para secarme, entonces golpeé suavemente la pared del dormitorio de Gino. Muy pronto la puerta se abrió y apareció una mano con una bonita toalla grande y escuché la voz de Gino.
—Al parecer hay cosas que nunca cambian, ¿eh? …
Rápidamente tomé la toalla y cuando empezaba a agradecerle, vi su rostro reflejado en el espejo que miraba subrepticiamente mi cuerpo desnudo plasmado en eso, sus ojos estaban pegados en mis glúteos y el vértice de mi piernas que escondía los labiecitos cerrados de mi coño perfectamente depilado. Al parecer, él se dio cuenta de que lo había sorprendido mirándome y lo escuché exclamar.
—¡Oh! … ¡Ehm! … Lo siento hermanita …
No dije nada porque él inmediatamente desapareció de mi vista, pero me quedé pensando, ¿Qué pasa entre Gino y yo? Entonces me di cuenta de haber presionado mis muslos y los restregué el uno al otro en forma sicalíptica. ¡Oh, Dios! ¡Esto está muy mal! ¡Debo lograr controlarme en algún modo! Distraídamente sequé mi cuerpo mientras me contemplaba al espejo, pude cerciorarme de que todos los signos de excitación estaban presentes en mi cuerpo desnudo; mis tetas parecían más hinchadas y mis pezones más duros, los vellitos de mi brazos estaban electrizados y ahora de pie, me sentía muy mojada entre las piernas.


Envuelta en la toalla, recogí mi ropa y regresé a mi habitación para vestirme e irme. Me puse bragas limpias en combinación con mi sujetador negro, falda a la rodilla y una blusa color perla. Luego volví a guardar mi ropa sucia en la bolsa de viaje, no pude encontrar mis bragas usadas; entonces pensé que el único que podía haberlas tomado era Gino. No estaba del todo segura, pero instintivamente algo me decía que no estaba equivocada.


Bajé a la cocina para desayunar alguna cosa y encontré a Gino comiendo un tazón de cereales y pasas. Decidí no decir nada sobre mis bragas y me pareció agradable pensar en lo que él podía hacer con ellas. Casualmente le pregunté.
—¿Hay algo más de eso? …
Mientras apuntaba a su cuenco con cereales; rápidamente se levantó diciendo.
—Sí … Siéntate … Ahora te preparo uno para ti …
Me preparó un tazón de cereales con pasas, un poco de miel y luego rellenó el todo con leche. Luego mientras me extendía el pocillo casi lleno, agregó.
—Supongo que esta es la última comida que tendremos juntos en esta casa … Creo que voy a extrañar este lugar y todos los recuerdos que dejamos aquí …
—Creo entenderte …
Dije un poco distraídamente recibiendo el tazón con cereales y sin poder evitar de observar su entrepierna. Al parecer estaba todavía duro. No sabría decir si estaba así o se volvió a excitar cuando entré en la cocina. Se sentó a la mesa conmigo y comimos en silencio. Mamá entró a la cocina y rompió el silencio preguntando.
—¿Qué van a hacer ustedes dos esta mañana? …
—Bueno … Yo me iré después de desayunar …
Dije desviando mi mirada hacia ella.
—¡Genial! … Iré a repartir algunos volantes para la venta de garaje del lunes y martes … Ven, dame un abrazo … Vendré a verte antes de irme donde tu tío …
Dijo besándome en la frente y en la mejilla. Luego salió con una bolsa con volantes y un poco de cola fría en un recipiente. Gino y yo quedamos una vez más solos. Comí mi cereal lentamente mientras trataba de hilvanar algo que decirle a Gino. Al parecer él estaba en lo mismo.
—Espero poder verte cuando vengas … —Le dije a Gino finalmente.
—Claro que sí, hermana … Tengo muchas ganas de ver tu universidad … Creo que es mi mejor opción, pero quiero estar seguro de ello …
Respondió con mucho optimismo.
—Bueno … No te agotes mucho aquí … Tienes que guardar energías para cuando vengas a visitar mi universidad …
Acto seguido me puse de pie para irme, pero él permaneció sentado, así que remarqué.
—Bueno, Gino … Llegó la hora de irme …
Extrañamente él no se levantó, pero se movió incómodo en su silla, sus mejillas estaban enrojecidas, así que insistí.
—¿Entonces no hay abrazo ni beso para tu hermanita que se va? …
Lo miré y entendí, sus pantalones cortos estaban inflados y algo se movía furiosamente bajo ellos. Él no podía levantarse; así que me di media vuelta diciendo.
—Bueno … Iré a buscar mis bolsos …
—¡Oh, Luisa! … Lo siento … Me siento realmente avergonzado …
—¡Oh, querido! … No tienes de que avergonzarte … Estas cosas suceden …
—¿Deveras? … ¿Te pasa también a ti? …
—¡Ehm! … Bueno … Yo … ¡Uhm! … Para nosotras es diferente, no es fácil de detectar … Pero, sí … También nos sucede … Ahora ven aquí y dame un abrazo … Lo ignoraré, no te preocupes …
En realidad, me costaba un mundo ignorarlo. Ahora lo sentía como se presionaba contra de mí. Estaba realmente duro, era grande y grueso. Es cierto que no podía ver su pene realmente, pero lo que había sentido, me hacía suponer que era muy grande, tal vez el más grande de toda mi vida.


