Un amante a sorpresa . II.-
por
Juan Alberto
género
incesto
Todas las mañanas comenzaba el día trotando por la propiedad bastante extensa. Me encantaba el aire fresco, el aroma de la vegetación, sobre todo en primavera. La sensación de libertad era perfecta, me servía para mantenerme físicamente en forma y también para limpiar mi cabeza de tantos pensamientos cachondos que tornaban a mi mente una y otra vez. Hacía casi un mes que no veía a Rocky, mis padres se lo habían llevado a casa, pero mamá me había llamado comunicándome que este fin de semana ellos saldrían de viaje al sur y me estaba preparando para recibir a quien me había hecho sentir tantas cosas especiales que jamás había pensado se pudiesen sentir.
Mi atuendo típico para correr consistía en pantalones cortos de yoga, ligeros y ajustados como una segunda piel, mi coño protuberante y de labios gruesos venía puesto en evidencia, pero no me importaba porque a esas tempranas horas de la mañana no había anima viva por los alrededores de la parcela. En la parte superior, mi ajustado top luchaba por mantener sujetas a mis tetas 36D. Ligaba mis cabellos en una cola de caballo, o a veces en un moño, lo importante es que no me molestaran durante mis ejercicios matutinos.
El sol comenzaba a asomar sobre las majestuosas cumbres de los Andes. La naturaleza se manifestaba con un quieto y fresco biruji proveniente de las montañas y que refrescaba mi rostro secando las gotas de sudor de mi frente. La flora inundaba mis narices con su fresco aroma a flores, árboles y hierbas, las aves trinaban saludando la renovada mañana. Todo presagiaba una hermosa y cálida jornada de verano
Pensé que hubiese sido agradable tener la compañía de Rocky en esta hermosa amanecida, quizás nos hubiésemos detenido en medio de ese sembradío de choclos, ocultos de ojos chismosos y lo habría dejado que usara su maravillosa lengua en mí. Tuve que detenerme y contener las contracciones de mi panocha. Me avergoncé y di gracias al cielo por encontrarme sola, sin nadie que pudiese ver la mancha húmeda que cubría la delgada tela de mis pantaloncitos y que mostraban sensualmente la delineación de mis labios vaginales. Me dirigí a casa para darme una ducha fría y cambiar mi ropa.
Mamá llegó casi a mediodía y trajo a Rocky, me dijo que papá se había quedado a hacer algunas compras de última hora y que partirían en avión el día siguiente. Había traído un saco de alimento para Rocky, el cual apenas bajó del carro, enfiló su nariz en medio a mis piernas, mamá reía divertida mientras yo luchaba por alejar a Rocky de entre mis muslos:
—¡Guau! … ¡Lo has dejado prendado de ti! …
—¡Ay, mami! … ¡Que cosas que dices! …
—Bueno … tengo que ir a acompañar a tu padre … los dejaré solos y entonces tu sabrás como calmarlo … y … complacerlo también …
—¡Ay, mamá! … ¡No digas más boberías! …
—Bien … llámalas tu boberías, pero a mi esas boberías me encantan …
Sin decir nada más se volvió al carro, puso en marcha y se alejó por el sendero riendo y saludando con su mano. No había duda alguna, mamá hacía con Rocky las mismas cosas que yo estaba echando de menos por todo este tiempo. Ahora por fin había quedado a solas con Rocky.
—¡Ven, bebé! … ¿Quieres beber un poco de agua, o comer algo? …
No hubo ninguna duda, Rocky se lanzó directo a mi coño, sabía muy bien lo que él quería y yo también lo deseaba. Me maravillé de lo suave que estaba su pelaje, olía a limpio, me sentí pequeña a su lado, parecía haber crecido. Con mi coño que no cesaba de manifestarse con contracciones y hormigueo, me pregunté: ¿Habrá crecido también su polla? Lo miré por atrás y vi sus cojones colgando apretados bajo su luciente cola. Mi mano acarició los cuartos traseros y delicadamente rocé sus grandes bolas, imaginé que estaba llenitas de leche y un escalofrío de lujurioso placer recorrió mi espina dorsal haciendo temblar mis piernas.
Desde atrás y por entremedio de sus peludas patas traseras, alcancé su polla y sentí su exuberante portada en la palma de mi mano, me agaché y vislumbré la pequeñita punta rosada que comenzaba a asomarse tímidamente. Me avergoncé de mi propia cachondez, pero mi cuerpo entero estaba deseando lo que escondía esa funda peluda. Me levanté y entramos a la casa, él intentando de olfatear mis fluidos que ya escurrían copiosamente y humedecían mis bragas.
Tantas noches lo había soñado, sueños inquietos y húmedos, imágenes fugaces yendo y viniendo en mi mente. La forma de su puntiaguda polla, las enormes dimensiones, la sensación de plenitud al sentirla completamente dentro de mi estrecha panocha, sus zampas atenazando mi cintura, sus tirones y sus embestidas. Durante esos perturbadores sueños volvía a sentir tantas cosas aprendidas con él y que estaba deseosa de volver a sentir.
Rocky bebió y comió de su alimento especial, durante todo ese tiempo lo estuve acariciando suavemente, tratando de embozar mis intenciones cachondas. Éramos de especies diferentes y nuestra copulación era un acto antinatural y perverso, pero era muy gratificante, malditamente adictivo y placentero, ya no me importaba que también fuese ilícito.
