Miriam y los reactivos de ph

por
género
incesto

Otra vez Miriam. No podía dejar de pensar en ella desde la última vez que me la había cogido… pero una tarde ella volvió a dar señales de vida…
Lo peor de todo era que, con absoluta seguridad, mi adorable esposa estaba enterada de nuestros encuentros ya que, a pesar de no verse seguido, entre ellas se contaban todo lo que sucedía.
Pero eso ya no me importaba, mientras pudiera seguir cogiéndome a Miriam. Su cuerpo era espectacular; su mirada me derretía y sus ganas de coger me volvían loco.
Había conocido a su marido, pero ya no me importaba tampoco. Ese tipo y yo no éramos amigos…
Me llegó un mensaje de ella, preguntando: “cuándo nos vemos?”
Leer eso ya me excitó demasiado, pensando en sus curvas y su concha siempre humedecida y lista para recibir mi verga…
Le contesté enseguida: “cuando vos quieras…”
Y ella escribió: “te parece ahora…?”.
Mi verga se puso dura al leer eso último. Mientras pensaba a mil por hora qué excusa podría dar a mi jefe para escapar de la oficina, le contesté que en media hora pasaba a buscarla por su local de ropa.
Al llegar a su negocio, Miriam estaba atendiendo a una clienta; pero apenas me vio, con mucha discreción le dijo a su empleada que debía salir por un rato y la dejó a cargo del lugar…
Pasó a mi lado sin mirarme y yo la seguí a la calle con disimulo.
Ella reconoció mi auto estacionado y se dirigió al mismo sin dudarlo. Se sentó en el asiento del acompañante y allí me esperó.
Cuando subí, se abalanzó sobre mi y me comió la boca en un beso que me provocó una erección instantánea. Cuando me permitió respirar, le dije que no teníamos mucho tiempo, porque debía encontrarme temprano con Anita en el shopping.
Miriam estalló en carcajadas.
“La puta de tu mujercita me pidió que te entretenga toda la tarde. Ella ahora está por encamarse con su nuevo personal trainer…”
No me sorprendió enterarme eso sobre mi adorable esposa; pero bueno; ya que iba a ser cornudo por una tarde, al menos yo también la pasaría bien…
“Tenía muchas ganas de verte...” Dijo Miriam, sacándome de mis cavilaciones sobre Anita y los cuernos.
“Aquí estoy, nena…” Le respondí, antes de que ella se abalanzara otra vez sobre mi cuerpo, para comerme la boca.
Después de eso ya no hubo mucho intercambio de palabras; arranqué y nos dirigimos directo a un hotel cercano.
Al entrar se puso a inspeccionar la habitación, caminando de manera felina; sabiendo que yo le estaba mirando el culo.
Llevaba unos pantalones ajustados que le marcaban las perfectas nalgas redondas. Una minúscula tanga negra se traslucía contra el color claro de esa tela liviana. De repente retrocedió haciéndose la distraída y apoyó su hermosa cola contra mi bulto; que ya estaba bastante grande de solo verla caminar…
“Upsss… parece que ya estás listo, bebé…” Dijo sonriendo.
La tomé por las tetas, masajeándoselas a través de la tela de su blusa. No llevaba corpiño y entonces pude sentir que sus pezones enseguida se endurecieron al contacto con mis dedos…
“Parece que vos también ya estás lista para mí…” Le susurré.
Miriam sonrió y comenzó a desabrocharse los pantalones. Se los bajó hasta los tobillos y me dejó ver esa diminuta tanga negra que se perdía entre sus magníficas firmes nalgas.
Mis manos abandonaron sus hermosas tetas y bajaron por su cuerpo hasta que mis dedos se deslizaron por adentro de su tanga, encontrando enseguida esa magnífica concha bien depilada.
Mis dedos traviesos abrieron sus labios vaginales y pude sentir la humedad de esa vagina caliente. Pero Miriam pareció resistirse…
Se deshizo de mi abrazo y giró su cuerpo para enfrentarme. Su mirada de calentura me dejó loco. Enseguida se arrodilló y abrió mi bragueta, sacando mi verga dura. Ella soltó un pequeño gemido al ver cómo me tenía…
Su mano aferró mi pija tiesa, pudiendo sentir cómo palpitaba entre sus dedos juguetones. Me miró a los ojos y abrió su boca sensual.
Metió mi verga entera dentro de sus labios rojos y se quedó unos segundos mirándome fijo. Casi me hizo acabar…
Aferré sus cabellos entre mis dedos y moví su cabeza hacia atrás, para evitar que me hiciera acabar antes de tiempo. Pero Miriam insistió, volviendo a tragarse mi verga entera dentro de su boca…
Le solté los cabellos y la dejé hacer. Cerré mis ojos y me abandoné al placer de tener semejante hembra comiéndose mi pija…
Miriam se dedicó unos cinco minutos a lamerme la verga, hasta que de repente no pude aguantar más la excitación y me descargué en su garganta. Ella sonrió y se tragó toda mi leche, saboreando hasta la última gota.
