Sabores nuevos, ¿Chocolate?.
por
Juan Alberto
género
zoophilia
¡Hola!, me llamo Jocelyn, vivo en una ciudad del norte y he estado casada por más de quince años con Luis. Juntos tenemos un entendimiento sexual maravilloso y puedo decir que hemos hecho de todo al menos una vez, estamos ambos convencidos de que no hay que rechazar sin probar. Es la filosofía que nos rige en nuestra vida sexual, aun cuando tenemos pendiente lo anal.
Hace unos meses una vecina nos dejo a cuidar su perro por el mes de febrero ya que ellos iban al extranjero y dejarlo en un hotel para perros conllevaba un oneroso gasto. Como somos de confianza y nos hemos ayudado mutuamente en diferentes ocasiones, sin titubeos acepté de que nos dejara a “Samy”, un Labrador Retriver de color chocolate. Mi marido era el más contento de todos, ya que es amante de los animales en general y desde hace tiempo que me viene diciendo que quisiera tener un perro. Yo estoy un poco reticente porque al final terminaré yo haciéndome cargo del animal y él terminará desentendiéndose. Pero si se trataba solo de un mes, entonces lo acepté de buena manera.
Marina me trajo a su Samy con mil recomendaciones, que su escudilla del alimento era diferente de la escudilla del agua, que había que bañarlo al menos una vez a la semana con su propio shampo y por ningún motivo el shampo de nosotros, esto y muchas otras consideraciones a tener con el delicado “Samy”. Por supuesto nos dejaron de todo para cuidar al animal por un mes, con todos sus juguetes, su alimento, algunas medicinas para una eventual alergia y otros productos varios.
Samy había sido bañado el día anterior, por lo tanto, lucía un lustroso manto peludo de color chocolate, al tacto era una delicia, su olor era agradable. Tenía una carita muy alegre y miraba con adoración a Marina, su ama. Noté que un par de veces él trato de meter su nariz en su entrepierna y ella lo alejó con firmeza, pero con cariño y pensé que era lo normal, pues todos los perros tienden a hacer lo mismo.
Mi marido tomó la escudilla del agua y la llenó, luego la colocó a la sombra de la higuera, Samy bebió del agua y luego acercó su humanidad al árbol y lanzó un chorro de orina al tronco, nada de especial, todos los perros hacen lo mismo. Se fueron sus amos y nos quedamos con Samy.
Samy se dedico a recorrer nuestro amplio patio y marcar algunos lugares estratégicos según su instinto canino. Mi esposo se quedo para allí embelesado y sonriendo por todas partes, tanto para calmarlo y sacarlo de su ansiedad le pregunté algunas cosas del perro:
—¿Estará limpio? …
—Sí … me dijeron que lo habían bañado anoche …
—¿Cuántos años tendrá? …
—Marina me dijo que lo tenían desde hace cuatro años … y tendrá casi cinco … o algo así …
—¿Y donde lo haremos dormir? …
—Bueno … ellos lo tenían dentro casa … creo que deberíamos mantener sus costumbres … lo haremos dormir dentro …
—Pero no lo vayas a llevar a nuestro dormitorio, ¿verdad? …
—¡Ay!, no seas tan exagerada … le prepararé su colchoncito en el salón o en la cocina …
Lo vi tan entusiasmado que no quise continuar a preguntarle nada. Contento él, feliz yo. Teníamos nuestro huésped perruno por todo el mes.
Le hice espacio en la cocina para sus escudillas de agua y alimento y lo dejamos deambular por toda la casa a su entero placer. Nuestro dormitorio en el segundo piso era Off-limits para él y yo me quedé tranquila con ese programa. A mi me gustan los acuarios, esos pececillos dorados que muestran su belleza y necesitan pocas atenciones, los perros sí, pero no tanto. Iniciamos la semana sin ningún problema, Samy se comportaba de maravillas, yo me encargaba de sus alimentos y mi marido lo sacaba a pasear y hacer sus necesidades. Yo lo veía tan activo, tierno y juguetón que su nombre me pareció de “anciano”, él era joven y vigoroso, le dije a mi marido que podríamos llamarlo “Hércules” o “Sansón”, pero no estuvo de acuerdo, dijo que él tenía su nombre y restaría “Samy” por siempre. No quise insistir.
Mi otro vecino se percató de que teníamos un perro en casa, le dije que era el perro de la vecina de la otra casa y él reconoció a Samy, al parecer el perro también le recordaba, porqué meneando su cola se acercó a él a olfatearlo y le dio una lamida a su mano. El vecino dijo que esta era una raza muy obediente, muy buena con los niños y que necesitan hacer ejercicios diariamente, una caminata de al menos diez kilómetros todos los días, repentinamente me sentí cansada.
Mi marido es comerciante y a veces tiene que ausentarse por razones de negocios. Bueno, sucedió también esta vez, lo llamaron y tuve que ayudarle a empacar su valija y lo acompañe al aeropuerto a tomar su vuelo, estaría ausente por cinco días, me dijo que me dejaba al cuidado de Samy y que él cuidaría de mí, no le di mayor relieve a su comentario, pero no imaginaba cuanta premonición tendrían sus palabras.
Volví a casa pensando a los momentos íntimos que había pasado con mi marido antes de irse, él siempre se despide de mi con una maratón sexual en nuestro lecho matrimonial, tenemos una libido similar, así que me excita verlo excitado y gozo tremendamente de todo lo que él me hace, esta vez no fue diferente, follamos casi las cuarenta y ocho horas antes de su partida, hicimos de todo, no hay límites cuando estamos en nuestra cama. Sentía el vacío enorme que deja su pene en mi vagina, todavía me parecía sentir sus caricias y besos a mi clítoris, antes de irse me bajo las bragas en la cocina y me tomó desde atrás, él sabe que lo disfruto mucho en esa posición. Me llenó, me dejó con las piernas temblando.
Necesitaba urgentemente una ducha. Me serví una taza de café mientras recordaba a mi marido, en eso sentí en el piso las zampas de Samy que entraba a la cocina. Rellené su escudilla con agua fresca, versé un poco de alimento y dejé la puerta de la terraza abierta por si salía a hacer sus necesidades, luego me fui a bañar.
Lo mejor para relajarme es el jacuzzi, siempre funciona para mí y mi humanidad de cuarenta y un años, también me masturbo sintiendo los chorros que estimulan todo mi cuerpo, pero está vez necesitaba solo relajarme sin pensar en nada. Mientras la bañera se llenaba comencé a desvestirme frente al gran espejo que tenemos en el baño, inspeccioné mis amplias caderas, mis senos están firmes pero no tan duros como a los veinticinco-treinta, poco a poco se resignan a la fuerza de gravedad, mi panza esta lisa y en mis caderas se han formado unos casi invisibles rollitos, mi culo se ha ensanchado un poco, pero se ve firme, redondito y si abro mis nalgas veo mi ano que a mi esposo le fascina, sumando y restando estoy bien y me siento del mismo modo, mi marido me hace sentir muy bien.
El agua estaba lista, versé un poco de sales aromáticas, miré a mi alrededor y me doy cuenta de que no tengo una toalla para cuando termine, camino hacia el armario y me agacho a sacar una toalla de las grandes que están en el casillero de abajo, pero no había ninguna, la última la habíamos ocupado mi marido y yo y al tacto se sentía húmeda y yo quería una completamente seca. En el piso de abajo había dejado las que había planchado el día anterior, así que, en mi traje de Eva, bajé las escalas y fui a buscarla, estaba solo yo en casa y no me preocupé de andar desnuda.
El sol iluminaba todo el salón, las cortinas estaban abiertas, pero sabía que nadie podía estar en nuestro patio, entro a la sala de lavado y me agacho a recoger una toalla, mis pesadas tetas penden y se balancean un poco, recuerdo las manos de mi esposo en ellas y cuando se corrió cubriendo con su semen tibio todos mis pezones, instantáneamente siento como estos se endurecen al recordar que luego él metió su hermosa verga en mi boca y termino de correrse en mí.
Sin prestar mucha atención y con tan gratos pensamientos cruzando por mi cabeza, no me percate de que Samy había vuelto y estaba detrás de mí. Seguramente su fino olfato percibió mi coño húmedo y follado con restos de semen de mi marido, solo sentí un lametón que iba de mi coño a mi culo, si hubiera sido mi esposo me hubiese quedado quietecita para que llevara a termino sus carantoñas, él es tan pervertido y travieso, pero no era él, no podía ser él, ¿Entonces quién? Me di vuelta y vi la masa de pelos color chocolate de Samy que acababa de lamer mi coño y mi culo. ¡¡Que lengua tan enorme y formidable!! ¡¡Pero es un perro!! Me sobresalté y le regañé:
—¿Qué demonios crees que haces? …
Era él, con su cara de bobo juguetón me miraba y meneaba su cola animosamente, como si hubiese encontrado algo que le gesta mucho, un chocho, ¡pero yo soy humana!:
—Perro tonto … debes buscarte una perrita para hacer eso … no se hacen estas cosas a quién te da de comer …
No sé si me entendía o no, pero su expresión era de dicha por haber lamido mi coño, además, movía sus patitas como en un baile, que significaba eso, ¿Dame más? ¿Quiero más? Inmediatamente lo volví a increpar:
—¡Olvídate de eso! … ¡Esto no es para ti! …
Le dije mostrándole mi labia vaginal húmeda de su baba. Envuelta en mi toalla limpia subí las escalas para darme el baño. Por fin me deslicé dentro de la vasca con agua tibia, fragante y burbujeante, comencé el proceso de relajación, acaricié mi vientre y mis muslos, luego por mis flancos, después lavé mis pesados senos, me extraño tocar mis pezones y encontrarlos bastante duros, creí haberme relajado y no tener mayores apetitos sexuales. Entonces me recordé del lengüetazo que me había dado Samy, ¿Sería posible que inconscientemente mi cuerpo haya reaccionado a su caricia canina? Rápidamente tomé la esponja y suavicé mis senos borrando todo pensamiento sobre el perro. Cuando salí de la bañera me encontraba más relajada, pero quizás por la proximidad de mi periodo o tal vez por el ardiente sexo tenido con mi marido la noche anterior y temprano esta mañana, mi coño tenía remembranzas con cosquilleos y hormigueos varios. Mi marido siempre me coge muy bien, es aprensivo, siempre se corre después de mí, me encanta su forma de ser.