Finalmente se puso de pie para darme un abrazo; ciertamente no fue en una posición cómoda y pude sentir la dureza y el calor que emitía ese trozo nervudo y grueso entre sus piernas. Cándidamente me apreté contra él y escuché cuando me dijo suavemente.
—Te amo, Luisa …
De alguna manera eso retumbó en mi corazón, mis oídos y mi bajo vientre; sentí maripositas revolotear en mi estómago. No sé cómo explicarlo, pero esas palabras se grabaron en mi mente y rompieron toda la tensión que había en la habitación en ese instante.
—Yo también te amo, Gino … Cómo me gustaría tenerte solo para mi un par de noches …
Su pene palpitó contra mi guatita y con un repentino ímpetu y necesidad, deslicé mi mano directamente sobre su cosa caliente y morrocotuda, sobajeándola hacia arriba y hacia abajo por sobre la delgada tela de sus shorts, entonces le susurré.
—Puedes conservarlas … Tengo muchas más …
Me miró un poco estupefacto y su cara enrojeció intensamente y se volvió a sentar en la silla. Le di unas palmaditas y le dije.
—Está bien, nada ha sucedido … Ahora tengo que irme … Desearía poder quedarme, pero no puedo …
—Sí, yo también …
Suspiró. El saber que yo sabía que se había quedado con mi tanga lo tranquilizó, pero sus pantalones cortos todavía mostraban el abultamiento enorme de su virilidad. Pude ver que reflexionaba sobre que hacer, pero ya no se sonrojaba. Solo me incliné para darle un último beso de despedida y le dije.
—Te quiero, pero ahora necesito irme …
Gino lo aceptó agradecido. Me sentí un poco mal por él, pero no podía quedarme y perder el control total de mis deseos. Podía sentir la sensación hormigueante en mis senos y la dureza de mis pezones presionando contra mi sujetador. Me pareció hasta oler la fragancia femenina que emanaba mi entrepierna en humedecimiento. Necesitaba escapar de ahí. Huir para no causarle un daño tal vez, irreparable.
—Tengo que irme …
Dije soltándolo apresuradamente.
—Luisa … Luisa, yo … Yo estoy confundido …
—Yo también, Gino …
Rápidamente me volteé y fui a mi habitación a recoger mis bolsos. Justo antes de salir por la puerta principal, Gino salió de la sala de estar y asertivamente me dijo.
—Por favor, Luisa … ¿Puedo tener uno más? … Necesito uno más de tus besos …
Se encendió una luz de alarma en mi cerebro, pero mis procesos mentales estaban totalmente bloqueados. Sabía que no debía hacerlo, pero me rendí sin luchar y dije.
—Por supuesto, hermanito …
Nos abrazamos en forma efusiva e inmediatamente nuestras lenguas invadieron recíprocamente nuestras bocas y se movían alocadas de un lado a otro. Su hombría palpitaba estrechamente en contra mía y no pude evitar el deseo de tocarla. Sin compunción alguna cruce el borde de lo prohibido, metí mi mano bajo la tela de sus shorts para sentirlo directamente. La palma de mi mano se cerró sobre esa cabezota hinchada y pulsante, mis dedos arremangaron su afelpada piel y lo moví una y otra vez hacia arriba y hacia abajo. Sabía que estaba yendo demasiado lejos. Sabía que habría consecuencias. Fui egoísta e injusta, pero ya nada importaba. Lo rodeé con mis dedos y lo estrujé, sintiendo el calor que se extendía por toda mi piel. La gorda cabezota de su polla latía con un ritmo acelerado. Lo sentí gemir y estremecerse en un rictus paroxístico. Estaba en estado de shock cuando de repente Gino se contorsionó violentamente y comenzó a bañar mi mano con su lechita caliente. No tenía intención de que eso pasara, pero había sido demasiado para su joven ímpetu sexual. Yo misma estaba shockeada. ¿Qué está pasando entre nosotros?
—Lo siento, Gino … ¡Ehm! … Yo … Yo no quería hacerte eso … Debo irme … Lo siento … Espero puedas perdonarme …
Me di la vuelta y salí corriendo hacia mi VAN, arrojé mi bolso sobre la silla y corrí a subirme a mi auto. Miré hacia donde estaba Gino y lo vi con lágrimas en los ojos.


No había avanzado todavía un par de kilómetros cuando mi celular comenzó a zumbar. Me detuve en la berma para ver de que se trataba, era un mensaje de texto de Gino.
No hay nada que perdonar,
era algo que yo también quería.
No me dejes fuera de tu vida, Luisa
Te amo
Irrefrenablemente comencé a llorar. No podía conducir así. ¡Dios mío! ¿Qué he hecho?


No sé cuánto tiempo estuve imposibilitada de conducir, pero finalmente me puse en marcha y proseguí mi camino. Mi mente estaba llena de pensamientos sobre lo ocurrido. Intenté concentrarme en la conducción, pero había muchas interrogantes y pocas respuestas. No me di cuenta como volaron las horas y pronto llegué al Enlace Bifurcación Concepción. Continué los pocos kilómetros hasta mi estacionamiento en el edificio donde vivo, estacioné y subí a mi departamento. Necesitaba llegar a mi habitación y acostarme. Me sentía exhausta, sobrecargada emocionalmente. El repentino divorcio de papá y mamá después de veinticinco años de matrimonio. La venta de la casa y la repartija de los dineros. La repentina y fortuita atracción por mi hermano pequeño. Todo junto era demasiado peso emocional para mi sola. Necesito una cama donde reposarme. Me quedaba solo una semana de clases. Me lancé sobre la cama corriendo, me desnudé en menos de lo que canta un gallo y me metí bajo el edredón cubriéndome completamente hasta la cabeza. Era como dejar caer el telón y dar por terminado el drama griego en que me encontraba.


Varias horas después me desperté. Necesitaba poner en orden el departamento y la habitación a compartir con mi nuevo o nueva compañera de alquiler. Estaba sentada en la cama pensando a eso cuando mi celular volvió a recibir un mensaje, era de Gino.
Por favor, hermana
Al menos la mitad de la culpa es mía.
No me dejes afuera de todo esto,
no podría soportarlo
Inmediatamente le respondí el mensaje.
No estás excluido y nunca lo estarás.
Te amo. Relájate
Me levanté y me vestí con ropa deportiva. Luego comencé a ordenar y limpiar todo el departamento. No acostumbrada a hacer estas tareas domésticas, me pareció una tarea titánica y pensé en pedir ayuda. Inmediatamente pensé a Gino, tal vez él podría venir temprano y ayudarme. La siguiente hora estuve pensando en mi idea. Había pros y había contras. Estaba luchando conmigo misma para decidir sobre que hacer, estaban sucediendo demasiadas cosas al mismo tiempo y lo único claro en mi mente es que necesitaba a alguien que me ayudara. El único que podía hacerlo era él, debía decidir rápido. Quizás no era la mejor decisión, pero su ayuda la necesitaba. Sin darle más vueltas al asunto le envié un mensaje de texto.
Estarías interesado en venir mañana
para que me ayudes a limpiar mi
departamento??
La respuesta no se dejó esperar, casi inmediatamente recibí su respuesta.
Dios, sí
¿A las 8 am estaría bien?
Le respondí con la misma celeridad, enviándole un mensaje con la dirección y así pudiera usar su GPS para llegar a mi locación.


