Ana entregada a dos desconocidos
por
Anitaslut44
género
voyeur
Habíamos llegado a Mar del Plata para disfrutar con Ana una breve estadía como si fueran unas mini vacaciones.
Al tercer día ambos estábamos muy relajados. Habíamos estado cogiendo sin descanso todas las noches y en esa ocasión, mientras mi dulce esposa jugueteaba con mi verga algo agotada, tratando de hacerla recuperar para continuar un rato más, me contó que tenía una fantasía oculta…
Antes de contarme sus oscuros deseos, me dijo que cogía muy bien conmigo, pero que necesitaba una dosis de sexo extra todas las noches. Mi verga no le alcanzaba y que generalmente tenía que masturbarse encerrada en el baño cuando yo había quedado ya rendido en la cama…
Me confesó entonces que quería entregarse al menos a dos tipos de manera sumisa y obediente en mi presencia, para que la tratasen como una verdadera puta y que yo solo me limitase a mirar y pajearme si así lo deseaba, mientras ellos le hacían de todo…
Por supuesto, la idea de ver a mi mujercita sometida a los deseos de otros hombres, hizo levantar mi verga al instante y terminamos cogiendo como nunca…
A la mañana siguiente, Ana me pidió que iniciáramos la búsqueda para encontrar a sus posibles amantes-amos, idea que me encantó.
Ella pidió que fueran dos hombres mayores de cuarenta años con experiencia, no quería dos tipos jóvenes que la cogieran como conejos…
Finalmente tuvimos éxito, al encontrar a Francis, un divorciado de cuarenta y dos años, muy elegante y pintón. Ana después me confesaría que se había humedecido al estrechar su mano durante las presentaciones.
Le contamos directamente a Francis lo que queríamos y nos dijo que podíamos contar con él y uno de sus amigos; ambos tenían experiencia en intercambio de parejas y, ahora estando divorciados, se dedicaban a tratar de cogerse mujeres maduras en lo posible. Además, les encantaba dominar a las mujeres.
Quedamos que nos encontraríamos en un bar frente a la rambla esa misma noche.
Allí Francis nos presentó a su amigo Alberto, otro hombre elegante de su misma edad, con una evidente verga enorme dentro de los pantalones, como se lo hizo saber Anita, quien no podía quitarle la vista de la entrepierna a ese tipo.
Tomamos unos tragos y Francis me preguntó si realmente teníamos decidido con Anita a llevar nuestras fantasías con ellos. Ante nuestra respuesta afirmativa, Alberto se rió y me dijo que yo me preparara, porque a mi esposa la iban a coger en serio y sin ningún miramiento, que la iban a hacer sentir la peor de las putas y que iba a haber “mucha acción”…
Ana se quedó en silencio. La miré y recordé que a la hora de la siesta habíamos cogido con una calentura inusual y después de un segundo polvo yo le había pedido que me dejara darle por la cola; pero ella se había negado, diciendo que por la noche yo disfrutaría mucho más viendo cómo esos dos casi desconocidos la sodomizaban sin piedad…
Mi dulce esposa se había vestido muy provocativa; un vestido negro por encima de las rodillas, con la espalda desnuda, una breve tanga de seda negra y unos tremendos tacos altos que realzaban sus increíbles piernas.
Después de varias rondas de tragos, Francis anunció que iríamos a su chalet, ubicado bastante cerca de allí.
Apenas llegamos, Ana y Francis se sentaron en un gran sillón de dos cuerpos, quedando otros dos más pequeños disponibles para Alberto y para mí.
Continuamos bebiendo algo y en un momento tuve que ir al baño.
Al regresar, encontré a Ana en el regazo de Francis, que le comía la boca en un beso profundo, mientras una de sus manos se perdía entre los muslos entreabiertos de ella.
En ese momento supe que no había marcha atrás, mi dulce mujercita iba a entregarse a esos dos desconocidos de manera absoluta…
Enseguida Alberto se sentó detrás de Ana y entre los dos comenzaron a manosear todo su cuerpo. Mientras ella se dedicaba a gemir como loca, presa de una calentura como yo nunca había visto.