Por eso no me sorprendía mucho estar nuevamente cachonda, mi esposo logra eso en mí. Una vez en el dormitorio comencé a espalmarme algunas cremas hidratantes y un poco de loción sobre mis pechos. La excitación no me daba paz, necesitaba hacer algo para satisfacerme. Así que busqué en el armario mi caja con los juguetes adecuados a la emergencia, necesitaba una verga que me quitara esa picazón en lo profundo de mi chocho, vacié la caja sobre la cama, cinco consoladores que habíamos comprado junto a mi esposo. Primero uno rosado pequeñito, pero con una fuerte vibración. El segundo uno rojo encendido de, Jelly, largo quince centímetros y medianamente grueso. Después estaba la copia de un porno actor negro, de unos dieciocho centímetros y seis de circunferencia, también estaba el Ohmibod comandado con el celular y por último la verga de un pony de unos treinta centímetros y bastante grueso. Elegí este último, junto al poderoso vibrador rosado, los otros los devolví a la caja, fui por el lubricante acuoso y me regresé a la cama, puse el grueso consolador en medio a mis muslos y el solo hecho de sentirlo así cerca de mi coño, me provoco un fuerte hormigueo en mi bajo vientre.
Acomodé las almohadas y cojines para estar cómoda y con espacio suficiente para follar mi coño, bañé mi concha con el lubricante, mi chocho ya estaba mojado. Tomé el grueso pene de caballo y comencé a forzarlo dentro de mí. Siempre me cuesta un poco hacerlo entrar, mi coño es todavía un poco estrecho, a momentos no entraba, así que me arrodillé y puse el consolador bajo de mí y con el peso de cuerpo lo hice deslizarse dentro de mi hasta la mitad. Gemí y suspiré sintiendo la gruesa verga expandiendo mi coño. Empalada a mitad por la pija de caballo, me dejé caer hacia atrás y llevé el vibrador a la convergencia de mis estirados labios vaginales, casi grito al sentir la potente vibración directa sobre mi clítoris. Rápidamente me corrí una vez, pero algo persistía en mi frenesí por follar, dejé el vibrador a un lado y continué a follar mi conchita y a jugar con mi delicado botoncito provocándome espasmos y chillidos lujuriosos, luego traté de meter mis dedos en la estrechez de mi coño, había bastante jugo, así que recogí un poco en mis dedos y me los llevé a mi boca. Me retorcía, gemía y chillaba procurándome oleadas espasmódicas de orgasmos. Con todo el alboroto, Samy subió las escalas sin que yo me diera cuenta.
Estaba muy caliente, pero aún no me llegaba el gran orgasmo que estaba tratando de procurarme. Abrí más mis piernas y follé mi coño enérgicamente con el falo de treinta centímetros, encorvé mi espalda y mis tetas parecían explotar de un momento a otro. Empecé a sentir la tembladera, empujé lo más adentro posible el gran consolador hasta que toqué esos puntos precisos que me consumían en lujuria, grite y casi me desmayo cuando saqué violentamente el tremendo pene y me corrí demencialmente hasta casi perder el conocimiento. Mientras convulsionaba en presa al potentísimo orgasmo, me pareció ver por el rabillo del ojo una masa peluda color chocolate que se avecinaba y se colaba entre mis piernas. Estaba desarmada e imposibilitada de reaccionar, las olas orgásmicas remecían todo mi cuerpo. Cerré los ojos al sentir la babosa lengua de Samy barriendo mi coño y mi culo, parecía como si el perro comandara los saltos de mi cuerpo con su lengua, mis manos estaban crispadas y grité y me sacudí en un interminable orgasmo. Mi cuerpo rodaba en una nube de lascivia que no cesaba de agitar mi temblorosa pelvis y mi vientre hundido. Nunca me había corrido así tanto, su lengua era simple y abrumadoramente deliciosa. No quería que él se detuviera, abrí más mis piernas y le deje lamerme sin poder contener mi desenfreno erótico. ¿Cómo podía ser posible que la lengua de Samy se sintiera tan condenadamente deleitosa? Era lo mejor que me había sucedido en años. Cuando dejo de lamerme casi sollozaba de alegría, mi coño estaba hinchado y enrojecido. Bajé de la cama y lo abracé agradeciendo la sensación que me había provocado.
La sensación de su suave manto peludo se sentía maravilloso en mi tetas. Me subí a la cama y cuando el saltó a mi lado lo dejé hacer. Lamió mis muslos y mi tembloroso coño. Me sentí caliente otra vez, me giré y Samy prontamente lamió mi culo, con la cabeza hundida en las almohadas, estiré mis manos hacia atrás y abrí mis glúteos, pero me encontraba totalmente exhausta que sin darme cuenta caí dormida. No sé cuanto tiempo había trascurrido, pero Samy estaba echado en la bajada de cama.
Levantó su cabeza cuando vio que me movía. Solo abrí mis piernas y él se alzó con su dulce mirada directa a mi coño. Comenzó a lamer inmediatamente mi sensible cuquita ligeramente doliente, no todos los días mi chocho viene zurrado por una lengua así de áspera. La maravillosa sensación se volvió a manifestar en mí concha mientras perezosamente masajeaba mis voluminosas tetas. La persistencia del perro era abrumadora, ladeaba su cabeza e introducía su lengua un poco plegada y esta dentro de mi vagina se estiraba haciendo una bendita presión de mis paredes vaginales, ni siquiera mi esposo que es un hábil y avezado lamedor de conchas domina una técnica tan bestialmente satisfactoria, gemí placenteramente y acaricié sus orejas.
Tomé el pequeño vibrador y lo apliqué sobre mi clítoris, el zumbido hizo que Samy se alejara confundido. Miraba aprensivamente el artilugio que emitió un par de vibraciones más y se detuvo al agotarse las baterías. Lo deseché bajo la almohada, tomé el grueso pene de Pony y lo puse sobre mi vientre, Samy se acercó y lo lamió, seguramente sintiendo en el mis jugos. Fue entonces cuando lo vi.
Samy estaba tangencialmente a mí y de entre sus piernas pendía una enorme polla. Jamás había visto una pija de perro así de cerca. Ni menos imaginé pudiese ser así de grande. Era de color escarlata con venitas azules y lucía lustroso y resbaladizo. Seguramente eran más de veinte centímetros y grueso como mi muñeca. No pude contenerme de sentir su rigidez, cautamente estiré mi mano hacía ese prodigio de pija. Estaba caliente y húmedo, pero muy suave y agradable al tacto.
Nunca pensé en tener un contacto sexual con un animal, pero como se dice “Nunca digas nunca”, me vinieron unos repentinos deseos de investigar más y experimentar más. Era como si mi cerebro y racionalidad se hubiesen separado de mi cuerpo y comandaban solo mis instintos y mis sensaciones. Además, este era un momento único. Lo pajeé y el perro respondió moviendo sus flancos cómo si follara, esto indudablemente demostraba que le gustaba lo que le estaba haciendo. Arrodillada a su lado me puse en cuatro, Samy lamió mi rostro con su lengua larga y húmeda. Levanté mi torso y él procedió a lamerme entre mis senos. Limpié mi rostro de su saliva mientras él continuaba a lamer mis senos y mi vientre sudados. Se sentía raro, pero no desagradable. Agarré la cabeza del perro y lo tiré hacía el lado, me agaché a mirar su pene, quería verlo bien, quería sentirlo bien, quería hacer más cosas con su pija. Era algo compulsivo e imposible de retenerme. ¿Podría ser considerado esto como una infidelidad con mi marido?
En esa especie de trance e hipnotizada por la pija gordiflona de Samy la cuál apuntaba hacia adelante y se movía ostentosamente de lado a lado, me di cuenta de que algunas gotitas salían de él y caían sobre las sábanas. Quería tomarlo bien en mis manos, quería ver si se sentiría como la polla de mi marido. Puse una mano en su lomo para calmarlo y con la otra aferré decididamente su pija goteadora, realmente una vara incandescente y muy húmeda. Me dio una especie de vértigo, me sentí como embriagada y mi cuerpo tiritó en temblorosas ondas. Ya no podía dejarlo, sus jugos mojaron mi mano, Samy comenzó a follar mi mano en colada a su verga que palpitaba.
—Qué maravillosamente increíble, pensé— sentía en mis dedos los latidos salvajes de su pene escarlata, Samy respiraba jadeando y su lengua colgaba de su hocico, de repente comenzó a moverse más y más rápido con su flancos traseros ligeramente plegados, follaba mi mano con desenfreno.
Entonces vino con una lluvia de semen esparcidos en chorritos trasparentes y calientes. Mi mano estaba cubierta de ese líquido perlado y traslucido. No había modo de que yo soltara esa pija lanzando esos fluidos al aire, la hubiese querido así para toda mi vida. No podía pensar nada solo disfrutar de esta lluvia de esperma que me hacía apretar mis muslos.
Ni siquiera se les ocurra preguntarse por qué hice lo siguiente, pero me relamía mis labios pensando en el sabor de esos jugos. Solté la pija y olí mi mano, después lamí mis dedos bañados de semen, antes de que mi cerebro asimilara el sabor de esos fluidos, metí todos mis dedos a mi boca y los limpié con mi lengua, tenía que enriquecer mi catalogo de sabores y este me faltaba. Me recosté lamiendo mis dedos. No podría describir el sabor exacto de esos jugos, quizás un poco salado y ligeramente amargo al mismo tiempo, pero no era ni malo ni desagradable como hubiese querido pensar. Cuando levanté mi vista, el perro permanecía parado a mi costado y justo a centímetros de mi rostro, su gruesa pija que continuaba a rezumar su esperma y de cuando en vez pequeños chorritos.
Ahí mismo mi boca comenzó a hacerse agua. Me lamí los labios con inusitada lujuria, muy excitada ante la visual de esa enorme verga rojiza. Una millonada de pensamientos atiborró mi cerebro, los pro y los contra, mi angelito bueno y mi angelito malo. Pero si quería probar tenía por fuerza que hacerlo con mi boca. Cuando una luz de criterio comenzó a formarse en mi cerebro, instantáneamente la anulé y me deslicé bajo ese manto color chocolate hasta que la pija chorreante golpeó mi mejilla, luego mi barbilla, unos chorritos escurrieron por mi cuello y abrí mi boca famélica y sedienta. Primero cuidadosamente saboreé la puntita mojada y probé directamente de su polla los juguitos que aún salían débilmente. Si se puede decir eso, estaba bebiendo directamente de la fuente de origen.
Continuaba a verterse semen en mi boca y garganta, le di varias chupadas como hago con mi marido y luego lo engullí por completo, hasta sentir su pene caliente en mis tonsilas y su sabor picante descendiendo por mi laringe, estaba enterrado en lo profundo de mi boca. Creo que realmente me comporté como una puta en celo, realmente estaba disfrutando de esta verga nueva y carnosa. Acerqué mi mano a la hendedura de mi coño y estaba empapado y caliente como el infierno.
