Masturbación a viejita en el hospital
por
daimakaichou
género
lésbico
Este relato lo escribió una amiga mía que es enfermera y aquí lo comparto:
Soy enfermera y trabajo en un hospital público en el turno de noche. Por tratarse de una institución pública el trabajo siempre está a tope y no nos damos abasto. Sobre mi físico he de decir que soy de mediana estatura, trigueña y con un cuerpo que se podría decir de “gordibuena”: nada espectacular pero tengo lo mío. Lo que quiero relatar sucedió hace unos meses en mi jornada de trabajo. Una de mis actividades consiste en realizar los aseos genitales de las y los pacientes que tienen instalada sonda vesical (sirve para recolectar la orina en una bolsa), en eso estaba cuando me tocó revisar a una ancianita de 77 años.
-Buenas noches, doña Luz- le saludé
-Buenas noches- respondió ella amable
-La voy a destapar un poquito- le avisé-; voy a revisar su sonda. Y acto seguido recorrí su sábana hacia sus pies y le pedí que separara un poco las piernas para poder revisar la sonda. Ella lo hizo muy diligentemente pues ya estaba acostumbrada seguramente. Aunque tenía la sonda tenía debajo un pañal extendido y noté que estaba mojado. Por dentro maldije ya que seguramente había que instalar una nueva sonda y había mucho trabajo. Revisé y efectivamente la sonda tenía fuga ya que era de un calibre menor al necesario, así que le dije a la señora Luz que tendría que retirarla y ponerle una de tamaño adecuado. Ella asintió y dijo que no había problema.
Fui por el material necesario para el procedimiento y me calcé los guantes después de haberme lavado las manos. Tengo que aclarar aquí que soy lesbiana, pero no por ello me consideraba una pervertida y siempre he tratado a mis pacientes con el debido respeto…hasta esa noche.
Después de retirar la sonda realicé un lavado de su vagina con gasa y jabón y enjuagué con agua para después secarla dando pequeños toques con otra gasa seca. Al dar los toques para secarla noté que se movía como temblando, por lo que supuse que le había dolido la manipulación.
-Perdón, señora Luz, ¿La lastimé?
-Para nada, hija, -me respondió, así que continué secando su área íntima, pero esos movimientos de tipo espasmódico continuaron un par de veces.
Ya que había secado perfectamente me cambié los guantes y me dispuse a instalar la nueva sonda por lo que le pedí que se colocara con las piernas flexionadas y abiertas para facilitar la instalación. Obviamente había cerrado la cortina de su cubículo para darle un poco de privacidad. Iba a lubricar la punta de la sonda cuando algo llamó fuertemente mi atención: Noté que ella ¡estaba lubricada por sus propios fluidos! Eso me turbó un poco porque ya la había secado y la humedad era bastante notoria.
-La voy a tocar-avisé. Ella me dijo que estaba bien y cerró los ojos…a mi esa actitud se me hizo extraña, pero de todos modos procedí a separar con una mano sus labios vaginales mientras en la otra sostenía la punta de la sonda que iba a insertarle, a la cual olvidé ponerle gel lubricante. Pero eso no fue ningún problema, ya que con sus propios fluidos se lubricó y entró con mucha facilidad. Una vez adentro, inflé el globo de seguridad para evitar que la sonda se saliera y la fijé a su pierna para que no le causara alguna m*****ia provocada por algún jalón accidental.
Debo confesar que en este punto algo había despertado en mí, una lujuria que nunca antes había experimentado. Me fijé en su monte de venus de 77 años y la verdad es que en ese momento se me apetecía lamerlo. Me sentí culpable por tener esos pensamientos sucios así que decidí retirarme cuanto antes de ahí, pero algo estalló. No lo podía creer: ¡se me ofrecía una oportunidad de saciar mis bajos instintos!
-Hija-me dijo-: ¿me podrás dar otra lavadita? Creo que el jabón me irritó un poco y siento un poco de m*****ia. Mira, por aquí como que quedaron restos de jabón, ¿podrás retirarlos por favor?
-En seguida, señora Luz- le respondí, tratando de ocultar mi turbación, y tomé una gasa que humedecí con agua para pasarla por su zona íntima.
-Tállale bien, hija, yo te aviso cuando ya no sienta el jabón, es que soy muy delicada de la piel- me dijo, y como la vez anterior, cerró los ojos y se dejó hacer.