De repente Francis me miró, preguntándome: “Te gusta lo que ves, cornudo?”
Obviamente les dije que sí y les pedí que siguieran tocando a mi esposa…
Luego de un rato le ordenaron a Ana que se quitara el vestido. Ella se puso de pie y se desnudó moviéndose sensualmente al ritmo de la música. Quedó vestida solamente con esa diminuta tanga que apenas cubría sus labios vaginales depilados y los tacos altos. La hicieron desfilar para ellos, admirando sus curvas y comentando acerca de lo bien que lo pasarían con el gran cuerpo de mi mujer.
Finalmente Francis le arrancó la tanga de un manotazo violento y empujó a Ana otra vez sobre el gran sillón. Le separó los muslos y se arrodilló entre ellos, comenzando a lamerle la concha con sus labios. Lo hacía muy suavemente, introduciéndole toda su lengua en la delicada vagina de mi mujercita.
Mientras Alberto se puso cerca de la boca de Ana y sacó a relucir una pija de gran tamaño, tal como había adivinado ella en el momento de conocerlo. Anita abrió sus labios rápidamente y la empezó a chupar, deslizando su sedosa lengua por todo ese interminable tallo.
Pocos segundos después, la hábil lengua de Francis en su clítoris la hizo acabar a los gritos violentamente por primera vez. Mientras ella se debatía tratando de escapar, Alberto la sujetó por los cabellos y le enterró su verga todavía más profundamente en la garganta…
Francis se puso de pie lentamente sin dejar de observar a mi esposa y se desvistió, yéndose a sentarse en el otro sillón frente a Ana y Alberto. Entonces pude ver su verga semi erecta y no lo quise creer: era mucho más grande todavía que la de su amigo. Al verme tan sorprendido, Francis rio burlonamente y me preguntó:
“Viste lo que tengo preparado para la puta de tu esposa?...”
Empezó a sobarla, hasta que fue creciendo cada vez más y más. Entonces le ordenó a mi esposa que gateara por la alfombra hacia él.
Ana obedeció sin chistar y se acercó a lamer la pija dura de Francis.
Alberto se arrodilló detrás de ella y empezó a pegarle cachetadas con la mano abierta dejándole el culo al rojo vivo. Después le abrió bien los muslos y se la metió entera hasta el fondo levantando un grito de placer por parte de mi esposa, a su vez Francis le pegaba en las mejillas con su tremendo garrote eréctil…
Anita acabó nuevamente en un tremendo orgasmo muy audible y escandaloso, mientras Alberto finalmente le llenaba la concha de semen. Al mismo tiempo Francis le acabó en la boca y le obligó a tragarse toda esa leche que rebalsaba por las comisuras de los delicados labios de mi mujercita.
Dejaron que ella fuera al baño para asearse un poco y Francis me dijo:
“Flor de perra resultó tu mujercita, ahora me la voy a coger por todos los rincones”
Cuando Anita regresó, Alberto la hizo hincar frente a él y le metió su verga enorme hasta el fondo de la garganta. Unos minutos después, Francis la hizo poner de pie y la llevó al dormitorio. Allí en una cama enorme, la hizo acostar boca arriba y abrir las piernas. Luego montó sobre ella y la penetró en pose del misionero; su pija totalmente erecta, lo que provocó en Anita un aullido lastimero mientras abría sus ojos de forma desorbitada, sintiéndose invadida por semejante ariete.
Por casi media hora, Francis la cogió como se le antojó; en forma lenta, muy lenta, después más furiosa y hasta violenta. La hizo montar su pija para empalarla bien profundo y finalmente la metió estando ella en cuatro patas, mientras le tironeaba de los cabellos y le hacía decir que ella era la peor puta del mundo y que le encantaba cómo la cogía con su prodigiosa verga.
Ana gemía, aullaba, jadeaba y gritaba como una posesa, mientras acompañaba con su cuerpo los tremendos embates que le pegaba el tipo. La hizo acabar dos veces, llorando a gritos. Finalmente Francis sacó esa pija dura y acabó sobre las nalgas enrojecidas de mi delicada mujercita.