Solo Dios sabe cuanto tiempo me quedé con esa fabulosa polla en mi boca, pero era un placer divino e indescriptible, simplemente genial. Así como mi garganta se llenaba de esperma, así también mi cabeza bullía con pensamientos, cuál de todos más caliente. Deseché cualquiera mojigatería o pensamiento negativo, sencillamente me rendí ante la evidencia. Me gustaba el semen del perro. Un montón, tragué todo lo que pude. A momentos el perro dejo de moverse y chorros copiosos explotaron en mi boca, se estaba corriendo directamente en mí garganta. Cada vez que un chorro de perrito caliente salía expulsado de su polla, yo me lo tragaba con avidez como la perra más caliente del planeta. Samy gimió y se relajó, intento alejarse, pero me aferré a él y me colgué de su polla para no perder nada de su eyaculación.
Fueron instantes inolvidables y lujuriosos, sin control de mi parte. Definitivamente era lo más transgresivo, descabellado y perverso que haya hecho hasta ahora, pero no me importaba. Estaba encantada con esta pija de perro que bañaba lo más profundo de mi boca. No estaba segura si se repitiese una ocasión como esta, así que todas mis inhibiciones se derrumbaron y continué a disfrutar de esa gruesa pija, me importaba solo el ahora, el presente y nada más. Lamí sin descanso esa inmensa polla como si fuese la de mi consorte. Pero la cantidad de semen no era la misma, me estaba sofocando, tratando de tragar toda la descarga que Samy estaba vertiendo en mi garganta.
El sabor especial del semen del perro inundaba mis papilas gustativas y de hecho ya no lo encontraba tan extraño, es más, sentí deseos de que hubiera más de esta lechita de perrito caliente. Sin lugar a duda la cantidad era mucho mas copiosa que cualquier eyaculada de mi marido, pero menos densa. Samy se debatía y movía sus patas intranquilo, así que le dejé ir y salto a la alfombra. Me quedé en silencio y me descubrí sonriendo feliz, en tanto, el perro se había echado y lengüeteaba su propia polla que permanecía de dimensiones considerables.
No podía ignorar el anhelo y sensaciones que sentía en mi coño. Pasé suavemente el enorme consolador de caballo entre los labios de mi chocho, miraba la gruesa pija de Samy y restregaba mi coño cada vez más rápido, mi mano libre masajeo mis pezones y luego sentí un impulso incontrolable de correrme, solté el consolador y con mis dedos penetré mi concha, y bajé la mano de mis pezones a refregar mi clítoris, me estaba volviendo loca de placer y al abrir los ojos vi a Samy acercando su lengua áspera a mis labios hinchados. Golpeó directamente mi clítoris y me envió más allá de la frontera de la conciencia. Mi cuerpo convulsiono, metí mi mano a cubrir mi coño tembloroso, me revolqué en la cama tratando de alejarme de esa dulce tortura, chillaba de placer que no podía contener ni aplacar. Repté y nadé sobre las sábanas alejándome del perro que perseguía mi famélico coño excitado al máximo. Exhausta y satisfecha, simplemente me cubrí un poco con el edredón y me desvanecí en un sueño reparador.
Bueno, dormí como una angelita y me desperté con muchas contradicciones. Descubrí que me gustaba el pene de Samy. Ni por más que le diera vuelta al asunto, este no dejaba de ser perverso. Jamás imaginé de tener sexo con nadie más que con mi marido, pero mi cuerpo había experimentado fuertes sensaciones y placenteras dichas que un perro me podía dar. Y lógicamente que quería volver a sentirlas, no se discute, estaba decidida a probar de nuevo, esta primera experiencia no iba a ser la última.
Inicialmente, me sentía un poco culpable de engañar a mi amado esposo. Pero al mismo tiempo no podía rechazar lo que Samy me ofrecía, él era mi nueva pasión.
Me tomó un par de días el darle vueltas al asunto. No me convencía de haber sido tan complaciente con Samy. Lo había hecho participar en mis juegos sexuales. Trataba de encontrar algún motivo o razón para no volver a hacerlo, pero constantemente mi cerebro enviaba confusas cosquillas a mi coño y me convencía de lo maravilloso que me había hecho sentir. Pero fueron solo lamidas y un poco de masturbación. ¿Hasta donde estaba dispuesta a llegar con él? ¿Y que más podría hacer sexualmente con Samy? ¿Podría él lastimarme con esa inmensa pija? ¿Podría enfermarme? ¿Podría embarazarme? Mis inquietudes eran muchas y necesitaba saciar esta curiosidad.
No tenía a nadie a quien preguntar o simplemente explicar lo que me estaba sucediendo, pero la solución estaba más cerca de lo que yo esperaba. Esa tarde saque a Samy a su paseo diario, ciertamente no fueron los diez kilómetros aconsejados por mi vecino. Pero mientras caminaba con él a mi lado, vi a mucha mujeres paseando con sus perros, otras trotando, otras sobre bicicletas y el perro amarrado atrás o al costado. No puedo ser la única que ha jugado con su perro. Apenas llegué a casa, hice beber agua a Samy, tomé mi iPad y me senté a buscar la temática en la internet, me sorprendió ver la gran cantidad de sitios que trataban el tema, algunos con videos y fotografías. ¡¡¡Y no solo de perros con chicas!!! Había caballos, cerdos, serpientes y hasta una rubia flaca magreando la verga de un elefante, ¡¡Increíble!!
Comencé a leer algunas historias y pronto sentí mis bragas empapadas, mis dedos se movieron bajo el elástico y directamente comencé a rascar suavemente mi clítoris. Mis fluidos se acrecentaron y me vi obligada a sacarme las bragas e ir a buscar una gruesa toalla para proteger el diván. Samy estaba echado y casi no me prestaba atención o por lo menos eso era lo que yo pensaba, al pasar por su lado deje caer mis bragas y él se levantó a olfatearlas, al rato estaba con las uñas arañándolas y tratando de encontrar algo más de ese olor que lo volvía loco. Bufaba y resoplaba lengüeteando la delgada y fina tela de las bragas, lo miré divertida. Acomodé la pequeña mesa de centro, subí mis pies en ella y me apoltroné sentada en el diván con mis piernas abiertas para así tener fácil acceso a mi jugoso coño. Me encanta el sabor de mi chocho y en este modo podría bañar mis dedos en mis fluidos y luego llevármelos a la boca. El jugo de coño es jugo del cielo, dice mi marido cada vez que me lame incansablemente mi panocha.
Estaba casi en la gloria tocando mi conchita y leyendo en mi iPad algunas cachondas historias. El perro me observaba atentamente, entonces me di unos golpecitos en mi muslo derecho como había leído en algunas historias para llamar su atención y bastó solo eso para hacerlo levantarse y moverse de carrerita hacia el diván donde yo me encontraba. Lo esperé con la piernas abiertas, primero lamió mis dedos, luego mi monte de venus empapado de fluidos míos. Cuando sentí su lengua deslizarse sobre mis delicados labios mayores, solo dejé caer mi cabeza hacia atrás y gemí en éxtasis, luego me subí a la nube de la lujuria y comencé a derivar sobre el ancho mar del placer.
No paso mucho tiempo antes de que comenzara a estremecerme en una cadena de pequeños orgasmos, poco a poco mi cuerpo convulsionaba sintiendo la entrometida lengua de Samy acariciando mi labia vaginal, todo hacia presagiar la formación de un tremendo orgasmo. Uno de esos donde veo lunas y estrellas y colores como en un caleidoscopio, con mi mente perdida en un limbo de ensueños. Pero esta vez no quería que esa sensación me la proporcionara con su lengua, esta vez quería ir más allá, así que empujé al animal ahora que estaba a tiempo de hacerlo. Bajé mis piernas de la mesita y agachándome lo besé en la fría nariz y mirándolo seriamente le dije:
—Cariño … si quieres más de mi suculento y cladoso chocho, tendrás que esperar …
Samy me miró un tanto inquieto, él quería seguir lamiendo e interpreté su boba expresión como un:
—¡Mami, por qué no me dejas! …
Necesitaba saber un poco más al respecto, así que seguí leyendo. Había muchas historias y consejos sobre sexo con perros. Encontré un Fórum de gente real y me pareció bastante buena la información contenida, se recomendaba cubrir las zampas del perro con calcetas para evitar los rasguños que podrían restar placer a la copulación. Inmediatamente me levanté y fui a buscar las calcetas de lana de mi marido. ¡¡También me llamaron la atención los consejos sobre una penetración anal!! Pero si ni siquiera lo he hecho con mi marido, lo descarté por el momento, mientras leía me frotaba el coño para mantenerlo en ascuas y bien lubricado, se sentía maravilloso.
Estaba excitada al punto en que no podía resistir más, cerré mi iPad y me levanté para salir del salón, Samy me miraba, pero no se había movido, él sabía que no le estaba permitido seguirme al dormitorio, así que antes de subir la escala me di unos golpecitos en mi glúteo, inmediatamente Samy interpretó bien la señal y vino corriendo detrás de mí, y no solo eso, antes de que me percatara estaba lamiendo mis nalgas.
Mientras subía las escalas comencé a desvestirme y antes de ingresar al dormitorio ya estaba completamente desnuda. Cachonda como el infierno y desnuda como un querubín en el paraíso. Mi mente inquieta trataba de domar mi ímpetu como si fuera un disciplinado discípulo, finalmente es ella y no mi cuerpo la que abre todas las puertas de mi concupiscencia que me lleva a los mejores orgasmos y satisfacciones.
Samy no se despegaba de mi trasero y sus lamidas me estaban volviendo loca, me detuve un momento a contemplarme delante del espejo del armario. La figura del perro entre mis piernas se veía divertida, mis pezones se habían levantado y mis tetas parecían más grandes, redondas y duras. Noto mi mechón sobre mi coño lampiño y pienso si no será hora de afeitarlo por completo, pero ni para mi marido ni para el perro este ha sido un obstáculo para lamer mi chocho en forma deliciosa, pienso en dejarlo tal como está.
