La madre vecina
por
Sidarta
género
voyeur
Averigüé como la casa de enfrente, la de mis vecinitas hermanas, la voyeur y la pequeña con quien follé ante la mayor, tenía un tercer miembro en la familia, que era su madre. Lo hice al pasar por su portal, que entré para asomarme al buzón por saber algo más de ellas.
Por la tarde llegué a casa con medio empalme pensando en las dos hermanitas y si estarían de nuevo en la ventana tan ansiosos como yo por otra aventura. No hubo novedad hasta las once y media de la noche en que las luces de una de las habitaciones se encendió y vi actividad. De repente sonó la puerta y acudí a abrir tratando de disimular el empalme que tenía.
Una mujer madura de unos cuarenta y cinco o cincuenta años, bastante aparente entró en mi casa empujándome hacia adentro.
-¿Así que tú eres el vecinito del que hablan las viciosas de mis hijas a las que tienes entusiasmadas?
-No sé si las tengo entusiasmadas, pero...?
Entró derecha a la habitación, al “escaparate”. Miró hacia su casa.
-Ahí las tienes... -Giró el rostro hacia mí- Mañana trabajo y madrugo, pero quería darles, y darme un “espectáculo” rápido.
Miró fijamente el bulto en mi pantalón y me hizo el ademán con la mano para que me acercase. Al rápido, suponía que dejara asomar mi endurecido miembro según me ponía frente a ella y frente a la ventana.
-Me encanta... -Casi susurró.
No me creí que pudiera ser la madre pero ya no me importaba. Las dos jóvenes miraban la pantalla de la cámara de fotos, mientras la supuesta madre agarraba la polla y tiraba del prepucio hacia atrás para descubrir el glande que iba hinchándose y tensando ante sus ojos. Se echó un poquito a un lado para hacerse ver y asestó un buen lametón con un pequeño gemido. Le supo a gloria y yo temblé de excitación. Tardé poco en estar a mil y ella nada en abrir sus labios y saborear el momento en que todo el glande entraba en su boca y me envolvía en ella abrazado por sus carnosos labios. Ahora el que gimió fui yo, soltando un resoplido. Dejó la boca quieta para hacerme sentir su calor y sentirla dentro. Al abrirla de nuevo vi cómo había salivado. Sin soltarla con la mano la escupió y empezó a recorrer la lengua y labios a través de todo el tallo, de abajo a arriba pajeando muy lentamente. El móvil empezó a sonar. Eran mensajes, supuse que de whatsapp, y de las hermanas. Se detuvo y cogió el móvil tras unas cuantas alarmas.
Leyó en voz alta:
Mamá, me lo vas a dejar sequito...
¿A que la tiene deliciosa?
Las dos estamos en braguitas y a punto de caramelo... Te envidiamos. Bueno, la mirona de mi hermana ya me ha pedido que me agache y se lo coma mientras os mira.
Desnúdate, seguro que está deseando verte en pelotas.
Dejó el móvil sobre la cama, que sonó unas cuantas veces más y mirándome la polla y mi expresión de cachondo perdido, se quitó la blusa y vi su pecho maduro apretado en un sujetador de encaje. Observé cómo caía cuando se desprendió del sujetador. Me incliné para besarla porque me encantaba ese tipo de cuerpos.
-¿Te gustan?
-Me encantan...
Empecé a magrearle las tetas elevando una sobre mi mano. Su pezón era enorme. Cogí la polla y la froté sobre él apretando la punta en su madura carne. Ella me miraba cachonda perdida y el móvil volvía a sonar. Sin dejar de frotar la polla en su pecho ella volvía a leer los siguientes mensajes.
Le has entusiasmado madre y a mi me estáis poniendo fatal. Ya tengo a la peque entre mis muslos disfrutando de su habilidad para comerme el coñito.
Y mientras, imagino esa rica polla entre mis labios. Estoy deseando que te la hunda. Te va a entusiasmar.
