Una sorpresa en el taller mecánico
por
Anitaslut44
género
hetero
Anita había estado involucrada en un triple choque de tránsito con nuestro auto.
El daño no era demasiado importante; pero el seguro cubría los gastos sin objeciones y nos recomendaron un buen taller mecánico para la reparación. Esa tarde yo estaba ocupado en mi oficina; por lo tanto, le pedí a mi esposa que ella misma llevara el auto al taller a la hora acordada.
Finalmente mis asuntos de oficina terminaron temprano; así que decidí darle una sorpresa a Anita y encontrarla en el mismo taller para regresar a casa juntos.
Pero esa tarde la sorpresa me la llevé yo…
Llegué al taller un rato antes de lo previsto y un atento supervisor me acompañó a una oficina en el piso superior, donde podía sentarme a esperar, mientras tenía una vista panorámica de todo el lugar.
Unos minutos después vi aparecer nuestro auto en la entrada. Ana apagó el motor y descendió, haciendo unos movimientos muy sensuales con su escultural cuerpo. Enseguida se le acercaron dos mecánicos y también el supervisor…
Mi dulce mujercita llevaba una falda corta, una blusa muy elegante pegada al cuerpo que permitía admirar la redondez de sus tetas perfectas y, naturalmente, tacos altos que realzaban sus interminables piernas.
Le sonrió a los hombres presentes y uno de ellos la tomó por la cintura, llevándola hacia la trompa del auto, donde estaba el daño. Ella se inclinó graciosamente, mostrando casi el nacimiento de sus glúteos. Desde mi lugar pude ver que estaba usando una diminuta tanga negra bajo la falda; detalle que tampoco pasó inadvertido para los tres hombres.
El taller estaba prácticamente vacío. Solamente había otros dos autos en reparación pero sus dueños ya se habían retirado. El supervisor subió a preguntarme si esa era mi esposa, a lo cual respondí que no; le mentí solamente por disfrutar de la diversión que me provocaba Ana coqueteando frente a esos hombres.
El supervisor sonrió y regresó abajo. Se lo notaba excitado por tener a mi mujercita prácticamente sola en el taller.
Cuando volví a asomarme por la ventana, los mecánicos insistían en mostrarle el motor a mi dulce Anita y ella se inclinaba mostrando directamente sus nalgas apenas cubiertas por esa diminuta tanga…
Uno de ellos finalmente se decidió a pasar a la acción y suavemente frotó su enorme mano por el trasero casi desnudo de Ana. Ella siguió mirando dentro del motor, como si no hubiese sentido nada…
Detrás de ella, el mecánico decidió apostar más alto: Se bajó la cremallera del pantalón y sacó a relucir una enorme verga erecta, la cual depositó en la mano de Ana, quien pareció sorprenderse con tanto atrevimiento…
Ella enseguida retiró su mano, pareciendo ofendida, pero unos segundos después miró fijamente al mecánico a los ojos y estiró su delicada mano otra vez, para comenzar a acariciar esa verga enorme y erecta.
El otro mecánico y el supervisor se acercaron a ella y le arrancaron la blusa a tirones, junto con la breve falda; dejando a mi esposa vestida solamente con su tanga negra y los zapatos de taco alto… Luego comenzaron a manosear su cuerpo, mientras ella acariciaba un par de vergas a manos llenas…
Suavemente el primer mecánico la hizo reclinar boca abajo sobre la tapa del baúl y le deslizó la tanga a un costado. Sus compañeros sonrieron al ver expuestas esa hermosa vagina depilada y la estrecha entrada anal.
El hombre introdujo suavemente un par de dedos entre los labios vaginales y la lubricó bien con unos lentos movimientos, entrando y saliendo muy despacio.
Ana comenzó a gemir con la repentina invasión a su cuerpo; pero pronto sus suspiros y gemidos fueron acallados por la verga del supervisor, que entró entre sus sensuales labios abiertos. Ella lo aceptó con gusto y comenzó a lamer y chupar esa enorme pija erecta…
El primer hombre mientras se había lubricado su verga con los fluidos de mi esposa y ahora estaba abriéndole las nalgas, para meter despacio la cabeza de su pija suavemente en esa húmeda y dilatada concha.
Ana gritó de dolor cuando sintió la intrusión, pero enseguida sus aullidos se transformaron en jadeos de placer. Pronto el primer mecánico quiso cambiar de posición, después de haber bombeado a Anita al estilo perrito. Se reclinó sobre el auto e hizo que mi esposa se montara a horcajadas sobre su verga. Ella obedeció y pronto pude verla gozando mientras las rudas manos del hombre la hacían mecerse sobre esa enorme verga empalada hasta el fondo de su delicada concha.