Samy continuaba a invadir mi entrepierna con su babosa lengua, ya sentía mis muslos mojados por su órgano lingüístico persistente. Me giré hacia él y con mis dedos abrí mi labia vaginal para él, el perro se acomodó inmediatamente a la situación y comenzó a dar lametones directamente en mi coño ¡¡Mi Dios!! Su lengua larga, cálida y húmeda golpeo repetidas veces mi sensible botoncito y mis piernas se descontrolaron y comenzaron a temblar. Mis muecas de placer y lujuria eran evidentes en el espejo, mis gemidos y chillidos eran incontenibles. Miraba al espejo y miraba al perro que perdía su hocico entre mis muslos y daba unos profundos lametazos a mi coño. Me hacía sentir muy caliente. Apoyé mi espalda en el espejo para no caer cuando la primera oleada de convulsiones me encontró ahí de pie y con mi coño atacado por la lengua intrusa de Samy. Sabía que, si el perro no se detenía, seguramente me derribaría y terminaría rodando por el suelo. Hice un acopio de fuerza de voluntad y me deslicé tembleque hasta el borde de mi cama.
Pero Samy no se detuvo, siguió lamiendo mientras yo intentaba de organizarme y encontrar la mejor posición para enfrentar los ataques de su lengua. Es difícil traducir a palabras todas las sensaciones que atravesaban mi cuerpo, mi mente y mi alma. Hasta la más leve brisa disturba la superficie de un lago en calma, pero yo era un torbellino y Samy un vendaval desatado, su lengua estaba en todas partes al mismo tiempo. Levanté un poco mis piernas e hice que me lamiera el culo, sus lamidas eran simplemente exquisitas. Ahora enfrentaba la disyuntiva de dejarlo que continuara a lamerme o hacer que me follara el coño. Como me hubiese gustado tener a mi esposo conmigo para acompañarme en estos frenéticos y lujuriosos momentos, le extraño mucho.
Había entrado en esa especie de trance, como si me hubiese inyectado alguna especie de droga, un aturdimiento previo a un orgasmo demencial y estaba ahí al borde de caer desmayada. Cuando Samy dejo de lamerme me recompuse un poco y lo encontré que se había parado con sus dos patas al borde de la cama y su lengua pendía a un lado de su hocico. Estaba al igual que yo expectante. Él sabía lo que él quería y yo sabía que quería lo mismo que yo. Su polla tiesa, caliente y gorda dentro de mi coño encharcado. Quería que me follara hasta hacer explotar mi cerebro. Estábamos los dos jodidamente calientes.
Metí mi mano bajo su vientre e inmediatamente encontré las joyas de la corona, tenía unos diez a quince centímetros fuera de su funda peluda. Lo toqué y lo masajeé mientras Samy me daba tiernos lengüetazos en mi rostro y cabellos, decididamente esta polla de perro era mucho más grande y gruesa que la de mi marido y yo la quería toda dentro de mí. Una polla monstruosa, debía hacerlo con cuidado y habituarme a sus dimensiones. Poco a poco fui bajando mi coño al borde de la cama, mientras mi pequeña mano acercaba la inmensa pija a mi labia mojada, pasé la punta y la apoyé en mi coño. ¡¡Quería que me follara ahora ya!!
Gracias a la abundante literatura que había estudiado a cabalidad, sabía que una vez que el perro centra el coño es imposible detenerlo. Así que cautelosamente hacía deslizar su enorme pija sobre mis hinchados y empapados labios. Él sentía la proximidad de mi coño y daba saltitos para tratar de empalarme en su aguzada pija regordeta. Deslicé su mastodóntica polla por el surco entre mis nalgas y me convencí inmediatamente de que me resultaría imposible recibir tamaña verga en mi culo, ni siquiera a mi marido le había concedido todavía mí trasero. Pero quería que me follara y el perro también lo sabía y lo quería. Con gemidos y suspiros agarré bien su gran pija y la dirigí contra la hendedura vaginal de mi coño empapado.
Estando ambos tan ansiosos, él sintió la cálida humedad de mi chocho y empujó con fuerza, pero resbaló fuera y me tomó un tiempo en volver a apuntarla contra mi vagina. Luego fue como un relámpago de luz enceguecedora, un sol brillante obnubilo mi cerebro y casi me borré al sentirlo penetrarme profundamente, jadeé y chillé en desesperación. ¡¡Su polla estaba dentro de mí!! ¡¡Su gigantesca polla me había penetrado!! ¡¡Su polla de perro era realmente grande!!
Al principio me dolió y hasta pensé en zafarme y alejarlo, pero me contuve y aguanté, le dejé hacer lo que su pija de perro tenía que hacer, ¡¡Llenar mi coño!! Paso cerca de un minuto antes de empezar a sentir lo maravilloso que era. El dolor dio paso a las sensaciones más increíbles que jamás haya experimentado mi chocho. Mi coño estaba lleno a reventar con su pija colosal, casi no podía respirar cuando algo más grande y caliente empujo mis paredes vaginales. Me abracé a él para que me follara con todo su ímpetu animal y me lo metió todo. ¡¡Me tenía anudada!!
Samy me martilleaba sin descanso, los incipientes orgasmos que me había hecho sentir mientras me lamía, ahora se habían convertido en una cadena de estruendosa tormenta de orgasmos sin final. Me contorsionaba pendiendo de su verga incrustada profundamente en mí. Lloré, sollocé, gemí, grité, chillé en convulsiones que hacían temblar todo mi cuerpo. Mi coño estaba colmado de pija de perro. Samy me folló enérgicamente mientras yo gritaba y me deleitaba de sus embistes que no quería que jamás terminaran. Acaricié mis pezones y los sentí duros como nunca. ¡¡Me había convertido en una perra amante de perros!! ¡¡Oh, Dios!! ¡¡Cuánto me gustaba!!
Agarré los mofletes del perro le di un beso y le gruñí que me siguiera follando, me agarraba a sus pelos y lo tironeaba instándolo a moverse más fuerte, mi coño quería más de esa maravillosa pija. Me comencé a preparar para el inminente orgasmo que sabía se estaba gestando dentro de mí, entendí que iba a ser bestial y explosivo y eso es como yo lo quería.
Y así no más fue, llego al improviso y con grandes e incontrolables convulsiones. No se como envolví mis piernas alrededor del perro para sentir el bombeo de su semen dentro de mi matriz, le rogué que siguiera y no se detuviera, sentía como empujón tras empujón su lava caliente erupcionaba y bañaba todas mis entrañas, una copiosa marejada de semen se derramaba en mi coño que succionaba esa pija bendita más y más adentro de mí. El perro jadeaba y de su lengua estilaba saliva entre mis adoloridas y excitadas tetas, pero era un dolor maravilloso y placentero.
Las oleadas de placer se subseguían una detrás de otra, era una sensación de pervertido bienestar, todos los vellos de mi cuerpo estaban erizados y mi piel hipersensible. Mis pies estaban crispados al igual que mis manos. Era una cosa vertiginosa, un torbellino de pasión enloquecida y agónica. Suspiré, gemí, babeé y hasta lloré de felicidad plena. Luego mis piernas se aflojaron y tocaron el suelo, mi cuerpo todavía temblaba, pero mi orgasmo estaba en su fase final.
No se cuanto tiempo me quedé pegada a Samy, pero él me tenía fuertemente anudada con su pija y nudo gigantesco. Lo sentí que trato de zafarse un par de veces, pero era doloroso para mí y supongo que también para él. Absolutamente no podía moverme, él me tenía pegada y su peso también era un impedimento a mis movimientos. Tenía la boca seca, me moría por un vaso de alguna bebida fría y refrescante. Por mi posición y el peso del animal comenzó a dolerme la espalda. Intenté recordar que decían las historias que había leído y que hacer en estas situaciones. Pero estaba ahí inerme y a la merced de la pija de Samy.
Enseguida él se alborotó un poco y tironeo con una especie de tiritones, esta vez le resultó y su pija salió disparada de mi coño con un fuerte chasquido junto a un aluvión de semen que rebotó y se esparció en el suelo. Por fin mi coño había sido liberado, inmediatamente me lleve la mano allí, estaba adolorida, no todos los días me folla una pija excepcionalmente grande y continuaba a rezumar de mi concha una gran cantidad de esperma.
Exhausta y calmada, me recosté mirando hacia el techo con una pierna estirada y la otra plegada para tocar mi coño, lo sentí completamente abierto después del maravilloso ataque al que había estado sometido. No tenía ningún sentimiento de arrepentimiento. De que había hecho algo demasiado pervertido, sí lo sabía y estaba consciente de ello. No tenía nada de que avergonzarme. Todo había sido delicioso de principio a fin. Había hecho el amor con un perro y había resultado algo formidable. Había un solo punto que me hacía preocupar: ¿Debía decírselo a mi marido? Muchos pensamiento rondaron por mi cabeza, algunos confusos, debía pensarlo y meditarlo un poco más, no debía apresurarme. Giré mi cabeza y en un rincón, Samy yacía lamiendo su enorme polla, no había nada más tierno y dulce de mirar.
Hice acopio de mis últimas energías y me levanté para meterme directamente bajo la ducha y recuperar fuerzas, fue una ducha corta, solo para despejar mi mente. Enseguida bajé a la cocina en busca de algo de beber, saqué del refrigerador una lata de bebida cola y bebí con avidez, me sentí mucho mejor. Cuando bajé la lata, me di cuenta de que Samy estaba a mi lado. Parecía un poco cauteloso, le rasqueteé su cabeza y llené su escudilla con agua fresca, luego me senté, así como estaba, totalmente desnuda en la cocina.
Esa tarde mi esposo llamó como acostumbraba a hacer todos los días. Yo estaba sentada en el sofá con una copa de vino blanco. Conversamos de todo o casi, pero estaba demasiado cansada como para entablar un dialogo coherente con él sobre lo sucedido con Samy. Dejé todo eso para cuando él regrese, que iba a ser el día siguiente.
Cuando me fui a la cama, estaba un poco mareada, tal vez por el buen vino, pero también por las exquisitas sensaciones que todavía sentía mí cuerpo después de haber follado con Samy. Había solo un argumento que me preocupaba: Decírselo o no a mi marido. ¿Cómo la tomaría él?
Mi sueño no fue del todo tranquilo, soñé mucho de sexo. Todas las historias que había leído y el hecho mismo de haber follado con Samy. Me levanté con todo mi cuerpo doliente, incluso hice salir a Samy al jardín y lo dejé fuera de casa. No tenía energías de nada. Me dedique todo el día a reposar en espera de mi marido.
Lo fui a buscar al aeropuerto y en el camino a casa le conté que le tenía novedades, él no insistió y yo no tenía ganas de iniciar una conversación delicada en el carro.