Mientras se recuperaba de semejante polvo, comentó con su amigo que lo pasarían mucho mejor todavía, cuando se la metiesen por el culo a Anita.
Ella riéndose nerviosamente, diciendo que esas vergas tan gruesas la iban a matar si le daban por atrás. Pero Francis insistió, diciéndome:
“Dijiste Víctor, que esta putita se entregaría totalmente a nosotros”
Yo respondí que, por mi parte, no había problema en que la sodomizaran…
Luego me arrepentí de mis palabras, cuando pude oír los gritos terribles de mi mujer apenas él se la metió entera por el culo, mezcla de dolor y de placer…
Después, mientras Francis se recuperaba luego de haberle llenado el culo con leche a mi mujer; Alberto la llevó al baño y allí la cogió también por el culo, estando Ana parada y apoyada contra el lavatorio.
Cuando Alberto se salió de ella, la entrada anal de Anita estaba enrojecida, muy dilatada y dejando caer semen que se deslizaba entre sus muslos.
Los dos hombres se recostaron sobre la cama y Ana se arrodilló entre ellos y les fue chupando las vergas de manera alternada, hasta lograr que ambas cosas estuvieran otra vez bien erectas.
Entonces Francis se sentó en el borde de la cama, haciendo que mi esposa se empalara sobre su enorme pija. Mientras Ana comenzaba a moverse y a gemir cada vez más, Alberto se paró detrás de ella y de repente la ensartó por el culo una vez más. La doble penetración duró más de diez minutos hasta que ambos tipos acabaron dentro del cuerpo de Ana y declararon finalmente que no podían más…
Ya empezaba a amanecer; Ana estaba exhausta pero muy satisfecha con los siete orgasmos que le habían provocado estos dos tremendos sementales.
Salimos de esa casa y tomamos un taxi que nos llevó a nuestro hotel.
Antes de caer rendida en la cama, mi dulce Ana confesó que lo había pasado muy bien, humillada y tratada como una verdadera puta por esos dos desconocidos… y que debíamos repetir la experiencia…
Al tercer día ambos estábamos muy relajados. Habíamos estado cogiendo sin descanso todas las noches y en esa ocasión, mientras mi dulce esposa jugueteaba con mi verga algo agotada, tratando de hacerla recuperar para continuar un rato más, me contó que tenía una fantasía oculta…
Antes de contarme sus oscuros deseos, me dijo que cogía muy bien conmigo, pero que necesitaba una dosis de sexo extra todas las noches. Mi verga no le alcanzaba y que generalmente tenía que masturbarse encerrada en el baño cuando yo había quedado ya rendido en la cama…
Me confesó entonces que quería entregarse al menos a dos tipos de manera sumisa y obediente en mi presencia, para que la tratasen como una verdadera puta y que yo solo me limitase a mirar y pajearme si así lo deseaba, mientras ellos le hacían de todo…
Por supuesto, la idea de ver a mi mujercita sometida a los deseos de otros hombres, hizo levantar mi verga al instante y terminamos cogiendo como nunca…
A la mañana siguiente, Ana me pidió que iniciáramos la búsqueda para encontrar a sus posibles amantes-amos, idea que me encantó.
Ella pidió que fueran dos hombres mayores de cuarenta años con experiencia, no quería dos tipos jóvenes que la cogieran como conejos…
Finalmente tuvimos éxito, al encontrar a Francis, un divorciado de cuarenta y dos años, muy elegante y pintón. Ana después me confesaría que se había humedecido al estrechar su mano durante las presentaciones.
Le contamos directamente a Francis lo que queríamos y nos dijo que podíamos contar con él y uno de sus amigos; ambos tenían experiencia en intercambio de parejas y, ahora estando divorciados, se dedicaban a tratar de cogerse mujeres maduras en lo posible. Además, les encantaba dominar a las mujeres.
Quedamos que nos encontraríamos en un bar frente a la rambla esa misma noche.