Pausé la limpieza y me concentré a estudiar un poco, pero mi mente estaba acelerada. Cuando se acercaba la noche me senté a comer un poco de helado del congelador y unos dulces que quedaban en el frigorífero. Nada de eso logró que las maripositas en mi vientre se asentaran. Las imágenes de la hombría de mi hermano seguían dando vueltas en mi cabeza. Casi podía sentir su polla dura como leño en mi mano y esa dulce sensación de su lechita embadurnando todos mis dedos. Era algo imposible de ignorar todas esas evocaciones. ¡Oh, Dios! ¿Qué hacer? Sabía que tenía que sacarme esto de la cabeza.


Cerca de las nueve de la noche, decidí irme a la cama. Gino llegaría temprano por la mañana. Necesitaba pensar en otra persona y no en él. Pensé en mi último novio de la universidad; el muy estúpido me había puesto los cuernos, era alto y muy apuesto, con él tuve sexo medianamente aceptable y me sentí atraída, aunque su pene no era tan lindo como el de Gino. Saqué mi consolador vibrador desde la cajonera de mi mesita de noche y comencé a pasearlo entre mi labia hinchada, muy pronto me sentí cachonda, mi respiración estaba muy agitada, mis piernas se abrían y se cerraban, mi pelvis presionaba hacia adelante, jadeé cerrando mis ojos tratando de no pensar en nadie en particular. Mi lujuria fue aumentando a medida que apretaba el extremo de mi juguete contra mi clítoris. Mi orgasmo se avecinaba como una avalancha, aplasté mis tetas y pellizqué mis pezones, entonces pensé a mi hermano Gino y me penetré con fuerza con mi consolador, lo empujé hasta el fondo y chillé al ser golpeada por un furibundo orgasmo que me hizo contorsionar y revolcarme sobre mi cama con solo gemidos y un nombre escapando de mis labios.
—¡Ahhh! … ¡Ahhh! … ¡Ohhh, Gino! … ¡Ummm, Gino! … ¡Qué rico! … ¡Umpf! … ¡Ahhh! … ¡Ohhh! … ¡Gino! …
Hundí mi consolador hasta que solo el tapón negro sobresalía apenas entre los labios mojados de mi coño que se cerraban tiritando, envolviendo el juguete de gel que vibraba dentro de mí profundamente. Era muy perverso lo que estaba haciendo, pero me sentí muy bien. Mis caderas no cesaban de moverse y mis muslos continuaban cerrados aprisionando mi consolador en lo profundo de mi panocha, me sorprendí cuando convulsioné en un segundo orgasmo poderoso que me dejó exhausta. Me quedé dormida susurrando el nombre de mi hermano.


A la mañana siguiente me desperté con el sonido del timbre de la puerta; tomé mi celular y vi la hora, eran casi las ocho de la mañana. ¡Mierda! Debería haber puesto una alarma. Corrí hacia la puerta y encontré a Gino allí esperando.
—¡Ay, hermanito! … ¡Lo siento! … Me fui a la cama tarde y me quedé dormida …
—¡Oh!, eso no importa, Luisa … Todavía no puedo creer que me pidieras que viniera … Ayer me apresuré a terminar todo en casa de mamá … No quería llegar tarde y decepcionarte …
—¡Ah! … Bueno, también siento mucho por lo de ayer … No debería haber hecho eso … No debería haberte manoseado así … ¿Me disculpas? …
—Debería ser yo a pedirte disculpas … Era yo el que estaba excitado por ti … A mi me pareció solo que intentabas ayudarme, ¿sabes? … Además que no lograba que se bajara … Simplemente me ayudaste … Eso fue todo …
Escuchar a Gino culpabilizándose por mi actuar pervertido me pareció una locura, le dije.
—Está bien … Lo que sea … Solo que debemos parar esto … Yo soy la hermana mayor y debo asumir la responsabilidad por todo lo sucedido … Ahora debo cambiarme para que empecemos a limpiar y ordenar todo, ¿vale? …
No respondió, solo metió su mano en un bolsillo de su cortaviento y saco mis bragas, las mismas que había tenido esa noche que me masturbé en mi vieja cama.
—¡Ehm! … Esto te pertenece a ti y las traje de vuelta …
Dijo tímidamente extendiendo su mano con mi pequeña tanga en ella.
—¡Oh! … ¡Dios santo, Gino! … No … No deberías …
—Estoy tan confundido, Luisa … Te deseo tanto … ¿Realmente crees que eso está mal? …
—No lo sé, Gino … No puedo responderte ahora … Debo cambiarme y vestirme …
—¿Puedo mirar? …
No sé porqué eso no me sorprendió, una parte de mi quería que me mirara. Quería que él me deseara y esa debilidad habló por mí.
—Esta bien, pero sin tocar … Tenemos muchas cosas que hacer y poco tiempo a disposición …
Rápidamente me quité el camisón y las bragas. Los ojos de Gino se abrieron a desmesura. Sabía que, al permitirle de verme desnuda, le estaba causando un impacto terrible y noté el abultamiento que se formaba en sus pantalones. Me quedé sin bragas y me puse unos estrechos leggings que me permitirían moverme con libertad, un sujetador deportivo y una holgada remera. Como no quería dejarlo parado allí inmóvil, le di un cariñoso beso en la mejilla. Luego cogí mis zapatillas y le dije.
—¡Vamos! … Podemos comenzar …