Cada noche sola en mi cama, esas imágenes volvían a mi mente, también volvían las sensaciones y emociones, veía y creía sentir su enorme polla expandiéndose dentro de mis entrañas. Me despertaba por la mañana irrequieta, como si hubiese dormido poco o casi nada. Mientras Rocky bebía y se alimentaba, me fui a mi cuarto y me quité pantalones y bragas y me puse una cómoda y amplia faldita corta que cubría mis muslos a mitad. No podía aguantar más, no podía esperar más, mi amante estaba en casa y yo lo necesitaba en mí. Estaba como loca, mi piel estaba como piel de gallina, muy sensible y excitable. Me sentía muy feliz por lo que pronto iba a suceder. Apreté mis senos por sobre mi remera, mis pezones se habían despertado y empujaban la delgada tela luciendo provocantes e invitantes. Mi coño hervía y cosquilleaba, apreté estrechamente mis muslos y gemí al volver a la cocina y ver que mi amado se giraba a mirarme y movía su peluda cola para saludarme afectuosamente, me comunicaba que estaba feliz de verme, no sé si él percibía mi cachondez, pero caminó hacia mí estirando su hocico y yo me apoyé a la encimera, levanté mi faldita y abrí mis piernas.
—¡Guau, Rocky! … ¡Qué lengua tan caliente! … ¡Ummmmmm! …
Murmuré cuando el barrió mis apretados labios vaginales con su lengua mojada, mi cuerpo entero se estremeció, pero yo quería más que su lengua, así que acaricié su cabeza, su cuello, su lomo y mis manos lo empujaron para que se echara a mis pies, luego acaricie su suave pelaje hasta que mis dedos alcanzaron la guarida de su pene. Estaba como en catalepsia, inmóvil e insensible, preocupada me acerqué a mirarlo de cerca mientras mis dedos trataban de animarlo y revivirlo. Pronto asomó esa añorada y aguda puntita rosada, mis dedos sintieron la consistencia de su polla que comenzaba a crecer y entusiastamente comencé a mover mi mano hacia atrás y hacia adelante, logrando hacer salir unos cinco centímetros de polla húmeda, lucía jugosa y apetitosa, así que incliné mi cabeza y me la llevé a la boca. Al parecer a él le encantaba mi boca y mi lengua en su pija, porque esta creció bastante rápido mientras lo lamía y chupaba, Rocky yacía recostado con su cabeza apoyada al suelo, me pareció que tenía sus ojos cerrados y una expresión de felicidad con parte de su lengua colgando fuera de su hocico permitiéndome mamar su gruesa polla.
—¡Buen chico! … te gusta lo que te estoy haciendo, ¿no? … tu polla es tan grande y gruesa, cariño …
Le dije acariciando sus bolas, por toda respuesta el se giró hasta quedar de espalda entregándome tácitamente su polla a mis caricias bucales, ciertamente no podía defraudarlo, me incliné a devorar su verga luciente, caliente y enrojecida. Exiguos chorritos de cálido líquido salían de tanto en tanto de su polla y mojaban mi boca con ese sabor extraño y singular que me hacía chuparlo con más ansias y saciar mi sed de él. Su polla se estaba despertando poderosa, al menos unos veinte centímetros estaban en mi mano y yo trataba de engullirla toda mientras continuaba a crecer. Al mismo tiempo una familiar humedad se hizo sentir entre mis piernas, mi coño se estaba enardeciendo, con labios hinchados y abundantes fluidos licuándose hasta producir gotas que mojaban todo el surco de mi rajita caliente.
Mi mano izquierda aferraba la poderosa asta roja de Rocky y con los dedos de mi mano derecha cosquilleé sus peludas bolas, estaba todo tan caliente que pensé que estaba pronto para darme lo que tanto había anhelado y soñado. Tenía que volver a sentirlo dentro de mí, pero no quería hacerlo con tanta prisa. Debía estar cómoda y dispuesta para gozar con él y para él.
Un ligero sudor se había formado en mis sienes, mi respiración se había hecho un poco más agitada y mi cuerpo me animaba con urgencia adicional, mi coño no quería esperar más, pero no me dejé vencer. Fui al baño y tomé dos toallas gruesas, luego saqué de las sillas de la cocina los cojines que servían de asiento y los tiré sobre el piso embaldosado, a todo esto, Rocky me seguía a todas partes empujando su hocico entre mis piernas y tratando de tomar alguna ventaja sobre mi coño empapado, de tanto en tanto, yo me volteaba y le ofrecía mi panocha abriéndola con dos de mis dedos y su lengua áspera se deslizaba sobre mis labios congestionados causándome temblores y convulsiones placenteras, sin duda era el amante perfecto, el amante que siempre había soñado.
Me senté al borde de la silla y Rocky se agazapó a lamer los jugos de mi conchita y yo me incliné un poco ladeada para alcanzar su polla y mantenerla erguida al máximo. Me estaba sintiendo como una perrita y mi coño percibía la proximidad de un macho alfa y mi corazoncito latía vertiginosamente porque sabía lo que yo quería.