Allí Francis nos presentó a su amigo Alberto, otro hombre elegante de su misma edad, con una evidente verga enorme dentro de los pantalones, como se lo hizo saber Anita, quien no podía quitarle la vista de la entrepierna a ese tipo.
Tomamos unos tragos y Francis me preguntó si realmente teníamos decidido con Anita a llevar nuestras fantasías con ellos. Ante nuestra respuesta afirmativa, Alberto se rió y me dijo que yo me preparara, porque a mi esposa la iban a coger en serio y sin ningún miramiento, que la iban a hacer sentir la peor de las putas y que iba a haber “mucha acción”…
Ana se quedó en silencio. La miré y recordé que a la hora de la siesta habíamos cogido con una calentura inusual y después de un segundo polvo yo le había pedido que me dejara darle por la cola; pero ella se había negado, diciendo que por la noche yo disfrutaría mucho más viendo cómo esos dos casi desconocidos la sodomizaban sin piedad…
Mi dulce esposa se había vestido muy provocativa; un vestido negro por encima de las rodillas, con la espalda desnuda, una breve tanga de seda negra y unos tremendos tacos altos que realzaban sus increíbles piernas.
Después de varias rondas de tragos, Francis anunció que iríamos a su chalet, ubicado bastante cerca de allí.
Apenas llegamos, Ana y Francis se sentaron en un gran sillón de dos cuerpos, quedando otros dos más pequeños disponibles para Alberto y para mí.
Continuamos bebiendo algo y en un momento tuve que ir al baño.
Al regresar, encontré a Ana en el regazo de Francis, que le comía la boca en un beso profundo, mientras una de sus manos se perdía entre los muslos entreabiertos de ella.
En ese momento supe que no había marcha atrás, mi dulce mujercita iba a entregarse a esos dos desconocidos de manera absoluta…
Enseguida Alberto se sentó detrás de Ana y entre los dos comenzaron a manosear todo su cuerpo. Mientras ella se dedicaba a gemir como loca, presa de una calentura como yo nunca había visto.
De repente Francis me miró, preguntándome: “Te gusta lo que ves, cornudo?”
Obviamente les dije que sí y les pedí que siguieran tocando a mi esposa…
Luego de un rato le ordenaron a Ana que se quitara el vestido. Ella se puso de pie y se desnudó moviéndose sensualmente al ritmo de la música. Quedó vestida solamente con esa diminuta tanga que apenas cubría sus labios vaginales depilados y los tacos altos. La hicieron desfilar para ellos, admirando sus curvas y comentando acerca de lo bien que lo pasarían con el gran cuerpo de mi mujer.
Finalmente Francis le arrancó la tanga de un manotazo violento y empujó a Ana otra vez sobre el gran sillón. Le separó los muslos y se arrodilló entre ellos, comenzando a lamerle la concha con sus labios. Lo hacía muy suavemente, introduciéndole toda su lengua en la delicada vagina de mi mujercita.
Mientras Alberto se puso cerca de la boca de Ana y sacó a relucir una pija de gran tamaño, tal como había adivinado ella en el momento de conocerlo. Anita abrió sus labios rápidamente y la empezó a chupar, deslizando su sedosa lengua por todo ese interminable tallo.
Pocos segundos después, la hábil lengua de Francis en su clítoris la hizo acabar a los gritos violentamente por primera vez. Mientras ella se debatía tratando de escapar, Alberto la sujetó por los cabellos y le enterró su verga todavía más profundamente en la garganta…
Francis se puso de pie lentamente sin dejar de observar a mi esposa y se desvistió, yéndose a sentarse en el otro sillón frente a Ana y Alberto. Entonces pude ver su verga semi erecta y no lo quise creer: era mucho más grande todavía que la de su amigo. Al verme tan sorprendido, Francis rio burlonamente y me preguntó:
“Viste lo que tengo preparado para la puta de tu esposa?...”
Empezó a sobarla, hasta que fue creciendo cada vez más y más. Entonces le ordenó a mi esposa que gateara por la alfombra hacia él.
Ana obedeció sin chistar y se acercó a lamer la pija dura de Francis.
