Por la puerta de atrás
por
Anitaslut44
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orgías
Esa primavera se estaba haciendo demasiado larga y pensé en empezar a ponerme en forma para el verano. Así que comencé a concurrir a un gimnasio cercano, que me habían recomendado algunas amigas que lo frecuentaban, junto con sus maridos. Naturalmente, no logré que Víctor se animara a acompañarme.
Durante la segunda semana encontré a Gerardo, el esposo de mi amiga Julia, que me dijo concurría allí bastante seguido y me recomendó algunos ejercicios.
Nunca me había fijado demasiado en Gerardo, pero ahora en ese lugar, con su cuerpo musculoso y transpirado, comencé a mirarlo con otros ojos…
Mi ejercicio favorito era andar en bicicleta, lo cual mejoraba mi circulación y tonificaba mis largas piernas y endurecía mi cola.
Un par e meses después, ya se notaban los resultados en mi cuerpo. Sentía mi cola mucho más dura y hasta diría que se levantaba en pompa al caminar…
A Gerardo lo veía casi todos los días y él también llegó a notar los cambios, porque no paraba de piropearme en cada ocasión…aunque algunas veces casi se pasaba de la raya, haciéndome más insinuaciones sexuales que piropos…
En esos días Víctor por fin encontró algo de tiempo libre y comenzó a asistir conmigo, pero sus clases a veces se prolongaban por un rato más que las mías.
Una tarde Víctor me llamó desde la oficina para avisarme que no podría hacer la clase de gimnasia, pero que llegaría a tiempo para pasar a buscarme por allí.
Esa misma tarde Gerardo estaba más simpático que de costumbre y me invitó a tomar un baño de sauna con él luego de la clase. Yo tenía tiempo de sobra hasta que mi esposo pasara a recogerme, así que acepté encantada.
Me quité las ropas transpiradas y envolví mi cuerpo con una salida de baño de toalla. Gerardo me esperaba en la entrada al salón de sauna, cubierto solamente por una gran toalla.
Junto a nosotros entró también Marcos, uno de sus amigos, que estaba casado con una hermosa mujer a quien yo conocía de vista, pero sin tratarla demasiado…
Después de cinco minutos dentro de la sala de sauna, pude comprobar que bajo la toalla de Gerardo se marcaba un buen bulto, de unas proporciones interesantes. No le di demasiada importancia; pero no tardé en darme cuenta de que mientras hablábamos, aquel bulto seguía creciendo más y más, al mismo tiempo que Gerardo no dejaba de mirarme las tetas, que ahora se veían algo descubiertas en mi salida de baño. Lo miré directo a los ojos y decidí no taparme… si le excitaba mírame las tetas, por mi parte estaba todo bien…
De repente Gerardo se puso de pie y me dijo sin ninguna delicadeza:
"Anita, supongo que ya tenemos confianza suficiente y no te importará que Marcos y yo tomemos este baño de sauna como cuando estamos solos…”
Por un instante no entendí a qué se refería, pero ante mi pasividad, ambos hombres se quitaron las toallas de la cintura y luego se sentaron otra vez en los bancos completamente desnudos.
Yo me quede alucinada, sin poder dejar de mirar esas dos enormes vergas erectas tan cerca de mí. Me excitaba además ver esos dos cuerpos musculosos transpirando en medio del vapor.
El calor comenzó a marearme, mi pulso se aceleró un poco y sentí que de repente mi concha se humedecía por la excitación…
Después de mirarlas y admirarlas por un buen rato, ambos hombres se miraron entre ellos y se levantaron del banco, acercándose a mí…
"Podemos dejarte probar un poco de cada una…” Dijo Gerardo sonriendo.
Marcos agarraba su enorme verga y casi parecía estar ofreciéndomela.
Yo estaba muy caliente, no solo por el efecto del vapor en ese baño sauna. Me levanté y dejé caer la salida de baño a mis pies, quedando completamente desnuda frente a esos dos hombres. Sin decir una palabra, me puse en cuclillas frente a ellos; o mejor dicho, frente a sus magníficas pijas erectas.
Abrí mis labios y entonces Gerardo avanzó, para meter su verga en mi boca.
Despacio, lo tomé entre mis labios y fui besando es cosa enorme, mientras la recorría con mi lengua.
Marcos no se quedó quieto. Se movió a mis espaldas y se agachó para deslizar su mano por mi culo y luego un dedo por la raja; comenzando después a masajear la entrada de mi ano con su grueso pulgar.
Mientras devoraba la verga de Gerardo, tuve mi primer orgasmo.
Después de un rato de sentir mis labios sobre su dura verga, Gerardo comenzó a jadear más alto; me agarró por los cabellos y sostuvo mi cabeza sobre su verga enterrada en mi boca, justo cuando Marcos enterraba su dedo índice en mi ano, traspasando mi estrecho esfínter y provocándome dolor por esa intrusión.
Un chorro cálido de leche comenzó a llenar mi boca…Aquello no paraba ni un momento, mi boca tragaba y tragaba pero su semen continuaba entrando a mi garganta, haciendo que tuviera que tragarlo para evitar ahogarme.
