El cumpleaños de Camila, al principio
por
Anitaslut44
género
hetero
Mi amiga Camila me había invitado a su cumpleaños. En esa época andábamos ya rondando los treinta. Me advirtió que era solamente para mujeres; así que debía ir sin mi esposo. Pero también agregó que fuera preparada para cualquiera cosa. No me llamó la atención para nada que Camila dijera eso…
Al llegar me encontré que solamente en esa reunión de amigas estaban solamente Helena y otro par de mujeres que yo apenas conocía de vista, dos minas bastante estrechas y hasta casi amargadas. Camila las había invitado a ambas para ver si podía darles “una alegría”…
La alegría venía en forma de cuatro machos musculosos, cuatro pibes con unos cuerpos trabajados a mano, que me hicieron mojar apenas me fueron presentados.
La reunión era al mediodía de un hermoso día soleado de verano y por la tarde se suponía que disfrutaríamos de la pileta, ya que estábamos en una casa quinta en las afueras de la ciudad.
Luego de almorzar y brindar en exceso, al punto de casi perder el equilibrio, las mujeres nos quitamos la ropa y nos dirigimos a la pileta luciendo nuestras diminutas tangas. Inclusive las dos amigas estrechas habían elegido unas bikinis muy atrevidas con un cavado muy sexy, que les permitía lucir sus cuerpos bien bronceados.
Todas nos zambullimos de cabeza para quitarnos el calor… y la calentura…
Pronto se nos unieron los cuatro chicos, vistiendo solamente unos pequeños taparrabos que apenas podían ocultar sus tremendos bultos. Cuando se lanzaron a la pileta, el más morocho de todos nadó hasta mí y entonces volví a sentir que mi concha empezaba a encenderse…
De repente y como si se hubiesen puesto de acuerdo, los cuatro chicos se quitaron sus taparrabos y los arrojaron fuera de la pileta. Bajo el agua podía apreciar el enorme tamaño de la verga de ese morocho que me había tocado en suerte.
Las dos amigas estrechas de Camila parecieron ofenderse y abandonaron la pileta, a pesar de los ruegos de todos los demás para que se quedaran a divertirse. Se excusaron con Camila y desaparecieron de la escena para siempre.
Helena y yo nos miramos. Ella entonces se quitó su tanga completa y también la arrojó fuera de la pileta, mientras miraba desafiante a dos de esos pibes…
Esa fue la señal para que ambos se le acercaran y la rodearan por delante y por detrás. Pronto sentí un ahogado gemido de Helena y supe entonces que el pibe que tenía adelante la había penetrado. Mi amiga volvió a gemir otra vez y entonces pude ver que el chico de atrás había pegado su cuerpo al de ella y supuse que la muy estrecha entrada trasera de Helena también había sido invadida.
Mientras los tres comenzaban a moverse al unísono, haciendo que Helena cada vez gimiese y gritase pidiendo más y más, a Camila y a mí todavía nos quedaban los otros dos machos disponibles.
El morocho se impulsó con sus fornidos brazos fuera de la pileta y me invitó a salir con él. También Camila y el cuarto pibe salieron con nosotros. Los dos hombres se sentaron en reposeras y el morocho sugirió que Camila y yo nos besáramos.
No nos costó demasiado cumplir con sus deseos. Giré hacia mi amiga y ella me comió la boca en un tremendo beso de lengua. Cuando rompimos el contacto de nuestros labios pudimos ver que las vergas desnudas de esos pibes apuntaban directo al cielo y habían crecido al doble de tamaño…
El morocho se levantó de la reposera y se acercó a nosotras, tomando en cada mano las tiras de nuestros corpiños. Dio un rápido tirón y entonces Camila y yo quedamos con nuestras firmes tetas a la vista de ellos. Por supuesto, los pezones de ambas parecían a punto de explotar.
Camila me acarició suavemente mis pezones; luego se inclinó a lamerlos y eso me provocó el primer orgasmo de la tarde. Tuve que tomarme de sus brazos para que el temblor descontrolado de mi cuerpo no me hiciera caer al pasto…
El cuarto pibe se acercó entonces y tironeó de nuestras tangas; las cuales finalmente terminaron arrolladas en el pasto. Mi pubis bien depilado los hizo silbar en aprobación; pero Camila llevaba el vello de su delicado monte afeitado en forma de mariposa y eso los volvió locos a ambos pibes.
“Qué piensan hacer con nosotras…?” Preguntó Camila con su mejor cara inocente.