De nuevo el teléfono sobre la cama y se engulló de nuevo la polla en la boca desprendiéndose del pantalón para no demorarse más, o simplemente estaba deseando sentirla adentro. Me asomé para ver sus muslos y su coño peludo, negro. Abrió sus piernas y vi sus labios, mojados, dilatados. Me la mamó durante algunos minutos y el teléfono de vez en cuando sonaba. Como a la quinta vez ya fue una llamada. La madre mosqueada por la interrupción lo cogió y lo puso en manos libres mientras volvía a la mamada.
-Mmm, me encanta mamá, me encanta... ¡Como se la chupas...! ¡Con qué ganas...! Saboréala, saboréala por nosotras... Me dan ganas de bajar... ¡Come, come, come...! ¡Qué boquita tiene la peque...! Deja que te lo coma... Debes estar empapada...
Soltó la polla relamiéndose.
-¿Eres su madre? -le pregunté pues aquella situación me excitaba enormemente.
-Lo soy.
Se tumbó y se abrió de piernas para mostrarme aquel hermoso coño. Si el de la peque era estrecho y rosado, éste en cambio tenía un vello peludo, negro, más poblado que el de su hija y con una deliciosa raja abierta de par en par. Su piel oscura y atrayente, mucho. Me arrodillé entre las piernas y separé con cuidado sus muslos un poco más para que sintiera que esta allí y la deseaba, mucho.
-Tienes un coño precioso...
No me entretuve más y conteniendo mi deseo, besé el interior de uno de sus muslos y luego el otro. Ella se retorcía con las manos sobre mi cabeza y a la espera de mi boca en todo su centro.
-¡Cómeselo, cómeselo...! -Exclamaba su hija mayor.
Hundí la boca antre sus carnosos labios, que se empapó al momento en sus jugos. Frotando y retorciendo el morro en su sexo le asesté un primer lengüetazo, de abajo a arriba sorbiendo y tragándome su oliente jugo que acabé tragando. Alcé la mirada para verla desnuda, gimiente, muy cachonda y totalmente entregada mi boca y a mi endurecida polla cuando decidiera follarla.
-¡Disfruta mamá, disfruta! ¡Hace mucho que seguro, no te lo comen así...! ¡Y lo tenemos al lado...!
Jugué con la lengua embriagado de gusto. Deseaba follarla, pero no podía despegar mis labios de su coño. Ella se retorcía de gusto gimiendo y dejándose oir por sus propias hijas.
-¡Ahh, ahh...! ¡Qué boca, mmm! ¡Me gustaaa... me gusta...!
No le hice esperar más porque tenía la sensación de que se iba a correr en breve. Había resistido tocarme porque yo sí que me correría enseguida. Me puse de pie y la miré agarrando mi miembro con fuerza y apoyado con un brazo sobre ella miré su rostro cuando empuje la polla en su precioso coño. Fue fácil, delicioso, hasta sabroso sentir su humedad, muy mojado. Lo apreté al fondo, empujé y ella se retorció abierta y enloquecida de gusto. La follé salvaje, como un animal en celo deseoso de verterme en ella, de deshacer la polla dentro y como ella, y con ella, me corrí totalmente desinhibido, sin importarme nada más que fundirme con aquella hermosa y madura mujer ante los ojos de sus preciosas niñas que debían de estar terminando, como nosotros la faena; la mayor, en la boca de su pequeña hermana, y su madre abrazada con una asombrosa agilidad con sus piernas a mi cuerpo. Sacudí la polla dentro aún habiéndome ya terminado de correr. No había más que echar, pero ella aún terminaba de correrse y sentirme dentro de aquel tremendo sexo se me estaba haciendo difícil sacarla hasta no verla rendirse. Yo ya casi lo estaba. Me quedé quieto escuchando sus gemidos que iban atenuándose y su cuerpo por fin se rendía de agotamiento. Mi polla aún dura sentía alguna contracción en su vagina, que aún hacía contraerme de gusto. Disfruté de sentirme así, sobre ella, su cuerpo cálido y algo tierno y mi polla chorreante en su coño.