Estuvimos algunas horas limpiando y aspirando todo, lavamos los vidrios y volvimos a colocar el colchón para hacer la cama, finalmente hicimos la cama con ropa limpia y dimos por terminado el trabajo en esa habitación. Ahora debía poner en orden mi dormitorio y él me acompañó para ayudarme. Mi rostro se tiño de rojo cuando tiré de las sabanas y mi vibrador rodó por el suelo. Gino lo recogió y lo guardó en su bolsillo sin decir palabra alguna. En un silencio un tanto incómodo limpiamos y ordenamos rápidamente todo, una vez que terminamos le pregunté.
—¿Qué te parece si ordenamos algo para comer? …
—¡Genial! … Eso estaría bien …
—¿Qué te gustaría comer? …
—No sé … Cualquier cosa estará bien …
—Una pizza, ¿vale? …
—Perfecto … Eso me gusta mucho … Una margarita me vendría bien …
Ordené una pizza tamaño familiar, en el frigorífero tenía una caja de cervezas y alguna lata de bebida Cola. Pronto llegó la pizza y nos sentamos en la parte de la cocina. Comimos una gran porción de pizza cada uno y bebimos cerveza. Hablamos por un rato sobre mi universidad, luego le mostré toda la disposición del departamento. Cuando volvimos a entrar en mi dormitorio, Gino saco mi vibrador de su bolsillo y lo escondió bajo mi almohada. Me pareció tan tierna su actitud que solo quería volver a besarlo.


Volvimos a la cocina y nos servimos otro pedazo de pizza. Nos sentamos en la sala de estar a beber nuestra tercera o cuarta cerveza. Entonces Gino me dijo.
—Luisa … Tenemos que hablar de lo sucedido …
—¿A que hora tienes que estar mañana en la universidad? …
—Cerca de las diez de la mañana …
—Está bien … Lo primero es lo primero … Pondré el despertador a las ocho, así tendremos tiempo de desayunar y no llegarás tarde a tu cita …
Después de programar todo eso le pregunté.
—¿Y tus cosas? … ¿Dónde están tus cosas? …
—En mi camioneta … Iré a buscarlas …
Le pasé las llaves del departamento y él se fue a buscar sus bolsos. Regresó con una maleta y una mochila que dejó detrás de la puerta de ingreso, finalmente se vino a sentar a la sala de estar.
—Ahora podemos sentarnos y conversar de todo lo que queramos …
Le dije abriendo una nueva cerveza, él me miró sonriendo y dijo.
—Creo que no deberías beber más … Tenemos que hablar, ¿recuerdas? …
—Entonces se trata de algo serio, ¿eh? …
—Sabes que lo es … Estoy confundido … Mi corazón está jugando con mi mente …
—Lo sé … Mis sensaciones prevalecen sobre mi justo criterio … Lo mismo me sucedió ayer por la mañana … No debería haber hecho lo que te hice …
—Luisa, yo quería que lo hicieras … Le he querido desde que dejaste la casa para tu primer año de universidad …
—No deberíamos sentirnos así … La evolución y las reglas sociales nos dicen que no está permitido … Te amo … Creo que realmente te amo … Pero no podemos …
—Luisa … ¿Quién hace estas reglas? … ¿Por qué la gente no puede amar a quien realmente ama? … Somos adultos y que circunstancialmente somos hermanos … ¿Quién podría amarte más que yo? … Mire lo que le sucedió a mamá … Papá dijo que la amaba y luego se fue con una veinte años menor … Sabes que yo siempre estaré contigo, ¿no? …
—Lo sé, Gino … Pero estaría muy mal … Si damos ese paso luego no hay vuelta atrás, ¿sabes eso? …
—Sí, lo sé … Es un paso enorme …
Nos quedamos en silencio por algunas decenas de minutos, solo nos mirábamos el uno al otro. Ninguno de nosotros sabía que hacer, pero sopesábamos las opciones. Nos comenzamos a desvestir al mismo tiempo. Gino tenía un cuerpo formidable, muy en forma y musculoso. Nos quedamos desnudos, él comenzó a acercarse y sus manos tocaron mis pechos delicadamente, frotando mis pezones en forma deliberadamente lenta y suave. Rodeé su cuello con mis brazos y lo besé, atrayendo su cuerpo al mío, su dura erección pinchó mi vientre. Sus hombros eran anchos y fuertes, había vellosidad desde el ombligo hasta sus piernas. Mi mano se cerró alrededor de su polla con sutileza, pero sin sobre estimularlo como la noche anterior; estaba muy duro, su respiración se agitó y su beso se hizo más intenso. Sus manos se desplazaban sobre mi cuerpo agarrando mi trasero y tirándome contra él.
—¡Vamos a mi cama! …
Sugerí en forma espontánea. En mi dormitorio, abrí el edredón de la cama recién hecha. Me subí a la cama y él me miraba expectante.
—¡Vamos, Gino! … ¡Recuéstate! … ¡Quiero verlo de cerca! … ¡Ven Aquí! …
Le dije señalando la mitad de la cama. Él se subió titubeante sobre el lecho. Ávidamente me monté encima de su cabeza y dejé mi rajita mojada justo sobre su boca. Entonces me incliné, abrí mi boca e hice entrar la puntita de su envergadura tiesa, gorda y larga, acariciando su glande lustroso con mi lengua húmeda, dándole un ulterior brillo; luego mis labios se cerraron alrededor de su corona. Antes de que pudiera siquiera tomar un ritmo de chupadas a su verga gordota, él ya lamía mi hendedura mojada y me chupaba mi clítoris con tal fervor que me hizo rápidamente alcanzar un poderoso orgasmo.
—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Slurp! … ¡Qué rico! … ¡Uhhhh! … ¡Ahhhh! … ¡Slurp! … ¡Ummmm, Gino! … ¡Umpf! …
No esperaba correrme tan pronto, pero indudablemente su técnica me estaba volviendo loca. Estaba gimiendo y chupando su magnifica polla con abandono total. Metía la punta de mi lengua en el orificio de su cabezota caliente y chupaba el néctar que me daba a gotitas, succionando ansiosa y sedienta por más de eso. Temblé toda con mi orgasmo y sentí que le eyaculé algunos chorritos en su boca.


Cuando las convulsiones espasmódicas terminaron, traté de concentrarme en la grandiosa polla de Gino. Aprisioné su cabezota entre mis labios, barriéndola como si mi lengua se hubiera trasformado en un remolino. Solo su cabezota turgente y pulsante estaba en mi boca, mis dos manos se movían por todo el largo de su polla nervuda y lo masturbaba succionando todo lo que escurría desde su agujerito en la cabezota, la sapidez de la polla de mi hermano era deliciosa, no podía detenerme, quería que me diera todo lo que él podía darme.