Delicadamente me deslicé sobre las baldosas, acomodé un cojín en cada rodillas y me incliné lo suficiente como para alcanzar la polla de Rocky. No dejaba de asombrarme su cálida temperatura, por supuesto que sabía que la temperatura corporal del perro era superior a la temperatura del cuerpo humano, de todas maneras, estaba fascinada por el calor que emitía sobre la palma de mi mano. Lo empujé hasta que lo volví a tener echado sobre el suelo. Entonces mis dedos recorrieron su pelaje ventral hasta acariciar sus bolas gorditas, mi mente imaginó que deberían contener abundante esperma canino. Mi labia vaginal estaba aún más mojada que antes y no pude evitar de acariciar el bañado surco que escondía mi sexo enfebrecido
Rocky me permitía que yo le diera placer, pero no era este nuestro primer encuentro, muy probable que su sensible nariz percibía ya el aroma de mi candente coño y reconocía que mi sexo estaba caliente como el de una perra en celo. Mi corazón se había desbocado y podía sentir mis latidos en mis sienes pensando en lo que me aprontaba a hacer. Como una autómata acerqué mi cabeza más cerca del vientre de Rocky, mi boca se abrió y me mordí mi labio inferior, mi lengua emergió como la lengua de una víbora probando el aire alrededor de el enorme pene de Rocky, lengüeteé mis labios humedeciéndolos y suavizándolos, pero no me detuve allí, delicadamente pasé mi lengua por la cabeza de su grueso arnés, luego chupé su pija como si fuera la primera vez, entonces comprendí que de ahora en adelante no volvería jamás a tener sexo oral con un chico. Me gustaba este sabor metálico de la polla de Rocky, me parecía el justo sabor para un macho. Mi lengua revoloteó alrededor de su polla rojiza y lo engullí hasta sentir su puntiagudo extremo deslizarse en mi garganta.
La polla de Rocky estaba gorda, mojada y resbalosa, abrí mi boca al máximo y volví a sentir su exquisito sabor, estaba sedienta de él. Quería hacerlo entrar más dentro de mi boca, ordeñar esos chorritos que fluían en continuación, era su jugo precioso y que preparaba el coño de una perra, en cambio yo lo bebía para saciar mi sed de él. Lo dejé gotear y salpicar mis labios y mi rostro, sentía su tibieza mojando mis mejillas y era una sensación celestial, proveniente directamente del paraíso de los perros.
Me tragué cada gota de pre-semen que salió de su pija chispeante y calenturienta, estaba deliciosa. Me di cuenta de que su polla se estaba expandiendo, se hinchaba y se hacía más difícil tenerlo por entero en mi boca, habían más de veinte centímetros de pene canino, sin considerar el nudo que también se estaba engrosando, el cual parecía agregar otros seis o siete centímetros de polla. Me pareció la cosa más hermosa que jamás haya visto. Como en un trance de lujuria, chupé su polla empujándola en modo incontrolable dentro de mi boca, entonces supe que estaba lista para que Rocky me montara y me la diera como un verdadero semental perruno.
Acomodé los cojines sobre las baldosas y me puse a cuatro patas. Nunca me había sentido tan caliente y perversa en mi vida. ¡Dios mío! Me he convertido en una perra caliente, pensé fugazmente, pero esto solo intensificó mis deseos de cometer esta depravación contra natura. Mi cuerpo estaba empapado de sudor y estaba jadeando anticipadamente, necesitaba que él me montara, nunca antes había deseado tanto una pija. Rocky sabía muy bien que hacer cuando encontraba una perrita en posición tal como yo estaba. Felizmente paseó detrás de mí, olfateó un poco mi panocha y sentí su lengua lamer un poco de mis jugos, meneé mi culo y me di unas palmaditas en mis nalgas. Se levantó en sus patas y se dejó caer con todo su peso sobre mi espalda, sapientemente me afirmé con mis palmas sobre las baldosas y abrí ampliamente mis rodillas para quedar a la altura justa de su miembro canino, sus zampas rodearon mi cintura y comenzó a embestirme tironeando mi cuerpo hacia su polla.
Podía sentir su pija ardiente y húmeda abofeteando mis muslos y nalgas tratando de centrar mi coño enfebrecido, abierto e invitante. Rocky insistió una y otra vez mientras yo intentaba de mover mi coño para que él lo pudiese encontrar con mayor facilidad. Por fin él lo logró y yo empujé hacia atrás y lo dejé que me penetrara profundamente, pero su pene era enorme y quise escapar, solo que las fuerzas de Rocky eran muy superiores a las mías y comprendí que ahora él estaba al comando y trate de relajarme y disfrutar; finalmente era lo que yo deseaba tanto y comencé a empujar hacia atrás. Grite al sentir su enorme bola entrar en mí, pensé me iba a reventar, pero su nudo se acomodó perfectamente al tamaño y forma de mi vagina. Acepté pasivamente que ahora era la perra de Rocky, mi super macho.
Rocky me embistió con fuerza y una velocidad inaudita, no sentí dolor alguno, por el contrario, su polla era muy agradable y suave, mi excitación aumentó cuando su nudo creció tanto que presionó mi punto “G”. Me estremecí y apreté mis dientes cuando mi coño entró en espasmos orgásmicos, comencé a correrme como nunca me había corrido, metí mis tetas sobre las frías baldosas y mis manos se fueron a atrapar las patas traseras de Rocky. Estaba decidida a no dejarlo ir jamás.