Alberto se arrodilló detrás de ella y empezó a pegarle cachetadas con la mano abierta dejándole el culo al rojo vivo. Después le abrió bien los muslos y se la metió entera hasta el fondo levantando un grito de placer por parte de mi esposa, a su vez Francis le pegaba en las mejillas con su tremendo garrote eréctil…
Anita acabó nuevamente en un tremendo orgasmo muy audible y escandaloso, mientras Alberto finalmente le llenaba la concha de semen. Al mismo tiempo Francis le acabó en la boca y le obligó a tragarse toda esa leche que rebalsaba por las comisuras de los delicados labios de mi mujercita.
Dejaron que ella fuera al baño para asearse un poco y Francis me dijo:
“Flor de perra resultó tu mujercita, ahora me la voy a coger por todos los rincones”
Cuando Anita regresó, Alberto la hizo hincar frente a él y le metió su verga enorme hasta el fondo de la garganta. Unos minutos después, Francis la hizo poner de pie y la llevó al dormitorio. Allí en una cama enorme, la hizo acostar boca arriba y abrir las piernas. Luego montó sobre ella y la penetró en pose del misionero; su pija totalmente erecta, lo que provocó en Anita un aullido lastimero mientras abría sus ojos de forma desorbitada, sintiéndose invadida por semejante ariete.
Por casi media hora, Francis la cogió como se le antojó; en forma lenta, muy lenta, después más furiosa y hasta violenta. La hizo montar su pija para empalarla bien profundo y finalmente la metió estando ella en cuatro patas, mientras le tironeaba de los cabellos y le hacía decir que ella era la peor puta del mundo y que le encantaba cómo la cogía con su prodigiosa verga.
Ana gemía, aullaba, jadeaba y gritaba como una posesa, mientras acompañaba con su cuerpo los tremendos embates que le pegaba el tipo. La hizo acabar dos veces, llorando a gritos. Finalmente Francis sacó esa pija dura y acabó sobre las nalgas enrojecidas de mi delicada mujercita.
Mientras se recuperaba de semejante polvo, comentó con su amigo que lo pasarían mucho mejor todavía, cuando se la metiesen por el culo a Anita.
Ella riéndose nerviosamente, diciendo que esas vergas tan gruesas la iban a matar si le daban por atrás. Pero Francis insistió, diciéndome:
“Dijiste Víctor, que esta putita se entregaría totalmente a nosotros”
Yo respondí que, por mi parte, no había problema en que la sodomizaran…
Luego me arrepentí de mis palabras, cuando pude oír los gritos terribles de mi mujer apenas él se la metió entera por el culo, mezcla de dolor y de placer…
Después, mientras Francis se recuperaba luego de haberle llenado el culo con leche a mi mujer; Alberto la llevó al baño y allí la cogió también por el culo, estando Ana parada y apoyada contra el lavatorio.
Cuando Alberto se salió de ella, la entrada anal de Anita estaba enrojecida, muy dilatada y dejando caer semen que se deslizaba entre sus muslos.
Los dos hombres se recostaron sobre la cama y Ana se arrodilló entre ellos y les fue chupando las vergas de manera alternada, hasta lograr que ambas cosas estuvieran otra vez bien erectas.
Entonces Francis se sentó en el borde de la cama, haciendo que mi esposa se empalara sobre su enorme pija. Mientras Ana comenzaba a moverse y a gemir cada vez más, Alberto se paró detrás de ella y de repente la ensartó por el culo una vez más. La doble penetración duró más de diez minutos hasta que ambos tipos acabaron dentro del cuerpo de Ana y declararon finalmente que no podían más…
Ya empezaba a amanecer; Ana estaba exhausta pero muy satisfecha con los siete orgasmos que le habían provocado estos dos tremendos sementales.
Salimos de esa casa y tomamos un taxi que nos llevó a nuestro hotel.
Antes de caer rendida en la cama, mi dulce Ana confesó que lo había pasado muy bien, humillada y tratada como una verdadera puta por esos dos desconocidos… y que debíamos repetir la experiencia…
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