De pronto Gino se estremeció y se dobló hacia adelante. Rápidamente dejé de chupar su glande y apreté su polla con mis manos. Sus manos estaban crispadas aferrando y arrugando las sábanas. Retrocedí y dejé que recuperara su agitada respiración. Una vez que me di cuenta de que su tensión se había aminorado, volví a engullir su cabezota haciéndola llegar hasta tocar el fondo de mi garganta una y otra vez, sin cansancio. Su grosor y longitud casi me ahogaban, pero seguí intentando de hacerlo entrar todo en mi boca. Involuntariamente, las caderas de Gino comenzaron a levantarse y comenzó a follar mi boca violentamente. Su entusiasmo iba en aumento, su polla parecía más dura y gruesa, mi garganta parecía relajarse para dejarlo entrar hasta el fondo.


Él no había permanecido inactivo en todo este tiempo. Su lengua seguía escarbando en lo profundo de mi apretado coño y de tanto en tanto me provocaba escalofríos succionando mi fogoso clítoris. Él continuaba a intentar de provocarme un segundo orgasmo con su lengua ardorosa, pero cada vez que me tenía al borde del paroxismo del placer, me dejaba calmarme acariciando mi labia externa. En tanto mi garganta parecía sentirse contenta de acoger su polla pulsante y se relajó lo suficiente para aceptarlo por completo. Acto seguido puso su mano sobre mi cabeza y su polla pareció puntear y sacudirse al expulsar densos chorros de su semilla en lo profundo de mi boca. Al mismo tiempo su boca se cerró fervorosamente de mi botoncito y me estremecí junto a él, restregando mi coño en su boca mientras me corría una segunda vez.
—¡Hmmmmm! … ¡Hmmmmm! … ¡Ahhh! … ¡Umpf! … ¡Hmmmmm! … ¡Oh, Gino! … ¡Hmmmmm! … ¡Oooohhhh! …
El sabor de su lechita era rico. No es que tuviera mucha experiencia al respecto, pero los chicos de la universidad sabían a amargo y repugnante. Gino sabía de fresco y limpio.
—¡Guau!, Luisa … Eso fue increíble … Eres tan hermosa …
Dijo mientras sus manos recorrían mi cuerpo y me hacían girar hacia él. Sus caricias acompañaban los últimos estertores de mi delicioso orgasmo, me deslicé a su lado sintiendo su varonil cuerpo musculoso y fornido.
—No puedo creer que lo hayamos hecho … No puedo creer lo mucho que quería hacerlo …
—Luisa … Se sintió genial … Llevaba años imaginando algo así …
Me acurruqué junto a él. Me encantó posar mi mano sobre sus pectorales y dibujar el contorno de sus tetillas con mis uñas, solo tenía unos pocos vellos rizados. Su trasero estaba firme y casi sin vellos. Lo masajeé suavemente mientras nos besábamos como dos experimentados amantes, pero él era mi hermano.
—Gino, me gustó mucho … Pero no deberíamos hacer estas cosas …
—Podemos … Somos adultos y podemos elegir … No te presionaré, iremos al ritmo tuyo … No es solo lujuria …
Se quedó como reflexionando y eligiendo las palabras apropiadas, luego agregó.
—Te amo, Luisa … Creo haberme enamorado de ti … Intenté no sentirme así, pero no puedo evitarlo …
—¡Oh, Gino! …
Exclamé al escuchar sus sinceras palabras. No sabía que decir, razoné brevemente y dije.
—También yo te amo, Gino … Me vuelves loca, solo que no sé si esto puede funcionar … Anhelo sentirte en mí, mi cuerpo te desea tanto …
Estiré mi mano y aferré su pene que una vez más estaba rígido como leño.
—¡Santo Dios, hermana! … Eres lo que más deseo … Pero no te daré prisa … ¡Vamos!, tratemos de dormir y pensar sobre ello …
—No puedo dejarte así …
Dije mientras acariciaba su aterciopelado miembro que pulsaba en mi mano. Las venas de su polla estaban perfectamente delineadas a lo largo de su envergadura. Su pene era muy lindo de verlo así rígido y majestuoso. No pude resistirme y le prodigué dulces y suaves caricias. Un gemido apenas perceptible se le escapó entre los labios entreabiertos, entonces añadí.
—Sé que no está nada de bien … Pero lo necesito sentir en mí … Lo quiero, Gino … Lo quiero más que a nada en el mundo …
—Luisa … También yo lo quiero … Pero cruzaremos una línea que nos pondrá en un terreno ilícito y prohibido … Nos condenarán …
Sabía que él también me quería y que se preocupara tanto por mí, me demostraba cuanto me amaba. Su pene estaba así de duro solo por mí, pero lograba controlarse y no ejercer ninguna presión sobre mí. Jamás otro chico me demostró esta deferencia, todos simplemente no dudaron de meterse entre mis bragas cuando les di la oportunidad. Lo vi que me contemplaba tratando de no herirme y se daba perfectamente cuenta de la lucha que había en mí. De pronto se levantó diciendo.
—Voy al baño … No necesitas decidir nada … Ahora mismo me has dado mucho … Si nunca volviéramos a hacer nada, este sería un recuerdo imperecedero para mí … Siempre lo tendré en mi mente …
Lo vi entrar al baño, encendió la luz y lo vi otra vez delineado en el recuadro de la puerta. La imagen me recordó a la que había visto un par de días atrás. No escuché alzar la tapa del inodoro, pero si el chapoteo de su orina mientras vaciaba su vejiga. Supuse que estaba orinando sentado. ¿Por qué? Los chicos siempre orinan de pie, ¿no? Luego escuché una descarga del estanque del baño y segundos después volvió a la cama.
—Lo sé que es una bobería, pero dime … ¿Orinaste sentado? …
Me miró y me sonrió, enseguida apuntó al tótem de carne que se alzaba enhiesto hacia las alturas y dijo.
—Si mi pito no se baja, me resulta casi imposible hacerlo de pie … De todos modos, estoy acostumbrado a hacerlo sentado … Es menos complicado y no salpico ni ensucio todo el entorno … Lo hago por la reina de mi vida, que es quien limpia en casa …
—¿La reina de tu vida? … ¿Yo? …
Pregunté intrigada.
—Bueno … Así será si me permites ser el compañero de tu cuarto … Pero en realidad me refería a mamá … En casa hay solo un baño, ¿recuerdas? … Soy tan alto que no podría evitar de salpicar por todos lados …
¿Compañero de cuarto? ¡Vaya! Este chico no va despacio, ya se está candidateando para mudarse conmigo. Me sentí abrumada, una sensación irrefrenable me hizo juntar los muslos cuando le dije.
—Te amo, Gino … Te quiero ahora … Ven y hazle el amor a tu hermana mayor …
Sus ojos se achinaron y me observó titubeante mientras se recostaba a mi lado. Era evidente que estaba en conflicto consigo mismo. Sus emociones y su deseo físico luchaban entre sí. Me acerqué a él y puse mis senos túrgidos sobre su antebrazo para forzar su decisión, luego me arrastré sobre su vientre y comencé a dar unas delicadas lengüeteadas a su pene duro, esta vez agarré su trasero y lo forcé a que me lo metiera en boca. Probablemente esto derribó todas sus dudas y su fuerza de voluntad. Sus manos acariciaron mi espalda y mis cabellos, enseguida las movió para jugar con mis tetas. Sus manos estaban por todas partes, cuando separó mis glúteos y empujó un dedo en mi coño mojado, no pude resistir más, me arrastré sobre la cama y me coloqué de espalda; al mismo tiempo lo tire encima de mí. Todavía lo sentí inseguro, pero agarré su polla durísima y la guié entre los hinchados labios de mi panocha ardiente.