Rocky disminuyó la potencia de sus embistes, su polla pareció crecer y presionó contra mis paredes vaginales. Finalmente me sentí llena a plenitud, no había espacio de mi coño que no estuviera en estrecho contacto con la verga perruna de Rocky. Se sentía tan formidable su polla en mí que de pronto sentí un miedo genuino, su verga continuaba a crecer ¡¡Mierda!! ¡¡Va a reventar mi coño!!
Él se detuvo y ya no me embestía, se produjo un silencio y una tranquilidad perturbadora, todo su peso estaba sobre mí. Sentí las pulsaciones dentro de mí, el nudo se había ajustado bien dentro de mi panocha y mí enésimo orgasmo me golpeó violentamente haciéndome estremecer, estiré unas de mis piernas hacia atrás que temblaba incontrolablemente, levanté una de mis manos para tratar de calmar los temblores de mi pierna y apoyé mi mejilla sobre las baldosas, levantando mi entero culo en el aire. Entonces sentí un torrente caliente dentro de mí llenando todos los recovecos de mi vagina, rápidamente puse mi rodilla al piso y volví a afirmarme. Se estaba corriendo copiosamente dentro de mi chocho. Era un flujo constante de esperma de perro muy caliente que llenaba mis entrañas. Las olas orgásmicas se multiplicaron y creí morir de placer empalada en la polla caliente de Rocky.
Estaba gruñendo, babeando y gimiendo en puro éxtasis, sintiendo las sensaciones físicas y mentales que jamás creí posible sentir. Mi clítoris estaba hinchado y totalmente fuera de sus pliegues y me daba un orgasmo tras otro, todo sucedía demasiado rápido. Los labios de mi coño estaban hinchados y gordos de pura lujuria apretando la enorme polla de Rocky en un agarre posesivo de no querer dejarlo ir. Como pude sofoqué mis gritos y chillidos y afortunadamente no me desmayé de puro y loco placer.
Rocky continuó bombeando semen por una eternidad profundamente en mi útero, pude sentir una ligera hinchazón en mi pancita para acomodar toda ese semen de perro. Por último, su polla dejó de bombear esperma dentro de mí. Me sentí un poco decepcionada de que el encuentro de apareamiento con mi amado Rocky estuviese concluyendo. En ese momento mi amante pasó una de sus patas por sobre mi espalda y quedé atada a él culo con culo, ahora sí que me sentía como una verdadera perrita, mi macho me tenía anudada con su polla y todos esos tirones me provocaron una serie de mini orgasmos.
Permanecimos atados el uno al otro, como es natural que suceda, todo perro anuda a su perra para asegurarse de que todo su semen se deslice hacia los ovarios de su hembra y asegurar la impregnación. La perra tiene que darle una camada de perritos, seguramente ese era el instinto que gobernaba la mente de Rocky, pero yo sabía que eso era imposible. Luego de un rato él se impacientó y comenzó a tirar, me arrastró hacia la sala de estar, rápidamente lo inmovilicé tomando sus patas traseras para impedirle caminar. Quizás esto era lo que menos me gustaba de quedar atada con mi coño a su verga, pero bien valía la pena sufrir estas pequeñas humillaciones.
Pasaron una veintena de minutos y la bola de Rocky se desinfló lo suficiente y comenzó a salir semen a chorritos desde mi panocha, luego con un sonoro “Plop” me liberó, un torrente se esperma se vertió sobre el piso de baldosas. Miré mi coño que lucía grotescamente abierto, hinchado y enrojecido, pero era una visión muy erótica de ver.
Agotada física y emocionalmente, me quedé sentada sobre las frías baldosas. Podía sentir el semen caliente de Rocky afluyendo desde dentro mi panocha y formando una poza sobre el piso. Apreté mi coño para evitar de derramar mas esperma perruno sobre el suelo.
Una serie de pensamiento contradictorios pasaron por mi mente ¿humillada? ¿degradada? ¿avergonzada? Ya nada importaba, estaba mucho más satisfecha de lo que recordaba. Me levanté acomodando mi corta faldita, Rocky estaba sobre su colchoneta limpiando su maravillosa polla. Limpié rápidamente el piso de la cocina, recogí los cojines y los puse sobre las sillas. Era hora de ir a darme una ducha, pero no iba a lavar todo ese jugo de mi amante, quería sentirlo en mí por horas.
Después de ducharme volví a la cocina y me serví un tentempié, también versé algo de alimento y agua en los recipientes de Rocky. Él se despertó y se levantó a comer y beber. Después de asear los cubiertos usados, tomé a Rocky y me lo llevé a mi dormitorio. Iniciamos una maratón de sexo inter-especies. No hubo nada que no hicimos. Le di hasta mi culo antes de caer rendida y llena de esperma canino por todos mis agujeros.
