Fantasía negra
          
            
              por
Gloria1951
            
            
              género
rómanticos
            
          
        
        
          Una vez más, inspirándose en mis fantasías, tras dibujarme según el nuevo sueño erótico en el que me había situado como protagonista, revelando insistentemente su deseo de dar sustancia a su expresión creativa, y facilitado en ello por mi propensión a compartir sus delirantes pasiones, logró lo que había imaginado.
Sin haberle ocultado jamás la atracción que me producía la visión de una persona negra, le había compartido pensamientos inconfesables que favorecían la realización de tal evento.
Presentándome al invitado con quien daría seguimiento a este encuentro en particular, se establecieron las modalidades para hacer posible esta singular experiencia.
Mientras nos desvestíamos, observaba simultáneamente mis reacciones ante la visión de la desnudez total del individuo negro, sabiendo que no permanecería insensible ante semejante exhibición de sus genitales.
La idea de estar en contacto con semejante abundancia muscular me provocó inevitablemente una oleada de emociones incontrolables, y cuando llegó el momento de tumbarme para recibir las formas negras que mi perverso amigo deseaba representar, no pude ocultar mis sentimientos al sentir la presión de su pene sobre mi monte de Venus, que ya palpitaba como un volcán a punto de estallar con una pasión desenfrenada.
Aunque me esforcé por mantener la compostura, me resultaba difícil distanciarme por completo de lo que estaba sucediendo.
Observando mi expresión, que seguramente revelaba mi deseo de experimentar el placer de sentir dentro de mí toda esa fisicalidad extrema bajo la cual me encontraba, y confirmando su vieja naturaleza lasciva, mi anciano amigo, dirigiéndose al modelo que yacía sobre mí, le instó a permanecer completamente quieto, evitando así la posibilidad de excitarme, convencido de que, en el fondo, no me importaría en absoluto.
Admitiendo sin titubear lo acertado que estaba, confirmé, con el mismo tono sarcástico, que si hubiera querido hacer aquella acción aún más auténtica, desde luego no me habría negado, incluso permitiendo la penetración completa de aquel miembro superlativo, cuya excitante pulsación ya podía sentir entre mis piernas.
El hombre encima de mí, mostrando sus dientes blancos en una sonrisa de absoluta simpatía, no negó a su vez que no le resultaría difícil acceder ante una oferta tan explícita, aprovechando así la inesperada oportunidad de disfrutar de una mujer como yo.
No hacía falta añadir nada más, pues yo misma llevé el negro objeto de placer a mi clítoris, que se hinchó de inmediato con pasión, acariciándolo con cuidado antes de guiarlo a lo largo de toda su extensión entre mis labios húmedos, listos para recibirlo por completo.
Una vez que la interminable longitud estuvo dentro de mí, comenzando a moverse salvajemente, mis gemidos dieron paso a la respiración agitada de mi amante negro azabache, quien inexorablemente me llevó al orgasmo más intenso, sellando ese momento inesperado con su completa penetración.
        
        Sin haberle ocultado jamás la atracción que me producía la visión de una persona negra, le había compartido pensamientos inconfesables que favorecían la realización de tal evento.
Presentándome al invitado con quien daría seguimiento a este encuentro en particular, se establecieron las modalidades para hacer posible esta singular experiencia.
Mientras nos desvestíamos, observaba simultáneamente mis reacciones ante la visión de la desnudez total del individuo negro, sabiendo que no permanecería insensible ante semejante exhibición de sus genitales.
La idea de estar en contacto con semejante abundancia muscular me provocó inevitablemente una oleada de emociones incontrolables, y cuando llegó el momento de tumbarme para recibir las formas negras que mi perverso amigo deseaba representar, no pude ocultar mis sentimientos al sentir la presión de su pene sobre mi monte de Venus, que ya palpitaba como un volcán a punto de estallar con una pasión desenfrenada.
Aunque me esforcé por mantener la compostura, me resultaba difícil distanciarme por completo de lo que estaba sucediendo.
Observando mi expresión, que seguramente revelaba mi deseo de experimentar el placer de sentir dentro de mí toda esa fisicalidad extrema bajo la cual me encontraba, y confirmando su vieja naturaleza lasciva, mi anciano amigo, dirigiéndose al modelo que yacía sobre mí, le instó a permanecer completamente quieto, evitando así la posibilidad de excitarme, convencido de que, en el fondo, no me importaría en absoluto.
Admitiendo sin titubear lo acertado que estaba, confirmé, con el mismo tono sarcástico, que si hubiera querido hacer aquella acción aún más auténtica, desde luego no me habría negado, incluso permitiendo la penetración completa de aquel miembro superlativo, cuya excitante pulsación ya podía sentir entre mis piernas.
El hombre encima de mí, mostrando sus dientes blancos en una sonrisa de absoluta simpatía, no negó a su vez que no le resultaría difícil acceder ante una oferta tan explícita, aprovechando así la inesperada oportunidad de disfrutar de una mujer como yo.
No hacía falta añadir nada más, pues yo misma llevé el negro objeto de placer a mi clítoris, que se hinchó de inmediato con pasión, acariciándolo con cuidado antes de guiarlo a lo largo de toda su extensión entre mis labios húmedos, listos para recibirlo por completo.
Una vez que la interminable longitud estuvo dentro de mí, comenzando a moverse salvajemente, mis gemidos dieron paso a la respiración agitada de mi amante negro azabache, quien inexorablemente me llevó al orgasmo más intenso, sellando ese momento inesperado con su completa penetración.
            
            
                                    2
                                  
votos
          votos
            
            evaluación
4.5
                      
        4.5
Continuar leyendo cuentos del mismo autor
siguiente historia
Niños pequeños
Comentarios de los lectores sobre la historia erótica