Gerardo por fin liberó sus manos de mis cabellos y yo pude incorporarme.
Pero entonces Marcos me tomó por la cintura desde atrás, haciéndome doblar hacia adelante.
Me separó los muslos y hundió su cara en mi entrepierna, comenzando a lamer mi clítoris. Lancé un grito de placer interminable, mientras una especie de explosión recorría mi cuerpo desde el vientre hasta la cabeza.
Marcos luego siguió metiendo su lengua en mi entrada trasera, que ya había estado dilatando con sus dedos.
Giré mi cabeza para pedirle que no me cogiera por el culo; su verga era demasiado gruesa y me iba a desfondar; pero ya era tarde: Marcos apoyó su mano en mi cadera, evitando que yo pudiera levantarme y enseguida un latigazo de dolor y ardor me indicó que estaba penetrando mi esfínter con demasiada facilidad.
Esta vez Gerardo tampoco se quedó quieto: aprovechando que yo estaba doblada por mi cintura, metió su verga ahora fláccida otra vez en mi boca y me ordenó que la hiciera endurecer otra vez…
Marcos se salió un poco y de un violento empujón me la metió entera, provocándome un dolor agudo y un quejido lastimero.
De repente Gerardo miró hacia la puerta de la sala y dijo:
“Aquí viene el cornudo de tu marido, Ana… te estará buscando?”
Quise incorporarme para esconderme en algún rincón entre el vapor de agua.
No quería que Víctor me encontrara en esa situación, ensartada entre dos vergas.
Pero Marcos me sostuvo por la espalda, diciendo que la pared contra la que estábamos apoyados, me cubría de la vista de Víctor. Me quedé inclinada hacia adelante, todavía con la verga de Gerardo amordazándome la boca y la otra de Marcos enterrada en el fondo de mi culo.
En ese momento entró Víctor y, reconociendo a sus amigos, les preguntó si me habían visto.
Gerardo sonrió y le dijo que yo me había cansado de esperarlo y que ya hacía unos veinte minutos me habían visto salir del gimnasio.
En ese mismo momento Marcos me aferró por las caderas y dejó de moverse, mientras yo sentía su semen hirviendo derramándose en el fondo de mi culo...
Apenas Víctor pegó la vuelta, yo saqué de mi dolorida boca la verga dura de Gerardo y me dispuse a cambiarme para llegar a casa antes que mi esposo.
Marcos sonrió y me acarició los labios vaginales desde atrás, mientras me preguntaba si no quería quedarme un rato más allí con ellos.
Sonreí yo también y les dije que otra vez nos encontraríamos allí mismo…
Durante la segunda semana encontré a Gerardo, el esposo de mi amiga Julia, que me dijo concurría allí bastante seguido y me recomendó algunos ejercicios.
Nunca me había fijado demasiado en Gerardo, pero ahora en ese lugar, con su cuerpo musculoso y transpirado, comencé a mirarlo con otros ojos…
Mi ejercicio favorito era andar en bicicleta, lo cual mejoraba mi circulación y tonificaba mis largas piernas y endurecía mi cola.
Un par e meses después, ya se notaban los resultados en mi cuerpo. Sentía mi cola mucho más dura y hasta diría que se levantaba en pompa al caminar…
A Gerardo lo veía casi todos los días y él también llegó a notar los cambios, porque no paraba de piropearme en cada ocasión…aunque algunas veces casi se pasaba de la raya, haciéndome más insinuaciones sexuales que piropos…
En esos días Víctor por fin encontró algo de tiempo libre y comenzó a asistir conmigo, pero sus clases a veces se prolongaban por un rato más que las mías.
Una tarde Víctor me llamó desde la oficina para avisarme que no podría hacer la clase de gimnasia, pero que llegaría a tiempo para pasar a buscarme por allí.
Esa misma tarde Gerardo estaba más simpático que de costumbre y me invitó a tomar un baño de sauna con él luego de la clase. Yo tenía tiempo de sobra hasta que mi esposo pasara a recogerme, así que acepté encantada.
Me quité las ropas transpiradas y envolví mi cuerpo con una salida de baño de toalla. Gerardo me esperaba en la entrada al salón de sauna, cubierto solamente por una gran toalla.
Junto a nosotros entró también Marcos, uno de sus amigos, que estaba casado con una hermosa mujer a quien yo conocía de vista, pero sin tratarla demasiado…
Después de cinco minutos dentro de la sala de sauna, pude comprobar que bajo la toalla de Gerardo se marcaba un buen bulto, de unas proporciones interesantes. No le di demasiada importancia; pero no tardé en darme cuenta de que mientras hablábamos, aquel bulto seguía creciendo más y más, al mismo tiempo que Gerardo no dejaba de mirarme las tetas, que ahora se veían algo descubiertas en mi salida de baño. Lo miré directo a los ojos y decidí no taparme… si le excitaba mírame las tetas, por mi parte estaba todo bien…
De repente Gerardo se puso de pie y me dijo sin ninguna delicadeza:
"Anita, supongo que ya tenemos confianza suficiente y no te importará que Marcos y yo tomemos este baño de sauna como cuando estamos solos…”
Por un instante no entendí a qué se refería, pero ante mi pasividad, ambos hombres se quitaron las toallas de la cintura y luego se sentaron otra vez en los bancos completamente desnudos.