Me dijo que me acostara y la esperara. Entonces se dirigió hacia el baño llevando su cartera, balanceando sensualmente su cola casi desnuda; lo cual me provocó una nueva erección…
Me acosté tratando de relajarme y un par de minutos después reapareció Miriam apoyándose en el marco de la puerta del baño.
Mi verga terminó de despertarse y quedó apuntando al cielorraso.
Esa perra llevaba ahora un catsuit negro que cubría sus perfectas curvas y apenas dejaba ver su pubis depilado a través de una pequeña abertura en la entrepierna. Giró sobre sus tacos para mostrarme su redondo culo, ese culo que siempre me había entregado con muchas ganas de que se lo destruyera a pura pija.
Se acercó a la cama y me dijo:
“Hoy solamente me vas a hacer la cola… entendiste, bebé…?”
Se puso en cuatro frente a mí y reptó sobre mis piernas, hasta que su boca estuvo a la misma altura de mi verga erecta. La tomó entre sus labios rojos, para asegurarse de que estuviera bien firme y dura. Después de unos pocos lengüetazos lo logró y entonces giró sobre la cama para darme la espalda.
“Cuando quieras…” Susurró casi ronroneando como una gata…
La aferré por sus redondas caderas y mi verga casi no necesitó ser guiada para entrar en su estrecho orificio trasero. Miriam ya se lo había dilatado en el baño, poniéndose también gel lubricante.
Mi verga enloquecida se deslizó con facilidad y en una sola embestida le llené el ano por completo; haciendo que Miriam suspirara y gimiera de placer…
Me pidió más; me suplicó que le rompiera el culo sin tener piedad.
Comencé a bombearla despacio al principio; aferrando sus caderas y empezando a darle un ritmo más violento a mis embestidas. Pronto estaba dándole con todas mis ganas, mientras Miriam gritaba a todo pulmón, llevando su cuerpo contra mi verga que no dejaba de castigar su hermoso trasero.
No pude aguantar demasiado tiempo. Esa tremenda hembra me excitaba mucho y pronto sentí que mi verga se hinchaba para luego explotar dentro de ese estrecho canal rectal.
Miriam sintió la descarga de mi semen inundando su culo y aulló por última vez, para luego caer hacia adelante, rendida, enterrando su cara en la almohada.
Giró su cara para decirme:
“Me encanta cuando me la das por el culo, bebé…”
Yo sonreí halagado, pero le dije que ella no había acabado…
Me dijo que no podía acabar. Me sorprendió escuchar eso y le pregunté el por qué. Entonces me explicó su drama marital.
Su esposo sospechaba que ella tenía algún amante. Había conseguido unos reactivos especiales de ph que detectaban semen, descarga inusual de flujos vaginales y gel lubricante que llevaban los preservativos.
El tipo todas las noches le inspeccionaba la concha introduciéndole esos reactivos, además de verificar la dilatación de las paredes vaginales. Así se aseguraba de que Miriam no se masturbara ni cogiera con otros hombres. Después la cogía con salvajismo, hasta que ella le suplicaba que la dejara descansar. El hijo de puta le dejaba la concha arruinada cada noche, llena de su semen…
Pero el muy estúpido se olvidaba de que a Miriam le encantaba el sexo anal y que era una experta en usar su boca sensual…
Terminó su relato riéndose a carcajadas, metiendo su dedo en ese ahora bien dilatado culo y diciéndome que ya estaba lista para una segunda vuelta…
Esta vez se puso boca arriba y la penetré por la cola mientras nos mirábamos a los ojos. Su mirada me derretía y mi bombeo en su culo duró poco, ya que enseguida volví a descargarme por completo en su ano…
Ella sonrió satisfecha y se estiró para besarme.
Mientras nos vestíamos, sonó su celular.
Miriam me miró sonriendo y habló animadamente unos minutos.
Al colgar sonrió otra vez diciendo:
“Pobre tu mujercita… ahora le duele mucho la cola…”
No dije nada… yo estaba satisfecho de haber disfrutado ese culo infernal que Miriam siempre me entregaba sin pedirme límites…
Ya casi oscurecía cuando llegamos a su local de lencería. Me dijo que entrara con ella, porque quería mandarle algo a Anita.
Regresó de la trastienda con un paquete preparado para regalo. “Es un catsuit muy sexy; solo tiene acceso para la conchita…”
Me aclaró, mientras me comía la boca a manera de despedida…
escrito el
2017-12-27
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