Finalmente lo sentí empujar y tomar el control. Me agarró por la cintura en forma delicada y acomodándose entre mis piernas, me penetró, dejó escapar un suspiro y gimió.
—¡Oh, cielos! … Tu panocha se siente jodidamente bien, hermana …
¡Oh, mi Dios! Me sentí en la gloria. Gino era realmente grande, estaba estirando mi coño como jamás nadie lo había hecho.
—¡Uhhhhh! … ¡Ay! … Ve despacio, Gino … Hace un tiempo que no lo hago y tú eres muy grande … ¡Ahhhhh! … ¡Ummmmm! … ¡Qué rico! … ¡Umpf! …
No es que tuviera que decírselo, no estaba siendo muy agresivo, pero el tamaño de su pene me estaba preocupando un poco. Él fue muy delicado y ralentizó sus embestidas haciéndome gozar aún más. Lo metía y lo sacaba lentamente, lo empujaba suavemente hasta hacerme abrir la boca en desesperación al sentirlo tocar el fondo de mi apretado coño. Quería gritar de placer, pero escondí mi cara deformada por la lujuria en su cuello y lo mordí, al tiempo que mis uñas se enterraban en su trasero tirándolo todo dentro de mí.


Perdí todo el sentido del tiempo y la realidad. Su magnifica polla me transportaba a una dimensión paralela hecha solo de goce y placer. Me parecía flotar en una nube de fuego y deseos, no sé si fueron dos o diez minutos, pero el mundo entero me parecía hermoso y en armonía. Su polla daba la impresión de haber sido creada para mi panocha, encajaba perfectamente y se sentía formidable. Era el lugar perfecto donde debía estar. Gemí y me apreté a él.
—¿Estás bien, Luisa? …
—¡Uuuuhhhh! … Nunca había estado mejor … Ahora fóllame … Quiero correrme en esa gran polla tuya …
No podía creer a mis propias palabras, me convertía en su puta. Gino me hacía enloquecer. Gino se levantó ligeramente para ver como su polla entraba y salía de mi conchita y dijo.
—¡Es tan erótico todo esto! … ¡Nunca pensé que vería mi polla entrando en tu coño! … Es lindo, no sabes lo hermoso que es, hermanita …
—Ven aquí … Abrázame y estréchame … Hazlo despacio, hazlo durar … Quiero que nunca termine …
—¡Cielos! … Estás tan apretadita … Iré despacio o no duraré mucho …
Finalmente se inclinó sobre mi rostro y depositó sus labios sobre los míos. La combinación de sus suaves y dulces labios besándome y su enorme polla estirando mis pliegues vaginales, fue casi suficiente. Estaba al borde de esa cosa deliciosa; me contuve sintiendo que él aumentaba poco a poco la velocidad de sus embestidas. Quería conservar mi deleite para el momento en que él llegara al vértice de su propio placer.


Mis caderas ahora se movían para succionar su polla y luego apretaba mis músculos vaginales para estrujarla. Gino me golpeaba con sus embestidas directamente sobre mi botoncito. Chillé enloquecida, puse mis manos sobre sus duras nalgas y succioné su verga con mi panocha. Gino comenzó a mirarme fijamente a los ojos con cierta preocupación, al instante supe lo que estaba pensando.
—¡Vamos, Gino! … ¡Dámelo todo! … ¡No te detengas! … ¡Estoy tomando la píldora! … Quiero que te corras dentro de mí … ¡Dámelo, Gino! … ¡Dámelo! …
Al instante me tomó por los hombros y enterró furiosamente su polla en mi coño. Empujé sus nalgas para hacerle saber cuanto lo necesitaba. Mis manos dirigían sus embestidas salvajes. De repente me quedé electrizada, encorvé mi espalda y empujé mi coño contra su polla, al tiempo que lo tiraba más adentro de mí. Creí que iba a morir cuando mi cuerpo se estremeció con violencia y enterré mis uñas en su espalda agitándome toda bajo su polla que repentinamente rescaldó mis entrañas con su semilla hirviente. Me desesperé, no quería que se detuviera, lo sacudí, lo mordí y chille en su oído gritando que me follara por toda la vida.
—¡Oh, Gino! … ¡Gino! … ¡Oooohhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Qué lindo! … ¡Qué rico! … ¡Aaaahhhh! …
Nunca dio muestra de cansancio ni cesó de moverse. Cerré los ojos y lo apreté con fuerza, su polla seguía dura llenándome de su semen candente.
—¡Sí, ssiii! … ¡Asiii! … ¡Sigue asíii! … ¡Guuuuaaauuu! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Mi cuerpo no dejaba de temblar y contorsionarse debajo de él. Tenía convulsiones espasmódicas con su polla enterrada profundamente en mí. ¡Y él no se detenía! ¡Estaba en el paraíso! ¡Gino era como una perfecta máquina de follar! Moví mi mano hacia su vientre, me quedé subyugada por el placer que me estaba dando su formidable polla. Mi mente estaba sobrepasada y a ratos parecía que iba a reventar. Mi corazón se derretía palpitando aceleradamente. Gino me estaba satisfaciendo como jamás ningún hombre había logrado hacerlo; paulatinamente las ondas orgásmicas se atenuaron, suspiré agitada y le imploré.
—¡Dámelo desde atrás, Gino! … ¡Fóllame a lo perrito, por favor! …
Me dejó colocarme de rodillas y él con cuidado aferró mis caderas y puso su pene a la entrada de mi canal vaginal, ávidamente yo empujé y forcé su polla profundamente en mí.
—¡Aaaahhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Uuurrgghhh! …
Gruñí cuando sentí la cabezota gruesa e hinchada que horadaba mis mojadas entrañas, luego él retomó su ritmo y comenzó a estrellar mis nalgas contra sus muslos follándome aceleradamente, entonces lo escuché decir.
—Tienes un trasero delicioso, hermanita …
Afondando enérgicamente su polla en mi panocha. El ángulo de penetración era totalmente diferente y me estaba llevando a otro orgasmo celestial.