“A vos nada… zafaste por ser tu cumpleaños…” Dijeron casi al unísono.
Entonces ambos se abalanzaron sobre ella y la maniataron completamente desnuda a un árbol cercano, para que pudiera ver todo lo que me iban a hacer a mí…
“Y a mí, entonces…?” Pregunté con mi mejor cara de nena asustada…
“A vos te vamos a coger por todos tus agujeros…” Dijo el morocho riendo.
Luego volvió a recostarse sobre la reposera y me ordenó que gateara hasta él, para lamerle la verga bien erecta. Comencé a desplazarme en cuatro patas en busca de esa enorme pija, que parecía ponerse más dura a medida que su dueño me miraba avanzar. El cuarto pibe se acercó a Camila y zambulló un par de dedos por debajo de la mariposa; entrando entre los labios vaginales y haciendo que mi amiga comenzara a gemir de placer…
Por fin llegué a mi destino, luego de gatear sensualmente y me metí esa verga entera dentro de mi boca. El morocho aulló de placer y me aferró por los cabellos; obligándome a tragármela por completo. Al principio me atraganté con semejante mordaza de carne enterrada en mi boca y me debatí para sacármela, pero el turro me aferró todavía más y con otra mano atenazó mis muñecas a mi espalda.
“Sin usar las manos, putita…” Susurró a mi oído, mientras seguía empujando su enorme verga dentro de mi garganta.
Así me tuvo un largo rato, manejando él el ritmo de mi boca tragándose su endurecida verga, Me provocaba ahogo y me hacía saltar las lágrimas; pero el tipo no soltaba mis cabellos y gemía disfrutando la mamada, sin importarle mis gemidos de dolor…
“Todavía puede entrar un poco más, putita…” Decía mientras empujaba más y más.
De repente la sacó del todo y me miró fijamente a los ojos.
“Ahora es el turno de complacer a mi socio” Me dijo, mientras señalaba a su amigo; que había dejado tranquila a Camila y se había recostado también en su reposera.
Avancé gateando hacia él, mientras el morocho se relamía mirando el balanceo de mi culo y la humedad de mi concha depilada, que ya era evidente entre mis muslos...
A ese pibe también se la chupé hasta casi hacerlo acabar; pero él me dejó las manos libres y pude hacerlo con más comodidad. Mientras se la chupaba, miré de reojo hacia Camila y vi que ella se mordía los labios y me miraba fijamente. Sus muslos abiertos dejaban ver un río de fluidos vaginales corriendo hasta sus tobillos.
El chico me sacó su verga antes de que acabara y me dijo que todavía faltaba algo.
Pregunté intrigada qué faltaba y entonces me señaló a Camila. Le dije que no…
Entonces me dio una bofetada y me dijo que me comportara como una nena obediente si no quería ser castigada. Comencé a reptar y gatear sobre el pasto en dirección a mi amiga; que sonrió al verme llegar, separando ella misma sus muslos todo lo que le permitían sus ataduras.
Apoyé mi nariz sobre los labios vaginales de Camila, aspirando el delicado aroma que emanaba de su concha. Los abrí con mis dedos y zambullí mi lengua sobre su clítoris.
Camila gimió al sentir la invasión de su concha ya bastante humedecida.
Estuve jugando con mi lengua en su interior durante varios minutos y entonces presentí que ambos pibes se acercaban a mis espaldas.
El morocho cayó de rodillas al pasto detrás de mí y aferró mis caderas, llevando mi desnudo trasero contra su verga erecta. Su amigo se paró frente a mí; esta vez tomó mis cabellos con una mano y me obligó a abrir la boca, para meterme su tremenda verga hasta el fondo de mi garganta. Su otra mano libre se dirigió a la vagina de Camila; haciendo gemir a mi amiga de placer y dolor a la vez.
Yo comencé a sentir que la gruesa verga del morocho se abría paso entre mis labios vaginales. Se inclinó para susurrarme al oído:
“Te gusta mi verga dura bien a fondo en tu concha caliente, nena…?
Pero sabía que yo no podía contestarle, con la pija de su amigo enterrada en mi boca.
Comenzó a balancearse adelante y atrás, arrancándome gemidos apagados de placer mientras me cogía de esa manera; al principio muy suave.
Enseguida la cadencia aumentó y entonces pude sentir los golpes de sus caderas contra mis nalgas, mientras me daba verga con todo el frenesí al máximo…
Su amigo de repente acabó en mi boca y entonces soltó mis cabellos, dejando mi garganta libre para poder gritar a todo pulmón el placer que me provocaba la otra verga bien enterrada en el fondo de mi concha.