Tras el pequeño descanso, nos separamos, colgó el teléfono y como había hecho su hija, y con el espectáculo terminado, se levantó, vistió casi sin dejar de mirarme y con una leve sonrisa final se giró y se marchó.
Por la tarde llegué a casa con medio empalme pensando en las dos hermanitas y si estarían de nuevo en la ventana tan ansiosos como yo por otra aventura. No hubo novedad hasta las once y media de la noche en que las luces de una de las habitaciones se encendió y vi actividad. De repente sonó la puerta y acudí a abrir tratando de disimular el empalme que tenía.
Una mujer madura de unos cuarenta y cinco o cincuenta años, bastante aparente entró en mi casa empujándome hacia adentro.
-¿Así que tú eres el vecinito del que hablan las viciosas de mis hijas a las que tienes entusiasmadas?
-No sé si las tengo entusiasmadas, pero...?
Entró derecha a la habitación, al “escaparate”. Miró hacia su casa.
-Ahí las tienes... -Giró el rostro hacia mí- Mañana trabajo y madrugo, pero quería darles, y darme un “espectáculo” rápido.
Miró fijamente el bulto en mi pantalón y me hizo el ademán con la mano para que me acercase. Al rápido, suponía que dejara asomar mi endurecido miembro según me ponía frente a ella y frente a la ventana.
-Me encanta... -Casi susurró.
No me creí que pudiera ser la madre pero ya no me importaba. Las dos jóvenes miraban la pantalla de la cámara de fotos, mientras la supuesta madre agarraba la polla y tiraba del prepucio hacia atrás para descubrir el glande que iba hinchándose y tensando ante sus ojos. Se echó un poquito a un lado para hacerse ver y asestó un buen lametón con un pequeño gemido. Le supo a gloria y yo temblé de excitación. Tardé poco en estar a mil y ella nada en abrir sus labios y saborear el momento en que todo el glande entraba en su boca y me envolvía en ella abrazado por sus carnosos labios. Ahora el que gimió fui yo, soltando un resoplido. Dejó la boca quieta para hacerme sentir su calor y sentirla dentro. Al abrirla de nuevo vi cómo había salivado. Sin soltarla con la mano la escupió y empezó a recorrer la lengua y labios a través de todo el tallo, de abajo a arriba pajeando muy lentamente. El móvil empezó a sonar. Eran mensajes, supuse que de whatsapp, y de las hermanas. Se detuvo y cogió el móvil tras unas cuantas alarmas.
Leyó en voz alta:
Mamá, me lo vas a dejar sequito...
¿A que la tiene deliciosa?
Las dos estamos en braguitas y a punto de caramelo... Te envidiamos. Bueno, la mirona de mi hermana ya me ha pedido que me agache y se lo coma mientras os mira.
Desnúdate, seguro que está deseando verte en pelotas.
Dejó el móvil sobre la cama, que sonó unas cuantas veces más y mirándome la polla y mi expresión de cachondo perdido, se quitó la blusa y vi su pecho maduro apretado en un sujetador de encaje. Observé cómo caía cuando se desprendió del sujetador. Me incliné para besarla porque me encantaba ese tipo de cuerpos.
-¿Te gustan?
-Me encantan...
Empecé a magrearle las tetas elevando una sobre mi mano. Su pezón era enorme. Cogí la polla y la froté sobre él apretando la punta en su madura carne. Ella me miraba cachonda perdida y el móvil volvía a sonar. Sin dejar de frotar la polla en su pecho ella volvía a leer los siguientes mensajes.
Le has entusiasmado madre y a mi me estáis poniendo fatal. Ya tengo a la peque entre mis muslos disfrutando de su habilidad para comerme el coñito.
Y mientras, imagino esa rica polla entre mis labios. Estoy deseando que te la hunda. Te va a entusiasmar.
De nuevo el teléfono sobre la cama y se engulló de nuevo la polla en la boca desprendiéndose del pantalón para no demorarse más, o simplemente estaba deseando sentirla adentro. Me asomé para ver sus muslos y su coño peludo, negro. Abrió sus piernas y vi sus labios, mojados, dilatados. Me la mamó durante algunos minutos y el teléfono de vez en cuando sonaba. Como a la quinta vez ya fue una llamada. La madre mosqueada por la interrupción lo cogió y lo puso en manos libres mientras volvía a la mamada.