Cuando terminamos de ordenar todo, nos sentamos en el jardín con sendas copas de vino. Entonces le conté todo, frunció el ceño, pero luego de responder a todas sus interrogantes, le mencioné que estaba dispuesta a probar su verga en mi trasero, su rostro se distendió y me preguntó si estaba de acuerdo en que tuviéramos nuestro propio perro, por supuesto que le dije que sí. Así que este fin de semana iremos en busca de nuestro propio guardián, además, me dijo que era yo quien tenía que elegirlo. Nos fuimos a la cama, follamos como conejos, le di finalmente mi trasero, pero ahora no puedo dormir pensando en que perro elegir …
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luisa_luisa4634@yahoo.com
Hace unos meses una vecina nos dejo a cuidar su perro por el mes de febrero ya que ellos iban al extranjero y dejarlo en un hotel para perros conllevaba un oneroso gasto. Como somos de confianza y nos hemos ayudado mutuamente en diferentes ocasiones, sin titubeos acepté de que nos dejara a “Samy”, un Labrador Retriver de color chocolate. Mi marido era el más contento de todos, ya que es amante de los animales en general y desde hace tiempo que me viene diciendo que quisiera tener un perro. Yo estoy un poco reticente porque al final terminaré yo haciéndome cargo del animal y él terminará desentendiéndose. Pero si se trataba solo de un mes, entonces lo acepté de buena manera.
Marina me trajo a su Samy con mil recomendaciones, que su escudilla del alimento era diferente de la escudilla del agua, que había que bañarlo al menos una vez a la semana con su propio shampo y por ningún motivo el shampo de nosotros, esto y muchas otras consideraciones a tener con el delicado “Samy”. Por supuesto nos dejaron de todo para cuidar al animal por un mes, con todos sus juguetes, su alimento, algunas medicinas para una eventual alergia y otros productos varios.
Samy había sido bañado el día anterior, por lo tanto, lucía un lustroso manto peludo de color chocolate, al tacto era una delicia, su olor era agradable. Tenía una carita muy alegre y miraba con adoración a Marina, su ama. Noté que un par de veces él trato de meter su nariz en su entrepierna y ella lo alejó con firmeza, pero con cariño y pensé que era lo normal, pues todos los perros tienden a hacer lo mismo.
Mi marido tomó la escudilla del agua y la llenó, luego la colocó a la sombra de la higuera, Samy bebió del agua y luego acercó su humanidad al árbol y lanzó un chorro de orina al tronco, nada de especial, todos los perros hacen lo mismo. Se fueron sus amos y nos quedamos con Samy.
Samy se dedico a recorrer nuestro amplio patio y marcar algunos lugares estratégicos según su instinto canino. Mi esposo se quedo para allí embelesado y sonriendo por todas partes, tanto para calmarlo y sacarlo de su ansiedad le pregunté algunas cosas del perro:
—¿Estará limpio? …
—Sí … me dijeron que lo habían bañado anoche …
—¿Cuántos años tendrá? …
—Marina me dijo que lo tenían desde hace cuatro años … y tendrá casi cinco … o algo así …
—¿Y donde lo haremos dormir? …
—Bueno … ellos lo tenían dentro casa … creo que deberíamos mantener sus costumbres … lo haremos dormir dentro …
—Pero no lo vayas a llevar a nuestro dormitorio, ¿verdad? …
—¡Ay!, no seas tan exagerada … le prepararé su colchoncito en el salón o en la cocina …
Lo vi tan entusiasmado que no quise continuar a preguntarle nada. Contento él, feliz yo. Teníamos nuestro huésped perruno por todo el mes.
Le hice espacio en la cocina para sus escudillas de agua y alimento y lo dejamos deambular por toda la casa a su entero placer. Nuestro dormitorio en el segundo piso era Off-limits para él y yo me quedé tranquila con ese programa. A mi me gustan los acuarios, esos pececillos dorados que muestran su belleza y necesitan pocas atenciones, los perros sí, pero no tanto. Iniciamos la semana sin ningún problema, Samy se comportaba de maravillas, yo me encargaba de sus alimentos y mi marido lo sacaba a pasear y hacer sus necesidades. Yo lo veía tan activo, tierno y juguetón que su nombre me pareció de “anciano”, él era joven y vigoroso, le dije a mi marido que podríamos llamarlo “Hércules” o “Sansón”, pero no estuvo de acuerdo, dijo que él tenía su nombre y restaría “Samy” por siempre. No quise insistir.
Mi otro vecino se percató de que teníamos un perro en casa, le dije que era el perro de la vecina de la otra casa y él reconoció a Samy, al parecer el perro también le recordaba, porqué meneando su cola se acercó a él a olfatearlo y le dio una lamida a su mano. El vecino dijo que esta era una raza muy obediente, muy buena con los niños y que necesitan hacer ejercicios diariamente, una caminata de al menos diez kilómetros todos los días, repentinamente me sentí cansada.
Mi marido es comerciante y a veces tiene que ausentarse por razones de negocios. Bueno, sucedió también esta vez, lo llamaron y tuve que ayudarle a empacar su valija y lo acompañe al aeropuerto a tomar su vuelo, estaría ausente por cinco días, me dijo que me dejaba al cuidado de Samy y que él cuidaría de mí, no le di mayor relieve a su comentario, pero no imaginaba cuanta premonición tendrían sus palabras.
Volví a casa pensando a los momentos íntimos que había pasado con mi marido antes de irse, él siempre se despide de mi con una maratón sexual en nuestro lecho matrimonial, tenemos una libido similar, así que me excita verlo excitado y gozo tremendamente de todo lo que él me hace, esta vez no fue diferente, follamos casi las cuarenta y ocho horas antes de su partida, hicimos de todo, no hay límites cuando estamos en nuestra cama. Sentía el vacío enorme que deja su pene en mi vagina, todavía me parecía sentir sus caricias y besos a mi clítoris, antes de irse me bajo las bragas en la cocina y me tomó desde atrás, él sabe que lo disfruto mucho en esa posición. Me llenó, me dejó con las piernas temblando.
Necesitaba urgentemente una ducha. Me serví una taza de café mientras recordaba a mi marido, en eso sentí en el piso las zampas de Samy que entraba a la cocina. Rellené su escudilla con agua fresca, versé un poco de alimento y dejé la puerta de la terraza abierta por si salía a hacer sus necesidades, luego me fui a bañar.
Lo mejor para relajarme es el jacuzzi, siempre funciona para mí y mi humanidad de cuarenta y un años, también me masturbo sintiendo los chorros que estimulan todo mi cuerpo, pero está vez necesitaba solo relajarme sin pensar en nada. Mientras la bañera se llenaba comencé a desvestirme frente al gran espejo que tenemos en el baño, inspeccioné mis amplias caderas, mis senos están firmes pero no tan duros como a los veinticinco-treinta, poco a poco se resignan a la fuerza de gravedad, mi panza esta lisa y en mis caderas se han formado unos casi invisibles rollitos, mi culo se ha ensanchado un poco, pero se ve firme, redondito y si abro mis nalgas veo mi ano que a mi esposo le fascina, sumando y restando estoy bien y me siento del mismo modo, mi marido me hace sentir muy bien.
El agua estaba lista, versé un poco de sales aromáticas, miré a mi alrededor y me doy cuenta de que no tengo una toalla para cuando termine, camino hacia el armario y me agacho a sacar una toalla de las grandes que están en el casillero de abajo, pero no había ninguna, la última la habíamos ocupado mi marido y yo y al tacto se sentía húmeda y yo quería una completamente seca. En el piso de abajo había dejado las que había planchado el día anterior, así que, en mi traje de Eva, bajé las escalas y fui a buscarla, estaba solo yo en casa y no me preocupé de andar desnuda.
El sol iluminaba todo el salón, las cortinas estaban abiertas, pero sabía que nadie podía estar en nuestro patio, entro a la sala de lavado y me agacho a recoger una toalla, mis pesadas tetas penden y se balancean un poco, recuerdo las manos de mi esposo en ellas y cuando se corrió cubriendo con su semen tibio todos mis pezones, instantáneamente siento como estos se endurecen al recordar que luego él metió su hermosa verga en mi boca y termino de correrse en mí.
Sin prestar mucha atención y con tan gratos pensamientos cruzando por mi cabeza, no me percate de que Samy había vuelto y estaba detrás de mí. Seguramente su fino olfato percibió mi coño húmedo y follado con restos de semen de mi marido, solo sentí un lametón que iba de mi coño a mi culo, si hubiera sido mi esposo me hubiese quedado quietecita para que llevara a termino sus carantoñas, él es tan pervertido y travieso, pero no era él, no podía ser él, ¿Entonces quién? Me di vuelta y vi la masa de pelos color chocolate de Samy que acababa de lamer mi coño y mi culo. ¡¡Que lengua tan enorme y formidable!! ¡¡Pero es un perro!! Me sobresalté y le regañé:
—¿Qué demonios crees que haces? …
Era él, con su cara de bobo juguetón me miraba y meneaba su cola animosamente, como si hubiese encontrado algo que le gesta mucho, un chocho, ¡pero yo soy humana!:
—Perro tonto … debes buscarte una perrita para hacer eso … no se hacen estas cosas a quién te da de comer …
No sé si me entendía o no, pero su expresión era de dicha por haber lamido mi coño, además, movía sus patitas como en un baile, que significaba eso, ¿Dame más? ¿Quiero más? Inmediatamente lo volví a increpar:
—¡Olvídate de eso! … ¡Esto no es para ti! …
Le dije mostrándole mi labia vaginal húmeda de su baba. Envuelta en mi toalla limpia subí las escalas para darme el baño. Por fin me deslicé dentro de la vasca con agua tibia, fragante y burbujeante, comencé el proceso de relajación, acaricié mi vientre y mis muslos, luego por mis flancos, después lavé mis pesados senos, me extraño tocar mis pezones y encontrarlos bastante duros, creí haberme relajado y no tener mayores apetitos sexuales. Entonces me recordé del lengüetazo que me había dado Samy, ¿Sería posible que inconscientemente mi cuerpo haya reaccionado a su caricia canina? Rápidamente tomé la esponja y suavicé mis senos borrando todo pensamiento sobre el perro. Cuando salí de la bañera me encontraba más relajada, pero quizás por la proximidad de mi periodo o tal vez por el ardiente sexo tenido con mi marido la noche anterior y temprano esta mañana, mi coño tenía remembranzas con cosquilleos y hormigueos varios. Mi marido siempre me coge muy bien, es aprensivo, siempre se corre después de mí, me encanta su forma de ser.