Acabé como una verdadera perra; gritando como loca mientras la pija dura del morocho no se cansaba de taladrarme desde atrás. Mis rodillas me dolían por el roce contra el pasto, pero mi concha pedía a gritos más y más verga…
Luego de un buen rato de darme un bombeo infernal y, después de hacerme acabar otras dos veces a mí; por fin el morocho aulló a todo pulmón; se aferró con firmeza a mis caderas y vació toda su carga de semen hirviente en el fondo de mi concha…
Se salió de mi cuerpo y cayó casi exhausto de placer de espaldas sobre el pasto.
Su amigo no perdió tiempo. Me empujó de espaldas al pasto y levantó mis piernas en el aire, sujetándolas por los tobillos. Enseguida sentí que su dura verga entraba en mi muy lubricada y ensanchada vagina.
Ese pibe me hizo acabar una vez más, antes de añadir toda su carga de leche caliente a lo que ya me había dejado adentro el morocho…
Entonces ambos se calmaron y se echaron de espaldas sobre las reposeras, para retomar la respiración y normalizar el pulso.
Intenté acercarme a mi amiga para liberarla de sus ataduras pero el morocho me lo impidió, diciendo que Camila estaba castigada por ser tan puta…
Quedé sentada cerca de Camila y entonces oí los gritos desesperados de Helena. Giré la cabeza y pude ver a mi amiga en cuatro patas sobre el pasto, al costado de la pileta, mientras uno de sus amantes la sodomizaba furiosamente.
Cuando el tipo acabó y le llenó el culo de semen, los cuatro pibes hablaron entre ellos en voz muy baja y luego comenzaron a vestirse en silencio.
Los dos pibes que habían estado cogiendo con Helena se acercaron a mí y me levantaron en vilo. Pensé que iban a hacerme una doble penetración; pero solamente me llevaron entre ambos hasta un árbol cercano al lugar donde estaba atada Camila.
Allí me ataron de frente al árbol, haciéndome apoyar la delicada piel de mis tetas contra la áspera corteza. Luego nos amordazaron a las dos para que no pudiéramos gritar por auxilio y terminaron cubriéndonos los ojos con pañuelos.
Uno de ellos se acercó y acarició ms nalgas, insertando un dedo en mi entrada anal. Yo di un respingo, pensando que el paso siguiente sería una desenfrenada sodomía. Pero solo se conformó con eso; solamente un dedo bien lubricado con saliva...
Lo oímos reír y nos advirtió a ambas:
“Pórtense bien, perritas; nos llevamos a Helena para disfrutar de su lindo culito”
Reconocí la profunda voz del morocho diciendo: “Volveremos a medianoche…”
Luego Camila y yo pudimos oír con claridad un par de autos en marcha y varias puertas cerrarse. Después quedamos ambas rodeadas por el silencio absoluto: sin poder hablar entre nosotras…
Un par de horas después me dolía todo el cuerpo con esas ataduras, pero mi concha seguía en llamas. Entonces pude distinguir el ruido del motor de un auto que se acercaba y el sonido de una sola puerta cerrándose.
Reconocí la suave voz de Esteban, el novio de Camila, que sonreía diciendo:
“Ah putita mía; así te dejaron tus amigotes… bien mojada y lista para mí…”
Lo sentí acercarse a mis espaldas y unos dedos rozaron mis muslos, juntando la mezcla de mis propios fluidos y el semen que me habían dejado bien a fondo. Entonces supe que Esteban estaba pensando que yo era Camila. Nuestros cabellos rubios y enrulados hacían que mucha gente nos confundiese estando de espaldas.
Era evidente que, en plena oscuridad, no había podido ver que su novia estaba maniatada contra otro árbol cercano.
Entonces comencé a sudar frío al sentir su dura verga deslizándose entre mis labios vaginales. Pero me penetró apenas; parecía estar solamente buscando lubricar la cabeza de su pija con la mezcla de fluidos…
De repente supe que no me había equivocado; al sentir esa gruesa cabeza que despacio se abría paso hasta el fondo de mi canal rectal, haciéndome jadear de dolor a través de la mordaza.
“Ahhh, veo que tus amigotes te perdonaron la cola esta vez… pero yo no…”
Susurró a mi oído, mientras comenzaba a salir para arremeter otra vez contra mis nalgas.