Yo me quede alucinada, sin poder dejar de mirar esas dos enormes vergas erectas tan cerca de mí. Me excitaba además ver esos dos cuerpos musculosos transpirando en medio del vapor.
El calor comenzó a marearme, mi pulso se aceleró un poco y sentí que de repente mi concha se humedecía por la excitación…
Después de mirarlas y admirarlas por un buen rato, ambos hombres se miraron entre ellos y se levantaron del banco, acercándose a mí…
"Podemos dejarte probar un poco de cada una…” Dijo Gerardo sonriendo.
Marcos agarraba su enorme verga y casi parecía estar ofreciéndomela.
Yo estaba muy caliente, no solo por el efecto del vapor en ese baño sauna. Me levanté y dejé caer la salida de baño a mis pies, quedando completamente desnuda frente a esos dos hombres. Sin decir una palabra, me puse en cuclillas frente a ellos; o mejor dicho, frente a sus magníficas pijas erectas.
Abrí mis labios y entonces Gerardo avanzó, para meter su verga en mi boca.
Despacio, lo tomé entre mis labios y fui besando es cosa enorme, mientras la recorría con mi lengua.
Marcos no se quedó quieto. Se movió a mis espaldas y se agachó para deslizar su mano por mi culo y luego un dedo por la raja; comenzando después a masajear la entrada de mi ano con su grueso pulgar.
Mientras devoraba la verga de Gerardo, tuve mi primer orgasmo.
Después de un rato de sentir mis labios sobre su dura verga, Gerardo comenzó a jadear más alto; me agarró por los cabellos y sostuvo mi cabeza sobre su verga enterrada en mi boca, justo cuando Marcos enterraba su dedo índice en mi ano, traspasando mi estrecho esfínter y provocándome dolor por esa intrusión.
Un chorro cálido de leche comenzó a llenar mi boca…Aquello no paraba ni un momento, mi boca tragaba y tragaba pero su semen continuaba entrando a mi garganta, haciendo que tuviera que tragarlo para evitar ahogarme.
Gerardo por fin liberó sus manos de mis cabellos y yo pude incorporarme.
Pero entonces Marcos me tomó por la cintura desde atrás, haciéndome doblar hacia adelante.
Me separó los muslos y hundió su cara en mi entrepierna, comenzando a lamer mi clítoris. Lancé un grito de placer interminable, mientras una especie de explosión recorría mi cuerpo desde el vientre hasta la cabeza.
Marcos luego siguió metiendo su lengua en mi entrada trasera, que ya había estado dilatando con sus dedos.
Giré mi cabeza para pedirle que no me cogiera por el culo; su verga era demasiado gruesa y me iba a desfondar; pero ya era tarde: Marcos apoyó su mano en mi cadera, evitando que yo pudiera levantarme y enseguida un latigazo de dolor y ardor me indicó que estaba penetrando mi esfínter con demasiada facilidad.
Esta vez Gerardo tampoco se quedó quieto: aprovechando que yo estaba doblada por mi cintura, metió su verga ahora fláccida otra vez en mi boca y me ordenó que la hiciera endurecer otra vez…
Marcos se salió un poco y de un violento empujón me la metió entera, provocándome un dolor agudo y un quejido lastimero.
De repente Gerardo miró hacia la puerta de la sala y dijo:
“Aquí viene el cornudo de tu marido, Ana… te estará buscando?”
Quise incorporarme para esconderme en algún rincón entre el vapor de agua.
No quería que Víctor me encontrara en esa situación, ensartada entre dos vergas.
Pero Marcos me sostuvo por la espalda, diciendo que la pared contra la que estábamos apoyados, me cubría de la vista de Víctor. Me quedé inclinada hacia adelante, todavía con la verga de Gerardo amordazándome la boca y la otra de Marcos enterrada en el fondo de mi culo.
En ese momento entró Víctor y, reconociendo a sus amigos, les preguntó si me habían visto.
Gerardo sonrió y le dijo que yo me había cansado de esperarlo y que ya hacía unos veinte minutos me habían visto salir del gimnasio.
En ese mismo momento Marcos me aferró por las caderas y dejó de moverse, mientras yo sentía su semen hirviendo derramándose en el fondo de mi culo...
Apenas Víctor pegó la vuelta, yo saqué de mi dolorida boca la verga dura de Gerardo y me dispuse a cambiarme para llegar a casa antes que mi esposo.
Marcos sonrió y me acarició los labios vaginales desde atrás, mientras me preguntaba si no quería quedarme un rato más allí con ellos.
Sonreí yo también y les dije que otra vez nos encontraríamos allí mismo…
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