Visitando la nueva oficina de Ana

por
género
hetero

Una semana después de haber soportado presenciar el espectáculo de ver a mi esposa sodomizada por su jefe en nuestra propia casa, se me ocurrió que sería una buena idea sorprender a Anita y pasar a buscarla por su trabajo.

De paso, conocería su nueva oficina, la que había obtenido después de sacrificar su trasero a manos de su desagradable jefe…

Ubiqué su antigua oficina, donde encontré a su amiga y confidente Helena. Ella sonrió y levantó su escultural cuerpo de la silla, para saludarme, dándome un beso húmedo muy cerca de mis labios...
Estaba enfundada en una ajustada falda que resaltaba sus redondeadas caderas y su perfecto maquillaje la hacía ver como una perra perfecta.

“Qué lindo estás, Víctor… parece que los cuernos te sientan bien…”
Al mismo tiempo acercó su mano a mi entrepierna y la dejó allí hasta sentir que mi verga comenzaba a crecer con el estímulo de su roce…

“Podríamos divertirnos un rato vos y yo…” Me susurró al oído.

Le dije que deberíamos dejarlo para otro día, ya que había ido a visitar a mi esposa… que ahora era su superior…

Helena largó una carcajada y me miró divertida directo a los ojos.

“Tu mujercita ahora está culeando con el jefe y posiblemente con otros miembros de la junta directiva… se oyen sus aullidos desde aquí…”

No quise creerle, pero entonces Helena se colgó de mi brazo y me arrastró fuera de su oficina. Me condujo hasta el final del pasillo, donde pude oír con claridad los gemidos de una mujer, que obviamente estaba siendo cogida… muy bien cogida…
Lo peor de todo, es que esos gemidos, aullidos y alaridos era de Ana...

“Ya te convenciste, Víctor?” Susurró otra vez Helena en mi oído, mientras me pasaba su sedosa lengua por mi mejilla…
“Tengo un cuarto privado donde podríamos hacer lo mismo…” Me dijo.

Me dejé llevar por ella. Mientras esperaba que Ana terminara de coger con su jefe, yo podría sacarme las ganas y la calentura con esa perra que ella tenía por mejor amiga.
Helena me condujo al piso inferior y entramos a un pequeño cuarto sin ventanas, donde solamente había un escritorio y una silla por mobiliario.

Esa perra se arrodilló frente a mí y en dos segundos mi verga estaba dentro de su boca. Tuve que apoyarme sobre el escritorio, porque el accionar de la lengua de Helena casi me hizo perder el equilibrio.

En menos de un minuto me hizo acabar en su boca. Con la tremenda calentura que yo traía, la aferré por los cabellos y la obligué a tragarse todo mi semen sin desperdiciar una gota.
Helena rió luego de mostrarme su lengua sin rastros de leche y se incorporó, comiéndome la boca en un beso profundo.

Luego se separó de mí y se levantó la ajustada falda hasta la cintura.
No me sorprendió ver que no llevaba ropa interior. Ya sabía de memoria que una perra como ella no usaba tangas ni nada parecido…

Helena se inclinó, apoyando sus manos sobre el escritorio. Me miró por encima de su hombro, mientras yo me acariciaba la verga y me dijo:

“La quiero por el culo, igual como le dan a tu mujercita allá en la oficina”

No necesité que me repitiera ese pedido. Así como estaba, sin lubricación ni dilatación, se la metí entera a esa perra por el culo, haciéndola gritar de dolor.
Helena se retorció y hasta intentó zafarse de mi abrazo, pero la mantuve en posición, mientras me hundía cada vez más profundo en su culo…

Luego ella dejó de quejarse y comenzó a embestir con sus nalgas mi vientre, tratando de que mi verga dura entrara bien a fondo todavía más.
En menos de cinco minutos me hizo acabar, luego de bombearle el trasero con mucho frenesí, pensando que ese hijo de puta del jefe le estaba haciendo lo mismo a mi esposa.

Me salí de Helena y ella se abalanzó sobre mi verga todavía erecta, dejándomela limpia a lengüetazos. Luego acomodamos nuestras ropas y salimos de ese pequeño lugar.

Al llegar al piso superior, los gritos de Ana a través de la puerta habían cesado. Esperé un rato allí solo, hasta que por fin la puerta se abrió y apareció mi dulce mujercita.
Estaba impecable, con un elegante traje sastre y tacos altos. Su pelo estaba recogido en una cola de caballo y su maquillaje intacto, pero se la notaba arrebujada, como acalorada y con su hermoso rostro colorado.
Caminó hacia mí con cierta dificultad y no por culpa de los tacos altos.
Era evidente que acababa de ser cogida y hasta diría, sodomizada…

Ana sonrió al verme y me llevó a su oficina, que era la contigua a su jefe.
Pero antes de entrar tuve otra sorpresa: de aquella oficina salieron cuatro hombres arreglándose las ropas y peinándose los cabellos con los dedos.
Algunos de ellos reían y otros parecían tratar de recuperar el aliento.

Miré sorprendido a mi dulce Anita y ella trató de rehuir mi mirada. Entonces supe que mi adorada esposa había estado allí adentro disfrutando no solamente de la verga de su jefe, sino además había sido seguramente sodomizada por esos cuatro hombres…

Ana me dijo: “No preguntes… es mejor que no lo hagas…”

Miré hacia atrás. Helena estaba de pie en la puerta de su oficina y me hacía la señal de los cuernos con sus dedos…
escrito el
2017-01-09
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