Mi tía quiere un bebé. - Tercera parte y final.
por
Juan Alberto
género
incesto
Tía Fiordaliso no cabía en sí de felicidad, parecía querer saltar por toda la sala de estar, se subió al sofá arrodillándose y dándome la espalda. Movió su trasero seductoramente invitándome a ir tras ella.
—Pensé que debía recompensarte en algún modo después del maravilloso trabajo que hiciste … ¿Quieres follarme? …
Sus pestañas aletearon a mil por hora mientras lo decía. No necesitaba mayor aliento que eso. Toda mi ropa quedó esparcida sobre la alfombra y me estacioné con mi pija dura como el acero, justo detrás de ella. Haciendo pasear mi polla entre sus blanquizcas nalgas. Apreté sus apretados labios vaginales con mi glande lustroso y empujé para penetrarla. Deslizarme dentro de su coño se sintió increíble, deslicé mis manos bajo su delantal y aferré sus duras y pesadas tetas, haciéndola arquear su espalda y afondando más mi polla dentro de ella.
—Siii, Mateo … Apriétame toda …
—Así que estás embarazada, ¿eh? …
—Así es … Embarazadísima …
Lo dijo bien fuerte, remarcando feliz y radiante la palabra. Finalmente podía decirlo después de probar por varios años.
—Eso quiere decir que viniste aquí solo en busca de sexo, ¿verdad? … Solo quieres ser follada, ¿eh? …
—Bueno … Sí, eso es lo que quiero …
—¿Sabes que significa eso? …
—Que soy una … ¿Puta? …
—Eso es lo que eres … Una puta caliente en busca de una polla que la folle …
—Bueno … Entonces si soy una puta caliente y preñada … Fóllame … Hazlo, por favor …
No me hice repetir el ofrecimiento y hundí mi polla en su coño hermoso y apretadito con mayor fuerza, la habitación se lleno con los sonidos de mis muslos abofeteando sus firmes glúteos.
—Virgen Santísima …
—Para nada … Soy solo una puta preñada … Y por favor dámelo más fuerte y duro …
Sin duda que esa era mi intención, así que aferré sus esculturales caderas y la embestí con todas mis fuerzas, Luego la agarré del pelo y la tiré hacia atrás cada vez que le daba un golpe hacia adelante. Tía Fior gemía de lujurioso placer y siguió suplicándome que se lo diera más fuerte.
—Más, Mateo … Dame más … Que rica que es tu polla … Dámela fuerte y duro …
Era una exquisita e increíble sensación. Ella me quería no solo por mis espermatozoos, sino también porque le gustaba mi pija. De hecho, había venido exclusivamente a regalarme con su coño, quería tener sexo conmigo. Me sentí mucho más mayor y contento. Sentí que de un momento a otro podía correrme, pero a mi edad sabía que podía repetir mis prestaciones muchas veces.
La agarré por los hombros y la tiré hacia mí, haciendo que su hermosa espalda se arqueara y su cabeza se colocara casi junto a la mía, entonces le gruñí cerquita de su oreja:
—Me voy a correr, tía … Tú ya estas embarazada, ¿verdad? … No te sucederá nada, ¿eh? …
No me contestó nada, pero su cuerpo comenzó a temblar. La solté hacia adelante y aferré sus caderas, comenzado a follarla con todo mi ímpetu de adolescente. Mis muslos chocaban violentamente con su trasero, le enterré mi entera polla en su coño jugoso y con un gruñido animal me descargué dentro de ella. Tía Fiordaliso gemía sonoramente, se agarró al respaldo del sillón con sus uñas finamente pintarrajeadas, encorvadas y clavadas en la felpa del sofá. Su cuerpo no cesaba de estremecerse, luego como una liberación lanzó un rugido de tigresa.
—Uuuurrrggghhh … Arghhh … Ummmmmm … Umpf … Aaaahhhh … Ssiii, Mateo … Ssiii, umpf … Soy … Soy tú puta embarazada … Uhmmmmmm …
—Me encanta que seas así, tía … Me follaste y quedaste embarazada … Hiciste que me corriera dentro de ti una y otra vez … Y ahora esperas un bebé …
Ella todavía no podía tomar el control completo de su cuerpo. Se estremecía en convulsivos espasmos, gimiendo y suspirando. Al parecer tía Fior se había corrido cuando eyaculé mi cálido semen en ella.