Esta fue nuestra rutina diaria por todo el tiempo que él estuvo conmigo. Cuando mamá vino a recogerlo para llevarlo a casa me reclamó:
—¿Acaso no le has dado de comer? … ¡Míralo lo flaco que está! …. ¡Y tu también estás esquelética! … ¿Qué hiciste tu y Rocky durante todo este tiempo? …
—¡Boberías, mami! … ¡Tu dijiste que te encantaban! … ¡Pues a mi también! …
Se puso a sonreír y luego mientras se despedía me prometió regalarme mi propio perro para mi próximo cumpleaños. Estoy contando los días …
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
luisa_luisa4634@yahoo.com
Mi atuendo típico para correr consistía en pantalones cortos de yoga, ligeros y ajustados como una segunda piel, mi coño protuberante y de labios gruesos venía puesto en evidencia, pero no me importaba porque a esas tempranas horas de la mañana no había anima viva por los alrededores de la parcela. En la parte superior, mi ajustado top luchaba por mantener sujetas a mis tetas 36D. Ligaba mis cabellos en una cola de caballo, o a veces en un moño, lo importante es que no me molestaran durante mis ejercicios matutinos.
El sol comenzaba a asomar sobre las majestuosas cumbres de los Andes. La naturaleza se manifestaba con un quieto y fresco biruji proveniente de las montañas y que refrescaba mi rostro secando las gotas de sudor de mi frente. La flora inundaba mis narices con su fresco aroma a flores, árboles y hierbas, las aves trinaban saludando la renovada mañana. Todo presagiaba una hermosa y cálida jornada de verano
Pensé que hubiese sido agradable tener la compañía de Rocky en esta hermosa amanecida, quizás nos hubiésemos detenido en medio de ese sembradío de choclos, ocultos de ojos chismosos y lo habría dejado que usara su maravillosa lengua en mí. Tuve que detenerme y contener las contracciones de mi panocha. Me avergoncé y di gracias al cielo por encontrarme sola, sin nadie que pudiese ver la mancha húmeda que cubría la delgada tela de mis pantaloncitos y que mostraban sensualmente la delineación de mis labios vaginales. Me dirigí a casa para darme una ducha fría y cambiar mi ropa.
Mamá llegó casi a mediodía y trajo a Rocky, me dijo que papá se había quedado a hacer algunas compras de última hora y que partirían en avión el día siguiente. Había traído un saco de alimento para Rocky, el cual apenas bajó del carro, enfiló su nariz en medio a mis piernas, mamá reía divertida mientras yo luchaba por alejar a Rocky de entre mis muslos:
—¡Guau! … ¡Lo has dejado prendado de ti! …
—¡Ay, mami! … ¡Que cosas que dices! …
—Bueno … tengo que ir a acompañar a tu padre … los dejaré solos y entonces tu sabrás como calmarlo … y … complacerlo también …
—¡Ay, mamá! … ¡No digas más boberías! …
—Bien … llámalas tu boberías, pero a mi esas boberías me encantan …
Sin decir nada más se volvió al carro, puso en marcha y se alejó por el sendero riendo y saludando con su mano. No había duda alguna, mamá hacía con Rocky las mismas cosas que yo estaba echando de menos por todo este tiempo. Ahora por fin había quedado a solas con Rocky.
—¡Ven, bebé! … ¿Quieres beber un poco de agua, o comer algo? …
No hubo ninguna duda, Rocky se lanzó directo a mi coño, sabía muy bien lo que él quería y yo también lo deseaba. Me maravillé de lo suave que estaba su pelaje, olía a limpio, me sentí pequeña a su lado, parecía haber crecido. Con mi coño que no cesaba de manifestarse con contracciones y hormigueo, me pregunté: ¿Habrá crecido también su polla? Lo miré por atrás y vi sus cojones colgando apretados bajo su luciente cola. Mi mano acarició los cuartos traseros y delicadamente rocé sus grandes bolas, imaginé que estaba llenitas de leche y un escalofrío de lujurioso placer recorrió mi espina dorsal haciendo temblar mis piernas.
Desde atrás y por entremedio de sus peludas patas traseras, alcancé su polla y sentí su exuberante portada en la palma de mi mano, me agaché y vislumbré la pequeñita punta rosada que comenzaba a asomarse tímidamente. Me avergoncé de mi propia cachondez, pero mi cuerpo entero estaba deseando lo que escondía esa funda peluda. Me levanté y entramos a la casa, él intentando de olfatear mis fluidos que ya escurrían copiosamente y humedecían mis bragas.
Tantas noches lo había soñado, sueños inquietos y húmedos, imágenes fugaces yendo y viniendo en mi mente. La forma de su puntiaguda polla, las enormes dimensiones, la sensación de plenitud al sentirla completamente dentro de mi estrecha panocha, sus zampas atenazando mi cintura, sus tirones y sus embestidas. Durante esos perturbadores sueños volvía a sentir tantas cosas aprendidas con él y que estaba deseosa de volver a sentir.
Rocky bebió y comió de su alimento especial, durante todo ese tiempo lo estuve acariciando suavemente, tratando de embozar mis intenciones cachondas. Éramos de especies diferentes y nuestra copulación era un acto antinatural y perverso, pero era muy gratificante, malditamente adictivo y placentero, ya no me importaba que también fuese ilícito.