Mientras sentía la verga de Esteban entrar y salir de mi estrecho culo cada vez con más potencia, decidí que jamás iba a cambiar mi tono rubio ni alisar mis cabellos…
Al llegar me encontré que solamente en esa reunión de amigas estaban solamente Helena y otro par de mujeres que yo apenas conocía de vista, dos minas bastante estrechas y hasta casi amargadas. Camila las había invitado a ambas para ver si podía darles “una alegría”…
La alegría venía en forma de cuatro machos musculosos, cuatro pibes con unos cuerpos trabajados a mano, que me hicieron mojar apenas me fueron presentados.
La reunión era al mediodía de un hermoso día soleado de verano y por la tarde se suponía que disfrutaríamos de la pileta, ya que estábamos en una casa quinta en las afueras de la ciudad.
Luego de almorzar y brindar en exceso, al punto de casi perder el equilibrio, las mujeres nos quitamos la ropa y nos dirigimos a la pileta luciendo nuestras diminutas tangas. Inclusive las dos amigas estrechas habían elegido unas bikinis muy atrevidas con un cavado muy sexy, que les permitía lucir sus cuerpos bien bronceados.
Todas nos zambullimos de cabeza para quitarnos el calor… y la calentura…
Pronto se nos unieron los cuatro chicos, vistiendo solamente unos pequeños taparrabos que apenas podían ocultar sus tremendos bultos. Cuando se lanzaron a la pileta, el más morocho de todos nadó hasta mí y entonces volví a sentir que mi concha empezaba a encenderse…
De repente y como si se hubiesen puesto de acuerdo, los cuatro chicos se quitaron sus taparrabos y los arrojaron fuera de la pileta. Bajo el agua podía apreciar el enorme tamaño de la verga de ese morocho que me había tocado en suerte.
Las dos amigas estrechas de Camila parecieron ofenderse y abandonaron la pileta, a pesar de los ruegos de todos los demás para que se quedaran a divertirse. Se excusaron con Camila y desaparecieron de la escena para siempre.
Helena y yo nos miramos. Ella entonces se quitó su tanga completa y también la arrojó fuera de la pileta, mientras miraba desafiante a dos de esos pibes…
Esa fue la señal para que ambos se le acercaran y la rodearan por delante y por detrás. Pronto sentí un ahogado gemido de Helena y supe entonces que el pibe que tenía adelante la había penetrado. Mi amiga volvió a gemir otra vez y entonces pude ver que el chico de atrás había pegado su cuerpo al de ella y supuse que la muy estrecha entrada trasera de Helena también había sido invadida.
Mientras los tres comenzaban a moverse al unísono, haciendo que Helena cada vez gimiese y gritase pidiendo más y más, a Camila y a mí todavía nos quedaban los otros dos machos disponibles.
El morocho se impulsó con sus fornidos brazos fuera de la pileta y me invitó a salir con él. También Camila y el cuarto pibe salieron con nosotros. Los dos hombres se sentaron en reposeras y el morocho sugirió que Camila y yo nos besáramos.
No nos costó demasiado cumplir con sus deseos. Giré hacia mi amiga y ella me comió la boca en un tremendo beso de lengua. Cuando rompimos el contacto de nuestros labios pudimos ver que las vergas desnudas de esos pibes apuntaban directo al cielo y habían crecido al doble de tamaño…
El morocho se levantó de la reposera y se acercó a nosotras, tomando en cada mano las tiras de nuestros corpiños. Dio un rápido tirón y entonces Camila y yo quedamos con nuestras firmes tetas a la vista de ellos. Por supuesto, los pezones de ambas parecían a punto de explotar.
Camila me acarició suavemente mis pezones; luego se inclinó a lamerlos y eso me provocó el primer orgasmo de la tarde. Tuve que tomarme de sus brazos para que el temblor descontrolado de mi cuerpo no me hiciera caer al pasto…
El cuarto pibe se acercó entonces y tironeó de nuestras tangas; las cuales finalmente terminaron arrolladas en el pasto. Mi pubis bien depilado los hizo silbar en aprobación; pero Camila llevaba el vello de su delicado monte afeitado en forma de mariposa y eso los volvió locos a ambos pibes.
“Qué piensan hacer con nosotras…?” Preguntó Camila con su mejor cara inocente.
“A vos nada… zafaste por ser tu cumpleaños…” Dijeron casi al unísono.
Entonces ambos se abalanzaron sobre ella y la maniataron completamente desnuda a un árbol cercano, para que pudiera ver todo lo que me iban a hacer a mí…
“Y a mí, entonces…?” Pregunté con mi mejor cara de nena asustada…
“A vos te vamos a coger por todos tus agujeros…” Dijo el morocho riendo.