El segundo mecánico ya no tuvo paciencia para esperar su turno en la concha de mi mujercita. Se acercó por detrás y trató de metérsela por el culo.
Yo pensé que con semejante grosor de esa verga no lo lograría, pero entonces Ana detuvo sus movimientos sobre las caderas del otro hombre; tomó la otra verga con una mano y muy despacio la fue guiando, hasta que desapareció entre sus nalgas.
Entonces los tres comenzaron con un movimiento bien sincronizado, mientras mi esposa aullaba de placer empalada entre esas dos pijas enormes…
En pocos minutos ambos hombres acabaron casi simultáneamente, mientras mi esposa se debatía tratando de llegar a su propio orgasmo. Cuando los dos hombres se salieron de ella y la dejaron de pie en el piso, el segundo mecánico la hizo recostar de espaldas sobre el auto; sujetó los suaves tobillos de mi esposa y la penetró despacio en posición de misionero.
Su verga parecía ser la de mayor tamaño, porque Ana se quejó y hasta dejó escapar lágrimas de dolor durante las primeras embestidas. Ese hombre ya no tuvo tanta delicadeza como sus colegas. Comenzó a bombearle la concha furiosamente, mientras le retorcía los pezones entre sus dedos. Pero eso era justamente lo que Anita quería. Pude ver que se retorcía de placer y pronto acababa en un sonoro orgasmo que le hizo temblar todo el cuerpo sin control.
El segundo mecánico siguió bombeando con frenesí, hasta que repentinamente se salió de ella y su verga explotó sobre el vientre de mi esposa, desparramando todo su semen sobre su delicado cuerpo.
Ella después se vistió de inmediato, mientras el supervisor le acariciaba el culo y le hablaba al oído… Pronto la vi salir del taller, caminando con cierta dificultad…
Fui a tomar un café antes de regresar a casa, Allí me esperaba mi dulce mujercita; había tomado una ducha y ya estaba discretamente vestida con ropa de entrecasa.
Me besó cariñosamente, diciéndome con una gran sonrisa que había dejado el auto en el taller mecánico y además había conseguido un buen descuento…
El daño no era demasiado importante; pero el seguro cubría los gastos sin objeciones y nos recomendaron un buen taller mecánico para la reparación. Esa tarde yo estaba ocupado en mi oficina; por lo tanto, le pedí a mi esposa que ella misma llevara el auto al taller a la hora acordada.
Finalmente mis asuntos de oficina terminaron temprano; así que decidí darle una sorpresa a Anita y encontrarla en el mismo taller para regresar a casa juntos.
Pero esa tarde la sorpresa me la llevé yo…
Llegué al taller un rato antes de lo previsto y un atento supervisor me acompañó a una oficina en el piso superior, donde podía sentarme a esperar, mientras tenía una vista panorámica de todo el lugar.
Unos minutos después vi aparecer nuestro auto en la entrada. Ana apagó el motor y descendió, haciendo unos movimientos muy sensuales con su escultural cuerpo. Enseguida se le acercaron dos mecánicos y también el supervisor…
Mi dulce mujercita llevaba una falda corta, una blusa muy elegante pegada al cuerpo que permitía admirar la redondez de sus tetas perfectas y, naturalmente, tacos altos que realzaban sus interminables piernas.
Le sonrió a los hombres presentes y uno de ellos la tomó por la cintura, llevándola hacia la trompa del auto, donde estaba el daño. Ella se inclinó graciosamente, mostrando casi el nacimiento de sus glúteos. Desde mi lugar pude ver que estaba usando una diminuta tanga negra bajo la falda; detalle que tampoco pasó inadvertido para los tres hombres.
El taller estaba prácticamente vacío. Solamente había otros dos autos en reparación pero sus dueños ya se habían retirado. El supervisor subió a preguntarme si esa era mi esposa, a lo cual respondí que no; le mentí solamente por disfrutar de la diversión que me provocaba Ana coqueteando frente a esos hombres.
El supervisor sonrió y regresó abajo. Se lo notaba excitado por tener a mi mujercita prácticamente sola en el taller.