Sentí que su polla se expandía dentro de mí y sus embestidas era más cortas, pero más rápidas. Creo que él se aproximaba al ápice de su propio clímax.
—¡Córrete dentro de mí, hermanito! … ¡Folla a tu hermana mayor y llénala con tu lechita! …
Me escuché animándolo con palabras entrecortadas por la agitación de mí respiración. Segundos después eso sucedió.
—¡Luisa! … ¡Hmmmmm, Luisa! … ¡Ooohhh, hermana! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Me corrooo! … ¡Qué rico tu coño! … ¡Me corrooo! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! …
Sentí cada pulsación dentro de mi conchita cuando una ráfaga de chorros comenzó a rociar las paredes calientes de mi vagina, mi útero se rescaldó con su tibia semilla. También me corrí y apreté mis músculos internos alrededor de su pene para succionar hasta la última gota de su esperma. Exhausta me desplomé jadeando con mi cabeza sobre la almohada y él se derrumbó sobre mí con su polla que todavía disparaba semen candente en mi panocha. Todo había sido maravilloso, esta realidad superaba cualquiera de mis fantasías.


Las contracciones involuntarias de mi panocha todavía estaban presentes en mi zona pélvica y peri vaginal. Sentí una liberación de tensión física y un intenso placer que se extendía hormigueando por toda mi piel, mis hormonas se tranquilizaban y me producían una felicidad desconocida hasta ahora. Mi espalda estaba todavía arqueada dado el placer inconmensurable y mi piel estaba con perlitas de sudor. Me sentí más cercana a mi hermano, él, mi hermano, era mi amante perfecto. Me sentí protegida y fortalecida emocionalmente, sintiendo una sensación de relajación y bienestar después de mi poderoso orgasmo. Lo sentí que me estrechaba colocando sus manos sobre mis tetas y se dejaba caer a cucharitas detrás de mí. Su voz sonó afanosa en mi habitación.
—Esto fue muy jodidamente caliente, hermanita …
—¡Uhmmm! … No quiero que esto termine jamás …
Le dije admitiendo que estaba dichosa de haber yacido con él. Sus manos vagaban por mi cuerpo. Era como si estuviera comprobando que yo estaba realmente a su lado. Yo también tomé sus manos y le permití acariciarme todas, me gustaba sentirme poseída por él y aceptar que esto no era un sueño sino la realidad que estábamos viviendo. Apreté firme sus manos sobre mis senos y exhausta comenzó a invadirme un sopor exquisito y me quedé dormida entre sus fuertes brazos sin dejar de pensar en cómo íbamos a canalizar todo esto.


La mañana siguiente me despertó ya cachonda, Gino estaba entre mis piernas y me lamía por todos lados. Abrí los ojos, miré hacia abajo y encontré sus lindos ojos que me sonreían mientras su lengua perforaba mi humedad vaginal. Me mordió los labios juguetonamente y continuó a lamer mi panocha como si no hubiera un mañana.
—¡Qué hermosa manera de despertarme! …
Le dije y él deslizó dos de sus dedos profundamente en mi coño.
—¡Oohhh! … ¡Urghhh! … ¡Oh! … ¡Uhm! … ¡Uhmmm! … ¡Eso no se hace! … ¡Ummmm! …
Sus dedos se movían dentro y fuera de mí mientras su lengua lanzaba atrevidos azotes a mí clítoris. Fue super intenso. Pronto mis manos se apoderaron de su cabeza, enredé mis dedos en sus cabellos claros y lo traté de guiar donde mi goce era más intenso. Me perdí en un limbo de placer. Me sustraje un poco a la sensación al momento de escucharlo tragar y hasta ahogarse un poco, cuando un poderoso orgasmo estremeció todo mi mundo y las contracciones me hacían lanzar una series de chorritos directamente en su boca. Chillé sin darme cuenta de lo que estaba haciendo.


