Loca en Psiquiatrico
por
Facundo Montero
género
dominación
El primer día que llegó pedí que la llevaran a mi consultorio, entró con la bata blanca que le ponemos a todos, le pedí que se sentara en la camilla para inspeccionarla. Lo primero que debía hacer era ver que tan cuerda o loca estaba, por lo que le pregunte:
-¿A qué te dedicas Laura?
-Soy astronauta. -Respondió seria.
Sonreí, pues esta respuesta tan disparatada me dejaba claro que estaba desorientada, por lo que me podría aprovechar de ella y tenerla a mi merced. Le baje la bata deslizando a un lado, dejando al descubierto un pecho, desnudos eran aún más hermosos, grandes, regordetes, con un pezón bastante grande y de tonos rojizos, pero con una aureola que apenas rodeaba el pezón. Bajé el otro lado de su bata y le saqué el otro pecho. Puse el estetoscopio en el ajustado canal de sus pechos, para "escuchar" su corazón. Ella solo temblaba nerviosa y confundida. Le tomé descaradamente una teta y la apreté un poco, sin cuidado de lastimarla, intentó apartarme pero la tomé de la muñeca y la apreté los suficientemente duro como para dejarle claro que yo haría lo que se me viniera en gana. Volví a sus pechos y tocándola a mi antojo me saqué el pene. Ella miró asustada y quiso gritar pero la golpeé en la boca haciéndola sangrar un poco. Se quedó quieta, le mostré de frente mi pene, poniéndolo justo en su cara, estaba con la cabeza muy roja, muy parada y feo. Ella desviaba la mirada pero tomándola del mentón la obligaba a mirar.
La levante y la puse de espalda, con el cuerpo inclinado hacía la camilla. Levanté su bata y deje al descubierto su culo obeso pero firme, de entre las dos carnes de sus nalgas se asomaban sus dos carnosos labios vaginales, con una piel que parecía la cascara tersa de un durazno, con unos leves, casi imperceptibles y dorados vellos, muy cortos. Me escupí el glande y le escupí su entrada blanca y lechosa. En el primer empujón entro la cabeza, me palpitaba de lo excitado que estaba, pues desde ahí poder oler detrás de su oreja, y me llegaba un suave tufillo de sudor femenino. Ella estaba llorando desesperada, incomoda de sentir mi pene adentro. Yo no quería que ella sintiera placer, por lo que empujé el resto y entró. La muy puta no era virgen, pero sus obesos labios vaginales eran muy ajustados. Empecé el mete y saqué, la incliné más, se le marcaron en su espalda su columna, y como hay también tenía piel blanca y tersa pase mi lengua sobre ellas. Devore sus orejas, ella lloraba, por lo que le giré la cabeza de manera brusca, lo suficiente como para acercar mis labios y beber sus lágrimas. No quería besarle, por lo que acerqué sus labios a mi boca y se los escupí. Seguía dando envestidas, mi pene se ponía aún más gordo en su interior. Ella ya estaba sudando y yo bebía cada gota, me acerqué a su oreja y le dije:
-Eres mía, me perteneces, lo entiendes puta.
Ella lloraba y gemía, pero sus gemidos parecían más los gruñidos de una cerdita. Quería humillarla por lo que penetré con mi dedo su ano y aunque no salió nada embarrado, se lo metía en su boca para que saboreara su culo.
Le di más fuerte, ella tuvo un momento de cordura porque me dijo entre lágrimas:
No te riegues adentro.
Me reí a carcajadas y le dije:
-Te llenaré de leche.
-No por favor suplicó.
Aceleré y me regué dentro de ella, llenándola de semen espeso y caliente. Ella intentaba quitarse, pero yo quería dejar mi verga ya dormida dentro de ella para siempre, para sentir como me abrazaba con su vagina mi miembro. Sin sacársela, encendí un cigarro y lo fumé. La empecé a apreciar, tenía las uñitas de las manos y los pies pintadas de blanco, con unas delicadas florcitas color rosa palo. Era tan dama que la voltee y de nuevo le escupí la boca.