Estuvimos allí por un rato. Ella de rodillas sobre el sofá y yo de pie detrás de ella con mi polla todavía entera dentro del coño de mí tía resbaladizo e hinchado. Tía Fior dio un respiro profundo y salió de su frenesí y paroxismo de pasión y me dijo:
—Uhmmmmmm … Al parecer le has tomado gusto a eyacular en mí, ¿eh? … Te gusta dejarme llenita, ¿verdad? …
Todavía con mis manos en sus caderas, la tiré contra mi polla y se la volví a clavar hasta el fondo, dando ligeros gruñidos en respuesta.
Nos desplomamos juntos sobre el sofá, yo encima de ella. Se sentía tan bien su culito redondito y firme presionando mis muslos. Hubiese querido permanecer en esa posición por toda mi vida. Me sentía feliz. Había ayudado a la mujer más bella del mundo a cumplir su sueño, a cambio había obtenido experiencias maravillosas, relaciones sexuales increíbles. No podía pretender ni querer nada más. Estaba satisfecho.
Tía Fiordaliso y yo dejamos de vernos por algunos años. Ella tuvo un hermoso bebé y las únicas veces que nos veíamos eran en reuniones de familia. Todos estaban felices con el nuevo arribado a la familia, nadie reparó en nada. Nuestra relación volvió a ser igual a la de antes de que iniciáramos la “Operación bebé”, tía y sobrino. Nadie pareció notar nada de extraordinario ni extraño.
Las vueltas de la vida y el destino, a veces nos juega unas pasadas inesperadas e insólitas. Una tragedia terrible golpeó a la familia. Tío Jairo murió en un accidente aéreo. Toda la familia se puso de luto, por supuesto también mi madre y yo. Tío Jairo había sido un buen tipo y todos lo recordábamos de ese modo.
Tía Fiordaliso heredó toda la fortuna de mi tío, más un suculento seguro de vida de varios cientos de millones. Pero al parecer ella no pensaba en el dinero en ese triste momento. La consolé durante el funeral, la sostuve y sequé sus lágrimas. Mamá insistió y no la dejo ir de vuelta a su casa en completa soledad. Fue entonces que ella con toda naturalidad comenzó a acercarse a mí en busca de compañía y calidez humana.
Esta vez nos acercamos de una manera distinta. Me sentaba en el sofá y ella se acurrucaba a mí lado. Como una gatita desesperada que simplemente no puede soportar una vida de soledad. Cuando yo me ausentaba terminando mi educación secundaria, ella me esperaba y corría a mi encuentro al momento de regresar a casa. Necesitaba estar cerca de mí.
Terminé la universidad, hice mi tesis, me titulé de abogado y celebrando mi titulación en casa. Di la noticia que ya había encontrado un trabajo a tiempo completo. La reacción de mi tía fue inolvidable. Dejó de cenar, cerró sus ojos y contuvo la respiración. Tan pronto como dije que sería en la misma universidad, cerca de casa mía y casa suya; lanzó un suspiro de desahogo y sonrió. Entonces supe que ella no quería que me fuera lejos de ella.
Seguimos frecuentándonos regularmente. Ella visitaba nuestra casa y otras tantas yo iba a su casa. Cenábamos juntos, salíamos a caminar juntos, compartíamos juntos en nuestras fiestas familiares. No se como nuestra relación se convirtió en algo de estar juntos. No había nada de oficial ni de relación carnal, simplemente disfrutábamos estar en compañía el uno del otro. Todo evolucionaba gradualmente, como una via obligada hacia nuestra felicidad.
Me di cuenta de esto una vez especial, nos sentamos juntos en el diván con mis padres, estábamos jugando un juego de mesa. Mientras nos divertíamos y reíamos en familia, ella me abrazó y me besó en la mejilla como si fuera la cosa más natural del mundo. Nadie reparó en ello. Pasaron algunos meses y ella y yo comenzamos a volvernos cada vez más íntimos, ya no solo nos abrazábamos, sino que nos besábamos como pareja. Tampoco nuestras familias reaccionaron en algún modo negativo, a pesar de que ella era más de diez años mayor que yo. Tía Fiordaliso era parte de la familia y todo el mundo la amaba.