Cada noche sola en mi cama, esas imágenes volvían a mi mente, también volvían las sensaciones y emociones, veía y creía sentir su enorme polla expandiéndose dentro de mis entrañas. Me despertaba por la mañana irrequieta, como si hubiese dormido poco o casi nada. Mientras Rocky bebía y se alimentaba, me fui a mi cuarto y me quité pantalones y bragas y me puse una cómoda y amplia faldita corta que cubría mis muslos a mitad. No podía aguantar más, no podía esperar más, mi amante estaba en casa y yo lo necesitaba en mí. Estaba como loca, mi piel estaba como piel de gallina, muy sensible y excitable. Me sentía muy feliz por lo que pronto iba a suceder. Apreté mis senos por sobre mi remera, mis pezones se habían despertado y empujaban la delgada tela luciendo provocantes e invitantes. Mi coño hervía y cosquilleaba, apreté estrechamente mis muslos y gemí al volver a la cocina y ver que mi amado se giraba a mirarme y movía su peluda cola para saludarme afectuosamente, me comunicaba que estaba feliz de verme, no sé si él percibía mi cachondez, pero caminó hacia mí estirando su hocico y yo me apoyé a la encimera, levanté mi faldita y abrí mis piernas.
—¡Guau, Rocky! … ¡Qué lengua tan caliente! … ¡Ummmmmm! …
Murmuré cuando el barrió mis apretados labios vaginales con su lengua mojada, mi cuerpo entero se estremeció, pero yo quería más que su lengua, así que acaricié su cabeza, su cuello, su lomo y mis manos lo empujaron para que se echara a mis pies, luego acaricie su suave pelaje hasta que mis dedos alcanzaron la guarida de su pene. Estaba como en catalepsia, inmóvil e insensible, preocupada me acerqué a mirarlo de cerca mientras mis dedos trataban de animarlo y revivirlo. Pronto asomó esa añorada y aguda puntita rosada, mis dedos sintieron la consistencia de su polla que comenzaba a crecer y entusiastamente comencé a mover mi mano hacia atrás y hacia adelante, logrando hacer salir unos cinco centímetros de polla húmeda, lucía jugosa y apetitosa, así que incliné mi cabeza y me la llevé a la boca. Al parecer a él le encantaba mi boca y mi lengua en su pija, porque esta creció bastante rápido mientras lo lamía y chupaba, Rocky yacía recostado con su cabeza apoyada al suelo, me pareció que tenía sus ojos cerrados y una expresión de felicidad con parte de su lengua colgando fuera de su hocico permitiéndome mamar su gruesa polla.
—¡Buen chico! … te gusta lo que te estoy haciendo, ¿no? … tu polla es tan grande y gruesa, cariño …
Le dije acariciando sus bolas, por toda respuesta el se giró hasta quedar de espalda entregándome tácitamente su polla a mis caricias bucales, ciertamente no podía defraudarlo, me incliné a devorar su verga luciente, caliente y enrojecida. Exiguos chorritos de cálido líquido salían de tanto en tanto de su polla y mojaban mi boca con ese sabor extraño y singular que me hacía chuparlo con más ansias y saciar mi sed de él. Su polla se estaba despertando poderosa, al menos unos veinte centímetros estaban en mi mano y yo trataba de engullirla toda mientras continuaba a crecer. Al mismo tiempo una familiar humedad se hizo sentir entre mis piernas, mi coño se estaba enardeciendo, con labios hinchados y abundantes fluidos licuándose hasta producir gotas que mojaban todo el surco de mi rajita caliente.
Mi mano izquierda aferraba la poderosa asta roja de Rocky y con los dedos de mi mano derecha cosquilleé sus peludas bolas, estaba todo tan caliente que pensé que estaba pronto para darme lo que tanto había anhelado y soñado. Tenía que volver a sentirlo dentro de mí, pero no quería hacerlo con tanta prisa. Debía estar cómoda y dispuesta para gozar con él y para él.
Un ligero sudor se había formado en mis sienes, mi respiración se había hecho un poco más agitada y mi cuerpo me animaba con urgencia adicional, mi coño no quería esperar más, pero no me dejé vencer. Fui al baño y tomé dos toallas gruesas, luego saqué de las sillas de la cocina los cojines que servían de asiento y los tiré sobre el piso embaldosado, a todo esto, Rocky me seguía a todas partes empujando su hocico entre mis piernas y tratando de tomar alguna ventaja sobre mi coño empapado, de tanto en tanto, yo me volteaba y le ofrecía mi panocha abriéndola con dos de mis dedos y su lengua áspera se deslizaba sobre mis labios congestionados causándome temblores y convulsiones placenteras, sin duda era el amante perfecto, el amante que siempre había soñado.
Me senté al borde de la silla y Rocky se agazapó a lamer los jugos de mi conchita y yo me incliné un poco ladeada para alcanzar su polla y mantenerla erguida al máximo. Me estaba sintiendo como una perrita y mi coño percibía la proximidad de un macho alfa y mi corazoncito latía vertiginosamente porque sabía lo que yo quería.