La verdad es que yo ya estaba excitadísima y de la excitación hacía el lavado con mano temblorosa. No quería que se diera cuenta de mi libido traicionándome. Tallaba en una sola dirección, como se debe hacer y de manera delicada, pero de pronto ella me interrumpió:
-Mi hijita, talla un poco más fuerte, por favor que el jabón ese es muy persistente, ya me ha pasado que se quedan restos de jabón y termino toda irritada de ahí.
Volví a la carga ya menos tímida y de pronto vuelvo a ver que se retuerce un poco y se arquea ligeramente y que de nuevo está húmeda pero no por el agua de la gasa. En ese momento lo decidí: me iba a jugar el todo por el todo arriesgando incluso mi trabajo, pero ya no me importaba: estaba demasiado caliente como para pensar con claridad. Lo único que sentía claramente era mi braga húmeda como nunca y mi respiración aumentaba por la cachondez del momento.
-Señora Luz- le dije-: parece que la gasa no funciona bien, voy a tratar de quitar el jabón directamente, no se preocupe, tengo guantes, pero creo que es mejor y así no la va a irritar el roce de la gasa, porque es un poco demasiado áspera.
-Sí, hija, haz lo que consideres- me dijo, y no sé si consciente o inconscientemente, separó aún más sus piernas. Yo dejé de usar la gasa y me fui a la carga dando masaje a su vulva con mi mano calzada con el guante. En eso estaba, ya habían pasado dos largos minutos dando masaje a esa papaya que se me antojaba irresistible, con algunos de sus pelos púbicos ya canos. Cuando creí que ya no podía gozar más, la suerte me dio otro empujón:
-Hijita, no seas mala: tállale más arriba, que también ahí siento que tengo jaboncito.
¡Me estaba pidiendo que estimulara su clítoris! Yo no cabía de alegría y ya ciega de lujuria y aprovechando que se mantenía con los ojos cerrados, me quité uno de los guantes y empecé el masaje en su botón de placer. Primero daba masajes ligeros y discretos, con los cuales ella gemía levemente.
-¿Alguna m*****ia, señora Luz?- le pregunté para saber si debía detenerme.
-No, ninguna m*****ia, hija- me decía medio suspirando, pidiendo que continuara. A esas alturas había perdido todo el pudor y estimulaba su clítoris de manera descarada, sobando en círculos y de arriba hacia abajo. Ella no abría los ojos y yo lo agradecí por dentro. Su vagina comenzó a mojarse más y más y yo disfrutaba del espectáculo tanto como ella disfrutaba de la tremenda masturbación que yo le estaba prodigando. Pero la cosa no quedó ahí y quise ir más allá:
-Le voy a revisar abajo, señora, tengo que comprobar que no halla datos de infección-le mentí descaradamente.
-Sí hija, haz lo que haga falta
-Avíseme si siente alguna m*****ia, por favor. Le dije simulando ser muy profesional
-No te preocupes, yo te aviso- me dijo.
Acto seguido, metí el dedo índice de la mano que no tenía guante en su cueva del amor, se sentía húmeda ¡y se estaba contrayendo! ¡Esa dulce anciana estaba teniendo un orgasmo intenso, y lo disimulaba muy bien!
Comencé a estimular metiendo y sacando el dedo y luego metí además del índice, el dedo medio. Era una sensación placentera en mi mano sentir esa vagina caliente, húmeda y deseosa de mis caricias, apretándome de forma rítmica. Ya no había lugar a dudas: yo la estaba masturbando y las dos lo sabíamos, y las dos lo disfrutábamos cada una a nuestra manera. Estuve así un buen rato hasta que se le escapó un suspiro profundo y supe que había tenido un orgasmo más intenso que los anteriores. Creo que tuvo unos cuatro orgasmos, y de verdad sentí envidia de ella. Cuando vi que ya estaba mostrando fatiga dejé la tarea y le dije:
-Ya terminé, señora Luz. ¿Ya se siente cómoda?
-Sí hija, muchas gracias por todo.
-Ok, entonces me retiro- le dije
-Nada más otra cosita- me dijo antes de que corriera la cortina para abrirla-: ¿me puedes revisar mi pecho? Es que nunca me he hecho una exploración y ya que tú eres experta pensé que me podrías enseñar. Es que en la clínica atiende un enfermero y me da vergüenza, pero como las dos somos mujeres me siento más en confianza.
Después les contaré del orgasmo que le provoqué estimulando sus flácidas, pero antojables tetas.