Luego volvió a recostarse sobre la reposera y me ordenó que gateara hasta él, para lamerle la verga bien erecta. Comencé a desplazarme en cuatro patas en busca de esa enorme pija, que parecía ponerse más dura a medida que su dueño me miraba avanzar. El cuarto pibe se acercó a Camila y zambulló un par de dedos por debajo de la mariposa; entrando entre los labios vaginales y haciendo que mi amiga comenzara a gemir de placer…
Por fin llegué a mi destino, luego de gatear sensualmente y me metí esa verga entera dentro de mi boca. El morocho aulló de placer y me aferró por los cabellos; obligándome a tragármela por completo. Al principio me atraganté con semejante mordaza de carne enterrada en mi boca y me debatí para sacármela, pero el turro me aferró todavía más y con otra mano atenazó mis muñecas a mi espalda.
“Sin usar las manos, putita…” Susurró a mi oído, mientras seguía empujando su enorme verga dentro de mi garganta.
Así me tuvo un largo rato, manejando él el ritmo de mi boca tragándose su endurecida verga, Me provocaba ahogo y me hacía saltar las lágrimas; pero el tipo no soltaba mis cabellos y gemía disfrutando la mamada, sin importarle mis gemidos de dolor…
“Todavía puede entrar un poco más, putita…” Decía mientras empujaba más y más.
De repente la sacó del todo y me miró fijamente a los ojos.
“Ahora es el turno de complacer a mi socio” Me dijo, mientras señalaba a su amigo; que había dejado tranquila a Camila y se había recostado también en su reposera.
Avancé gateando hacia él, mientras el morocho se relamía mirando el balanceo de mi culo y la humedad de mi concha depilada, que ya era evidente entre mis muslos...
A ese pibe también se la chupé hasta casi hacerlo acabar; pero él me dejó las manos libres y pude hacerlo con más comodidad. Mientras se la chupaba, miré de reojo hacia Camila y vi que ella se mordía los labios y me miraba fijamente. Sus muslos abiertos dejaban ver un río de fluidos vaginales corriendo hasta sus tobillos.
El chico me sacó su verga antes de que acabara y me dijo que todavía faltaba algo.
Pregunté intrigada qué faltaba y entonces me señaló a Camila. Le dije que no…
Entonces me dio una bofetada y me dijo que me comportara como una nena obediente si no quería ser castigada. Comencé a reptar y gatear sobre el pasto en dirección a mi amiga; que sonrió al verme llegar, separando ella misma sus muslos todo lo que le permitían sus ataduras.
Apoyé mi nariz sobre los labios vaginales de Camila, aspirando el delicado aroma que emanaba de su concha. Los abrí con mis dedos y zambullí mi lengua sobre su clítoris.
Camila gimió al sentir la invasión de su concha ya bastante humedecida.
Estuve jugando con mi lengua en su interior durante varios minutos y entonces presentí que ambos pibes se acercaban a mis espaldas.
El morocho cayó de rodillas al pasto detrás de mí y aferró mis caderas, llevando mi desnudo trasero contra su verga erecta. Su amigo se paró frente a mí; esta vez tomó mis cabellos con una mano y me obligó a abrir la boca, para meterme su tremenda verga hasta el fondo de mi garganta. Su otra mano libre se dirigió a la vagina de Camila; haciendo gemir a mi amiga de placer y dolor a la vez.
Yo comencé a sentir que la gruesa verga del morocho se abría paso entre mis labios vaginales. Se inclinó para susurrarme al oído:
“Te gusta mi verga dura bien a fondo en tu concha caliente, nena…?
Pero sabía que yo no podía contestarle, con la pija de su amigo enterrada en mi boca.
Comenzó a balancearse adelante y atrás, arrancándome gemidos apagados de placer mientras me cogía de esa manera; al principio muy suave.
Enseguida la cadencia aumentó y entonces pude sentir los golpes de sus caderas contra mis nalgas, mientras me daba verga con todo el frenesí al máximo…
Su amigo de repente acabó en mi boca y entonces soltó mis cabellos, dejando mi garganta libre para poder gritar a todo pulmón el placer que me provocaba la otra verga bien enterrada en el fondo de mi concha.