Por eso no me sorprendía mucho estar nuevamente cachonda, mi esposo logra eso en mí. Una vez en el dormitorio comencé a espalmarme algunas cremas hidratantes y un poco de loción sobre mis pechos. La excitación no me daba paz, necesitaba hacer algo para satisfacerme. Así que busqué en el armario mi caja con los juguetes adecuados a la emergencia, necesitaba una verga que me quitara esa picazón en lo profundo de mi chocho, vacié la caja sobre la cama, cinco consoladores que habíamos comprado junto a mi esposo. Primero uno rosado pequeñito, pero con una fuerte vibración. El segundo uno rojo encendido de, Jelly, largo quince centímetros y medianamente grueso. Después estaba la copia de un porno actor negro, de unos dieciocho centímetros y seis de circunferencia, también estaba el Ohmibod comandado con el celular y por último la verga de un pony de unos treinta centímetros y bastante grueso. Elegí este último, junto al poderoso vibrador rosado, los otros los devolví a la caja, fui por el lubricante acuoso y me regresé a la cama, puse el grueso consolador en medio a mis muslos y el solo hecho de sentirlo así cerca de mi coño, me provoco un fuerte hormigueo en mi bajo vientre.
Acomodé las almohadas y cojines para estar cómoda y con espacio suficiente para follar mi coño, bañé mi concha con el lubricante, mi chocho ya estaba mojado. Tomé el grueso pene de caballo y comencé a forzarlo dentro de mí. Siempre me cuesta un poco hacerlo entrar, mi coño es todavía un poco estrecho, a momentos no entraba, así que me arrodillé y puse el consolador bajo de mí y con el peso de cuerpo lo hice deslizarse dentro de mi hasta la mitad. Gemí y suspiré sintiendo la gruesa verga expandiendo mi coño. Empalada a mitad por la pija de caballo, me dejé caer hacia atrás y llevé el vibrador a la convergencia de mis estirados labios vaginales, casi grito al sentir la potente vibración directa sobre mi clítoris. Rápidamente me corrí una vez, pero algo persistía en mi frenesí por follar, dejé el vibrador a un lado y continué a follar mi conchita y a jugar con mi delicado botoncito provocándome espasmos y chillidos lujuriosos, luego traté de meter mis dedos en la estrechez de mi coño, había bastante jugo, así que recogí un poco en mis dedos y me los llevé a mi boca. Me retorcía, gemía y chillaba procurándome oleadas espasmódicas de orgasmos. Con todo el alboroto, Samy subió las escalas sin que yo me diera cuenta.
Estaba muy caliente, pero aún no me llegaba el gran orgasmo que estaba tratando de procurarme. Abrí más mis piernas y follé mi coño enérgicamente con el falo de treinta centímetros, encorvé mi espalda y mis tetas parecían explotar de un momento a otro. Empecé a sentir la tembladera, empujé lo más adentro posible el gran consolador hasta que toqué esos puntos precisos que me consumían en lujuria, grite y casi me desmayo cuando saqué violentamente el tremendo pene y me corrí demencialmente hasta casi perder el conocimiento. Mientras convulsionaba en presa al potentísimo orgasmo, me pareció ver por el rabillo del ojo una masa peluda color chocolate que se avecinaba y se colaba entre mis piernas. Estaba desarmada e imposibilitada de reaccionar, las olas orgásmicas remecían todo mi cuerpo. Cerré los ojos al sentir la babosa lengua de Samy barriendo mi coño y mi culo, parecía como si el perro comandara los saltos de mi cuerpo con su lengua, mis manos estaban crispadas y grité y me sacudí en un interminable orgasmo. Mi cuerpo rodaba en una nube de lascivia que no cesaba de agitar mi temblorosa pelvis y mi vientre hundido. Nunca me había corrido así tanto, su lengua era simple y abrumadoramente deliciosa. No quería que él se detuviera, abrí más mis piernas y le deje lamerme sin poder contener mi desenfreno erótico. ¿Cómo podía ser posible que la lengua de Samy se sintiera tan condenadamente deleitosa? Era lo mejor que me había sucedido en años. Cuando dejo de lamerme casi sollozaba de alegría, mi coño estaba hinchado y enrojecido. Bajé de la cama y lo abracé agradeciendo la sensación que me había provocado.
La sensación de su suave manto peludo se sentía maravilloso en mi tetas. Me subí a la cama y cuando el saltó a mi lado lo dejé hacer. Lamió mis muslos y mi tembloroso coño. Me sentí caliente otra vez, me giré y Samy prontamente lamió mi culo, con la cabeza hundida en las almohadas, estiré mis manos hacia atrás y abrí mis glúteos, pero me encontraba totalmente exhausta que sin darme cuenta caí dormida. No sé cuanto tiempo había trascurrido, pero Samy estaba echado en la bajada de cama.
Levantó su cabeza cuando vio que me movía. Solo abrí mis piernas y él se alzó con su dulce mirada directa a mi coño. Comenzó a lamer inmediatamente mi sensible cuquita ligeramente doliente, no todos los días mi chocho viene zurrado por una lengua así de áspera. La maravillosa sensación se volvió a manifestar en mí concha mientras perezosamente masajeaba mis voluminosas tetas. La persistencia del perro era abrumadora, ladeaba su cabeza e introducía su lengua un poco plegada y esta dentro de mi vagina se estiraba haciendo una bendita presión de mis paredes vaginales, ni siquiera mi esposo que es un hábil y avezado lamedor de conchas domina una técnica tan bestialmente satisfactoria, gemí placenteramente y acaricié sus orejas.
Tomé el pequeño vibrador y lo apliqué sobre mi clítoris, el zumbido hizo que Samy se alejara confundido. Miraba aprensivamente el artilugio que emitió un par de vibraciones más y se detuvo al agotarse las baterías. Lo deseché bajo la almohada, tomé el grueso pene de Pony y lo puse sobre mi vientre, Samy se acercó y lo lamió, seguramente sintiendo en el mis jugos. Fue entonces cuando lo vi.
Samy estaba tangencialmente a mí y de entre sus piernas pendía una enorme polla. Jamás había visto una pija de perro así de cerca. Ni menos imaginé pudiese ser así de grande. Era de color escarlata con venitas azules y lucía lustroso y resbaladizo. Seguramente eran más de veinte centímetros y grueso como mi muñeca. No pude contenerme de sentir su rigidez, cautamente estiré mi mano hacía ese prodigio de pija. Estaba caliente y húmedo, pero muy suave y agradable al tacto.
Nunca pensé en tener un contacto sexual con un animal, pero como se dice “Nunca digas nunca”, me vinieron unos repentinos deseos de investigar más y experimentar más. Era como si mi cerebro y racionalidad se hubiesen separado de mi cuerpo y comandaban solo mis instintos y mis sensaciones. Además, este era un momento único. Lo pajeé y el perro respondió moviendo sus flancos cómo si follara, esto indudablemente demostraba que le gustaba lo que le estaba haciendo. Arrodillada a su lado me puse en cuatro, Samy lamió mi rostro con su lengua larga y húmeda. Levanté mi torso y él procedió a lamerme entre mis senos. Limpié mi rostro de su saliva mientras él continuaba a lamer mis senos y mi vientre sudados. Se sentía raro, pero no desagradable. Agarré la cabeza del perro y lo tiré hacía el lado, me agaché a mirar su pene, quería verlo bien, quería sentirlo bien, quería hacer más cosas con su pija. Era algo compulsivo e imposible de retenerme. ¿Podría ser considerado esto como una infidelidad con mi marido?
En esa especie de trance e hipnotizada por la pija gordiflona de Samy la cuál apuntaba hacia adelante y se movía ostentosamente de lado a lado, me di cuenta de que algunas gotitas salían de él y caían sobre las sábanas. Quería tomarlo bien en mis manos, quería ver si se sentiría como la polla de mi marido. Puse una mano en su lomo para calmarlo y con la otra aferré decididamente su pija goteadora, realmente una vara incandescente y muy húmeda. Me dio una especie de vértigo, me sentí como embriagada y mi cuerpo tiritó en temblorosas ondas. Ya no podía dejarlo, sus jugos mojaron mi mano, Samy comenzó a follar mi mano en colada a su verga que palpitaba.
—Qué maravillosamente increíble, pensé— sentía en mis dedos los latidos salvajes de su pene escarlata, Samy respiraba jadeando y su lengua colgaba de su hocico, de repente comenzó a moverse más y más rápido con su flancos traseros ligeramente plegados, follaba mi mano con desenfreno.
Entonces vino con una lluvia de semen esparcidos en chorritos trasparentes y calientes. Mi mano estaba cubierta de ese líquido perlado y traslucido. No había modo de que yo soltara esa pija lanzando esos fluidos al aire, la hubiese querido así para toda mi vida. No podía pensar nada solo disfrutar de esta lluvia de esperma que me hacía apretar mis muslos.
Ni siquiera se les ocurra preguntarse por qué hice lo siguiente, pero me relamía mis labios pensando en el sabor de esos jugos. Solté la pija y olí mi mano, después lamí mis dedos bañados de semen, antes de que mi cerebro asimilara el sabor de esos fluidos, metí todos mis dedos a mi boca y los limpié con mi lengua, tenía que enriquecer mi catalogo de sabores y este me faltaba. Me recosté lamiendo mis dedos. No podría describir el sabor exacto de esos jugos, quizás un poco salado y ligeramente amargo al mismo tiempo, pero no era ni malo ni desagradable como hubiese querido pensar. Cuando levanté mi vista, el perro permanecía parado a mi costado y justo a centímetros de mi rostro, su gruesa pija que continuaba a rezumar su esperma y de cuando en vez pequeños chorritos.
Ahí mismo mi boca comenzó a hacerse agua. Me lamí los labios con inusitada lujuria, muy excitada ante la visual de esa enorme verga rojiza. Una millonada de pensamientos atiborró mi cerebro, los pro y los contra, mi angelito bueno y mi angelito malo. Pero si quería probar tenía por fuerza que hacerlo con mi boca. Cuando una luz de criterio comenzó a formarse en mi cerebro, instantáneamente la anulé y me deslicé bajo ese manto color chocolate hasta que la pija chorreante golpeó mi mejilla, luego mi barbilla, unos chorritos escurrieron por mi cuello y abrí mi boca famélica y sedienta. Primero cuidadosamente saboreé la puntita mojada y probé directamente de su polla los juguitos que aún salían débilmente. Si se puede decir eso, estaba bebiendo directamente de la fuente de origen.
Continuaba a verterse semen en mi boca y garganta, le di varias chupadas como hago con mi marido y luego lo engullí por completo, hasta sentir su pene caliente en mis tonsilas y su sabor picante descendiendo por mi laringe, estaba enterrado en lo profundo de mi boca. Creo que realmente me comporté como una puta en celo, realmente estaba disfrutando de esta verga nueva y carnosa. Acerqué mi mano a la hendedura de mi coño y estaba empapado y caliente como el infierno.