Un día en que estábamos disfrutando de una cálida jornada de sol, cuando su hijo, Mauricio, vino corriendo, mamá lo perseguía a corta distancia. Hizo una finta cubriéndose con el cuerpo de su madre y luego salió corriendo por la otra puerta y mamá chillando detrás de su sobrino-nieto, o mejor dicho su verdadero nieto. Fiordaliso me tomó la mano y mirando la puerta por donde había escapado Mauricio y mi madre, dijo:
—Parecen felices, ¿no? …
—Así es …
—¿No crees que a tu madre le gustaría tener también una nietecita? …
La miré un tanto sorprendido. Ella se levantó y se paró frente a mí. Inclinándose hacia adelante se quitó graciosamente sus bragas y las lanzó en mi regazo, dándome a entender que ahora estaba totalmente desnuda debajo de su vestido. Pestañeé y recién me di cuenta de que no habíamos vuelto a tener relaciones sexuales desde aquella vez en que vino a darme la noticia de que estaba embarazada.
Nos habíamos involucrado sentimental y románticamente sin pensar en ello. No habíamos pensado en el sexo, hasta ahora.
—¿Quieres aquí mismo? …
Pregunté asombrado e inquieto pensando a que mamá podría volver. Ella se ruborizó, pero asintió, me bajé los pantalones hasta mis tobillos y ella me montó ahí mismo sobre el sofá.
—Hazme el amor y no pensemos en nada …
Susurró en mi oído. Sentí la cálida humedad de su coño cuando mi polla se sumergió en sus empapadas paredes vaginales.
—Oh, estás mojada … ¿Acaso estabas pensando en esto de antes? …
—Uhm … No sé … Tal vez, sí …
—Quieres que te deje otra vez embarazada … Lo pensaste desde hace algún tiempo, ¿eh? …
—Ehm … Tal vez, sí … Podría ser …
—Quieres volver a ser mi puta cachonda y embarazada, ¿eh? …
—Sí … Ssiii … Eso quiero …
Luego se inclinó hasta un lado de mi cara y me susurró con una voz ronquita.
—Quiero ser tu puta cachonda y embarazada para toda la vida … Todo el tiempo …
Se echó hacia atrás y me regalo una de sus estupendas sonrisas diciéndome.
—Pero primero tenemos que intentarlo … Todas las veces que sea necesario, ¿quieres? …
Ciertamente no podía oponerme a tan poderosa razones.
El fin.
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luisa_luisa4634@yahoo.com
—Pensé que debía recompensarte en algún modo después del maravilloso trabajo que hiciste … ¿Quieres follarme? …
Sus pestañas aletearon a mil por hora mientras lo decía. No necesitaba mayor aliento que eso. Toda mi ropa quedó esparcida sobre la alfombra y me estacioné con mi pija dura como el acero, justo detrás de ella. Haciendo pasear mi polla entre sus blanquizcas nalgas. Apreté sus apretados labios vaginales con mi glande lustroso y empujé para penetrarla. Deslizarme dentro de su coño se sintió increíble, deslicé mis manos bajo su delantal y aferré sus duras y pesadas tetas, haciéndola arquear su espalda y afondando más mi polla dentro de ella.
—Siii, Mateo … Apriétame toda …
—Así que estás embarazada, ¿eh? …
—Así es … Embarazadísima …
Lo dijo bien fuerte, remarcando feliz y radiante la palabra. Finalmente podía decirlo después de probar por varios años.
—Eso quiere decir que viniste aquí solo en busca de sexo, ¿verdad? … Solo quieres ser follada, ¿eh? …
—Bueno … Sí, eso es lo que quiero …
—¿Sabes que significa eso? …
—Que soy una … ¿Puta? …
—Eso es lo que eres … Una puta caliente en busca de una polla que la folle …
—Bueno … Entonces si soy una puta caliente y preñada … Fóllame … Hazlo, por favor …
No me hice repetir el ofrecimiento y hundí mi polla en su coño hermoso y apretadito con mayor fuerza, la habitación se lleno con los sonidos de mis muslos abofeteando sus firmes glúteos.
—Virgen Santísima …
—Para nada … Soy solo una puta preñada … Y por favor dámelo más fuerte y duro …
Sin duda que esa era mi intención, así que aferré sus esculturales caderas y la embestí con todas mis fuerzas, Luego la agarré del pelo y la tiré hacia atrás cada vez que le daba un golpe hacia adelante. Tía Fior gemía de lujurioso placer y siguió suplicándome que se lo diera más fuerte.