Sobra decir que apenas dejar ese cubículo fui corriendo al baño a masturbarme como loca. Saludos.
Soy enfermera y trabajo en un hospital público en el turno de noche. Por tratarse de una institución pública el trabajo siempre está a tope y no nos damos abasto. Sobre mi físico he de decir que soy de mediana estatura, trigueña y con un cuerpo que se podría decir de “gordibuena”: nada espectacular pero tengo lo mío. Lo que quiero relatar sucedió hace unos meses en mi jornada de trabajo. Una de mis actividades consiste en realizar los aseos genitales de las y los pacientes que tienen instalada sonda vesical (sirve para recolectar la orina en una bolsa), en eso estaba cuando me tocó revisar a una ancianita de 77 años.
-Buenas noches, doña Luz- le saludé
-Buenas noches- respondió ella amable
-La voy a destapar un poquito- le avisé-; voy a revisar su sonda. Y acto seguido recorrí su sábana hacia sus pies y le pedí que separara un poco las piernas para poder revisar la sonda. Ella lo hizo muy diligentemente pues ya estaba acostumbrada seguramente. Aunque tenía la sonda tenía debajo un pañal extendido y noté que estaba mojado. Por dentro maldije ya que seguramente había que instalar una nueva sonda y había mucho trabajo. Revisé y efectivamente la sonda tenía fuga ya que era de un calibre menor al necesario, así que le dije a la señora Luz que tendría que retirarla y ponerle una de tamaño adecuado. Ella asintió y dijo que no había problema.
Fui por el material necesario para el procedimiento y me calcé los guantes después de haberme lavado las manos. Tengo que aclarar aquí que soy lesbiana, pero no por ello me consideraba una pervertida y siempre he tratado a mis pacientes con el debido respeto…hasta esa noche.
Después de retirar la sonda realicé un lavado de su vagina con gasa y jabón y enjuagué con agua para después secarla dando pequeños toques con otra gasa seca. Al dar los toques para secarla noté que se movía como temblando, por lo que supuse que le había dolido la manipulación.
-Perdón, señora Luz, ¿La lastimé?
-Para nada, hija, -me respondió, así que continué secando su área íntima, pero esos movimientos de tipo espasmódico continuaron un par de veces.
Ya que había secado perfectamente me cambié los guantes y me dispuse a instalar la nueva sonda por lo que le pedí que se colocara con las piernas flexionadas y abiertas para facilitar la instalación. Obviamente había cerrado la cortina de su cubículo para darle un poco de privacidad. Iba a lubricar la punta de la sonda cuando algo llamó fuertemente mi atención: Noté que ella ¡estaba lubricada por sus propios fluidos! Eso me turbó un poco porque ya la había secado y la humedad era bastante notoria.
-La voy a tocar-avisé. Ella me dijo que estaba bien y cerró los ojos…a mi esa actitud se me hizo extraña, pero de todos modos procedí a separar con una mano sus labios vaginales mientras en la otra sostenía la punta de la sonda que iba a insertarle, a la cual olvidé ponerle gel lubricante. Pero eso no fue ningún problema, ya que con sus propios fluidos se lubricó y entró con mucha facilidad. Una vez adentro, inflé el globo de seguridad para evitar que la sonda se saliera y la fijé a su pierna para que no le causara alguna m*****ia provocada por algún jalón accidental.
Debo confesar que en este punto algo había despertado en mí, una lujuria que nunca antes había experimentado. Me fijé en su monte de venus de 77 años y la verdad es que en ese momento se me apetecía lamerlo. Me sentí culpable por tener esos pensamientos sucios así que decidí retirarme cuanto antes de ahí, pero algo estalló. No lo podía creer: ¡se me ofrecía una oportunidad de saciar mis bajos instintos!
-Hija-me dijo-: ¿me podrás dar otra lavadita? Creo que el jabón me irritó un poco y siento un poco de m*****ia. Mira, por aquí como que quedaron restos de jabón, ¿podrás retirarlos por favor?
-En seguida, señora Luz- le respondí, tratando de ocultar mi turbación, y tomé una gasa que humedecí con agua para pasarla por su zona íntima.
-Tállale bien, hija, yo te aviso cuando ya no sienta el jabón, es que soy muy delicada de la piel- me dijo, y como la vez anterior, cerró los ojos y se dejó hacer.