Delicadamente me deslicé sobre las baldosas, acomodé un cojín en cada rodillas y me incliné lo suficiente como para alcanzar la polla de Rocky. No dejaba de asombrarme su cálida temperatura, por supuesto que sabía que la temperatura corporal del perro era superior a la temperatura del cuerpo humano, de todas maneras, estaba fascinada por el calor que emitía sobre la palma de mi mano. Lo empujé hasta que lo volví a tener echado sobre el suelo. Entonces mis dedos recorrieron su pelaje ventral hasta acariciar sus bolas gorditas, mi mente imaginó que deberían contener abundante esperma canino. Mi labia vaginal estaba aún más mojada que antes y no pude evitar de acariciar el bañado surco que escondía mi sexo enfebrecido
Rocky me permitía que yo le diera placer, pero no era este nuestro primer encuentro, muy probable que su sensible nariz percibía ya el aroma de mi candente coño y reconocía que mi sexo estaba caliente como el de una perra en celo. Mi corazón se había desbocado y podía sentir mis latidos en mis sienes pensando en lo que me aprontaba a hacer. Como una autómata acerqué mi cabeza más cerca del vientre de Rocky, mi boca se abrió y me mordí mi labio inferior, mi lengua emergió como la lengua de una víbora probando el aire alrededor de el enorme pene de Rocky, lengüeteé mis labios humedeciéndolos y suavizándolos, pero no me detuve allí, delicadamente pasé mi lengua por la cabeza de su grueso arnés, luego chupé su pija como si fuera la primera vez, entonces comprendí que de ahora en adelante no volvería jamás a tener sexo oral con un chico. Me gustaba este sabor metálico de la polla de Rocky, me parecía el justo sabor para un macho. Mi lengua revoloteó alrededor de su polla rojiza y lo engullí hasta sentir su puntiagudo extremo deslizarse en mi garganta.
La polla de Rocky estaba gorda, mojada y resbalosa, abrí mi boca al máximo y volví a sentir su exquisito sabor, estaba sedienta de él. Quería hacerlo entrar más dentro de mi boca, ordeñar esos chorritos que fluían en continuación, era su jugo precioso y que preparaba el coño de una perra, en cambio yo lo bebía para saciar mi sed de él. Lo dejé gotear y salpicar mis labios y mi rostro, sentía su tibieza mojando mis mejillas y era una sensación celestial, proveniente directamente del paraíso de los perros.
Me tragué cada gota de pre-semen que salió de su pija chispeante y calenturienta, estaba deliciosa. Me di cuenta de que su polla se estaba expandiendo, se hinchaba y se hacía más difícil tenerlo por entero en mi boca, habían más de veinte centímetros de pene canino, sin considerar el nudo que también se estaba engrosando, el cual parecía agregar otros seis o siete centímetros de polla. Me pareció la cosa más hermosa que jamás haya visto. Como en un trance de lujuria, chupé su polla empujándola en modo incontrolable dentro de mi boca, entonces supe que estaba lista para que Rocky me montara y me la diera como un verdadero semental perruno.
Acomodé los cojines sobre las baldosas y me puse a cuatro patas. Nunca me había sentido tan caliente y perversa en mi vida. ¡Dios mío! Me he convertido en una perra caliente, pensé fugazmente, pero esto solo intensificó mis deseos de cometer esta depravación contra natura. Mi cuerpo estaba empapado de sudor y estaba jadeando anticipadamente, necesitaba que él me montara, nunca antes había deseado tanto una pija. Rocky sabía muy bien que hacer cuando encontraba una perrita en posición tal como yo estaba. Felizmente paseó detrás de mí, olfateó un poco mi panocha y sentí su lengua lamer un poco de mis jugos, meneé mi culo y me di unas palmaditas en mis nalgas. Se levantó en sus patas y se dejó caer con todo su peso sobre mi espalda, sapientemente me afirmé con mis palmas sobre las baldosas y abrí ampliamente mis rodillas para quedar a la altura justa de su miembro canino, sus zampas rodearon mi cintura y comenzó a embestirme tironeando mi cuerpo hacia su polla.
Podía sentir su pija ardiente y húmeda abofeteando mis muslos y nalgas tratando de centrar mi coño enfebrecido, abierto e invitante. Rocky insistió una y otra vez mientras yo intentaba de mover mi coño para que él lo pudiese encontrar con mayor facilidad. Por fin él lo logró y yo empujé hacia atrás y lo dejé que me penetrara profundamente, pero su pene era enorme y quise escapar, solo que las fuerzas de Rocky eran muy superiores a las mías y comprendí que ahora él estaba al comando y trate de relajarme y disfrutar; finalmente era lo que yo deseaba tanto y comencé a empujar hacia atrás. Grite al sentir su enorme bola entrar en mí, pensé me iba a reventar, pero su nudo se acomodó perfectamente al tamaño y forma de mi vagina. Acepté pasivamente que ahora era la perra de Rocky, mi super macho.
Rocky me embistió con fuerza y una velocidad inaudita, no sentí dolor alguno, por el contrario, su polla era muy agradable y suave, mi excitación aumentó cuando su nudo creció tanto que presionó mi punto “G”. Me estremecí y apreté mis dientes cuando mi coño entró en espasmos orgásmicos, comencé a correrme como nunca me había corrido, metí mis tetas sobre las frías baldosas y mis manos se fueron a atrapar las patas traseras de Rocky. Estaba decidida a no dejarlo ir jamás.