—Más, Mateo … Dame más … Que rica que es tu polla … Dámela fuerte y duro …
Era una exquisita e increíble sensación. Ella me quería no solo por mis espermatozoos, sino también porque le gustaba mi pija. De hecho, había venido exclusivamente a regalarme con su coño, quería tener sexo conmigo. Me sentí mucho más mayor y contento. Sentí que de un momento a otro podía correrme, pero a mi edad sabía que podía repetir mis prestaciones muchas veces.
La agarré por los hombros y la tiré hacia mí, haciendo que su hermosa espalda se arqueara y su cabeza se colocara casi junto a la mía, entonces le gruñí cerquita de su oreja:
—Me voy a correr, tía … Tú ya estas embarazada, ¿verdad? … No te sucederá nada, ¿eh? …
No me contestó nada, pero su cuerpo comenzó a temblar. La solté hacia adelante y aferré sus caderas, comenzado a follarla con todo mi ímpetu de adolescente. Mis muslos chocaban violentamente con su trasero, le enterré mi entera polla en su coño jugoso y con un gruñido animal me descargué dentro de ella. Tía Fiordaliso gemía sonoramente, se agarró al respaldo del sillón con sus uñas finamente pintarrajeadas, encorvadas y clavadas en la felpa del sofá. Su cuerpo no cesaba de estremecerse, luego como una liberación lanzó un rugido de tigresa.
—Uuuurrrggghhh … Arghhh … Ummmmmm … Umpf … Aaaahhhh … Ssiii, Mateo … Ssiii, umpf … Soy … Soy tú puta embarazada … Uhmmmmmm …
—Me encanta que seas así, tía … Me follaste y quedaste embarazada … Hiciste que me corriera dentro de ti una y otra vez … Y ahora esperas un bebé …
Ella todavía no podía tomar el control completo de su cuerpo. Se estremecía en convulsivos espasmos, gimiendo y suspirando. Al parecer tía Fior se había corrido cuando eyaculé mi cálido semen en ella.
Estuvimos allí por un rato. Ella de rodillas sobre el sofá y yo de pie detrás de ella con mi polla todavía entera dentro del coño de mí tía resbaladizo e hinchado. Tía Fior dio un respiro profundo y salió de su frenesí y paroxismo de pasión y me dijo:
—Uhmmmmmm … Al parecer le has tomado gusto a eyacular en mí, ¿eh? … Te gusta dejarme llenita, ¿verdad? …
Todavía con mis manos en sus caderas, la tiré contra mi polla y se la volví a clavar hasta el fondo, dando ligeros gruñidos en respuesta.
Nos desplomamos juntos sobre el sofá, yo encima de ella. Se sentía tan bien su culito redondito y firme presionando mis muslos. Hubiese querido permanecer en esa posición por toda mi vida. Me sentía feliz. Había ayudado a la mujer más bella del mundo a cumplir su sueño, a cambio había obtenido experiencias maravillosas, relaciones sexuales increíbles. No podía pretender ni querer nada más. Estaba satisfecho.
Tía Fiordaliso y yo dejamos de vernos por algunos años. Ella tuvo un hermoso bebé y las únicas veces que nos veíamos eran en reuniones de familia. Todos estaban felices con el nuevo arribado a la familia, nadie reparó en nada. Nuestra relación volvió a ser igual a la de antes de que iniciáramos la “Operación bebé”, tía y sobrino. Nadie pareció notar nada de extraordinario ni extraño.
Las vueltas de la vida y el destino, a veces nos juega unas pasadas inesperadas e insólitas. Una tragedia terrible golpeó a la familia. Tío Jairo murió en un accidente aéreo. Toda la familia se puso de luto, por supuesto también mi madre y yo. Tío Jairo había sido un buen tipo y todos lo recordábamos de ese modo.
Tía Fiordaliso heredó toda la fortuna de mi tío, más un suculento seguro de vida de varios cientos de millones. Pero al parecer ella no pensaba en el dinero en ese triste momento. La consolé durante el funeral, la sostuve y sequé sus lágrimas. Mamá insistió y no la dejo ir de vuelta a su casa en completa soledad. Fue entonces que ella con toda naturalidad comenzó a acercarse a mí en busca de compañía y calidez humana.