Solo Dios sabe cuanto tiempo me quedé con esa fabulosa polla en mi boca, pero era un placer divino e indescriptible, simplemente genial. Así como mi garganta se llenaba de esperma, así también mi cabeza bullía con pensamientos, cuál de todos más caliente. Deseché cualquiera mojigatería o pensamiento negativo, sencillamente me rendí ante la evidencia. Me gustaba el semen del perro. Un montón, tragué todo lo que pude. A momentos el perro dejo de moverse y chorros copiosos explotaron en mi boca, se estaba corriendo directamente en mí garganta. Cada vez que un chorro de perrito caliente salía expulsado de su polla, yo me lo tragaba con avidez como la perra más caliente del planeta. Samy gimió y se relajó, intento alejarse, pero me aferré a él y me colgué de su polla para no perder nada de su eyaculación.
Fueron instantes inolvidables y lujuriosos, sin control de mi parte. Definitivamente era lo más transgresivo, descabellado y perverso que haya hecho hasta ahora, pero no me importaba. Estaba encantada con esta pija de perro que bañaba lo más profundo de mi boca. No estaba segura si se repitiese una ocasión como esta, así que todas mis inhibiciones se derrumbaron y continué a disfrutar de esa gruesa pija, me importaba solo el ahora, el presente y nada más. Lamí sin descanso esa inmensa polla como si fuese la de mi consorte. Pero la cantidad de semen no era la misma, me estaba sofocando, tratando de tragar toda la descarga que Samy estaba vertiendo en mi garganta.
El sabor especial del semen del perro inundaba mis papilas gustativas y de hecho ya no lo encontraba tan extraño, es más, sentí deseos de que hubiera más de esta lechita de perrito caliente. Sin lugar a duda la cantidad era mucho mas copiosa que cualquier eyaculada de mi marido, pero menos densa. Samy se debatía y movía sus patas intranquilo, así que le dejé ir y salto a la alfombra. Me quedé en silencio y me descubrí sonriendo feliz, en tanto, el perro se había echado y lengüeteaba su propia polla que permanecía de dimensiones considerables.
No podía ignorar el anhelo y sensaciones que sentía en mi coño. Pasé suavemente el enorme consolador de caballo entre los labios de mi chocho, miraba la gruesa pija de Samy y restregaba mi coño cada vez más rápido, mi mano libre masajeo mis pezones y luego sentí un impulso incontrolable de correrme, solté el consolador y con mis dedos penetré mi concha, y bajé la mano de mis pezones a refregar mi clítoris, me estaba volviendo loca de placer y al abrir los ojos vi a Samy acercando su lengua áspera a mis labios hinchados. Golpeó directamente mi clítoris y me envió más allá de la frontera de la conciencia. Mi cuerpo convulsiono, metí mi mano a cubrir mi coño tembloroso, me revolqué en la cama tratando de alejarme de esa dulce tortura, chillaba de placer que no podía contener ni aplacar. Repté y nadé sobre las sábanas alejándome del perro que perseguía mi famélico coño excitado al máximo. Exhausta y satisfecha, simplemente me cubrí un poco con el edredón y me desvanecí en un sueño reparador.
Bueno, dormí como una angelita y me desperté con muchas contradicciones. Descubrí que me gustaba el pene de Samy. Ni por más que le diera vuelta al asunto, este no dejaba de ser perverso. Jamás imaginé de tener sexo con nadie más que con mi marido, pero mi cuerpo había experimentado fuertes sensaciones y placenteras dichas que un perro me podía dar. Y lógicamente que quería volver a sentirlas, no se discute, estaba decidida a probar de nuevo, esta primera experiencia no iba a ser la última.
Inicialmente, me sentía un poco culpable de engañar a mi amado esposo. Pero al mismo tiempo no podía rechazar lo que Samy me ofrecía, él era mi nueva pasión.
Me tomó un par de días el darle vueltas al asunto. No me convencía de haber sido tan complaciente con Samy. Lo había hecho participar en mis juegos sexuales. Trataba de encontrar algún motivo o razón para no volver a hacerlo, pero constantemente mi cerebro enviaba confusas cosquillas a mi coño y me convencía de lo maravilloso que me había hecho sentir. Pero fueron solo lamidas y un poco de masturbación. ¿Hasta donde estaba dispuesta a llegar con él? ¿Y que más podría hacer sexualmente con Samy? ¿Podría él lastimarme con esa inmensa pija? ¿Podría enfermarme? ¿Podría embarazarme? Mis inquietudes eran muchas y necesitaba saciar esta curiosidad.
No tenía a nadie a quien preguntar o simplemente explicar lo que me estaba sucediendo, pero la solución estaba más cerca de lo que yo esperaba. Esa tarde saque a Samy a su paseo diario, ciertamente no fueron los diez kilómetros aconsejados por mi vecino. Pero mientras caminaba con él a mi lado, vi a mucha mujeres paseando con sus perros, otras trotando, otras sobre bicicletas y el perro amarrado atrás o al costado. No puedo ser la única que ha jugado con su perro. Apenas llegué a casa, hice beber agua a Samy, tomé mi iPad y me senté a buscar la temática en la internet, me sorprendió ver la gran cantidad de sitios que trataban el tema, algunos con videos y fotografías. ¡¡¡Y no solo de perros con chicas!!! Había caballos, cerdos, serpientes y hasta una rubia flaca magreando la verga de un elefante, ¡¡Increíble!!
Comencé a leer algunas historias y pronto sentí mis bragas empapadas, mis dedos se movieron bajo el elástico y directamente comencé a rascar suavemente mi clítoris. Mis fluidos se acrecentaron y me vi obligada a sacarme las bragas e ir a buscar una gruesa toalla para proteger el diván. Samy estaba echado y casi no me prestaba atención o por lo menos eso era lo que yo pensaba, al pasar por su lado deje caer mis bragas y él se levantó a olfatearlas, al rato estaba con las uñas arañándolas y tratando de encontrar algo más de ese olor que lo volvía loco. Bufaba y resoplaba lengüeteando la delgada y fina tela de las bragas, lo miré divertida. Acomodé la pequeña mesa de centro, subí mis pies en ella y me apoltroné sentada en el diván con mis piernas abiertas para así tener fácil acceso a mi jugoso coño. Me encanta el sabor de mi chocho y en este modo podría bañar mis dedos en mis fluidos y luego llevármelos a la boca. El jugo de coño es jugo del cielo, dice mi marido cada vez que me lame incansablemente mi panocha.
Estaba casi en la gloria tocando mi conchita y leyendo en mi iPad algunas cachondas historias. El perro me observaba atentamente, entonces me di unos golpecitos en mi muslo derecho como había leído en algunas historias para llamar su atención y bastó solo eso para hacerlo levantarse y moverse de carrerita hacia el diván donde yo me encontraba. Lo esperé con la piernas abiertas, primero lamió mis dedos, luego mi monte de venus empapado de fluidos míos. Cuando sentí su lengua deslizarse sobre mis delicados labios mayores, solo dejé caer mi cabeza hacia atrás y gemí en éxtasis, luego me subí a la nube de la lujuria y comencé a derivar sobre el ancho mar del placer.
No paso mucho tiempo antes de que comenzara a estremecerme en una cadena de pequeños orgasmos, poco a poco mi cuerpo convulsionaba sintiendo la entrometida lengua de Samy acariciando mi labia vaginal, todo hacia presagiar la formación de un tremendo orgasmo. Uno de esos donde veo lunas y estrellas y colores como en un caleidoscopio, con mi mente perdida en un limbo de ensueños. Pero esta vez no quería que esa sensación me la proporcionara con su lengua, esta vez quería ir más allá, así que empujé al animal ahora que estaba a tiempo de hacerlo. Bajé mis piernas de la mesita y agachándome lo besé en la fría nariz y mirándolo seriamente le dije:
—Cariño … si quieres más de mi suculento y cladoso chocho, tendrás que esperar …
Samy me miró un tanto inquieto, él quería seguir lamiendo e interpreté su boba expresión como un:
—¡Mami, por qué no me dejas! …
Necesitaba saber un poco más al respecto, así que seguí leyendo. Había muchas historias y consejos sobre sexo con perros. Encontré un Fórum de gente real y me pareció bastante buena la información contenida, se recomendaba cubrir las zampas del perro con calcetas para evitar los rasguños que podrían restar placer a la copulación. Inmediatamente me levanté y fui a buscar las calcetas de lana de mi marido. ¡¡También me llamaron la atención los consejos sobre una penetración anal!! Pero si ni siquiera lo he hecho con mi marido, lo descarté por el momento, mientras leía me frotaba el coño para mantenerlo en ascuas y bien lubricado, se sentía maravilloso.
Estaba excitada al punto en que no podía resistir más, cerré mi iPad y me levanté para salir del salón, Samy me miraba, pero no se había movido, él sabía que no le estaba permitido seguirme al dormitorio, así que antes de subir la escala me di unos golpecitos en mi glúteo, inmediatamente Samy interpretó bien la señal y vino corriendo detrás de mí, y no solo eso, antes de que me percatara estaba lamiendo mis nalgas.
Mientras subía las escalas comencé a desvestirme y antes de ingresar al dormitorio ya estaba completamente desnuda. Cachonda como el infierno y desnuda como un querubín en el paraíso. Mi mente inquieta trataba de domar mi ímpetu como si fuera un disciplinado discípulo, finalmente es ella y no mi cuerpo la que abre todas las puertas de mi concupiscencia que me lleva a los mejores orgasmos y satisfacciones.
Samy no se despegaba de mi trasero y sus lamidas me estaban volviendo loca, me detuve un momento a contemplarme delante del espejo del armario. La figura del perro entre mis piernas se veía divertida, mis pezones se habían levantado y mis tetas parecían más grandes, redondas y duras. Noto mi mechón sobre mi coño lampiño y pienso si no será hora de afeitarlo por completo, pero ni para mi marido ni para el perro este ha sido un obstáculo para lamer mi chocho en forma deliciosa, pienso en dejarlo tal como está.
Samy continuaba a invadir mi entrepierna con su babosa lengua, ya sentía mis muslos mojados por su órgano lingüístico persistente. Me giré hacia él y con mis dedos abrí mi labia vaginal para él, el perro se acomodó inmediatamente a la situación y comenzó a dar lametones directamente en mi coño ¡¡Mi Dios!! Su lengua larga, cálida y húmeda golpeo repetidas veces mi sensible botoncito y mis piernas se descontrolaron y comenzaron a temblar. Mis muecas de placer y lujuria eran evidentes en el espejo, mis gemidos y chillidos eran incontenibles. Miraba al espejo y miraba al perro que perdía su hocico entre mis muslos y daba unos profundos lametazos a mi coño. Me hacía sentir muy caliente. Apoyé mi espalda en el espejo para no caer cuando la primera oleada de convulsiones me encontró ahí de pie y con mi coño atacado por la lengua intrusa de Samy. Sabía que, si el perro no se detenía, seguramente me derribaría y terminaría rodando por el suelo. Hice un acopio de fuerza de voluntad y me deslicé tembleque hasta el borde de mi cama.