Cuando finalmente logré retomar el control de mis impulsos y emociones, las manos de Gino estaban sobre mi abdomen y avanzaba sobre mis pechos. Ahuecó sus manos y los acarició. Los amasó y sobajeó delicadamente. Su boca se posicionó sobre mi pezón derecho y su lengua dibujó círculos alrededor de mi areola, luego chupó mi pezón. Después pasó a mi otro seno con el mismo entusiasmo. Nadie se había tomado tanto tiempo para ponerme cachonda. Siguió barriendo mi piel con su lengua y besó mi cuello hasta llegar a mi rostro y a mí boca. Cubrió mis labios y me susurró al oído.
—Buenos días, hermana … Tu coño sabe delicioso por la mañana … ¿Puedo volver a follarte? …
—Si no lo haces creo que voy a morir …
—¿Tienes alguna preferencia? …
—¡Oh, Dios! … ¡Te amo! … ¡Te amo! … ¿Dónde has estado toda mi vida? …
—Esperándote a ti …
—¡Uhm!, sí … ¡Qué tierno! … ¡Gino, quiero que me tomes como tu quieras! … ¡Soy toda para ti, haría cualquier cosa por ti? …
—Bueno … entonces móntame y cabálgame tu …
—¿En serio? … ¿Te doy via libre para que hagas lo que quieras conmigo y me pides que yo conduzca todo? …
—Me encanta la mujer encima de mí … Así puedo jugar con tus pechos y ver tu rostro …
Mientras pasaba mi pierna sobre sus muslos le sonreí; lo monté y comencé a bajar mi panocha hasta tocar su pene, acercándome y alejándome. Él permaneció expectante mirándome a los ojos con absoluta adoración. Nunca me tiró encima de él, me dejó hacer lo que yo quisiera. Entonces me enderecé apoyando mis palmas sobre sus pectorales y me empalé en su obelisco grueso y nervudo. Cuando su gruesa cabezota traspasó mi anillo vaginal me estremecí toda y casi tengo un mini orgasmo. Seguí haciéndolo entrar en mi hasta sentarme sobre sus muslos, entonces comencé a girar mis caderas. Gino tenía una amplia sonrisa en su rostro sintiéndome gemir y reír alocada disfrutando su grueso pene dentro de mí. A continuación, inicié un suave vaivén bombeándolo fuera y dentro de mí.


Gino estiró sus manos para jugar con mis tetas que se bamboleaban al ritmo de mis movimientos; lamió y chupó mis pezones con delicadez; poco a poco me fui deslizando en un mundo de ensueños. El chico que siempre había soñado estaba ahora conmigo dándome tanta pasión y placer. Él era mi hermano, él era quien me daba todo el amor y sexo que siempre anhelé. Todo mi ser lo necesitaba. Sin embargo, dentro de mí ahogadamente escuchaba una vocecita persistente que me decía que esto no estaba bien. Pero mis emociones y sensaciones eran mucho más fuertes y continué siendo arrastrada por la vorágine de lujuria y placer que me daba mi hermano. Gino me miraba sonriendo.
—¿En que parte está ahora tu cabeza, hermana? …
—¡Ay, Gino! … ¡Me siento tan amada! … ¡Esto está muy mal, pero se siente tan bien! …
—Lo sé … Yo también pienso en ello … Pero es un momento feliz y debemos aprovecharlo, ¿no? …
Puse mis manos sobre sus fuertes pectorales y moví mis caderas en forma desenfrenada al tiempo que estrangulaba su pene con mi apretada vagina, enseguida apoyé mis tetas sobre su pecho y sentí como sus brazos me envolvieron y su boca se juntó con la mía, nuestras lenguas se entrelazaron y nuestros cuerpos se fundieron en uno solo. Golpeando juntos. Gimiendo juntos. Habíamos cruzado la línea prohibida, ya no había marcha atrás y ni él ni yo volveríamos a ser los mismos después de todo esto. Jadeé haciendo rechinar mis dientes y empujando mi vagina contra su polla poderosa que parecía hincharse y crecer aún más dentro de mí.
—¡Oh, Luisa! … ¡Me estás volviendo loco! … ¡No si podré aguantar mucho más! …
Jadeó colocando sus manos en mis glúteos y apretando mi cuerpo contra el suyo.
—¡Joder, Gino! … ¡Fóllame con tu gran polla! … ¡Vuelve a llenarme toda! …
Mordí su mentón y restregué furiosamente mi región pélvica contra la suya. Su pene estaba incrustado profundamente en mí. Lancé un loca risotada cuando se estremeció y sentí la tibieza de su semen inundando mi matriz.
—¡Ja-ja-ja-ja! … ¡Oh, Dios! … ¡Te amo, Gino! … ¡Oooohhhh! … ¡Te amo! … ¡Umpf! … ¡Aahhhh! … ¡Aahhhh! … ¡Aahhhh! … ¡Joder! … ¡Qué ricooo! …
No pude contenerme y me apreté a él mientras disfrutaba de mi enloquecido orgasmo. Olas espasmódicas recorrían todo mi cuerpo. Mi mente era una vorágine de pensamientos y emociones conflictivas. ¿Qué estábamos haciendo? ¿Esto nos iba a lastimar a ambos? No podía permitir nada que lastimara a mi hermano. Lo amo. Mis piernas estaban como de gelatina, temblaban. Solo logré decir.
—¡Oh, Gino! …
—¡Luisa! … ¿Estás bien? …
Me preguntó mirándome a los ojos con cierta preocupación, añadió.
—Tuviste un orgasmo de varios minutos …
—No lo sé … Esto es increíble … No sé, pero …
—Nada de peros, Luisa … No te arrepientas … Sabes que te amo …
—Yo también te amo, Gino …
Dije finalmente mientras lo desmontaba haciendo deslizar su polla todavía recia, fuera de mi panocha resbaladiza y encharcada con su semen caliente. Me dejé caer a su lado y abruptamente caí en un sueño reparador y delicioso.


Había tantas cosas en que pensar. ¿Hacia dónde estábamos dirigiéndonos? Necesitaba hablar con alguien, pero ¿quién podría entender esto? ¡Hermano y hermana, es incesto! ¿Podría decírselo a mamá? ¿Qué pensaría ella de todo esto? ¿Cómo es que él y yo nos enredamos en esto? ¡Qué nos había llevado a este punto? Pero apoyada a dormir sobre su pecho, me envolvió una infinita y extraña tranquilidad. Había tantas interrogantes que responder, pero lo que más me importaba es que él estaba a mi lado.

(Continuará …)

***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

luisa_luisa4634@yahoo.com

escrito el
2025-10-21
1 2
visitas
1
votos
evaluación
10
tu voto

Continuar leyendo cuentos del mismo autor

Denuncia abuso en esto relato erótico

Comentarios de los lectores sobre la historia erótica

cookies policy Para su mejor experiencia del sitio utiliza cookies. Al utilizar este website Usted consiente el uso de cookies de acuerdo con los términos de esta política.