Mirando furtivamente a Raquel

por
género
voyeur

He sabido que la vecina del quinto, ¡pedazo de mujer! una modelo al natural, tiene un amante adolescente. O puede que sea exagerado decir que es adolescente, pero lo que es seguro es que si es mayor de edad, tiene los dieciocho recién cumplidos.

El otro día cogí el ascensor para bajar a la calle. Yo vivo en el octavo. No subo andando demasiadas veces, pero sí suelo bajar. Es un ejercicio fácil y me obliga a moverme un poco, yo que tengo un trabajo tan estático. Ese día pillé el ascensor justo en mi piso, y tampoco es cosa de desaprovechar la ocasión. Cuando bajaba, el ascensor paró en el quinto. Se ve que ella lo había llamado al mismo tiempo, y al abrirse las puertas, la vi a ella sobresaltándose y separándose rápidamente del chico a su lado. El gesto me extrañó, también sus caras, y que no cogieran el ascensor. Me dijeron que continuara sin ellos. No pensé más en eso, pero casualidades de la vida, justo esa noche, al llegar a casa, los volví a ver cerca del portal, al costado de nuestra vivienda. Es una zona poco iluminada y amparada de las miradas, pero me llamó la atención el ruido.
No soy demasiado curioso, pero algo me decía que debía mirar. Supongo que pensé que alguien podía necesitar ayuda. Me asomé…

Nada más lejos de mis sospechas. El chico que había visto esa tarde estaba arrodillado o en cuclillas, no acertaba a verlo bien, delante de mi vecina, Raquel se llama, ella con sus piernas abiertas, el vestido levantado hasta la cintura. El ruido que yo oía procedía de sus zapatos, o más bien de los tacones. Yo no podía ver lo que el tío le estaba haciendo aunque lo imaginaba, su cabeza y sus manos tan próximas y semi-ocultas en la entrepierna de ella. Acompañando los movimientos de él, una de las piernas de ella también se movía, subiendo y bajando del suelo, taconeando rítmicamente.

Ahora que estaba más cerca también podía oír la respiración y los jadeos de ella. Sus manos apretadas en la cintura agarrándose el vestido, la cabeza inclinada y apoyada en la pared de detrás, y su pelo, bastante revuelto.
Él separó la cara de su sexo y le murmuró algo que no alcancé a oír. Ella gimió. Él sujetó la pierna que ella tenía más floja abriéndosela más, sosteniéndosela flexionada y levantada. Volvió a sumergir el rostro entre sus piernas y ella gimió de nuevo. Ahora más fuerte.

Yo me mantenía en mi esquina, espiando y asomando solo media cara, confiando en que no me vieran mientras yo les miraba. Mi polla se había puesto dura. Enorme. Tanto que notaba la punta apretada en la cintura del bóxer. Me la agarré por encima del pantalón. Deseaba sacármela allí mismo y pajearme mirándolos…
No. Deseaba acercarme y masturbarme frente a ellos. Que me vieran mientras yo les miraba. Que ellos se calentaran conmigo igual que yo me estaba poniendo tan caliente viéndolos. Que ella mirara mi polla y la deseara. Que me suplicara que me corriera en sus tetas…
Pffff… Menuda fantasía me monté en pocos segundos.

Y el tío seguía. Mis ojos se habían acostumbrado a la penumbra y ahora podía ver sus manos. O por lo menos sus brazos moverse. Uno de ellos seguía sosteniendo la pierna de ella en ángulo, abriéndola, pero el otro hacía un movimiento rápido adelante y atrás. Le estaba haciendo un dedo… O dos… ¡Si pudiera verlo…! Incluso era capaz de oír un leve chapoteo… Ojalá pudiera acercarme y lamerla como ahora hacía él, chupando su coño mojado.

Ella se había cubierto la boca con una mano mientras se corría. Porque se había corrido. Estaba claro. La oí gemir aun con su boca tapada. Oí esos ruidos autocensurados, y también vi su cabeza girando a un lado y al otro, como si negara, pero no negaba, quería… cómo lo quería. Se dejaba hacer totalmente entregada al placer. Él no había parado mientras ella se corría. Había juntado la boca a su coño y casi me parecía oír cómo sorbía sus jugos. No sé si solo lo imaginé o verdaderamente oí sus chupeteos y lametones, pero me bastaba lo que veía para casi estallar yo mismo. Por un momento lo pensé, dejarme ir. Abrirme el pantalón y tocarme, lo justo para terminar y correrme.

No lo hice porque en ese instante ella volvió la cara hacia donde yo estaba. Me escondí. Creo que no le dio tiempo a verme. No lo sé. Me di la vuelta y entré en el portal todo lo rápido que pude.

Ya en el ascensor, aún con la llave en la mano y el corazón palpitando a mil por hora, pensé que no sabía cómo había hecho para abrir la puerta al primer intento, no sabía si ellos habrían tenido tiempo de vestirse y mirar si había alguien a la vuelta de la esquina, si es que lo sospecharon. Tampoco si oyeron la puerta al cerrarse detrás de mí…
Me palpitaban las sienes. Me palpitaba la polla. Mi mente bullía con cientos de ideas cruzadas. Vergüenza, deseo, prisa, excitación… Llegué a mi casa y entré todavía acelerado. Dejé las llaves, me quité la chaqueta, entré en el salón y me senté en el sofá.
Me sentía inquieto pero permanecía inmóvil y atento, como esperando. Atento a cualquier ruido. Oí el ascensor ponerse en marcha de nuevo y esperé casi sin respirar. Estuvo haciendo ruido un rato subiendo o bajando. No se acercaba a mi piso. Me fui calmando…

Me recosté en el sofá y me puse a pensar en lo sucedido. Mi polla dura. Ahora solo pensaba en los millones de veces que había visto a mi vecina entrar y salir. En las veces que me había cruzado con ella y me había quedado mirando su escote, sus tetas prietas en esos conjuntos tan sensuales que ella llevaba. Qué cuerpo escultural. Y saber que no era la típica mujer de mírame y no me toques… Me imaginaba que yo era ese tío con el que ella había estado. Que era yo quien había disfrutado de su coño. Pero yo no me habría conformado con eso. Tan pronto la hubiera visto correrse me habría levantado y la habría empotrado contra la pared, así mismo, de frente. Le habría metido la polla en ese coño mojado, sujetándola todavía la pierna levantada y abierta, comiéndola las tetas y follándola todo lo profundo que pudiera.

Me había sacado la polla y me pajeaba furiosamente pensando que la follaba. Tenía los ojos cerrados, pero en mi fantasía la miraba viendo que era ella la que los tenía así. Yo no perdía detalle de sus expresiones. Cómo se mordía los labios para no gemir alto cuando mi polla la levantaba casi en vilo con cada una de mis embestidas. Se mojaba de nuevo, se corría… Me mojaba…
Me corrí en la mano todavía aguantándome la polla, los chorros de semen me resbalaban desde la punta por el puño y la muñeca… Raquel…
escrito el
2016-10-07
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