Pero Samy no se detuvo, siguió lamiendo mientras yo intentaba de organizarme y encontrar la mejor posición para enfrentar los ataques de su lengua. Es difícil traducir a palabras todas las sensaciones que atravesaban mi cuerpo, mi mente y mi alma. Hasta la más leve brisa disturba la superficie de un lago en calma, pero yo era un torbellino y Samy un vendaval desatado, su lengua estaba en todas partes al mismo tiempo. Levanté un poco mis piernas e hice que me lamiera el culo, sus lamidas eran simplemente exquisitas. Ahora enfrentaba la disyuntiva de dejarlo que continuara a lamerme o hacer que me follara el coño. Como me hubiese gustado tener a mi esposo conmigo para acompañarme en estos frenéticos y lujuriosos momentos, le extraño mucho.
Había entrado en esa especie de trance, como si me hubiese inyectado alguna especie de droga, un aturdimiento previo a un orgasmo demencial y estaba ahí al borde de caer desmayada. Cuando Samy dejo de lamerme me recompuse un poco y lo encontré que se había parado con sus dos patas al borde de la cama y su lengua pendía a un lado de su hocico. Estaba al igual que yo expectante. Él sabía lo que él quería y yo sabía que quería lo mismo que yo. Su polla tiesa, caliente y gorda dentro de mi coño encharcado. Quería que me follara hasta hacer explotar mi cerebro. Estábamos los dos jodidamente calientes.
Metí mi mano bajo su vientre e inmediatamente encontré las joyas de la corona, tenía unos diez a quince centímetros fuera de su funda peluda. Lo toqué y lo masajeé mientras Samy me daba tiernos lengüetazos en mi rostro y cabellos, decididamente esta polla de perro era mucho más grande y gruesa que la de mi marido y yo la quería toda dentro de mí. Una polla monstruosa, debía hacerlo con cuidado y habituarme a sus dimensiones. Poco a poco fui bajando mi coño al borde de la cama, mientras mi pequeña mano acercaba la inmensa pija a mi labia mojada, pasé la punta y la apoyé en mi coño. ¡¡Quería que me follara ahora ya!!
Gracias a la abundante literatura que había estudiado a cabalidad, sabía que una vez que el perro centra el coño es imposible detenerlo. Así que cautelosamente hacía deslizar su enorme pija sobre mis hinchados y empapados labios. Él sentía la proximidad de mi coño y daba saltitos para tratar de empalarme en su aguzada pija regordeta. Deslicé su mastodóntica polla por el surco entre mis nalgas y me convencí inmediatamente de que me resultaría imposible recibir tamaña verga en mi culo, ni siquiera a mi marido le había concedido todavía mí trasero. Pero quería que me follara y el perro también lo sabía y lo quería. Con gemidos y suspiros agarré bien su gran pija y la dirigí contra la hendedura vaginal de mi coño empapado.
Estando ambos tan ansiosos, él sintió la cálida humedad de mi chocho y empujó con fuerza, pero resbaló fuera y me tomó un tiempo en volver a apuntarla contra mi vagina. Luego fue como un relámpago de luz enceguecedora, un sol brillante obnubilo mi cerebro y casi me borré al sentirlo penetrarme profundamente, jadeé y chillé en desesperación. ¡¡Su polla estaba dentro de mí!! ¡¡Su gigantesca polla me había penetrado!! ¡¡Su polla de perro era realmente grande!!
Al principio me dolió y hasta pensé en zafarme y alejarlo, pero me contuve y aguanté, le dejé hacer lo que su pija de perro tenía que hacer, ¡¡Llenar mi coño!! Paso cerca de un minuto antes de empezar a sentir lo maravilloso que era. El dolor dio paso a las sensaciones más increíbles que jamás haya experimentado mi chocho. Mi coño estaba lleno a reventar con su pija colosal, casi no podía respirar cuando algo más grande y caliente empujo mis paredes vaginales. Me abracé a él para que me follara con todo su ímpetu animal y me lo metió todo. ¡¡Me tenía anudada!!
Samy me martilleaba sin descanso, los incipientes orgasmos que me había hecho sentir mientras me lamía, ahora se habían convertido en una cadena de estruendosa tormenta de orgasmos sin final. Me contorsionaba pendiendo de su verga incrustada profundamente en mí. Lloré, sollocé, gemí, grité, chillé en convulsiones que hacían temblar todo mi cuerpo. Mi coño estaba colmado de pija de perro. Samy me folló enérgicamente mientras yo gritaba y me deleitaba de sus embistes que no quería que jamás terminaran. Acaricié mis pezones y los sentí duros como nunca. ¡¡Me había convertido en una perra amante de perros!! ¡¡Oh, Dios!! ¡¡Cuánto me gustaba!!
Agarré los mofletes del perro le di un beso y le gruñí que me siguiera follando, me agarraba a sus pelos y lo tironeaba instándolo a moverse más fuerte, mi coño quería más de esa maravillosa pija. Me comencé a preparar para el inminente orgasmo que sabía se estaba gestando dentro de mí, entendí que iba a ser bestial y explosivo y eso es como yo lo quería.
Y así no más fue, llego al improviso y con grandes e incontrolables convulsiones. No se como envolví mis piernas alrededor del perro para sentir el bombeo de su semen dentro de mi matriz, le rogué que siguiera y no se detuviera, sentía como empujón tras empujón su lava caliente erupcionaba y bañaba todas mis entrañas, una copiosa marejada de semen se derramaba en mi coño que succionaba esa pija bendita más y más adentro de mí. El perro jadeaba y de su lengua estilaba saliva entre mis adoloridas y excitadas tetas, pero era un dolor maravilloso y placentero.
Las oleadas de placer se subseguían una detrás de otra, era una sensación de pervertido bienestar, todos los vellos de mi cuerpo estaban erizados y mi piel hipersensible. Mis pies estaban crispados al igual que mis manos. Era una cosa vertiginosa, un torbellino de pasión enloquecida y agónica. Suspiré, gemí, babeé y hasta lloré de felicidad plena. Luego mis piernas se aflojaron y tocaron el suelo, mi cuerpo todavía temblaba, pero mi orgasmo estaba en su fase final.
No se cuanto tiempo me quedé pegada a Samy, pero él me tenía fuertemente anudada con su pija y nudo gigantesco. Lo sentí que trato de zafarse un par de veces, pero era doloroso para mí y supongo que también para él. Absolutamente no podía moverme, él me tenía pegada y su peso también era un impedimento a mis movimientos. Tenía la boca seca, me moría por un vaso de alguna bebida fría y refrescante. Por mi posición y el peso del animal comenzó a dolerme la espalda. Intenté recordar que decían las historias que había leído y que hacer en estas situaciones. Pero estaba ahí inerme y a la merced de la pija de Samy.
Enseguida él se alborotó un poco y tironeo con una especie de tiritones, esta vez le resultó y su pija salió disparada de mi coño con un fuerte chasquido junto a un aluvión de semen que rebotó y se esparció en el suelo. Por fin mi coño había sido liberado, inmediatamente me lleve la mano allí, estaba adolorida, no todos los días me folla una pija excepcionalmente grande y continuaba a rezumar de mi concha una gran cantidad de esperma.
Exhausta y calmada, me recosté mirando hacia el techo con una pierna estirada y la otra plegada para tocar mi coño, lo sentí completamente abierto después del maravilloso ataque al que había estado sometido. No tenía ningún sentimiento de arrepentimiento. De que había hecho algo demasiado pervertido, sí lo sabía y estaba consciente de ello. No tenía nada de que avergonzarme. Todo había sido delicioso de principio a fin. Había hecho el amor con un perro y había resultado algo formidable. Había un solo punto que me hacía preocupar: ¿Debía decírselo a mi marido? Muchos pensamiento rondaron por mi cabeza, algunos confusos, debía pensarlo y meditarlo un poco más, no debía apresurarme. Giré mi cabeza y en un rincón, Samy yacía lamiendo su enorme polla, no había nada más tierno y dulce de mirar.
Hice acopio de mis últimas energías y me levanté para meterme directamente bajo la ducha y recuperar fuerzas, fue una ducha corta, solo para despejar mi mente. Enseguida bajé a la cocina en busca de algo de beber, saqué del refrigerador una lata de bebida cola y bebí con avidez, me sentí mucho mejor. Cuando bajé la lata, me di cuenta de que Samy estaba a mi lado. Parecía un poco cauteloso, le rasqueteé su cabeza y llené su escudilla con agua fresca, luego me senté, así como estaba, totalmente desnuda en la cocina.
Esa tarde mi esposo llamó como acostumbraba a hacer todos los días. Yo estaba sentada en el sofá con una copa de vino blanco. Conversamos de todo o casi, pero estaba demasiado cansada como para entablar un dialogo coherente con él sobre lo sucedido con Samy. Dejé todo eso para cuando él regrese, que iba a ser el día siguiente.
Cuando me fui a la cama, estaba un poco mareada, tal vez por el buen vino, pero también por las exquisitas sensaciones que todavía sentía mí cuerpo después de haber follado con Samy. Había solo un argumento que me preocupaba: Decírselo o no a mi marido. ¿Cómo la tomaría él?
Mi sueño no fue del todo tranquilo, soñé mucho de sexo. Todas las historias que había leído y el hecho mismo de haber follado con Samy. Me levanté con todo mi cuerpo doliente, incluso hice salir a Samy al jardín y lo dejé fuera de casa. No tenía energías de nada. Me dedique todo el día a reposar en espera de mi marido.
Lo fui a buscar al aeropuerto y en el camino a casa le conté que le tenía novedades, él no insistió y yo no tenía ganas de iniciar una conversación delicada en el carro.
Cuando terminamos de ordenar todo, nos sentamos en el jardín con sendas copas de vino. Entonces le conté todo, frunció el ceño, pero luego de responder a todas sus interrogantes, le mencioné que estaba dispuesta a probar su verga en mi trasero, su rostro se distendió y me preguntó si estaba de acuerdo en que tuviéramos nuestro propio perro, por supuesto que le dije que sí. Así que este fin de semana iremos en busca de nuestro propio guardián, además, me dijo que era yo quien tenía que elegirlo. Nos fuimos a la cama, follamos como conejos, le di finalmente mi trasero, pero ahora no puedo dormir pensando en que perro elegir …
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