Esta vez nos acercamos de una manera distinta. Me sentaba en el sofá y ella se acurrucaba a mí lado. Como una gatita desesperada que simplemente no puede soportar una vida de soledad. Cuando yo me ausentaba terminando mi educación secundaria, ella me esperaba y corría a mi encuentro al momento de regresar a casa. Necesitaba estar cerca de mí.
Terminé la universidad, hice mi tesis, me titulé de abogado y celebrando mi titulación en casa. Di la noticia que ya había encontrado un trabajo a tiempo completo. La reacción de mi tía fue inolvidable. Dejó de cenar, cerró sus ojos y contuvo la respiración. Tan pronto como dije que sería en la misma universidad, cerca de casa mía y casa suya; lanzó un suspiro de desahogo y sonrió. Entonces supe que ella no quería que me fuera lejos de ella.
Seguimos frecuentándonos regularmente. Ella visitaba nuestra casa y otras tantas yo iba a su casa. Cenábamos juntos, salíamos a caminar juntos, compartíamos juntos en nuestras fiestas familiares. No se como nuestra relación se convirtió en algo de estar juntos. No había nada de oficial ni de relación carnal, simplemente disfrutábamos estar en compañía el uno del otro. Todo evolucionaba gradualmente, como una via obligada hacia nuestra felicidad.
Me di cuenta de esto una vez especial, nos sentamos juntos en el diván con mis padres, estábamos jugando un juego de mesa. Mientras nos divertíamos y reíamos en familia, ella me abrazó y me besó en la mejilla como si fuera la cosa más natural del mundo. Nadie reparó en ello. Pasaron algunos meses y ella y yo comenzamos a volvernos cada vez más íntimos, ya no solo nos abrazábamos, sino que nos besábamos como pareja. Tampoco nuestras familias reaccionaron en algún modo negativo, a pesar de que ella era más de diez años mayor que yo. Tía Fiordaliso era parte de la familia y todo el mundo la amaba.
Un día en que estábamos disfrutando de una cálida jornada de sol, cuando su hijo, Mauricio, vino corriendo, mamá lo perseguía a corta distancia. Hizo una finta cubriéndose con el cuerpo de su madre y luego salió corriendo por la otra puerta y mamá chillando detrás de su sobrino-nieto, o mejor dicho su verdadero nieto. Fiordaliso me tomó la mano y mirando la puerta por donde había escapado Mauricio y mi madre, dijo:
—Parecen felices, ¿no? …
—Así es …
—¿No crees que a tu madre le gustaría tener también una nietecita? …
La miré un tanto sorprendido. Ella se levantó y se paró frente a mí. Inclinándose hacia adelante se quitó graciosamente sus bragas y las lanzó en mi regazo, dándome a entender que ahora estaba totalmente desnuda debajo de su vestido. Pestañeé y recién me di cuenta de que no habíamos vuelto a tener relaciones sexuales desde aquella vez en que vino a darme la noticia de que estaba embarazada.
Nos habíamos involucrado sentimental y románticamente sin pensar en ello. No habíamos pensado en el sexo, hasta ahora.
—¿Quieres aquí mismo? …
Pregunté asombrado e inquieto pensando a que mamá podría volver. Ella se ruborizó, pero asintió, me bajé los pantalones hasta mis tobillos y ella me montó ahí mismo sobre el sofá.
—Hazme el amor y no pensemos en nada …
Susurró en mi oído. Sentí la cálida humedad de su coño cuando mi polla se sumergió en sus empapadas paredes vaginales.
—Oh, estás mojada … ¿Acaso estabas pensando en esto de antes? …
—Uhm … No sé … Tal vez, sí …
—Quieres que te deje otra vez embarazada … Lo pensaste desde hace algún tiempo, ¿eh? …
—Ehm … Tal vez, sí … Podría ser …
—Quieres volver a ser mi puta cachonda y embarazada, ¿eh? …
—Sí … Ssiii … Eso quiero …
Luego se inclinó hasta un lado de mi cara y me susurró con una voz ronquita.
—Quiero ser tu puta cachonda y embarazada para toda la vida … Todo el tiempo …
Se echó hacia atrás y me regalo una de sus estupendas sonrisas diciéndome.
—Pero primero tenemos que intentarlo … Todas las veces que sea necesario, ¿quieres? …
Ciertamente no podía oponerme a tan poderosa razones.
El fin.
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
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