-Mmm, me encanta mamá, me encanta... ¡Como se la chupas...! ¡Con qué ganas...! Saboréala, saboréala por nosotras... Me dan ganas de bajar... ¡Come, come, come...! ¡Qué boquita tiene la peque...! Deja que te lo coma... Debes estar empapada...
Soltó la polla relamiéndose.
-¿Eres su madre? -le pregunté pues aquella situación me excitaba enormemente.
-Lo soy.
Se tumbó y se abrió de piernas para mostrarme aquel hermoso coño. Si el de la peque era estrecho y rosado, éste en cambio tenía un vello peludo, negro, más poblado que el de su hija y con una deliciosa raja abierta de par en par. Su piel oscura y atrayente, mucho. Me arrodillé entre las piernas y separé con cuidado sus muslos un poco más para que sintiera que esta allí y la deseaba, mucho.
-Tienes un coño precioso...
No me entretuve más y conteniendo mi deseo, besé el interior de uno de sus muslos y luego el otro. Ella se retorcía con las manos sobre mi cabeza y a la espera de mi boca en todo su centro.
-¡Cómeselo, cómeselo...! -Exclamaba su hija mayor.
Hundí la boca antre sus carnosos labios, que se empapó al momento en sus jugos. Frotando y retorciendo el morro en su sexo le asesté un primer lengüetazo, de abajo a arriba sorbiendo y tragándome su oliente jugo que acabé tragando. Alcé la mirada para verla desnuda, gimiente, muy cachonda y totalmente entregada mi boca y a mi endurecida polla cuando decidiera follarla.
-¡Disfruta mamá, disfruta! ¡Hace mucho que seguro, no te lo comen así...! ¡Y lo tenemos al lado...!
Jugué con la lengua embriagado de gusto. Deseaba follarla, pero no podía despegar mis labios de su coño. Ella se retorcía de gusto gimiendo y dejándose oir por sus propias hijas.
-¡Ahh, ahh...! ¡Qué boca, mmm! ¡Me gustaaa... me gusta...!
No le hice esperar más porque tenía la sensación de que se iba a correr en breve. Había resistido tocarme porque yo sí que me correría enseguida. Me puse de pie y la miré agarrando mi miembro con fuerza y apoyado con un brazo sobre ella miré su rostro cuando empuje la polla en su precioso coño. Fue fácil, delicioso, hasta sabroso sentir su humedad, muy mojado. Lo apreté al fondo, empujé y ella se retorció abierta y enloquecida de gusto. La follé salvaje, como un animal en celo deseoso de verterme en ella, de deshacer la polla dentro y como ella, y con ella, me corrí totalmente desinhibido, sin importarme nada más que fundirme con aquella hermosa y madura mujer ante los ojos de sus preciosas niñas que debían de estar terminando, como nosotros la faena; la mayor, en la boca de su pequeña hermana, y su madre abrazada con una asombrosa agilidad con sus piernas a mi cuerpo. Sacudí la polla dentro aún habiéndome ya terminado de correr. No había más que echar, pero ella aún terminaba de correrse y sentirme dentro de aquel tremendo sexo se me estaba haciendo difícil sacarla hasta no verla rendirse. Yo ya casi lo estaba. Me quedé quieto escuchando sus gemidos que iban atenuándose y su cuerpo por fin se rendía de agotamiento. Mi polla aún dura sentía alguna contracción en su vagina, que aún hacía contraerme de gusto. Disfruté de sentirme así, sobre ella, su cuerpo cálido y algo tierno y mi polla chorreante en su coño.
Tras el pequeño descanso, nos separamos, colgó el teléfono y como había hecho su hija, y con el espectáculo terminado, se levantó, vistió casi sin dejar de mirarme y con una leve sonrisa final se giró y se marchó.
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