Cuando volví a asomarme por la ventana, los mecánicos insistían en mostrarle el motor a mi dulce Anita y ella se inclinaba mostrando directamente sus nalgas apenas cubiertas por esa diminuta tanga…
Uno de ellos finalmente se decidió a pasar a la acción y suavemente frotó su enorme mano por el trasero casi desnudo de Ana. Ella siguió mirando dentro del motor, como si no hubiese sentido nada…
Detrás de ella, el mecánico decidió apostar más alto: Se bajó la cremallera del pantalón y sacó a relucir una enorme verga erecta, la cual depositó en la mano de Ana, quien pareció sorprenderse con tanto atrevimiento…
Ella enseguida retiró su mano, pareciendo ofendida, pero unos segundos después miró fijamente al mecánico a los ojos y estiró su delicada mano otra vez, para comenzar a acariciar esa verga enorme y erecta.
El otro mecánico y el supervisor se acercaron a ella y le arrancaron la blusa a tirones, junto con la breve falda; dejando a mi esposa vestida solamente con su tanga negra y los zapatos de taco alto… Luego comenzaron a manosear su cuerpo, mientras ella acariciaba un par de vergas a manos llenas…
Suavemente el primer mecánico la hizo reclinar boca abajo sobre la tapa del baúl y le deslizó la tanga a un costado. Sus compañeros sonrieron al ver expuestas esa hermosa vagina depilada y la estrecha entrada anal.
El hombre introdujo suavemente un par de dedos entre los labios vaginales y la lubricó bien con unos lentos movimientos, entrando y saliendo muy despacio.
Ana comenzó a gemir con la repentina invasión a su cuerpo; pero pronto sus suspiros y gemidos fueron acallados por la verga del supervisor, que entró entre sus sensuales labios abiertos. Ella lo aceptó con gusto y comenzó a lamer y chupar esa enorme pija erecta…
El primer hombre mientras se había lubricado su verga con los fluidos de mi esposa y ahora estaba abriéndole las nalgas, para meter despacio la cabeza de su pija suavemente en esa húmeda y dilatada concha.
Ana gritó de dolor cuando sintió la intrusión, pero enseguida sus aullidos se transformaron en jadeos de placer. Pronto el primer mecánico quiso cambiar de posición, después de haber bombeado a Anita al estilo perrito. Se reclinó sobre el auto e hizo que mi esposa se montara a horcajadas sobre su verga. Ella obedeció y pronto pude verla gozando mientras las rudas manos del hombre la hacían mecerse sobre esa enorme verga empalada hasta el fondo de su delicada concha.
El segundo mecánico ya no tuvo paciencia para esperar su turno en la concha de mi mujercita. Se acercó por detrás y trató de metérsela por el culo.
Yo pensé que con semejante grosor de esa verga no lo lograría, pero entonces Ana detuvo sus movimientos sobre las caderas del otro hombre; tomó la otra verga con una mano y muy despacio la fue guiando, hasta que desapareció entre sus nalgas.
Entonces los tres comenzaron con un movimiento bien sincronizado, mientras mi esposa aullaba de placer empalada entre esas dos pijas enormes…
En pocos minutos ambos hombres acabaron casi simultáneamente, mientras mi esposa se debatía tratando de llegar a su propio orgasmo. Cuando los dos hombres se salieron de ella y la dejaron de pie en el piso, el segundo mecánico la hizo recostar de espaldas sobre el auto; sujetó los suaves tobillos de mi esposa y la penetró despacio en posición de misionero.
Su verga parecía ser la de mayor tamaño, porque Ana se quejó y hasta dejó escapar lágrimas de dolor durante las primeras embestidas. Ese hombre ya no tuvo tanta delicadeza como sus colegas. Comenzó a bombearle la concha furiosamente, mientras le retorcía los pezones entre sus dedos. Pero eso era justamente lo que Anita quería. Pude ver que se retorcía de placer y pronto acababa en un sonoro orgasmo que le hizo temblar todo el cuerpo sin control.
El segundo mecánico siguió bombeando con frenesí, hasta que repentinamente se salió de ella y su verga explotó sobre el vientre de mi esposa, desparramando todo su semen sobre su delicado cuerpo.
Ella después se vistió de inmediato, mientras el supervisor le acariciaba el culo y le hablaba al oído… Pronto la vi salir del taller, caminando con cierta dificultad…
Fui a tomar un café antes de regresar a casa, Allí me esperaba mi dulce mujercita; había tomado una ducha y ya estaba discretamente vestida con ropa de entrecasa.
Me besó cariñosamente, diciéndome con una gran sonrisa que había dejado el auto en el taller mecánico y además había conseguido un buen descuento…
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