-¿A qué te dedicas Laura?
-Soy astronauta. -Respondió seria.
Sonreí, pues esta respuesta tan disparatada me dejaba claro que estaba desorientada, por lo que me podría aprovechar de ella y tenerla a mi merced. Le baje la bata deslizando a un lado, dejando al descubierto un pecho, desnudos eran aún más hermosos, grandes, regordetes, con un pezón bastante grande y de tonos rojizos, pero con una aureola que apenas rodeaba el pezón. Bajé el otro lado de su bata y le saqué el otro pecho. Puse el estetoscopio en el ajustado canal de sus pechos, para "escuchar" su corazón. Ella solo temblaba nerviosa y confundida. Le tomé descaradamente una teta y la apreté un poco, sin cuidado de lastimarla, intentó apartarme pero la tomé de la muñeca y la apreté los suficientemente duro como para dejarle claro que yo haría lo que se me viniera en gana. Volví a sus pechos y tocándola a mi antojo me saqué el pene. Ella miró asustada y quiso gritar pero la golpeé en la boca haciéndola sangrar un poco. Se quedó quieta, le mostré de frente mi pene, poniéndolo justo en su cara, estaba con la cabeza muy roja, muy parada y feo. Ella desviaba la mirada pero tomándola del mentón la obligaba a mirar.
La levante y la puse de espalda, con el cuerpo inclinado hacía la camilla. Levanté su bata y deje al descubierto su culo obeso pero firme, de entre las dos carnes de sus nalgas se asomaban sus dos carnosos labios vaginales, con una piel que parecía la cascara tersa de un durazno, con unos leves, casi imperceptibles y dorados vellos, muy cortos. Me escupí el glande y le escupí su entrada blanca y lechosa. En el primer empujón entro la cabeza, me palpitaba de lo excitado que estaba, pues desde ahí poder oler detrás de su oreja, y me llegaba un suave tufillo de sudor femenino. Ella estaba llorando desesperada, incomoda de sentir mi pene adentro. Yo no quería que ella sintiera placer, por lo que empujé el resto y entró. La muy puta no era virgen, pero sus obesos labios vaginales eran muy ajustados. Empecé el mete y saqué, la incliné más, se le marcaron en su espalda su columna, y como hay también tenía piel blanca y tersa pase mi lengua sobre ellas. Devore sus orejas, ella lloraba, por lo que le giré la cabeza de manera brusca, lo suficiente como para acercar mis labios y beber sus lágrimas. No quería besarle, por lo que acerqué sus labios a mi boca y se los escupí. Seguía dando envestidas, mi pene se ponía aún más gordo en su interior. Ella ya estaba sudando y yo bebía cada gota, me acerqué a su oreja y le dije:
-Eres mía, me perteneces, lo entiendes puta.
Ella lloraba y gemía, pero sus gemidos parecían más los gruñidos de una cerdita. Quería humillarla por lo que penetré con mi dedo su ano y aunque no salió nada embarrado, se lo metía en su boca para que saboreara su culo.
Le di más fuerte, ella tuvo un momento de cordura porque me dijo entre lágrimas:
No te riegues adentro.
Me reí a carcajadas y le dije:
-Te llenaré de leche.
-No por favor suplicó.
Aceleré y me regué dentro de ella, llenándola de semen espeso y caliente. Ella intentaba quitarse, pero yo quería dejar mi verga ya dormida dentro de ella para siempre, para sentir como me abrazaba con su vagina mi miembro. Sin sacársela, encendí un cigarro y lo fumé. La empecé a apreciar, tenía las uñitas de las manos y los pies pintadas de blanco, con unas delicadas florcitas color rosa palo. Era tan dama que la voltee y de nuevo le escupí la boca.
2
3
votos
votos
evaluación
2.4
2.4
Comentarios de los lectores sobre la historia erótica