Rocky disminuyó la potencia de sus embistes, su polla pareció crecer y presionó contra mis paredes vaginales. Finalmente me sentí llena a plenitud, no había espacio de mi coño que no estuviera en estrecho contacto con la verga perruna de Rocky. Se sentía tan formidable su polla en mí que de pronto sentí un miedo genuino, su verga continuaba a crecer ¡¡Mierda!! ¡¡Va a reventar mi coño!!
Él se detuvo y ya no me embestía, se produjo un silencio y una tranquilidad perturbadora, todo su peso estaba sobre mí. Sentí las pulsaciones dentro de mí, el nudo se había ajustado bien dentro de mi panocha y mí enésimo orgasmo me golpeó violentamente haciéndome estremecer, estiré unas de mis piernas hacia atrás que temblaba incontrolablemente, levanté una de mis manos para tratar de calmar los temblores de mi pierna y apoyé mi mejilla sobre las baldosas, levantando mi entero culo en el aire. Entonces sentí un torrente caliente dentro de mí llenando todos los recovecos de mi vagina, rápidamente puse mi rodilla al piso y volví a afirmarme. Se estaba corriendo copiosamente dentro de mi chocho. Era un flujo constante de esperma de perro muy caliente que llenaba mis entrañas. Las olas orgásmicas se multiplicaron y creí morir de placer empalada en la polla caliente de Rocky.
Estaba gruñendo, babeando y gimiendo en puro éxtasis, sintiendo las sensaciones físicas y mentales que jamás creí posible sentir. Mi clítoris estaba hinchado y totalmente fuera de sus pliegues y me daba un orgasmo tras otro, todo sucedía demasiado rápido. Los labios de mi coño estaban hinchados y gordos de pura lujuria apretando la enorme polla de Rocky en un agarre posesivo de no querer dejarlo ir. Como pude sofoqué mis gritos y chillidos y afortunadamente no me desmayé de puro y loco placer.
Rocky continuó bombeando semen por una eternidad profundamente en mi útero, pude sentir una ligera hinchazón en mi pancita para acomodar toda ese semen de perro. Por último, su polla dejó de bombear esperma dentro de mí. Me sentí un poco decepcionada de que el encuentro de apareamiento con mi amado Rocky estuviese concluyendo. En ese momento mi amante pasó una de sus patas por sobre mi espalda y quedé atada a él culo con culo, ahora sí que me sentía como una verdadera perrita, mi macho me tenía anudada con su polla y todos esos tirones me provocaron una serie de mini orgasmos.
Permanecimos atados el uno al otro, como es natural que suceda, todo perro anuda a su perra para asegurarse de que todo su semen se deslice hacia los ovarios de su hembra y asegurar la impregnación. La perra tiene que darle una camada de perritos, seguramente ese era el instinto que gobernaba la mente de Rocky, pero yo sabía que eso era imposible. Luego de un rato él se impacientó y comenzó a tirar, me arrastró hacia la sala de estar, rápidamente lo inmovilicé tomando sus patas traseras para impedirle caminar. Quizás esto era lo que menos me gustaba de quedar atada con mi coño a su verga, pero bien valía la pena sufrir estas pequeñas humillaciones.
Pasaron una veintena de minutos y la bola de Rocky se desinfló lo suficiente y comenzó a salir semen a chorritos desde mi panocha, luego con un sonoro “Plop” me liberó, un torrente se esperma se vertió sobre el piso de baldosas. Miré mi coño que lucía grotescamente abierto, hinchado y enrojecido, pero era una visión muy erótica de ver.
Agotada física y emocionalmente, me quedé sentada sobre las frías baldosas. Podía sentir el semen caliente de Rocky afluyendo desde dentro mi panocha y formando una poza sobre el piso. Apreté mi coño para evitar de derramar mas esperma perruno sobre el suelo.
Una serie de pensamiento contradictorios pasaron por mi mente ¿humillada? ¿degradada? ¿avergonzada? Ya nada importaba, estaba mucho más satisfecha de lo que recordaba. Me levanté acomodando mi corta faldita, Rocky estaba sobre su colchoneta limpiando su maravillosa polla. Limpié rápidamente el piso de la cocina, recogí los cojines y los puse sobre las sillas. Era hora de ir a darme una ducha, pero no iba a lavar todo ese jugo de mi amante, quería sentirlo en mí por horas.
Después de ducharme volví a la cocina y me serví un tentempié, también versé algo de alimento y agua en los recipientes de Rocky. Él se despertó y se levantó a comer y beber. Después de asear los cubiertos usados, tomé a Rocky y me lo llevé a mi dormitorio. Iniciamos una maratón de sexo inter-especies. No hubo nada que no hicimos. Le di hasta mi culo antes de caer rendida y llena de esperma canino por todos mis agujeros.
Esta fue nuestra rutina diaria por todo el tiempo que él estuvo conmigo. Cuando mamá vino a recogerlo para llevarlo a casa me reclamó:
—¿Acaso no le has dado de comer? … ¡Míralo lo flaco que está! …. ¡Y tu también estás esquelética! … ¿Qué hiciste tu y Rocky durante todo este tiempo? …
—¡Boberías, mami! … ¡Tu dijiste que te encantaban! … ¡Pues a mi también! …
Se puso a sonreír y luego mientras se despedía me prometió regalarme mi propio perro para mi próximo cumpleaños. Estoy contando los días …
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