La verdad es que yo ya estaba excitadísima y de la excitación hacía el lavado con mano temblorosa. No quería que se diera cuenta de mi libido traicionándome. Tallaba en una sola dirección, como se debe hacer y de manera delicada, pero de pronto ella me interrumpió:
-Mi hijita, talla un poco más fuerte, por favor que el jabón ese es muy persistente, ya me ha pasado que se quedan restos de jabón y termino toda irritada de ahí.
Volví a la carga ya menos tímida y de pronto vuelvo a ver que se retuerce un poco y se arquea ligeramente y que de nuevo está húmeda pero no por el agua de la gasa. En ese momento lo decidí: me iba a jugar el todo por el todo arriesgando incluso mi trabajo, pero ya no me importaba: estaba demasiado caliente como para pensar con claridad. Lo único que sentía claramente era mi braga húmeda como nunca y mi respiración aumentaba por la cachondez del momento.
-Señora Luz- le dije-: parece que la gasa no funciona bien, voy a tratar de quitar el jabón directamente, no se preocupe, tengo guantes, pero creo que es mejor y así no la va a irritar el roce de la gasa, porque es un poco demasiado áspera.
-Sí, hija, haz lo que consideres- me dijo, y no sé si consciente o inconscientemente, separó aún más sus piernas. Yo dejé de usar la gasa y me fui a la carga dando masaje a su vulva con mi mano calzada con el guante. En eso estaba, ya habían pasado dos largos minutos dando masaje a esa papaya que se me antojaba irresistible, con algunos de sus pelos púbicos ya canos. Cuando creí que ya no podía gozar más, la suerte me dio otro empujón:
-Hijita, no seas mala: tállale más arriba, que también ahí siento que tengo jaboncito.
¡Me estaba pidiendo que estimulara su clítoris! Yo no cabía de alegría y ya ciega de lujuria y aprovechando que se mantenía con los ojos cerrados, me quité uno de los guantes y empecé el masaje en su botón de placer. Primero daba masajes ligeros y discretos, con los cuales ella gemía levemente.
-¿Alguna m*****ia, señora Luz?- le pregunté para saber si debía detenerme.
-No, ninguna m*****ia, hija- me decía medio suspirando, pidiendo que continuara. A esas alturas había perdido todo el pudor y estimulaba su clítoris de manera descarada, sobando en círculos y de arriba hacia abajo. Ella no abría los ojos y yo lo agradecí por dentro. Su vagina comenzó a mojarse más y más y yo disfrutaba del espectáculo tanto como ella disfrutaba de la tremenda masturbación que yo le estaba prodigando. Pero la cosa no quedó ahí y quise ir más allá:
-Le voy a revisar abajo, señora, tengo que comprobar que no halla datos de infección-le mentí descaradamente.
-Sí hija, haz lo que haga falta
-Avíseme si siente alguna m*****ia, por favor. Le dije simulando ser muy profesional
-No te preocupes, yo te aviso- me dijo.
Acto seguido, metí el dedo índice de la mano que no tenía guante en su cueva del amor, se sentía húmeda ¡y se estaba contrayendo! ¡Esa dulce anciana estaba teniendo un orgasmo intenso, y lo disimulaba muy bien!
Comencé a estimular metiendo y sacando el dedo y luego metí además del índice, el dedo medio. Era una sensación placentera en mi mano sentir esa vagina caliente, húmeda y deseosa de mis caricias, apretándome de forma rítmica. Ya no había lugar a dudas: yo la estaba masturbando y las dos lo sabíamos, y las dos lo disfrutábamos cada una a nuestra manera. Estuve así un buen rato hasta que se le escapó un suspiro profundo y supe que había tenido un orgasmo más intenso que los anteriores. Creo que tuvo unos cuatro orgasmos, y de verdad sentí envidia de ella. Cuando vi que ya estaba mostrando fatiga dejé la tarea y le dije:
-Ya terminé, señora Luz. ¿Ya se siente cómoda?
-Sí hija, muchas gracias por todo.
-Ok, entonces me retiro- le dije
-Nada más otra cosita- me dijo antes de que corriera la cortina para abrirla-: ¿me puedes revisar mi pecho? Es que nunca me he hecho una exploración y ya que tú eres experta pensé que me podrías enseñar. Es que en la clínica atiende un enfermero y me da vergüenza, pero como las dos somos mujeres me siento más en confianza.
Después les contaré del orgasmo que le provoqué estimulando sus flácidas, pero antojables tetas.
Sobra decir que apenas dejar ese cubículo fui corriendo al baño a masturbarme como loca. Saludos.
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