Mara la sexista
por
Mara
género
dominación
Me siento como una emperatriz, como una amante, como una amante de mí misma, de mi propio escapismo del capricho afable.
Me encanta dominar el pecado, triunfar en la creación y ser flexible en la fama, buscando desafíos.
Acaricio delicadamente mi cuerpo con una pluma llena de sangre y lamo el camino trazado por el tacto.
La sublime y creciente reserva de mi extremo sufrimiento me inunda de escalofríos como una esfera anhelante.
Él está en la silla, atado por detrás con esposas, con una máscara y mi lápiz labial fucsia.
Yo tengo mi larga y despeinada melena rubia, lápiz labial fucsia en los labios y un delineador de ojos intenso.
Desnudas, yo y las demás... Solo quiero los cuerpos y mis concesiones sobre ellos. La pureza no debe sufrir...
Tiene un físico casi perfecto y ya se excita con su erección.
Ella es impresionante, con pechos tan grandes como los míos.
Le ordeno al esclavo que se arrodille ante mí y bese mi "Pelirroja", y ella se pone a lamerme con locura.
Son mis esclavos, mis sucias vías de escape para el engaño.
Me quedo ahí, tocando su pelo rojo con la mano y siguiéndola.
Soy una nube suspendida preparándome para aclamar a un público, y en la exuberancia de un cáliz, capto la mirada de una máscara que se enciende como una vela, esperando arder y apagarse.
Me corro. Me desmayo. Le ordeno que lleve mi sabor a mis labios y nos besamos frenéticamente.
Al rozar su coño, me doy cuenta de que era un río en pleno caudal.
La agarro del pelo y la acerco a la erección de mi esclavo, y ella empieza a chupar, haciéndolo correrse.
El semen es un cáliz de pensamientos insaciables, una alabanza al precepto de continuar.
Ella lo besa con su aroma, y yo también participo de la oscura burla.
La agarro con fuerza, la estrello contra la pared y empiezo a penetrarla con mis dedos, con la confianza de mi ama. La muerdo y la araño por todas partes. Sus gemidos y el
dolor son un alimento contagioso para mí. Terminamos en el suelo, donde continuamos con nuestro vil moretón.
Se ha corrido varias veces, y la última será cuando me entregue a un arte ancestral llamado "profundidad clítica".
Me encanta morder, arañar y lamer. Su coño debe de haberme recordado a mí y a mis labios.
Él rebosa de placer.
Me levanto, lo provoco con mi pluma, me toco, lo araño y lo muerdo. Las marcas me permiten actuar.
Entonces, maldita sea, me deslizo dentro de su erección y cabalgo sobre la ola.
Esta vez, su aroma se siente acariciado por las plumas, entre la sangre y la perplejidad...
Me encanta dominar el pecado, triunfar en la creación y ser flexible en la fama, buscando desafíos.
Acaricio delicadamente mi cuerpo con una pluma llena de sangre y lamo el camino trazado por el tacto.
La sublime y creciente reserva de mi extremo sufrimiento me inunda de escalofríos como una esfera anhelante.
Él está en la silla, atado por detrás con esposas, con una máscara y mi lápiz labial fucsia.
Yo tengo mi larga y despeinada melena rubia, lápiz labial fucsia en los labios y un delineador de ojos intenso.
Desnudas, yo y las demás... Solo quiero los cuerpos y mis concesiones sobre ellos. La pureza no debe sufrir...
Tiene un físico casi perfecto y ya se excita con su erección.
Ella es impresionante, con pechos tan grandes como los míos.
Le ordeno al esclavo que se arrodille ante mí y bese mi "Pelirroja", y ella se pone a lamerme con locura.
Son mis esclavos, mis sucias vías de escape para el engaño.
Me quedo ahí, tocando su pelo rojo con la mano y siguiéndola.
Soy una nube suspendida preparándome para aclamar a un público, y en la exuberancia de un cáliz, capto la mirada de una máscara que se enciende como una vela, esperando arder y apagarse.
Me corro. Me desmayo. Le ordeno que lleve mi sabor a mis labios y nos besamos frenéticamente.
Al rozar su coño, me doy cuenta de que era un río en pleno caudal.
La agarro del pelo y la acerco a la erección de mi esclavo, y ella empieza a chupar, haciéndolo correrse.
El semen es un cáliz de pensamientos insaciables, una alabanza al precepto de continuar.
Ella lo besa con su aroma, y yo también participo de la oscura burla.
La agarro con fuerza, la estrello contra la pared y empiezo a penetrarla con mis dedos, con la confianza de mi ama. La muerdo y la araño por todas partes. Sus gemidos y el
dolor son un alimento contagioso para mí. Terminamos en el suelo, donde continuamos con nuestro vil moretón.
Se ha corrido varias veces, y la última será cuando me entregue a un arte ancestral llamado "profundidad clítica".
Me encanta morder, arañar y lamer. Su coño debe de haberme recordado a mí y a mis labios.
Él rebosa de placer.
Me levanto, lo provoco con mi pluma, me toco, lo araño y lo muerdo. Las marcas me permiten actuar.
Entonces, maldita sea, me deslizo dentro de su erección y cabalgo sobre la ola.
Esta vez, su aroma se siente acariciado por las plumas, entre la sangre y la perplejidad...
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