Acabé como una verdadera perra; gritando como loca mientras la pija dura del morocho no se cansaba de taladrarme desde atrás. Mis rodillas me dolían por el roce contra el pasto, pero mi concha pedía a gritos más y más verga…
Luego de un buen rato de darme un bombeo infernal y, después de hacerme acabar otras dos veces a mí; por fin el morocho aulló a todo pulmón; se aferró con firmeza a mis caderas y vació toda su carga de semen hirviente en el fondo de mi concha…
Se salió de mi cuerpo y cayó casi exhausto de placer de espaldas sobre el pasto.
Su amigo no perdió tiempo. Me empujó de espaldas al pasto y levantó mis piernas en el aire, sujetándolas por los tobillos. Enseguida sentí que su dura verga entraba en mi muy lubricada y ensanchada vagina.
Ese pibe me hizo acabar una vez más, antes de añadir toda su carga de leche caliente a lo que ya me había dejado adentro el morocho…
Entonces ambos se calmaron y se echaron de espaldas sobre las reposeras, para retomar la respiración y normalizar el pulso.
Intenté acercarme a mi amiga para liberarla de sus ataduras pero el morocho me lo impidió, diciendo que Camila estaba castigada por ser tan puta…
Quedé sentada cerca de Camila y entonces oí los gritos desesperados de Helena. Giré la cabeza y pude ver a mi amiga en cuatro patas sobre el pasto, al costado de la pileta, mientras uno de sus amantes la sodomizaba furiosamente.
Cuando el tipo acabó y le llenó el culo de semen, los cuatro pibes hablaron entre ellos en voz muy baja y luego comenzaron a vestirse en silencio.
Los dos pibes que habían estado cogiendo con Helena se acercaron a mí y me levantaron en vilo. Pensé que iban a hacerme una doble penetración; pero solamente me llevaron entre ambos hasta un árbol cercano al lugar donde estaba atada Camila.
Allí me ataron de frente al árbol, haciéndome apoyar la delicada piel de mis tetas contra la áspera corteza. Luego nos amordazaron a las dos para que no pudiéramos gritar por auxilio y terminaron cubriéndonos los ojos con pañuelos.
Uno de ellos se acercó y acarició ms nalgas, insertando un dedo en mi entrada anal. Yo di un respingo, pensando que el paso siguiente sería una desenfrenada sodomía. Pero solo se conformó con eso; solamente un dedo bien lubricado con saliva...
Lo oímos reír y nos advirtió a ambas:
“Pórtense bien, perritas; nos llevamos a Helena para disfrutar de su lindo culito”
Reconocí la profunda voz del morocho diciendo: “Volveremos a medianoche…”
Luego Camila y yo pudimos oír con claridad un par de autos en marcha y varias puertas cerrarse. Después quedamos ambas rodeadas por el silencio absoluto: sin poder hablar entre nosotras…
Un par de horas después me dolía todo el cuerpo con esas ataduras, pero mi concha seguía en llamas. Entonces pude distinguir el ruido del motor de un auto que se acercaba y el sonido de una sola puerta cerrándose.
Reconocí la suave voz de Esteban, el novio de Camila, que sonreía diciendo:
“Ah putita mía; así te dejaron tus amigotes… bien mojada y lista para mí…”
Lo sentí acercarse a mis espaldas y unos dedos rozaron mis muslos, juntando la mezcla de mis propios fluidos y el semen que me habían dejado bien a fondo. Entonces supe que Esteban estaba pensando que yo era Camila. Nuestros cabellos rubios y enrulados hacían que mucha gente nos confundiese estando de espaldas.
Era evidente que, en plena oscuridad, no había podido ver que su novia estaba maniatada contra otro árbol cercano.
Entonces comencé a sudar frío al sentir su dura verga deslizándose entre mis labios vaginales. Pero me penetró apenas; parecía estar solamente buscando lubricar la cabeza de su pija con la mezcla de fluidos…
De repente supe que no me había equivocado; al sentir esa gruesa cabeza que despacio se abría paso hasta el fondo de mi canal rectal, haciéndome jadear de dolor a través de la mordaza.
“Ahhh, veo que tus amigotes te perdonaron la cola esta vez… pero yo no…”
Susurró a mi oído, mientras comenzaba a salir para arremeter otra vez contra mis nalgas.
Mientras sentía la verga de Esteban entrar y salir de mi estrecho culo cada vez con más potencia, decidí que jamás iba a cambiar mi tono rubio ni alisar mis cabellos…
0
votos
votos
evaluación
0
0
Continuar leyendo cuentos del mismo autor
historia previa
Atacada por "La Serpiente"siguiente historia
Anita y el albañil en el fondo
Comentarios de los lectores sobre la historia erótica